5.- La mejor decisión

✿•°❧Ainara…

Han pasado algunos días y ya estoy instalada por completo, compré todo lo necesario y me siento satisfecha con el resultado.

No me he dado la oportunidad de pasar a la oficina en la que voy a trabajar, pero lo haré en breve, ya que quiero familiarizarme con todos los alrededores antes de empezar con mis nuevas rutinas. 

Tocan la puerta y me acerco para abrir, me encuentro con un hombre mayor, un poco desaliñado que me mira de pies a cabeza sin disimular.

—¿Usted es la chica nueva? —cuestiona y continúa hablando sin darm tiempo de responder—. Soy Vontae, el dueño del edificio —se aclara la garganta—. Realmente pensé que usted no existía y era solo un invento de Helga.

—Ya ve que no, firmé mi contrato con algunas semanas de anticipación —aclaro.

—Eso parece, solo le advierto que no permito que hagan fiestas u orgías en mis apartamentos —me señala—. Y si se retrasa en el pago, se va.

Se aleja dejándome completamente indignada.

—Pero, ¿de qué me vio cara ese tipo? —me pregunto en voz alta al cerrar la puerta, camino por el pasillo hasta llegar a la habitación y me miro en el espejo, tengo una enorme camiseta negra con unos leggins en color gris, mi cabello está desordenado y él mencionando orgías, pedazo de… 

El timbre de mi teléfono interrumpe expresar mi furia, frunzo el ceño ya que no conozco el número y rechazo la llamada. Estoy por dejarlo en la mesa cuando vuelve a timbrar. 

—¿Si? —respondo.

—¿Ainara Ross? —pregunta una voz profunda.

—Sí, soy yo, ¿quién es?

—Habla Ezequiel Villasteros, el abogado de la familia Silva.

Me quedo en silencio esperando a que continúe.

—Soy el amigo de Mae —aclara, aunque obviamente su nombre me resultó familiar.

—¿Ella está bien? —interrogo confundida, ante su inesperada llamada.

—No puedo hablar ahora, pero necesito que viaje a Los Ángeles, California, a la mayor brevedad posible.

Siento un enorme peso en el pecho.

—¿Qué está pasando? —insisto.

—Es urgente, por favor —pide y puedo notar desesperación en su voz—. Si no has visto las noticias de México, deberías hacerlo —suspira—. Tengo que colgar, pero puedes llamarme a este número cuando llegues. 

Voy a la sala y enciendo el televisor, no suelo ver noticieros ya que me deprime enormemente lo mal que está el mundo y prefiero mantenerme al margen. Pasan unos minutos cuando escucho el apellido de la familia de Mae, ayer tenían la celebración del nuevo empleo de su padre, algo relacionado con la política y están informando sobre un atentando, en el que resultaron varias personas heridas y algunos muertos, me desplomo en el sofá con el corazón latiendo demasiado rápido. Por lo que informan, parece que Mae está viva y la trasladaron a Los Ángeles, pero sus padres y otras personas, no corrieron con la misma suerte.

—Ella tiene que estar bien —digo sintiendo un extraño vacío en el estómago, de inmediato reservo el primer vuelo que encuentro y hago una pequeña maleta.

Ni siquiera me cambio de ropa, solo me recojo el cabello y salgo con prisa.

El tiempo para abordar, me parece una eternidad y durante el vuelo, no hago más que pedir porque Mae se encuentre bien, hablamos ayer por la mañana, estaba muy entusiasmada y más enamorada que nunca.

Apenas aterrizamos y llamo a Ezequiel.

—Ya estoy aquí —le informo.

—Te envío los datos del hospital por mensaje. 

—¿Dime que está bien? —le pido y el silencio al otro lado de la línea me provoca un horrible escalofrío.

—Te espero —dice sin responder a mi pregunta y cuelga la llamada. 

Salgo del aeropuerto y tomó un coche que me lleva al hospital, el calor es un poco sofocante y mis nervios no ayudan con lo mal que me estoy sintiendo.

Pago al chofer y me bajo de inmediato cuando se detiene, camino a la puerta principal y siento que me toman del brazo deteniéndome abruptamente.

—¿Ainara?

—Sí, ¿Ezequiel? 

Asiente, tiene los ojos hinchados y enrojecidos. Caminamos un poco alejándonos de la puerta, me suelta y camina como si no tuviera el valor de hablar.

Lleva una camisa azul, arrugada con las mangas remangadas, es un hombre alto, delgado, tiene el cabello negro y lo trae un poco despeinado como si se hubiese pasado los dedos en repetidas ocasiones.

—El señor Silva iba a recibir su nuevo cargo ayer en la cámara de representantes, había mucha seguridad en el lugar y todo estaba en perfecto orden, yo llevé a Mae a su casa temprano ya que ella quería llegar con sus padres al evento —toma aire—. Al parecer durante el trayecto, varias camionetas los interceptaron y… —se queda en silencio unos segundos—. Sus padres y el chofer murieron al instante, algunos de sus guardaespaldas resultaron heridos y Mae tenía dos heridas, pero eran bastante graves, por eso la trasladaron hasta aquí.

