Keira Sebastian eligió el peor momento para llamarme, hoy no puedo hacer esto, me siento demasiado triste y devastada para enfrentarlo.—El contrato no fue más que una excusa para acercarme a ti sin tener la menor idea de que te meterías tan profundo en mi corazón —manifiesta con notable emoción, dejándome sin palabras. No esperaba escucharle decir algo así, llevo días convenciéndome de que para él no significo nada, que solo fui una mujer con la que se quitó las ganas. Y aunque mi corazón se ha vuelto loco de felicidad, mi mente no me da tregua.—¿Por qué me dices esto si antes aseguraste que nada ha cambiado?—Porque estoy desesperado, Keira, porque me haces falta, porque no dejo de pensar en ti…—Nada me impide estar contigo, Sebastian. Eres tú el que no puede estar conmigo y es muy injusto que me llames y me digas todas estas cosas cuando lo que nos separa no depende de mí —enuncio al borde de las lágrimas, me encuentro muy susceptible con todo lo que está pasando.—Sí, tienes ra
Keira—¿En qué piensas? —pregunta muy campante, como si fuese su problema.Lo miro con el ceño fruncido y contengo las ganas de gritarle que dejó de ser su asunto cuando me echó de su vida. ¿Sería grosero de mi parte? Tal vez, pero no puede tratarme como si nada hubiese pasado cuando la verdad es muy distinta. Espero que un día pueda dejar de sentir rencor por él, de verdad, pero ese momento no está cerca de llegar—. Lo siento, no quería incomodarte.—Sabes que hago esto por Ángel. No quiero que confundas las cosas con algo más.—Claro, lo entiendo. Imagino que ahora tienes a alguien en tu vida y no quiero generar tensión. Mi único deseo es conocer a mi hijo y también ayudarte económicamente con lo que él necesite.¡Oh, sí! Apareció mi salvador… tres años tarde. En cuanto a lo de alguien más en mi vida… ¡Ja! No tengo de quién alardear, ojalá así fuera para que no vea una posibilidad. ¿Y qué de él? ¿Tendrá a alguien especial a su lado? ¿Y a mí qué me importa? Robert Hayes es libre d
KeiraUna semana más se suma al calendario, avanzando rápidamente hasta el treinta y uno de enero, el día más esperado por Jess y Leandro.—Te ves hermosa. —Le digo a mi amiga al verla con su precioso vestido de novia. Leandro va a babear cuando la vea entrar por el pasillo de la iglesia. —Estoy demasiado nerviosa, negra. ¿Y si Leandro no va a la iglesia?—¿En verdad piensas eso? Dios, Jess. Ese hombre estará ahí así el cielo se esté cayendo.—Cierto, sí. No lo hagamos esperar entonces.—No comas ansias, todavía es temprano. Mejor deja que el fotógrafo termine su trabajo aquí y luego nos vamos.—Ya me tomó un montón de fotos a mí sola. Mejor ve por Ángel para que nos haga una sesión a los tres —dice con una sonrisa.—¡Sí! Ya mismo voy por él. —Salgo de su suite y cruzo el pasillo hasta llegar a la habitación en la que está mi angelito con su padre, un invitado añadido a última hora. El hombre se ha portado tan bien que hasta se ganó la simpatía de Jess, y eso que mi amiga es un hues
KeiraHan pasado dos meses desde la boda de Jess y, durante ese tiempo, Robert ha insistido en darme el cheque, pero mi respuesta sigue siendo no. Mi excusa era que no quería deberle nada, pero hace un par de días encontré una mejor: ya no lo necesito. Resulta que mi padre nos dejó la mitad de su fortuna a mí y a Irlanda. La otra mitad, la dividió entre mamá y un fondo de inversión. Ahora, cuento con el dinero suficiente para pagarle a Decker sin depender de nadie más. Con mi chequera en la mano, escribo la gran cifra en el lugar correcto. Una vez que completo la información, con mi firma incluida, meto el cheque en un sobre con la dirección de su apartamento de Manhattan escrita delante.—Ya nada me une a él —murmuro con el papel entre mis manos, pero lejos de estar aliviada, me siento muy mal porque una parte de mí lo seguía esperando como una estúpida.Dos veces, Keira. Te has equivocado dos veces con los hombres y no puedes permitirte una tercera. Le digo a Jess que saldré a trot
