—Mi madre me ha comentado que tu hermano es el CEO de Fankhauser Aether Motors, la prestigiosa empresa automotriz —expuso Richard.Royal y su familia no eran personas que estuvieran constantemente frente a los medios de comunicación, lo que hacía que sus rostros pasaran desapercibidos para la mayoría. Esta decisión estaba motivada principalmente por el deseo de Royal de proteger a Coral y a los demás miembros de su familia. Exponerse públicamente podía ser riesgoso, ya que no podían prever si sus rivales aprovecharían cualquier oportunidad para hacerles daño. Mantener un bajo perfil les brindaba una capa de seguridad, pues cuanta más información tuvieran sobre ellos, más fácil sería para los enemigos hacer un movimiento en su contra.—Además me dio a conocer tu edad. Tienes veinte años, ¿no? —agregó Richard.—Ahm... sí, pero pronto cumpliré veintiuno —expuso, refiriéndose a la edad de Vanya, ya que Marfil tenía dieciocho años y pronto cumpliría diecinueve—. Y tú tienes veinticinco, ¿c
La operación "conquistar al millonario" comenzó y Vanya era parte de ello. Había platicado con Marfil, quien describió que la cita a ciegas terminó siendo una maravilla. Le había comentado que Richard era un hombre atractivo y muy amable, y que estaba muy interesada en conocerlo más. A pesar de que al principio no estuvo de acuerdo con esconder su identidad, ahora era necesario.Marfil quería que Richard se enamorara de ella creyendo que era Vanya, la hermana de un exitoso empresario. Solo cuando estuviera segura de que él había enloquecido de amor o de deseo por ella, le revelaría su identidad. .Días después, Marfil y Richard planearon otro encuentro. Era el día libre de la muchacha, así que lo estaba esperando en la mansión y usando unas costosas prendas. De pronto, Richard marcó a su celular y le notificó que ya se hallaba frente a la residencia, por lo tanto, se despidió de su amiga y salió rápidamente para acercarse a su coche.Richard, como todo un galán, bajó del vehículo y le
Era un día soleado cuando Kisa caminaba por la calle en dirección a la parada de autobús, intentando calmar los nervios que le retumbaban en el pecho. Llevaba puesta una falda elegante y una camisa blanca de vestir, buscando proyectar un aire profesional pero cómodo. En sus manos llevaba una carpeta, con todos sus documentos importantes apretados con fuerza contra su pecho. Cada tanto, sus dedos tamborileaban sobre la cubierta, como si la presión de sostenerla la ayudara a mantenerse enfocada."Mi nombre es Kisa Maidana, tengo 23 años…" murmuraba en voz baja, repasando en su cabeza cómo iba a presentarse. Se repetía una y otra vez sus respuestas, practicando cómo sonaría todo: desde la presentación hasta la explicación de sus habilidades y de por qué creía que podía aportar algo a esa empresa tan distinguida.No se había hecho muchas ilusiones cuando envió su solicitud en el área de "gestión de llamadas" en la prestigiosa empresa automotriz "Fankhauser Aether Motors". Honestamente, pe
Kisa extrajo su celular de su pequeña cartera y sus dedos temblaron un poco mientras marcaba el número de emergencias. Sabía que no podía hacer más por su cuenta, pero tenía claro que no dejaría sola a esa niña ni por un segundo.La mujer se agachó de nuevo y tomó el rostro de la pequeña entre sus manos, secándole las lágrimas con la delicadeza de quien sostiene algo frágil. La niña seguía llorando, su carita estaba roja y húmeda, y los mocos se mezclaban con sus lágrimas.—Hiciste muy bien en pedir ayuda, eres una chica valiente —manifestó Kisa, con una voz suave y tranquilizadora, aunque su pecho aún estaba apretado por la preocupación.La niña sollozó, pero asintió débilmente mientras Kisa seguía limpiándole la cara con cuidado.—Ahora llamaré a alguien para que lleve a tu papá al hospital, ¿está bien? —agregó, acariciándole el cabello para calmarla un poco más.La niña asintió de nuevo con la respiración aún temblorosa, pero empezando a regularse. Kisa finalmente marcó al número y