—¿¡Y cómo está!? —grito. 

—Pasó toda la noche en cirugía, pero… No pudieron salvarla —susurra y empieza a llorar.

En ese momento mi corazón se rompe en mil pedazos y solo puedo escuchar los latidos de mi corazón taladrando mis oídos.

—¿Y el bebé? —pregunto al reaccionar.

—Milagrosamente está bien, Mae iba en medio de sus padres y ellos recibieron la mayoría de los impactos —explica.

Me cubro la cara llorando desconsolada, sin poder creer todo esto, Ezequiel se acerca y me abraza intentando consolarme, aunque puedo ver que él también está sufriendo. 

—Ella te quería mucho, no dejaba de hablar de ti —expresa al separarnos. 

—¿Puedo ver a Josiah?

—Sí, vamos —dice y entramos al hospital, entrego mi identificación, ya que él trae un gafete de visitante, unos minutos después, me entregan el mío y subimos al cuarto piso.

Llegamos al área de cuneros y sale una enfermera, cruza algunas palabras con Ezequiel y vuelve a entrar, para después acercar una pequeña cuna a la ventana, Josiah es un bebé precioso.

—Es tan lindo —murmuro, limpiándome las lágrimas. 

—Y está muy sano, le faltaban algunas semanas, pero no ha tenido complicaciones, aunque sigue en observación —explica—. Voy a preguntarte algo que tal vez sea incómodo responder, pero es necesario dadas las circunstancias.

—¿Qué es? 

—¿Sabes quien es el papá de Josiah? 

—No —respondo con sinceridad.

—¿Tienes alguna idea de quién podría ser?

—Mae tenía una relación con un chico de la universidad, pero no sé si él es el padre —suspiro—. No era muy clara cuando se tocaba ese tema —confieso y asiente—. ¿Qué va a pasar con Josiah?

—Por eso te hice esa pregunta, ya que Mae habló conmigo a su llegada a Tijuana, creo que ella presentía algo.

Recuerdo nuestras últimas conversaciones y es verdad, parecía que se despedía en todo momento.

—Mae dejó la custodia de Josiah a sus padres, pero si por alguna razón ellos no podían hacerse cargo de él, te la dejó a ti —informa y lo miro sorprendida. 

—Yo… 

—Por eso te preguntaba por su padre, para saber si hay posibilidades de localizarlo —explica—. Aunque los padres de Mae tienen más familia, no me parece seguro para el niño vivir en México, ya que el atentado ocurrió por el puesto que acababa de adquirir el señor Silva y las investigaciones apenas están iniciando. 

—¿Qué pasará con el cuerpo de Mae?

—Se cremará y será llevado a un mausoleo junto a sus padres. 

La enfermera se lleva al bebé, ya que por el momento sigue en observación.

—Alquilé dos habitaciones en el hotel que está al cruzar la calle, vamos para que dejes tu maleta —propone y asiento.

Salimos del hospital, recoge las llaves en la recepción y me entrega una.

—Por el momento no hay nada que podamos hacer, pero si me gustaría saber qué piensas acerca de quedarte con la custodia de Josiah —me mira fijamente—. No tienes que responder ahora mismo, pero necesito saberlo para arreglar toda la documentación con un abogado que ejerza aquí. 

Asiento, ya que no sé qué responder, aún sigo en shock y sin poder creer lo que pasó. 

—Te veo en el restaurante del hotel para cenar y continuaremos hablando, ahora necesito cambiarme y descansar un poco.

—Claro, gracias Ezequiel.

Subimos al elevador y cada uno va a su habitación.

Apenas entro, dejo caer la maleta y me deslizo en el suelo llorando desconsoladamente.

Le prometí a Mae que siempre vería por su hijo si ella faltaba, y ahora me siento una completa cobarde sin saber qué hacer. Voy al baño, me quito la ropa y me quedo bajo el agua por unos minutos, recordando todos los momentos al lado de Mae y sobre todo, nuestras últimas conversaciones.

Salgo de la ducha, me cambio, recojo mi cabello y regreso al hospital. Me autorizan ver a Josiah, ya que Ezequiel me agregó en la lista de visitantes.

La enfermera me prepara con una bata azul, me da algunas indicaciones y lo pone en mis brazos.

Su calor de inmediato reconforta el dolor que siento por la pérdida de mi mejor amiga, es tan pequeño, empieza a llorar y en ese momento decido que Josiah se quedará a mi lado, será el mayor reto de mi vida, pero no puedo, ni quiero abandonarlo.

—Te vienes conmigo a Nashville, Josiah —le digo como si pudiera entenderme—. Solo te pido que tengas paciencia, te prometo que seré la mejor madrina que tu mami pudo haber escogido. 

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