KeiraKeiraAlejo la oscura y densa nube gris de sus memorias, y me centro en el ahora.Jess se sienta a mi lado en el sofá y me quita a mi sobrina de las manos para hacerle monerías y llenarla de mimos. Paris se ríe mientras tira de los aros plateados que cuelgan de las orejas de mi amiga hasta que le quita uno. Su intención es obvia, quiere llevarlos a su boca, pero la detengo a tiempo.—Tienes un don —comenta Jess, sin mala intención, pero logra que mis ojos se llenen de lágrimas—. Keira… lo siento —balbucea apenada.—Es mi instinto de tía, nada más —sonrío, acariciando los suaves cabellos oscuros de mi sobrina—. ¿Tienen hambre? Porque yo sí. —Me levanto de un salto del sofá y camino rápido hacia la cocina. Meto la cabeza en el refrigerador y reviso para ver qué encuentro. Esa es mi forma de ocultar mi rostro el tiempo suficiente para que las lágrimas den un paso atrás.—Cielo —murmura Robert detrás de mí—, no tienes que ocultar tus emociones. Ellos están aquí para ti, comprenden q
Sebastian Alemania, noviembre de 2001 15 años antes He estado con muchas mujeres desde que fui activo sexualmente. No llevo la cuenta de cuantas ni me importa, ninguna para recordar. La primera fue una experiencia de m****a en el asiento trasero del viejo Mustang de mi padre con una prima de mi vecino; pero sin duda, lo que está pasando ahora mismo en esta habitación, jamás lo olvidaré. Los pechos de Claudia son suaves y pesados, con hermosos pezones rosados y sensibles. Apenas puse mi boca sobre el primero se puso erecto, clamando por mis atenciones. Su piel cremosa y suave es una delicia al paladar, y el sabor es adictivo. He estado entre sus piernas por varios minutos, jugando con ella, llevándola al límite una y otra vez, y la escucho rogar, pero me gusta aquí y no tengo planeado irme todavía. Ella jugó sucio conmigo por meses, me mantuvo en una jodida espera interminable, enlazó mi corazón y me hizo decir las palabras que jamás creí pronunciar. Y fue real, no tuve que mentir. L
KeiraPresenteKeira Presente Mi corazón late frenéticamente mientras el imbécil de Sebastian Decker me mira circunspecto, carente de emoción, como el hombre de hierro que sé que es. En cambio, yo he perdido el color natural de mi piel y mis ojos se han abierto de par en par, como si estuviera viendo al mismísimo diablo. Y sí, eso es él, un demonio malévolo que marcó mi alma con un sello de hierro al rojo vivo. Debería apartar mis ojos de él, pero no puedo. He perdido la capacidad de reaccionar, de parpadear, hasta de respirar… Comienzo a sentirme mareada. —Cielo ¿qué tienes? —pregunta Robert, deslizando su mano por mi espalda. Cambio mi punto de enfoque hacia él para que no se dé cuenta en quién estaba puesta mi atención—. ¿Keira? —Me observa preocupado.—E-estoy bien —respondo sin convicción, con el poco aire que resguardan mis pulmones. Tratando de serenarme, tomo inhalaciones pequeñas por mi nariz y las dejo escapar entre mis labios fruncidos.—Cariño, te ves pálida —interviene
Capítulo cuatroSebastianAlemania, Enero de 2004Doce años antesDesde que hablé con Claudia al mediodía, no he pensado en otra cosa más que en llegar a casa y meterme entre sus piernas. He estado viajando fuera de Alemania varios días y estoy desesperado por verla. No soporto estar lejos de mi mujer por mucho tiempo, pero son sacrificios que tengo que hacer para sacar a adelante mi creciente empresa. Al entrar a nuestra casa, cruzo el vestíbulo, subo las escaleras y entro a nuestra habitación. Sé que está esperándome, Claudia nunca me decepciona. Desanudo mi corbata, me la quito, luego el saco, y dejo ambos sobre el respaldo de uno de los sillones de la esquina. Cuando comienzo a desabotonarme la camisa, su voz sensual ordena que me detenga. Sonrío.¡Hoy habrá sexo ardiente!La habitación está casi oscura. Solo una luz tenue de una lámpara, al costado de la cama, alumbra la penumbra. Huele a vainilla y a lavanda, una mezcla inusual, pero muy característica de mi esposa. Es su esenci
