Katherine miró la hora en el teléfono. Llevaban casi una hora fuera de la cabaña, tras discutir de nuevo y alegar una y mil veces que ella era lo bastante autónoma como para hacer las cosas, que no necesitaba de un vigilante detrás de ella, indicándole lo que debía o no hacer. Se marcharon al médico.Pararon enfrente de una clínica y Katherine miró con resignación el edificio blanco de enormes ventanales. Respiró un par de veces, antes de que Daniel le abriera la puerta para salir. Él le sonreía y ella solo podía mascullar cualquier palabra y evitar su contacto.«Resiste, resiste, Katherine», se animaba a sí cada vez que él se le acercaba.Caminaron juntos, pero sin tocarse. Ella seguía manteniendo la distancia y aunque no lo dijera, a él le dolía. Necesitaba tanto de su roce, de su toque, su piel, el calor de su cuerpo, todo su perfume, su risa y, sobre todo, que lo mirase con el candor de un amor naciente. Con aquella mirada diáfana y risueña.Le dijo todo lo que sentía, lo que ella
Katherine no dijo nada más, salió del consultorio tras darle las gracias al amable doctor y esperó por Daniel en el pasillo. Caminaron sin decir nada, el silencio frío e incómodo interceptó cualquier punto que les permitiera converger. Ya no eran ni la sombra de lo que fueron en su viaje a la isla ni los días posteriores. En ese instante, sí que parecían un matrimonio obligado. Él respiró hondo.—Estos exámenes los haremos mañana antes de irnos a casa —Daniel anunció una vez que estuvieron dentro del carro.—¿Irnos? —Katherine mostró su reticencia—. Yo no pienso irme contigo a ningún lado.El carro frenó de repente y él sacó las llaves del inducido antes de voltearse a mirarla. Ella miraba al frente, sorprendida por lo abrupto del frenazo.—Escúchame algo —Daniel habló conteniéndose—. Tanto quieras cómo no, te vas a regresar conmigo. Entiende eso, mientras más pronto lo hagas será mejor para ti.—¿No entendiste? ¿O no te da la gana de entender? —Ella siseó molesta—. Ya no te quiero y
La noche fue más silenciosa de lo acostumbrado, sobre todo, estando juntos. Aun así, no fue una noche fría con ese silencio incómodo, hostil o lleno de desesperanza. Fue una en la que los amantes se reencontraban, luego de una ausencia inesperada.No conversaron del pasado, ni del presente, tampoco del futuro. Esa noche se comunicaron con los ojos, se entendieron mejor que con las palabras o el fuego de una pasión soterrada.—Ángel, ¿qué quieres de desayunar? —Daniel le preguntó desde la puerta del baño, mientras la miraba lavarse los dientes.—No creo que haya mucho para elegir —respondió alzando un hombro. Enjuagó su boca y arregló un poco sus cabellos.—Entonces… —se acercó a ella y la abrazó por la cintura para darle un beso en su cuello—, la invito a desayunar, señora Gossec.Katherine sonrió condescendiente, aún le costaba creer que sus problemas estaban resueltos. Ayer lloraba y para ese momento parecía que su corazón jamás se repondría, dos días atrás había decidido irse tan l
El mundo de Ivette se había resquebrajado, su infamia logró agrietar el amor entre Daniel y su esposa, así que ella no permitiría que se cerrase, menos si ella podía evitarlo o profundizar en esta. Poco le importaba lo que dijese su hermana o el repudio de su cuñado, quien a fin de cuentas era un infame. Quería a Daniel y estaba dispuesta a recuperarlo, perder no era una opción, ella no era de las que perdí o se rendía.El auto frenó con ímpetu y casi derrapando en la entrada de la casa. Marina y Alicia salieron asustadas, pensando en que sucedía algo malo, aunque esperaban con ansias la llegada de la joven pareja, dado que el día anterior uno de los empleados de la hacienda había llegado con la camioneta de Katherine. Eso quería decir que estaban juntos.—¿Dónde está él? —Ivette llegó a la hacienda buscando a Daniel, y demandando como si aquel lugar le perteneciera.—¿A quién se refiere? —Alicia preguntó, fingiendo no entender a qué se refería.—Ah, tú eres la chiquilla esa que mirab
