—Elizabeth, ¿por qué…? —comenzó Aleksi, pero antes de poder terminar, Beth lo empujó con fuerza suficiente para que soltara su agarre.Arrojó sus zapatos a la arena, dejando que se hundieran, y plantó ambas manos sobre su cintura. Jadeando por la carrera y por algo mucho más profundo.Ella lo enfrentó con una mirada que destilaba todas esas emociones que estaban a punto de aplastarla.—¡No puedes pretender que me enamore de ti para luego dejarme por una rusa o por tu Luna, Aleksi! —exclamó, su voz temblando entre la rabia y la desesperación.Aleksi dio un paso hacia ella, sorprendido por la intensidad de sus palabras.—Beth, yo… —intentó hablar, pero ella no le dio oportunidad.—¡Y yo sé que tengo un montón de cosas malas, lo sé! —continuó Beth, alzando la voz—. ¡No soy perfecta, nunca quise serlo! ¡Estoy trabajando en mí, en mi autoestima, en mi seguridad y fortaleza! ¡No quiero ser una damisela en apuros cuando la guerra estalle, quiero ser capaz de protegerme y ayudar! ¡Pero yo no
La idea de tener sexo escandalizó a Beth como si fuera una chica virginal, algo que claramente no era. Tuvo que bajar la ventanilla, esperando que la brisa fresca despejara su mente y calmara la tormenta de pensamientos que la invadía.Aleksi la miró de reojo mientras conducía, percibiendo con claridad su nerviosismo y un tenue rastro de miedo. Detestaba su habilidad para captar esas emociones de forma tan intensa; en momentos como ese, deseaba ser un humano común que pudiera ignorar esos detalles.—Beth… —llamó con suavidad, buscando aliviar la tensión.—Tengo calor —respondió ella rápidamente con una excusa que sabía que no tenía sentido porque la temperatura exterior era más cálida que el aire acondicionado dentro de la camioneta—. Perdón…Aleksi decidió no insistir. Temía que, en su estado de nerviosismo, Beth pudiera hacer algo imprudente, como intentar saltar de la camioneta en movimiento. Así que guardó silencio y continuó el camino hacia la mansión, donde el equipo de segurida
Beth soltó un gemido bajo cuando los labios de Aleksi tocaron la parte interna de sus muslos. Quiso subir el volumen al estéreo, porque estaba segura de que no podría mantener bajos todos sus gemidos con esos besos tiernos que el lobo desperdigaba en la carne tierna de sus piernas. Lo más difícil era mantener el contacto visual, porque ella sólo quería cerrar los ojos y dejarse llevar, pero todos su miedos la mantenían anclada a la realidad. Aleksi notó la tensión en su cuerpo, se detuvo y levantó la mirada hacia ella.—¿Estás segura? —preguntó en un tono bajo, su voz como una caricia.Beth contuvo el aliento antes de asentir con firmeza. Claro que lo estaba.El lobo volvió a besar sus muslos con ternura, avanzando con calma, dándole tiempo. Cuando sus labios finalmente alcanzaron su centro. Beth sintió como si el mundo a su alrededor se desvaneciera.Con una mano se aferró al borde de la mesa cercana y con la otra cubrió su boca, intentando contener el gemido que escapó en cuanto l
Beth tiró del cinturón, luego del botón del pantalón y la bragueta. Aleksi elevó un poco la cadera para ayudarla a bajar la tela con todo y la ropa interior.Ella sólo había mirado la erección detrás de la tela, pero cuando la tuvo expuesta ante sus ojos, enmudeció. No eran imaginaciones suyas, aquello era grande y se preguntó si dolería, supuso que sí, ¿no? Es decir, ella no era muy alta y dudaba que entrara por completo en su interior. La loba se mordió el labio inferior y volvió a repasar con la mirada el cuerpo de Aleksi; era tentación encarnada para cualquier mujer y quería tenerlo sólo para ella. Se inclinó un poco, buscó los labios del hombre y deslizo la lengua en el interior de su boca.Aleksi la tomó por la cintura y la llevó arriba de su erección, pero sin penetrarla, sólo la sentó arriba para sentir su humedad y calor.Beth comenzó a moverse, a masturbarlo así, mientras sus besos bajaron hasta su cuello donde lo encontró sin una sola cicatriz. Quizá había estado con mucha