Los paramédicos comenzaron a trabajar en Royal con rapidez y precisión. Uno de ellos colocó un pulsioxímetro en su dedo para medir la saturación de oxígeno y la frecuencia cardíaca, mientras el otro palpaba la arteria carótida en su cuello para confirmar la presencia de pulso.—Tiene pulso, pero es extremadamente débil. No supera los 40 latidos por minuto —dijo el primero.—Respira, pero la ventilación es superficial. Vamos a colocar oxígeno.Con movimientos rápidos, ajustaron una mascarilla de oxígeno en el rostro de Royal. Mientras tanto, el otro paramédico preparaba un monitor cardíaco. Le colocaron electrodos adhesivos en el pecho, conectando los cables para obtener un electrocardiograma.—Bradicardia severa, podría entrar en paro si no se estabiliza —expuso uno de ellos.Mientras tanto, Kisa observaba todo con nerviosismo. No entendía términos médicos, pero escuchando que su pulso era débil y que podía entrar en paro, era fácil deducir que su situación no era nada buena. Por for
El equipo médico comenzó su trabajo de inmediato, pero las condiciones del paciente parecían cada vez más desconcertantes. La enfermera conectó rápidamente el monitor de signos vitales, esperando al menos ver alguna señal mínima de vida. Pero la pantalla permaneció en blanco, mostrando una línea plana, sin actividad cardíaca. El médico, un hombre experimentado con años de práctica en emergencias, se acercó al paciente con calma, pero su rostro reflejaba la seriedad del momento.—No hay signos vitales —dijo, mientras comenzaba a revisar manualmente las pulsaciones en el cuello y la muñeca del hombre, buscando alguna señal de vida en las arterias principales. Sin embargo, las dos pruebas fueron negativas. Ningún pulso detectable. Por lo tanto, procedió a la reanimación, realizando compresiones torácicas. Sin embargo, no hubo respuesta favorable.El médico suspiró, no sorprendido, pero preocupado por la inusitada rapidez con que el hombre había colapsado. Miró al equipo con una mirada de
Kisa se volvió hacia Coral, que seguía dormida en su regazo, ajena a todo lo que había sucedido. Kisa abrazó más fuerte a la niña, susurrándole palabras de consuelo mientras trataba de encontrar una forma de enfrentar lo que venía.La mujer, aún abrazando a Coral, miró al médico con un aire de incertidumbre mientras trataba de procesar la noticia. Después de un silencio incómodo, en el que solo se oían los suaves suspiros de la niña dormida, el médico habló.—Hemos revisado sus pertenencias. Está identificado, tenemos su documento de identidad y todo está en orden. El problema es que no encontramos ningún número de contacto de emergencia. Su teléfono está bloqueado, no podemos acceder a él, y no hay ningún registro que nos ayude a contactarlos.Kisa asintió, sintiendo un nudo en el estómago. El pensamiento de que el hombre estuviera allí, solo, sin que nadie supiera qué había sucedido, le causaba un profundo malestar. Además, la niña en sus brazos, tan vulnerable, no merecía pasar por
Kisa la tomó de la mano y juntas salieron del hospital, con paso lento pero decidido. Al poco tiempo, llegaron a un pequeño local de comida rápida. El lugar era cálido y era como un respiro de normalidad en medio de toda la confusión que las rodeaba.Se sentaron en una mesa y Kisa pidió un par de hamburguesas. Coral, al principio, pareció no querer comer, observando la comida con una ligera expresión de duda en su rostro. —¿Por qué no comes? ¿No te gusta la hamburguesa? —preguntó Kisa.—Sí, me encanta… pero es que no me dejan comer esto en mi casa.Kisa, sorprendida, frunció el ceño mientras tomaba un bocado de su propia comida.—¿Por qué no puedes comerte una hamburguesa?Coral miró a su alrededor, asegurándose de que nadie prestara demasiada atención, y luego susurró, como si fuera un secreto.—Bueno, la novia de mi papá no quiere que coma estas cosas. Solo quiere darme pescado y verduras que no son para nada deliciosas... —dijo, haciendo una cara de disgusto.Kisa se quedó en sile