Katherine y Daniel sabían que debían volver a casa. Las cosas se terminarían de arreglar entre ellos, quizá con el paso de los días. Ella suponía que su corazón seguiría en paz mientras ambos respetaran la promesa hecha. Por su parte, Daniel se encontraba ansioso, si bien su esposa parecía haberlo perdonado, era consciente de que olvidar costaba un poco más, los recuerdos amargos resultaban más difíciles de obviar si dolieron tanto. Sin embargo, persistía en ambos la fe de que, juntos podían superar cualquier cosa, siempre que el amor se hiciera más fuerte.El celular de Daniel comenzó a sonar sobre la mesa de noche. Los besos y caricias se detuvieron con desgano. Él tomó el aparato y la miró divertido.—Es tu padre —informó después de que el teléfono dejó de sonar.—¡Oh! —exclamó con diversión y suspiró.—Lo llamaré para que esté tranquilo —Daniel anunció levantándose de la cama para salir de la habitación y hablar con calma.Katherine lo agradeció, si ella atendía era más que probab
Por el rostro de la muchacha, Katherine dedujo que algo estaba pasando, que su primera intuición al entrar a la casa era correcta.—¡Hola, Alicia! —Daniel sonrió sin bajar a Katherine de sus bazos—. Parece que has visto un fantasma —bromeó.—¡Bájame! —Katherine masculló. El rostro de Alicia reflejaba miedo.¿Miedo de qué?—¿Sucedió algo? —Daniel dejó a su esposa con cuidado en el suelo. Tanto silencio por parte de la joven no le estaba dando buena espina.—Es solo que… —Alicia comenzó a tartamudear y sus ojos pasaban de Kat a él como buscando auxilio.—¿Qué? —Daniel estaba por perder la paciencia.—Daniel, ya déjala. Está nerviosa por el modo en que nos encontramos —Katherine intervino a favor de Alicia, si seguía con ese semblante le daría un ataque de ansiedad como mínimo.—No —él negó con la cabeza, esta vez perdiendo todo rastro de felicidad—, no es eso. ¿Qué pasó, Alicia? Tú no eres de quedar pasmada por nada.—¡Calma, Daniel! —Katherine le tomó de la mano. Nada más ver su rostro
Daniel respiró hondo, no podía culparla por mostrarse reticente, e incluso la entendía si lo mandaba a freír espárragos. A penas llegaban y ya debían enfrentarse a otro disparate de Ivette. Se paró detrás de la joven, sopesando qué decir.—Kat, confía —sus miradas se encontraron a través del espejo—. Confía en mí, no lo permitiré. —Se acuclilló a su lado obligándola a girarse para verlo.»Te amo. —Aquellos ojos azules, nobles y hermosos que la hacían naufragar sin temor, le confirmaban lo que decía—. Te amo y no permitiré que nada, que nadie te dañe.Ella acarició su rostro, recorriendo con parsimoniosa cautela sus facciones—. Te amo, Daniel y claro que sí, confío en ti. —Sonrió con franqueza y ambos sellaron aquella declaración con un beso.—Pues, bien. Lo primero que debo hacer es denunciar a esa… —resopló en frustración, recordarla no solo lo enervaba, sino que lo indisponía en todos los sentidos—, a Ivette.—No —Katherine fue muy concisa al decirlo—. No lo hagas, no quiero que ell
Al día siguiente de que la pareja regresara a su hogar, Katherine debía comenzar el nuevo semestre en la universidad, en cierta forma lo agradeció. Necesitaba salir de esa casa por el bien de su salud mental. No podía acercarse a la puerta de la habitación principal sin sentir que la sangre le hervía de rabia y aquel espeso amargor escociéndole en la garganta.Habían transcurrido solo pocas horas y todo permanecía vívido en su mente, el caos, las fotos, la frase en la pared, el dolor, la rabia y las lágrimas derramadas.Daniel la sorprendió a los pies de la escalera mirando en dirección al pasillo que conducía a la habitación. La observó negar con la cabeza y cerrar los ojos con evidente frustración.—No quedará rastros de lo que hizo —Daniel le aseguró tras aclararse la garganta.Ella pareció haber despertado de su letargo, lo miró con una sonrisa que no alcanzó a reflejarse en el cielo gris de sus ojos, intentaba ser optimista y aligerar la carga que sabía sería para su esposo un se