KeiraPresente—Cielo, odio verte así. ¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor? —me pregunta Robert una vez que estamos solos en mi habitación. Él permanece de pie delante de mí en la cama mientras yo estoy sentada en el colchón, desabrochando las correas de mis sandalias.—Fóllame —respondo sin pensar, actuando por impulso, guiada por la rabia y la frustración.—¿Qué te folle? ¿Desde cuándo…? —Lo callo con un beso duro y fiero en la boca, tironeando de su labio inferior con mordidas salvajes y desquiciadas. No estoy de humor para su parloteo, solo quiero sexo ardiente y sin sentimientos. El amor solo causa dolor y devastación. Sin dejar de besarlo, tomo en dos puños su camisa y la rasgo con un tirón fuerte, haciendo saltar los botones en el suelo. Una vez desnudo del torso para arriba, beso su cuello, pecho, abdomen, y desciendo rápidamente hacia su hombría en alza. Desabrocho su correa, el botón, bajo la cremallera de sus pantalones y deslizo la tela por sus muslos, junto con su
SebastianAlemania, diciembre de 2009Siete años antesRecostado en el marco de la puerta, observo la sonrisa de mi esposa mientras pone la mesa para la cena de Navidad. Su belleza y dulzura pudiera sanar a un moribundo solo con mirarla. Y tengo la dicha de que, cuando cae la noche, puedo cobijarla entre mis brazos y saber que me pertenece. —Deja de mirarme así. Vas a lograr que me ruborice —me pide intentando ocultar una sonrisa.—¿Sí? No pensé que tuviera ese poder sobre ti todavía —bromeo.—¡Oh! Lo tienes… y no soy la única. Todas las mujeres suspiran por ti, Sebastian. Eres difícil de ignorar.—Mientras tú lo hagas, el resto me importa poco.—Ese es mi hombre. —¡Papi! —grita mi hija Serena al entrar al comedor. Extiendo los brazos y la recibo en ellos para abrazarla contra mi pecho.—Hola, mi amor. Te ves hermosa esta noche.—¿Te gusta mi vestido? —pregunta con una sonrisita tierna. Mi niña es idéntica a Claudia, tiene sus mismos ojos esmeralda y hermosa melena dorada.—Mucho, p
Keira PresenteSacudo la cabeza de un lado al otro mientras él corre rápido hacia mí. Mi estómago cosquillea por el aleteo constante de eso que llaman mariposas en el estómago, pero en mi caso deberían ser murciélagos. Sí, no puede haber alas de colores involucradas en nada que tenga que ver con el oscuro y sin corazón de Sebastian Decker.Cuando está cerca de alcanzarme, comienzo a correr alejándome de él a toda prisa. No le daré la oportunidad de hablarme. No permitiré que sus ojos me consuman ni le daré el placer de verme lastimada de nuevo.—¡Keira, espera! ¡Necesito que me escuches! —grita sin dejar de seguirme. Ya ha pasado demasiado tiempo, debió buscarme antes, no esperar tanto tiempo. Además, si en verdad quería hablar conmigo, sabía dónde encontrarme
Keira Presente¡Cobarde! ¡Cobarde! ¡Cobarde! Me grita una vocecita molesta cuando no soy capaz de hacer lo correcto. No amo a Robert y nunca lo haré, pero de manera egoísta lo retengo conmigo porque si él se va ¿qué me queda?—No sé por qué estás tan molesta conmigo, ¿he hecho algo malo? —inquiere en tono conciliador, haciéndome sentir más culpable aún. Si se enojara y me gritara sería más fácil dejarlo, pero no, tiene que ser dulce y comprensivo.—No, no has hecho nada malo —contesto cambiando de tono, él no tiene culpa de mi malhumor—. Lo siento. Solo… estoy tan cansada, Robert —murmuro dejando escapar el aire con un suspiro. No le digo de qué estoy cansada, no quiero herirlo con la verdad.—Lo sé, amor. Pero no estás sola, estamos juntos en esto —pronuncia acercándose—. Te amo y planeo hacerlo el resto de mi vida.Quisiera amarte, Robert, pero mi necio corazón insiste en amar al alemán. Lo abrazo sin decir nada porque no quiero mentirle y él me estrecha a su cuerpo y besa el cos