Keira No, esto no es conveniente. No se trata de nosotros, es sobre nuestro hijo. Si cruzamos esa línea, no habrá vuelta atrás.—Pensé que estabas aquí por Ángel. ¿Lo usabas a él para llegar a mí? —cuestiono molesta y me aparto de él enseguida.—No, claro que no. Pero no veo nada de malo que estemos juntos, podemos ser una familia —enuncia acercándose.—Es tarde para eso —murmuro recordando cuánto sufrí cuando él me dejó—. Vete, Robert, y no vuelvas a intentar algo así si quieres seguir viendo a Ángel.—Estás siendo injusta conmigo. Sé que me equivoqué, que te hice daño, pero no soy el mismo hombre de antes y te lo voy a demostrar —asegura con expresión seria y sale de la habitación luego de despedirse de Ángel.Suspiro hondo y me siento en el colchón pensando en lo que dijo Robert e imaginando una vida donde jamás nos hubiéramos separado. Pero la realidad es que él me dejó en el momento más duro de mi vida y no es algo que pueda ignorar. Lo mejor es que sigamos así.Los siguiente
CAPÍTULO 43Escuchar su voz me destroza y me revive a la vez. Cada noche, su recuerdo avasalla mi mente y me deja absorta.¿Por qué me está llamando? No sé. Lo único de lo que estoy segura es de lo fuerte que está latiendo mi corazón.—¿Qué quieres? —replico con falso enojo. He querido escuchar su voz desde hace mucho.—A ti. Te quiero a ti. Sé mía esta noche, Keira. Una vez más —propone sin rodeos.—¡Eres un idiota! ¡No soy un juguete sexual que usas y tiras! No puedes llamarme cada vez que se te antoje follarme —le reprocho furiosa y dolida.—No lo entiendes, te amo, Keira. Te amo y no soporto estar lejos de ti. Que si pudiera estar contigo, jamás me separaría de ti —declara con voz emocionada. Y mi corazón se detiene un instante para después palpitar con más fuerza.—No puedes hacerme esto —murmuro al borde del llanto—. No puedes decirme que me amas y, al mismo tiempo, romperme el corazón.—No es lo que intento —replica con una disculpa en su voz.—¡Pero es lo que haces! Me lastim
Sus suaves y sensuales labios se apropian de los míos con un beso codicioso y pendenciero. Es una represalia a mi intento por herirlo, que terminó siendo una derrota ante mi propio juego. Aunque su lengua deslizándose contra la mía, y 8sus manos abrasando mi piel por debajo de la tela de algodón de mi ropa, no es precisamente un fracaso. —No podemos hacer esto —murmuro contra sus labios, cuando siento su mano derecha acercándose al lugar en el que mi humedad quema. —Lo estamos haciendo —alardea. —¡Oh Dios! —gimo cuando dos de sus dedos se hunden en mi sexo—. De-detente, por favor —ruego entre quejidos roncos y balbuceos. Él sabe muy bien qué hacer para arrastrarme al epicentro del más sublime de los placeres. Él no se detiene, sus acometidas se intensifican mientras que sus besos se trasladan a mis pechos. No sé cuándo deslizó hacia arriba la parte superior de mi pijama, solo sé que estoy perdida en él y en sus deliciosas caricias. Sus labios bajan lentamente, marcando una línea re
Sebastian 15 de agosto de 2013 Meses antes Había pasado mucho tiempo desde la última vez que asistí a un evento en compañía de una mujer, y eso me tenía jodidamente ansioso. Hasta me planteé la idea de cancelar la cita que concerté a través de una empresa llamada Damas de Oro, a la que me afilié por insistencia de mi hermano Simon. Con ese pensamiento en mente, busqué el número de contacto de la señorita Morrison para notificarle que sus servicios no serían requeridos, pero antes de presionar el botón verde que activaría la llamada, me arrepentí. Sabía lo que pasaría si llegaba solo a la recepción de la boda de mi socio Will: me volvería el foco de atención de las mujeres. Algunas, se me acercarían para intentar que las llevara a la cama. Otras, buscarían convertirse en la futura señora Decker. Pero, en cualquier caso, estarían perdiendo su tiempo. Había renunciado al sexo. Me cansé de brindar placer y de nunca recibir. Porque, por más que lo intentara, por mucho que deseara que mi