Holis, otro capítulo. Espero lo disfruten. ¿Podrán solventar esta situación o la inexperiencia de la juventud los hará rendirse? Besos...
Daniel la miró inquebrantable. No sabía si respirar o no, si gritar o agarrarla y levantarla de ese sofá que los separaba como si estuvieran en continentes diferentes y abrazarla como su mente lo pedía. Tanta lejanía le oprimía el corazón. Sin embargo, respondería a todas sus interrogantes. —La noche del beso… —Daniel hizo una pausa—, ella llamó a la hacienda para decirme que iría para allá, yo no la quería cerca de mí, no estaba seguro de lo que sentías por mí y me encontraba confundido con la rabia que sentía por ella, había jurado que Ivette sería solo mi pasado, pero no fue así. Al día siguiente, marcharme fue lo más duro que hice, porque algo más fuerte que mí mismo, me decía que debía quedarme. Estuve a punto de volverme loco, yo… no sabía cómo mirarte luego de la forma en la que te traté después, así que me fui. —Cerró los ojos y echó la cabeza para atrás, siempre se había arrepentido de esa decisión—. Ella llegó a casa de mi padre ese día, no sabía que estaba casado, ni mi pad
Katherine dormía profundo al fin. ¿Tal vez por una semana? La verdad es que ni él mismo sabía cuánto tiempo hacía desde que ella se fuera de su lado, para él parecieron meses. Cada día quizás una eternidad y cada minuto una vida en el infierno. La observó dormida por un rato, estuvo sentado en el suelo a un lado de ella, no quería despegarse de allí, había tenido que vivir sin su presencia por mucho tiempo, y todavía preservaba el miedo de que ella a la mínima oportunidad huyera de nuevo.Es por ello, que hacía media hora cuando se despertó, tras haber tenido otra de las ya incesantes pesadillas de ella alejándose entre la espesa bruma, corrió como bestia salvaje, escaleras arriba, culpándose por haberse quedado dormido. Si era sincero, el sueño le hacía falta. Tomó suave su mano, reteniéndola cerca de él, observando vigilante el rostro de su ángel. Alejó una hebra de cabello que se posó sobre sus ojos y no pudo evitar besarla en la frente; dulce, suave y rápido. Katherine se removió
Cuando la escuchó vomitar en el baño, se asustó y este incrementó cuando ella se negó a responderle, aun así, dejó de oír la llave de la ducha. Estaba consciente, eso lo tranquilizó. Sin embargo, cuando abrió la puerta y vio su aspecto pálido, más fantasmagórico. Lo supo. Había agotado todas las reservas de energía en su cuerpo y la falta de alimentos le pasaba factura a su cuerpo.Se detuvo frente a ella cuando la miró apoyarse en la pared y dar pasos inseguros y tambaleantes. Sabía que con lo terca que era, no dejaría que él la tomara de la mano, siquiera. Sintió temor de que se hubiera descompensado hasta el límite de enfermar.Entonces la miró desorientada y sus rodillas se doblaron. Logró asirla antes de que cayera bocabajo en el suelo. Al levantarla pudo constatar que había disminuido en peso, lo suficiente como para casi no pesar nada.La depositó con cuidado sobre el mullido colchón y acarició su rostro con angustia, tomó su pulso y estaba un poco acelerado, al igual que su co
Katherine miró la hora en el teléfono. Llevaban casi una hora fuera de la cabaña, tras discutir de nuevo y alegar una y mil veces que ella era lo bastante autónoma como para hacer las cosas, que no necesitaba de un vigilante detrás de ella, indicándole lo que debía o no hacer. Se marcharon al médico.Pararon enfrente de una clínica y Katherine miró con resignación el edificio blanco de enormes ventanales. Respiró un par de veces, antes de que Daniel le abriera la puerta para salir. Él le sonreía y ella solo podía mascullar cualquier palabra y evitar su contacto.«Resiste, resiste, Katherine», se animaba a sí cada vez que él se le acercaba.Caminaron juntos, pero sin tocarse. Ella seguía manteniendo la distancia y aunque no lo dijera, a él le dolía. Necesitaba tanto de su roce, de su toque, su piel, el calor de su cuerpo, todo su perfume, su risa y, sobre todo, que lo mirase con el candor de un amor naciente. Con aquella mirada diáfana y risueña.Le dijo todo lo que sentía, lo que ella