Darragh entró al estudio de la mansión de piedra con el cabello húmedo y una toalla descansando sobre sus hombros, absorbiendo las gotas de agua que aún resbalaban. Su mirada se detuvo primero en Harry, que permanecía de pie con gesto serio, y luego en William.El futuro alfa no tenía ni la más remota idea de por qué el vampiro fue hasta Los Hamptons para avisarles de algo que bien pudo hacer por llamada.O quizá sí.Tal vez la verdadera razón de su presencia estaba en el dormitorio principal, donde Gianna, con su cabello rojo como el fuego, dormía profundamente entre las sábanas que aún conservaban el aroma de su reciente encuentro.—Dices que pasó hace unas horas —inició Darragh mientras tomaba el celular que William le extendía, aunque Harry ya le había enviado el video previamente—. ¿Nueva Orleans?William asintió. Trató de percibir el aroma de Gianna en la piel del lobo, pero falló. No quedaba rastro de su olor en Darragh, era evidente que por eso el lobo tomó una ducha. Darragh
Gianna no quería ir a esa fiesta, detestaba la simple idea de ver a los lobos de aquella manada que tanto daño le causaron desde que era una niña, pero, sobretodo, no deseaba ver a Darragh Ashbourne por nada del mundo.Que la Diosa Luna la protegiera de ver esos ojos plateados que parecían atravesarte el alma. La joven loba había logrado labrarse un humilde camino lejos de la manada de «La luna susurrante», la más antigua y poderosa del mundo, y no pensaba arrojarlo por la borda. Era como si ellos se hubieran olvidado de su existencia y no quería que eso cambiara. Gianna era feliz con su modesto trabajo en la cafetería que estaba debajo de su humilde departamento en Queens, Nueva York, ¿por qué arriesgar todo eso?Los recuerdos de aquellos tormentos continuaban adheridos en su memoria, así como en su piel; todavía poseía cicatrices de aquellas injusticias por las que tuvo que atravesar.«Darragh Ashbourne», pensó y su corazón se aceleró, pero no por la emoción, sino por la incertidum
Beth extendió los brazos para saludar a una de las chicas de la fiesta; esta chica respondió con efusividad a la rubia, pero dirigió una mirada despectiva a Gianna.—¿Qué hace «esa» aquí? —susurró la chica a Beth.—Darragh la invitó —contestó Beth con autosuficiencia.La mujer soltó un respingo y repasó con la mirada a Gianna, ¿cómo era posible que esa insignificante consiguiera una invitación personal del futuro líder de la manada?Gianna fingió no escuchar, estaba acostumbrada a los comentarios despectivos y que cuando se encontraba con la manada debía bajar la cabeza y aceptarlo; era su sitio. Si se atrevía a responderle podría terminar mal, muy mal; ya le había sucedido. Gia sabía pelear, pero ella sola contra diez o más lobos sería una masacre de la que no saldría viva.—Me asombra su buen corazón —agregó la joven—. Siempre pensando en los más necesitados.Gia escondió su sonrisa sarcástica con una copa de champagne. Darragh era un hijo de puta, ella lo sabía; Gia sabía muchas co
—Ya quisieras, Mark… ¡Yo nunca he hecho ninguna de las cosas que insinúas! —bramó Gianna, alarmada por semejantes acusaciones cuando todo lo que había hecho en su vida era tratar de pasar desapercibida.—¿Olvidas que yo te conozco mejor que todos? —gruñó él—. Fuiste el estorbo de mi familia, nos obligaron a cuidarte cuando tu manada te regaló y creciste en nuestro hogar.Era verdad. Gia creció en una casa de campo con la familia de Mark, aunque ellos sólo iban de forma esporádica. La loba pasaba más tiempo con los empleados del lugar que con ellos.Y Mark siempre quiso algo más con ella…—Los obligaron por ser de un nivel tan inferior —acusó Gia—. Eso no es mi culpa.La loba apartó la mano de Mark y se dispuso a marcharse, pero el lobo tiró de su brazo por la fuerza y la arrojó hacia la fuente. Ella trastabilló y logró recuperar el equilibrio antes de caer en el agua.—¡Recuerda tu posición, sucia comadreja! —gritó Mark—. ¡No puedes faltarme al respeto! ¡Soy tu superior y tienes que ob