4.- No es un capricho

ೃ⁀➷Dominic…

La tarde pasa demasiado rápido entre reuniones y asuntos pendientes.

—Hola, hijo —saluda mi madre, abriendo la puerta—. ¿Puedo pasar?

—Por supuesto, mamá —me pongo de pie para acercarme a saludarla—. ¿Cómo estás?

—Bien, me encontré con Suzzett esta tarde, saliendo del edificio. 

—Sí, vino a hablar conmigo.

—Parecía un poco triste, no recuerdo haberla visto así antes.

—Terminamos con nuestros encuentros y lo resintió un poco.

—¿Eso quiere decir que terminaron su relación? —cuestiona.

—No teníamos una relación, mamá —aclaro—. La pasábamos bien juntos, pero eso se acabó y es todo, no hay nada más que hacer.

—Nunca entenderé las relaciones modernas —resopla—. En mis tiempos tener sexo conllevaba un compromiso.

—Menos mal que ahora no, porque tu hijo estuviese muy comprometido.

—¡Dominic! —exclama a modo de regaño—. Espero que pronto encuentres a alguien que te haga sentar cabeza.

—Por eso terminé con Suzzett, mamá, sabes que siempre he deseado ser padre y siento que estoy en un buen momento de mi vida.

—Me alegra escuchar eso, me muero convertirme en abuela. 

—Aunque ahora falta lo más importante…

—Que te enamores —interrumpe.

—Exacto.

—Me resignaré a esperar sentada —resopla, haciéndome reír.

—Confían un poco más en mí —le pido. 

—Eres demasiado exigente, pero podría presentarte a…

—No, mamá —intervengo antes de que siga—. Créeme que soy lo suficientemente capaz de enamorarme por mi cuenta. 

—Tienes razón, me entusiasmé —sonríe—. En realidad no estoy aquí para hablar de eso.

—¿Pasa algo?

—Quería invitarte a cenar, tengo ganas de pasar un poco de tiempo con mi hijo.

—Por supuesto, ¿ya vas para tu casa?

—Sí, Aurelio me está esperando.

—¿Te parece si te alcanzo en un par de horas? 

—Claro —me da un beso y se va, por lo que continúo trabajando.

—Dominic, el viaje a Chicago, se pospuso —me informa Romeh al entrar a la oficina unos minutos después.

—¿Por qué? 

—Solo eso me avisaron, no tengo más detalles. 

—Bien, que te avisen cuando será la nueva reunión, sinceramente por ahora no estoy interesado en expandirme a Illinois, necesito mejorar la red de comunicaciones que tienen allá, antes de decidirme.

—Tienes razón, esta empresa se destaca por su buen funcionamiento y si no te convence, es mejor no correr riesgos—afirma—. ¿Necesitas algo más? —pregunta y al mirar el reloj me doy cuenta que ya pasó la hora de salida.

—No, Romeh, puedes irte.

—Gracias, hasta mañana.

Se va y me quedo trabajando por un rato más. Termino y recojo mis cosas, subo al elevador y presiono el código para subir al décimo piso. Ahí tengo un apartamento pequeño, sala, comedor, dos habitaciones con baño, cocina equipada y oficina, nada del otro mundo. 

Entro a la ducha para refrescarme y me pongo ropa informal, aquí me quedo en algunas ocasiones y tengo todo lo necesario.

Le envío un mensaje a Cael para que venga a recogerme, me sirvo un poco de whisky y me acerco al ventanal en lo que espero, la vista de la ciudad se impone frente a mí y por alguna razón eso me hace sentir poderoso, estoy satisfecho con todos mis logros, pero sigo teniendo ese vacío que debe llenarse para complementar mi vida. 

Unos minutos después, llega un mensaje anunciando que me espera en el estacionamiento. Bebo el sobrante del vaso, lo dejo en la mesa y llamo al elevador para bajar al estacionamiento.

—Dominic —saluda Cael al abrir la puerta del coche.

—Vamos a casa de mi madre, por favor.

Asiente y cierra para después tomar su lugar. 

—Me llamó Rawn —informa—. Tiene una fiesta en su penthouse, dijo que te estuvo llamando para invitarte y no respondiste.

—Las fiestas de Rawn son demasiado descontroladas para mi gusto.

—Antes las disfrutabas —me recuerda.

Cael en muchas ocasiones se une a las fiestas a las que asisto, aunque tiene tiempo que tampoco va, presiento que algo le pasa, pero no quiere decirlo.

—Sabes que mis intereses han cambiado.

—¿De verdad quieres casarte y tener hijos? —indaga incrédulo. 

—Sí, siempre lo he querido, solo que no me sentía completamente listo, ¿tú no?

—No lo sé, tal vez un futuro, lejano —se ríe.

—Yo quiero disfrutar a mis hijos, mi padre murió joven y nos faltaron muchas cosas por hacer juntos.

—Entiendo —asiente—. Pero no tienes que dejar de divertirte un poco, mientras llega el momento.

—Estoy agotado, el sexo ocasional ya no me parece igual de entretenido, ahora lo siento demasiado vacío —resoplo—. Pero si quieres ir tú, adelante, puedo regresar con tu padre a casa, no te pierdas la diversión por mí.

