—Solo quería darte una sorpresa, no quería arruinar nada diciéndote la verdad —confesó él, su sonrisa encantadora brillando bajo el sol. Para Allison, la situación era algo irreal. Jamás habría imaginado que Dante se esforzaría tanto por sorprenderla de esta manera, especialmente después de los altibajos que habían atravesado. —Muchas gracias, en verdad es una sorpresa impresionante —reconoció con sinceridad mientras comenzaban a degustar la comida. Después de la comida, impulsada por la curiosidad y un poco de adrenalina, Allison subió a la cubierta superior sin que Dante se diera cuenta. El viento del mar acariciaba su rostro, y el sol se ocultaba lentamente en el horizonte, pintando el cielo de tonos naranjas y púrpuras. Sumida en sus pensamientos, no notó a Dante acercarse hasta que sintió su presencia detrás de ella. Él la tomó suavemente por la cintura, lo cual la hizo pegar un pequeño grito de sorpresa. —¡Por Dios, casi me dejas sorda! —bromeó él entre risas mientras se a
—Vamos a casa —sugirió, llevando entrelazadas sus manos como si temiese que al soltarla pudieran perder algo más que la cercanía física. Fascinada por el calor de su palma, ella lo siguió con una mezcla de inquietud y emoción. Al llegar a la mansión, Dante se despidió con una mirada que le prometía que no pasaría mucho tiempo antes de que volvieran a verse. Allison respiró hondo, pausando un segundo antes de enfrentarse a Rocío, consciente de que no quería más interrogatorios sobre lo ocurrido durante esos días con Dante. Sin embargo, fue una sorpresa el no encontrarse a Rocío en la puerta, lista para bombardearla de preguntas. Allison dejó escapar un suspiro de alivio que duró poco, porque Rocío apareció de repente, lanzándose sobre ella con un abrazo lleno de energía. —¡Allison, te extrañé mucho! ¿Dónde estabas, mujer? —exclamó, llena de curiosidad. Allison apenas logró esbozar una sonrisa antes de que Rocío, con un tono más serio, añadiera —. Espera, primero ve y cámbiate. Despu
Dante, con la mirada fija en el suelo, absorbía las palabras de Lucrezia. Su corazón estaba dividido entre la culpa y el enojo. —Pero si no fuera por mi trabajo, quizás hubiera hecho algo para impedirlo. Él me pidió ayuda para que lo salvara, pero cuando llegué, ya era demasiado tarde. Solo encontré su cadáver y la sangre esparcida por todo el lugar. Fue una de las peores escenas que tuve que ver, y pensar en eso me hace querer ahogarme —confesó Dante, su voz teñida de un dolor latente que no lo dejaba en paz. Desde aquel día, las lágrimas se negaron a brotar de sus ojos; el profundo pesar había sellado cualquier muestra de vulnerabilidad en su rostro. Y cuando Elaisa apareció en su vida, parecía que la oscuridad comenzaba a despejarse. Elaisa, con su sonrisa luminosa y su cálida compañía, fue un asidero en su tempestad interna, un rayo de esperanza que se coló en su triste y vacía existencia. Sin embargo, las sombras regresaron cuando descubrió el engaño. Elaisa, aquella mujer qu
—Tienes razón, Dante, pero por lo que he leído esto es en unas semanas. Todavía tienes tiempo para decidir qué hacer —luego de pronunciar estas palabras, salió de la oficina, dejándolo en una ansiedad sostenida. Dante retomó la invitación y el nombre de Benicio Dayle le llamó poderosamente la atención. Era el hijo menor de su socio, un joven del que poco conocía y cuya misteriosa invitación había caído como un inesperado rayo. Guardó el sobre en el bolsillo de su saco, intentando regresar a sus tareas. Sin embargo, su mente se escapaba continuamente hacia pensamientos más dulces, hacia Allison. Allison, con su mirada dulce e inocente, tenía el poder de desarmar cualquier barrera que Dante levantara en su vida. No poseía un cuerpo escultural que pudiera impresionar a todos, pero su esencia y su forma de ser eran tesoros invaluables para él, mucho más apreciados que todas las riquezas acumuladas con esfuerzo metódico. Mientras revisaba las planillas, Dante se veía invadido por el
