Gianna bajó de la camioneta, pero sus rodillas flaquearon al enfrentarse a la escena. Aquella casa, que ya le había parecido en pésimas condiciones la primera vez que la vio, ahora era poco más que un esqueleto consumido por las llamas. Las paredes ennegrecidas se alzaban de forma precaria, y el interior no era más que un mar de cenizas.El aire estaba impregnado de un aroma inconfundible: muerte. Se extendía por el césped quemado, trepaba por los árboles circundantes y se aferraba a la piel como una sombra persistente.—Sucedió hace dos lunas —informó Harry. Había liderado a los exploradores que encontraron la casa en ese estado—. La oráculo está en la parte trasera.Darragh colocó una mano firme sobre el hombro de Gianna, un gesto breve pero reconfortante, antes de avanzar en compañía de Aleksi y Kilian.Gianna permaneció donde estaba, incapaz de moverse. La última vez que había estado allí, hacía apenas unos meses, no podía imaginar cuánto cambiaría su vida desde entonces, ni todo
Gianna apretó con fuerza la muñeca de la oráculo en un intento desesperado por liberarse, pero su esfuerzo fue inútil. El agarre era como una barra de acero que no cedía ni un milímetro.Con horror, notó cómo el cuello de la mujer se alargaba de forma antinatural hasta que su rostro quedó a centímetros del suyo. La proximidad era aterradora, y por un instante, Gianna dejó de estar segura de qué tenía frente a ella.¿Era realmente una oráculo? ¿O algo completamente distinto?El agarre disminuyó lo suficiente para que pudiera respirar, y Gianna tosió con fuerza, su pecho quemando con cada bocanada de aire que lograba tomar. Sin embargo, la mano de la oráculo seguía aferrada a su cuello, como si pudiera volver a apretar en cualquier momento.—Ellos vienen con muerte por ustedes, por ti, por él —siseó el ser con una voz que parecía venir de todos lados a la vez.—¿Darragh? —preguntó Gianna con dificultad, intentando encontrar claridad en medio de su confusión.De repente, la oráculo la sol
Gianna había escuchado innumerables historias sobre la mansión de piedra de los Ashbourne. Todos en la manada conocían su existencia, pero jamás había visto una foto ni tenido una descripción que hiciera justicia al lugar. Ahora, frente a ella, se sentía completamente anonadada.Al bajar de la camioneta nueva de Darragh —una imponente Rolls-Royce en color negro que relucía bajo la luz del sol—, no pudo evitar quedar boquiabierta. Su mirada ascendió por las altas paredes de piedra y recorrió cada detalle de las torres, los ventanales y las molduras.A veces le costaba asimilar la riqueza de la familia de Darragh. Eran generaciones de herencias, trabajo y poder acumulados. Sin embargo, su mate siempre había sido bastante sencillo… salvo, claro, cuando decidía comprarse algo como un Rolls-Royce.La propiedad era enorme, y no se limitaba a la imponente mansión. Un extenso bosque la rodeaba, y entre los árboles se asomaban otras casas más pequeñas, como refugios escondidos. Gianna las habí
Gianna tomó otra uva del bol y pasó las páginas de la revista que hojeaba mientras estaba sentada al borde de la cama. La ventana abierta dejaba entrar una brisa fresca, acompañada del canto de las aves y el relajante murmullo del mar.La pelirroja se estaba adaptando rápido a las impuestas vacaciones. Ya casi ni recordaba por qué había pensado que eran peligrosas o, mejor dicho, intentaba pensar lo menos posible en el mensaje de la oráculo y la verdadera identidad de sus enemigos.El día había sido tranquilo hasta ese momento. Almorzaron en el jardín bajo el sol, y en ese momento se preparaban para bajar a la playa.Gianna llevaba un bikini rojo que resaltaba su figura delgada y firme, aunque también dejaba ver algunas cicatrices de su infancia y la más prominente, aquella que recorría su espalda. Sin embargo, lejos de restarle, esas marcas parecían sumarse a una imagen que mezclaba sensualidad y fuerza, una belleza peligrosa que no podía pasar desapercibida. Arriba del bikini portaba