—No, esta noche no estoy de humor.

Llegamos a casa de mi madre, apenas abro la puerta y el delicioso aroma de la cena inunda mis fosas nasales.

—¡Mamá! —la llamo.

—En la cocina —grita.

Entro y está muy entretenida preparando la mesa.

—¿Vendrá alguien más a cenar? —cuestiono al mirar todo lo que preparó.

—No, solo quiero consentir a mi hijo —señala la silla y me acomodo.

—¿Estás bien, mamá? —pregunto ya que noto su mirada un poco triste.

—Hoy estaríamos de aniversario tu padre y yo —responde con nostalgia, sentándose a mi lado.

—Lo siento —tomo su mano—. No lo recordaba. 

—Con todo el trabajo que tienes, es difícil que lo recuerdes —expresa.

—Debiste decírmelo.

—¿Para qué? —se encoge de hombros. 

—Podrías haberte tomado el día sin ir a la oficina.

—No, sabes que no sé estar en casa y los niños de la guardería me animan.

—Lo sé, esa guardería existe gracias a ti.

—Ya hubiese querido yo, tener la posibilidad de que estuvieras cerca de mí cuando eras pequeño, mientras trabajaba, así que créeme que ha sido un gran acierto.

—Soy consciente de ello, mamá, por eso me convenciste. 

Sirve los platos y da un sorbo a su copa de vino.

—Solo me puse un poco nostálgica —sonríe con tristeza y me pongo de pie para abrazarla—. Estoy bien —asegura—. Vamos a disfrutar la cena, ya que son pocas las veces que me acompañas.

—¿Es un reproche? —indago al volver a mi lugar.

—No, hijo, soy consciente de que tienes mucho trabajo.

Empezamos a disfrutar de los deliciosos platillos que preparó.

—Recuérdame, cómo fue que conociste a mi padre —le pido y sonríe ampliamente, por lo que consigo mi cometido de animarla. 

—Estaba en mi último año de estudios, cuando llegó un nuevo profesor, vestido con un traje impecable, su cabello relamido y su barba perfectamente arreglada —se ríe—. Escuché el suspiro de mis compañeras apenas lo vieron, el profesor Dante Wallen era demasiado atractivo y con esos ojos oscuros, lucía muy imponente, era de complexión un poco más delgada que la tuya, pero tenía su porte.

—Sin duda fue amor a primera vista —me burlo al ver la manera en que suspira. 

—No creas, me pareció un poco presumido, sabía lo que provocaba en las chicas y sonreía —me mira justo en el momento que estoy sonriendo— Así, como tú, petulante y presumido.

Suelto una carcajada y se ríe.

—No soy presumido.

—Sabes bien lo que provocas en las chicas, así que claro que lo eres —asevera—. Te pareces demasiado a él —me mira—: el cabello castaño claro, un poco crespo y rebelde, que hace un especial contraste con su piel tan blanca, nariz perfilada, labios gruesos y esa mirada oscura que transmite más de lo que imaginan —se ríe.

Mi madre tiene razón, soy muy parecido a mi padre, ella es todo lo contrario, es bajita, tiene el cabello negro, lacio, ojos en color café claro y su piel es almendrada.

—¿Y qué pasó? —indago volviendo a la conquista de mi padre, mientras continúo disfrutando la comida. 

—En esa primera clase noté que me observaba en varias ocasiones, fueron unas semanas después cuando se acercó a mí, con el pretexto de los exámenes, lo que su cercanía me provocó, nunca antes lo había sentido, intenté que me cayera mal y no ceder ante sus encantos, pero…

—Fue imposible —termino por ella.

—Apenas me gradué y empezamos a salir, no tardó mucho en pedirme matrimonio y lo demás ya lo sabes.

—¿No fue difícil una relación con un hombre mayor?

—No, solo eran diez años y lo llevamos bastante bien —se ríe—. Lo único que lamentamos fue no poder tener más hijos.

Cuando nací, mi madre tuvo un parto complicado y ya no logró embarazarse nuevamente. 

—Deberías permitir que el amor regrese a tu vida —sugiero—. Eres joven.

—¿Crees que a mis cincuenta y cinco años alguien se va a fijar en mí?

—Eres hermosa, mamá, no lo dudo.

—Gracias hijo, pero ya me acostumbré a mi soledad, prefiero que me llenes de nietos y con eso me convertirás en la mujer más feliz del mundo.

—Bueno, eso tendrá que esperar un poco —suspiro, ya que de todas las mujeres que conozco, no me siento realmente atraído por ninguna.

—Eso es lo que me preocupa.

—¿Qué específicamente? —inquiero.

—Que te tomes esto como un capricho y no como lo que verdaderamente es. 

—Sabes que siempre he anhelado ser padre, no es un capricho o un reto, no voy a forzar las cosas.

—Solo deseo que encuentres el verdadero amor, después lo demás llegará solo. 

Tomo su mano y deposito un pequeño beso en el dorso.

—Así será, mamá, ya lo verás —prometo y asiente, pero no parece muy convencida y entiendo perfectamente su preocupación.

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