Mientras tanto, Benicio caminaba de un lado a otro en la oficina, con el rostro tenso y una energía contenida que llenaba el espacio. Sus pasos eran calculados, como si cada uno de ellos formara parte de una estrategia secreta que solo él conocía. Braulio, su fiel y leal subordinado, acababa de entrar, trayendo las noticias que Benicio había estado esperando con tanto fervor.—¿Ya has entregado la invitación? —preguntó Benicio con un tono tan frío como la brisa de un amanecer invernal. Sus ojos grises, apagados de emociones, observaban detenidamente a Braulio.—Sí, señor. Dayle ya ha sido entregada a Dante Parker —respondió Braulio con seriedad, manteniendo su compostura ante la helada mirada de Benicio. Este asintió, y una ligera sonrisa se dibujó en sus labios, una que reflejaba satisfacción y cierta ilusión oscura. Tenía un plan, y la entrega de aquella invitación era solo el primer paso de muchos más por venir.Benicio tenía un deseo casi palpable, una obsesión que lo consumía cad
—Uno, dos, tres —la joven abrió los ojos y se encontró con la mirada de Dante, de pie frente a ella, su pecho desnudo brillando con las gotas de agua que escurrían sobre su piel. Apenas una toalla adornaba su cintura. Allison, algo aturdida, suspiró profundamente y se quitó el abrigo empapado, buscando una toalla para secarse, pero no la encontró. Había algo en la sonrisa de Dante, una chispa de malicia que escondía intenciones ocultas no dispuestas a ser reveladas. —¿Dante, no hay más toallas aquí? —preguntó sorprendida, pero él simplemente negó con la cabeza, su sonrisa extendiéndose con picardía. —Creo que no. Parece que tendrás que secarte con la misma toalla después de que la use yo primero —respondió mientras ella tragaba saliva, nerviosa. Sabía que el próximo paso sería incómodo, una prueba de valentía que afrontar sin escapatoria. Allison comenzó a despojarse de su ropa lentamente. Cada botón era un acto deliberado de rebeldía hacia la situación, pero se detuvo al notar la
—Dante, creo que ya es suficiente —dijo entrecortadamente, con las mejillas de un rojo intenso. Dante frunció el ceño, preocupado al notar su cara enrojecida. detuvo el columpio y Allison sintió tranquilidad. —Espera un segundo, tu cara... —señaló con inquietud.—Si preguntas por qué estoy roja, es normal. Siempre me sucede —afirmó Allison, algo apenada. Dante se acercó, sintiéndose protector, y la envolvió en un delicado abrazo desde atrás. Allison, aún sentada, sintió el calor de las manos de él —. Estoy bien, no te preocupes. Me pasa cuando estoy emocionada o cansada después de hacer alguna actividad física. —¿Hay algún otro secreto que no sepa de ti? —preguntó Dante, curioso por conocer más sobre ella.—En realidad, sí hay más. Soy alérgica a las fresas y también a las flores silvestres. Mi padre siempre cuidó de mí cuando vivíamos en la mansión. Agradezco que aquí no tengamos aquellas flores y solo haya rosas y tulipanes —le confesó con una sonrisa ligera. Dante asimiló esta in
En el corazón palpitante de la noche de la ciudad, donde las luces de neón parpadeaban y los cuerpos bailaban a un ritmo frenético, Allison era una mera sombra en medio del desenfreno. Su vida había dado un giro tumultuoso desde que había aceptado un trabajo como camarera en las cavernosas profundidades de ese infame club nocturno. El club, un refugio para el vicio, dejaba al descubierto el abismo de la naturaleza humana. Allison había presenciado los horrores que acechaban tras sus paredes: hombres ebrios que perdían toda apariencia de razón, mujeres que intercambiaban su dignidad por unos pocos billetes. Era un pozo de desesperación y depravación, un verdadero infierno en la tierra. Mientras Allison se preparaba para otra noche de servicio, un profundo suspiro escapó de sus labios. Su voz tembló mientras le susurraba a Grace, una mujer que le había mostrado los entresijos del oficio. —No puedo soportarlo más —susurró Allison, con voz temblorosa. Grace, una mujer de pelo rojo inten