Gianna lucía imponente y segura de sí misma mientras descendía las escaleras con la gracia de alguien que sabía quién era y el impacto que causaba.Beth, en cambio, dudó al dar el primer paso. La posibilidad de tropezar y rodar desbocada escaleras abajo se hacía cada vez más real en su mente.Gianna giró hacia ella, sonriendo con confianza.—Puedes hacer lo que te propongas, Beth —dijo la pelirroja, con una calidez en la voz que no admitía réplica.No necesitó añadir nada más. Las palabras de Gianna se grabaron en la mente de Beth. Respiró hondo, alzó el mentón y siguió a su amiga escaleras abajo, intentando imitar su porte seguro.Cuando Darragh vio a Gianna descender, una sonrisa de aprobación se dibujó en su rostro. Para él, su Luna nunca había estado más hermosa. Sus pensamientos la envolvieron como un manto cálido, y Gianna, que podía leerlos con claridad, estuvo a punto de llorar al sentir el amor y la admiración con los que su mate la miraba.El futuro alfa tomó la mano de Gian
Gianna se contemplaba en el espejo mientras la música del club nocturno vibraba a través de las paredes del baño público. El sonido era casi ensordecedor, pero ella estaba atrapada en sus pensamientos, con la mirada fija en su reflejo, como si buscara algo… o quizás alguien.Mujeres iban y venían, ajenas a la pelirroja que parecía perdida en su mundo. Su semblante tranquilo escondía una tormenta de preocupaciones.Gianna intentaba, sin éxito, dejar de lado sus problemas durante las breves vacaciones. ¡Pero eran tantos!El peso de las palabras de la oráculo y el dolor de saber que su propia sangre intentó matarla —y que parecía no desistir en ello—, la mantenían en vilo. Peor aún, el esfuerzo constante por bloquear aquellos pensamientos y emociones, para que su mate no los viera, la estaba agotando. No podía fingir que nada sucedía, por más que lo intentara.Suspiró, deseando un nuevo mensaje de esa enigmática «Gianna del futuro», una pista que la guiara en medio de este caos.Irene la
Gianna notó cómo Beth vacilaba al acercarse a la mesa. Con un suspiro, la pelirroja extendió la mano hacia su amiga, esperó a que la tomara y le dijo, con esa firmeza reconfortante que sólo ella sabía transmitir:—Te mereces el mundo, Beth, no lo olvides.La rubia apretó los labios y asintió, se obligó a creer en las palabras de su mejor amiga. Con la mano de Gianna sosteniendo la suya, avanzó con más seguridad hacia la mesa, aunque sentía el calor de la mirada de Aleksi siguiéndola, intensa y abrasadora, como si quisiera grabar cada detalle de su presencia.—No le iba a romper la muñeca a esa chica—soltó Gianna en cuanto tomó asiento, recostándose cómodamente en el pecho de Darragh—. Sólo le pedí una disculpa porque fue grosera con Beth y, como se negó, tuve que tomar medidas un poco más drásticas.Aleksi giró la mirada hacia Beth, que había tomado asiento junto a él, pero dejando una distancia prudente. La cercanía lo ponía nervioso, pero a ella aún más. Beth, con su coctel en mano,
La imaginación de Beth era explosiva, algo que William había comprobado de primera mano al husmear en sus pensamientos y encontrar escenas dignas de películas de Hollywood. Sin embargo, ni en sus fantasías más descabelladas había imaginado estar en la pista de un club nocturno, moviéndose al ritmo lento de un baile con Aleksi.No bailaban al compás de la música que retumbaba en el lugar; sus movimientos eran más pausados, casi íntimos. Aleksi mantenía una mano firme en la cintura de Beth, mientras ella colocaba ambas manos sobre sus hombros, insegura de si debía abrazarlo por completo.El silencio comenzaba a volverse pesado, y Beth supo que tenía que hablar antes de que ambos se hundieran en esa incomodidad.—¿En serio tomaste clases de baile? —preguntó con una sonrisa tímida, intentando aliviar la tensión.Aleksi pareció relajarse con la pregunta. Lo que Beth no sabía era que él había repasado mentalmente al menos una docena de temas de conversación, sin atreverse a hablar de ningun