Katherine no dijo nada más, salió del consultorio tras darle las gracias al amable doctor y esperó por Daniel en el pasillo. Caminaron sin decir nada, el silencio frío e incómodo interceptó cualquier punto que les permitiera converger. Ya no eran ni la sombra de lo que fueron en su viaje a la isla ni los días posteriores. En ese instante, sí que parecían un matrimonio obligado. Él respiró hondo.—Estos exámenes los haremos mañana antes de irnos a casa —Daniel anunció una vez que estuvieron dentro del carro.—¿Irnos? —Katherine mostró su reticencia—. Yo no pienso irme contigo a ningún lado.El carro frenó de repente y él sacó las llaves del inducido antes de voltearse a mirarla. Ella miraba al frente, sorprendida por lo abrupto del frenazo.—Escúchame algo —Daniel habló conteniéndose—. Tanto quieras cómo no, te vas a regresar conmigo. Entiende eso, mientras más pronto lo hagas será mejor para ti.—¿No entendiste? ¿O no te da la gana de entender? —Ella siseó molesta—. Ya no te quiero y
La noche fue más silenciosa de lo acostumbrado, sobre todo, estando juntos. Aun así, no fue una noche fría con ese silencio incómodo, hostil o lleno de desesperanza. Fue una en la que los amantes se reencontraban, luego de una ausencia inesperada.No conversaron del pasado, ni del presente, tampoco del futuro. Esa noche se comunicaron con los ojos, se entendieron mejor que con las palabras o el fuego de una pasión soterrada.—Ángel, ¿qué quieres de desayunar? —Daniel le preguntó desde la puerta del baño, mientras la miraba lavarse los dientes.—No creo que haya mucho para elegir —respondió alzando un hombro. Enjuagó su boca y arregló un poco sus cabellos.—Entonces… —se acercó a ella y la abrazó por la cintura para darle un beso en su cuello—, la invito a desayunar, señora Gossec.Katherine sonrió condescendiente, aún le costaba creer que sus problemas estaban resueltos. Ayer lloraba y para ese momento parecía que su corazón jamás se repondría, dos días atrás había decidido irse tan l
El mundo de Ivette se había resquebrajado, su infamia logró agrietar el amor entre Daniel y su esposa, así que ella no permitiría que se cerrase, menos si ella podía evitarlo o profundizar en esta. Poco le importaba lo que dijese su hermana o el repudio de su cuñado, quien a fin de cuentas era un infame. Quería a Daniel y estaba dispuesta a recuperarlo, perder no era una opción, ella no era de las que perdí o se rendía.El auto frenó con ímpetu y casi derrapando en la entrada de la casa. Marina y Alicia salieron asustadas, pensando en que sucedía algo malo, aunque esperaban con ansias la llegada de la joven pareja, dado que el día anterior uno de los empleados de la hacienda había llegado con la camioneta de Katherine. Eso quería decir que estaban juntos.—¿Dónde está él? —Ivette llegó a la hacienda buscando a Daniel, y demandando como si aquel lugar le perteneciera.—¿A quién se refiere? —Alicia preguntó, fingiendo no entender a qué se refería.—Ah, tú eres la chiquilla esa que mirab
Katherine y Daniel sabían que debían volver a casa. Las cosas se terminarían de arreglar entre ellos, quizá con el paso de los días. Ella suponía que su corazón seguiría en paz mientras ambos respetaran la promesa hecha. Por su parte, Daniel se encontraba ansioso, si bien su esposa parecía haberlo perdonado, era consciente de que olvidar costaba un poco más, los recuerdos amargos resultaban más difíciles de obviar si dolieron tanto. Sin embargo, persistía en ambos la fe de que, juntos podían superar cualquier cosa, siempre que el amor se hiciera más fuerte.El celular de Daniel comenzó a sonar sobre la mesa de noche. Los besos y caricias se detuvieron con desgano. Él tomó el aparato y la miró divertido.—Es tu padre —informó después de que el teléfono dejó de sonar.—¡Oh! —exclamó con diversión y suspiró.—Lo llamaré para que esté tranquilo —Daniel anunció levantándose de la cama para salir de la habitación y hablar con calma.Katherine lo agradeció, si ella atendía era más que probab