Capítulo 30

Le aplico la ley del hielo de camino a la fiesta. Estoy muy enojada con él por incitarme y luego dejarme en la habitación con una calentura que ni el agua fría de la ducha logró apagar.

¡Imbécil engreído! Ya verás cómo te hago pagar por tu crueldad.

—¿Vino, nena? —pregunta desde su esquina de mierda. Terminó ahí, cansado de perseguirme dentro de la limusina. Cada vez que se sentaba a mi lado, cambiaba de lugar—. Vamos, dulzura. Solo tengo esta noche contigo y no quiero pelear. Ven conmigo. —Lo ignoro. Eso le enseñará a no jugar conmigo—. Scheiße, ich bin ein idiot.[1]

¡Uh! Por la forma en que se frota las sienes, creo que dijo una palabrota.

Pongo los ojos en blanco y le hago compañía al alemán gruñón. No vaya a explotarle la cabeza.

—Espero que hayas aprendido la lección —advierto con altanería.

—¿Ves? Disfrutas con mi desdicha —señala haciendo una expresión de sufrimiento.

—¡Ja! Mira quién habla —ironizo riéndome.

—¿Y si levanto tu falda y pago mi deuda contigo? —propone con la m
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