17. Eres mi compañera

Benjamin estaba a punto de contestarle que ellos no tenían algo como una morgue, porque nunca lo habían necesitado, cuando el aroma de su madre llegó hasta él e instintivamente se acercó más a Sofía, segundos antes de que la voz engañosamente suave de su madre llegara hasta él.

—Vaya, vaya, pero mira nada más lo que tenemos aquí— dijo la mujer con los ojos fijos en Sofía y Gabriel rogó porque no sintiera al cachorro dentro de ella—Parece que tenemos un lindo conejito perdido en la manada.

Las palabras de su madre hicieron que todos los presentes dejaran salir risitas burlonas a su alrededor al tiempo que comenzaban a acercarse peligrosamente a donde Sofía se encontraba, pues la presencia de la antigua Luna seguía siendo fuerte entre la gente.

Pero todos olvidaban algo y eso era que el maldito alfa, el rey de todo, era él y no iba a permitir que nadie, incluida su madre, llegara a intentar pasarse su autoridad por delante.

—Este lindo conejito es mi invitada y ni tu ni nadie va a pone
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