Lilibeth En cuanto salgo del baño, Palmieri me cubre con su cuerpo (algo no tan difícil ya que es tan alto como Massimo) para no ser vista por nadie, mi esposo aprovecha y se escabulle en sentido contrario; me saca por una puerta que nunca había visto y fuera de esta veo a Donato con la misma expresión que el resto de mis hombres. —Señora no es seguro que se siga encontrando aquí con su esposo, es demasiado peligroso —dice Palmieri con rostro serio, mientras subimos a la camioneta y los demás asienten dándole la razón—: no me malentienda, si me enterase que mi esposa sigue viva haría lo mismo que usted, pero es mejor que se vean en otro lugar más seguro. —Siento mi cara enrojecer de la vergüenza y solo asiento. Los siguientes días he evitado encontrarme con Massimo lo cual me tiene bastante frustrada, sin embargo, por seguridad de ambos debo hacerlo, pero me desespera no verlo. —Señora, el señor Lombardi desea verla hoy por la noche en Il Palazzo Reale Liguria, es un casino muy el
—Entonces me retiro y nuevamente gracias por todo. —En cuanto salgo de su oficina Palmieri se acerca a mí al ver mi mano envuelta en el pañuelo. —¿Se encuentra bien señora? —pregunta preocupado. —Sí Palmieri, no es nada grave, debemos bajar mi marido está esperándome. —Me mira con sorpresa por lo que acabo de confesarle, pero aun así no agrega nada, solo asiente y nos dirigimos nuevamente al ascensor. En cuanto llegamos a la planta baja busco rápidamente a Massimo, el cual se encuentra bebiendo a lado de una mujer, la cual parece estar sumamente interesada en él, lo adivino por la forma en que esta lo mira e intenta tomar su mano, me acerco a ellos y logro escuchar lo que éste le dice haciéndome reír un poco. —Lo siento, pero no me interesa, ahora si me disculpa estoy esperando a mi mujer. —Está por darse la vuelta cuando lo abrazo por la espalda y pego mi cara a su cuello, algo fácil ya que está sentado. —Hola amor, gracias por esperarme. —Se gira y en cuanto me reconoce una aute
Después de saciarnos el uno del otro quedamos sumamente agotados, ella se abraza a mi cuerpo y recuesta su cabeza sobre mi pecho. —En verdad me agrada estar así contigo —se levanta un poco y deposita unos cuantos besos sobre mi pecho desnudo—: eres increíble, por cierto, de ahora en adelante lo mejor será encontrarnos en este lugar, es por seguridad —dicho esto se levanta de la cama y se dirige a tomar una ducha dejándome embobado al verla desnuda. En cuanto sale comienza a vestirse y me lanza una mirada un tanto coqueta. —Pensé que también tomarías una ducha conmigo, —esbozo una sonrisa—: pero igual eso podremos hacerlo otro día, ¿no piensas ducharte?, seguramente tu prometida se dará cuenta que estuviste con alguien si no lo haces. —Y en el fondo sé que esto le encantaría, que Maritza se dé cuenta de que he estado con otra mujer, lo noto en su mirada. —Eso no me preocupa, creo que sería lo mejor, así podría dejarme y no tendría que casarme con ella. —Me mira sorprendida, pero no
Ha pasado un mes desde que Palmieri me sugirió intimidar a la viuda de Rinaldi y si bien no hemos hablado nuevamente sobre eso, el saca el tema cuando estamos practicando mis clases de tiro. —Señora, he encontrado a la familia de Rinaldi —frunzo la boca y estoy por contestarle lo mismo que le dije ese día, pero no me deja hablar con lo que me dice—: y lo sé, usted no es como yo, sé que yo he vivido toda mi vida así y estoy acostumbrado a esto, pero lo importante aquí es que en verdad creo que debería hablar con su viuda y bueno no creo que sea necesario llegar a lo que le comenté hace semanas, ellos la están pasando bastante mal, no me equivoco al decirle que estoy seguro que si les ofrece ayuda a cambio de información ella aceptará —lo dice serio y con un poco de tristeza hasta cierto punto. —¿Cómo diste con ellos? ¿Y por qué dices que no la están pasando nada bien? —pregunto un poco indecisa. —Aunque usted dejó en claro ese día que no quería amenazarlos para hacerlos hablar, yo co
—¡Buenas noches, señora!, ¿nos permitiría pasar por favor?, me gustaría hablar con usted. —Ella me mira extrañada dado que no nos conocemos—. Mi nombre es Lilibeth Carluccio —susurro con miedo, en cuanto escucha mi nombre abre los ojos por la sorpresa y sé que se debate entre dejarme pasar o cerrarme la puerta en la cara—. No le quitaremos mucho tiempo, necesito pedirle un favor. —Asiente, se hacen a un lado y nos dejan pasar a Palmieri y a mí. —Cuiden los alrededores no quiero una sorpresa desagradable —les pido a mis hombres y estos comienzan a rodear la casa, así como más allá de la propiedad. —¿En qué puedo ayudarle señora? —inquiere un tanto nerviosa, a lo que le sonrió un poco para relajar el ambiente tan tenso hasta el momento, su hija se pega más a ella y nos muestra el camino a su pequeña sala, veo alrededor y me siento terriblemente mal, es un lugar sumamente pequeño y se ve bastante descuidado, no me cabe en la cabeza como una familia podría vivir en estas condiciones. —M
Tomamos asiento y Antonella manda a su hija Bianca a que nos prepare un café, después de que ésta regresa de la cocina, nos sentamos nuevamente en su pequeña sala y su madre comienza su relato. —Lo que yo sé es que mi esposo comenzó a sospechar de alguien del círculo de socios de su esposo, ya que mucha de la mercancía que era robada resultaba ser la que tendría más ganancias y además por lo precisos que eran en dar con esos cargamentos, él comenzó a investigar por su cuenta y encontró que misteriosamente Salvatore había estado recibiendo mucho dinero en sus cuentas fuera de Italia, no me pregunte como lo supo porque ni yo misma lo sé. El día que asesinaron a mi esposo recibió unos documentos muy importantes, me dejó unas copias y él se llevó los originales, me dijo que había atrapado al traidor y salió muy apurado con casi todos sus hombres, permítame un momento por favor. —Saca de su cuello una cadena de oro con un pequeño guardapelo con forma de corazón y unas pequeñas inscripcione
En cuanto regresamos a nuestra mansión subo a ver a mis hijos los cuales duermen profundamente, al parecer han estado un poco chillones dado que no les gusta que me separé de ellos, decido tomar una ducha rápida para luego acostarme con ellos abrazándolos e impregnándome de su aroma, después de un rato caigo rendida. Luciano Han pasado varios días desde que vi a Lucrecia si bien sé que es una mujer ocupada, mantenía la esperanza de poder encontrarla en la barra y esperando por mí, sin embargo, eso no sucedió por lo que decido regresar a mi casa y volver en los siguientes días. A mi regreso me encuentro a mi prometida hecha una fiera, esperándome en la entrada. —¿Dónde has estado Luciano? ¿Por qué saliste sin guardaespaldas? Sabes lo preocupada que he estado todo este tiempo, últimamente sales todos los días y no me avisas dónde te encuentras, ¿acaso tienes una amante? —poco a poco comienza a levantar más la voz. —No tengo porque darte explicaciones, no eres mi madre Maritza, es
Debido a la amenaza de Maritza decido abstenerme de ir al casino donde me encuentro con Lucrecia, no quiero que nada malo le suceda, pero después de otra semana sin verla la desesperación es mayor y esta noche decido buscarla. Cuando llego al lugar me quedo un momento en la barra tomando una bebida cuando un tipo se acerca a mí y comienza a platicar conmigo como si fuésemos amigos de apuestas, esto por supuesto me toma por sorpresa, pero decido seguirle el juego. —¡Luciano! Qué maravilla tenerte hoy de nuevo por aquí, ¿qué te parece si continuamos con esa apuesta que quedo pendiente hace unos días? —Pone una mano sobre mi hombro, lo miro un instante y después asiento. —Me parece perfecto, espero ganarte esta vez. —Tomamos el ascensor y nos dirigimos al quinto piso una vez ahí nos bajamos y el tipo me lleva a una sala de juegos VIP donde solamente unos cuantos tienen acceso. —Lo siento señor, era la única forma en que no sospecharan de que está esperando por mi jefa —lo miro un poco