La noche fue más silenciosa de lo acostumbrado, sobre todo, estando juntos. Aun así, no fue una noche fría con ese silencio incómodo, hostil o lleno de desesperanza. Fue una en la que los amantes se reencontraban, luego de una ausencia inesperada.No conversaron del pasado, ni del presente, tampoco del futuro. Esa noche se comunicaron con los ojos, se entendieron mejor que con las palabras o el fuego de una pasión soterrada.—Ángel, ¿qué quieres de desayunar? —Daniel le preguntó desde la puerta del baño, mientras la miraba lavarse los dientes.—No creo que haya mucho para elegir —respondió alzando un hombro. Enjuagó su boca y arregló un poco sus cabellos.—Entonces… —se acercó a ella y la abrazó por la cintura para darle un beso en su cuello—, la invito a desayunar, señora Gossec.Katherine sonrió condescendiente, aún le costaba creer que sus problemas estaban resueltos. Ayer lloraba y para ese momento parecía que su corazón jamás se repondría, dos días atrás había decidido irse tan l
El mundo de Ivette se había resquebrajado, su infamia logró agrietar el amor entre Daniel y su esposa, así que ella no permitiría que se cerrase, menos si ella podía evitarlo o profundizar en esta. Poco le importaba lo que dijese su hermana o el repudio de su cuñado, quien a fin de cuentas era un infame. Quería a Daniel y estaba dispuesta a recuperarlo, perder no era una opción, ella no era de las que perdí o se rendía.El auto frenó con ímpetu y casi derrapando en la entrada de la casa. Marina y Alicia salieron asustadas, pensando en que sucedía algo malo, aunque esperaban con ansias la llegada de la joven pareja, dado que el día anterior uno de los empleados de la hacienda había llegado con la camioneta de Katherine. Eso quería decir que estaban juntos.—¿Dónde está él? —Ivette llegó a la hacienda buscando a Daniel, y demandando como si aquel lugar le perteneciera.—¿A quién se refiere? —Alicia preguntó, fingiendo no entender a qué se refería.—Ah, tú eres la chiquilla esa que mirab
Katherine y Daniel sabían que debían volver a casa. Las cosas se terminarían de arreglar entre ellos, quizá con el paso de los días. Ella suponía que su corazón seguiría en paz mientras ambos respetaran la promesa hecha. Por su parte, Daniel se encontraba ansioso, si bien su esposa parecía haberlo perdonado, era consciente de que olvidar costaba un poco más, los recuerdos amargos resultaban más difíciles de obviar si dolieron tanto. Sin embargo, persistía en ambos la fe de que, juntos podían superar cualquier cosa, siempre que el amor se hiciera más fuerte.El celular de Daniel comenzó a sonar sobre la mesa de noche. Los besos y caricias se detuvieron con desgano. Él tomó el aparato y la miró divertido.—Es tu padre —informó después de que el teléfono dejó de sonar.—¡Oh! —exclamó con diversión y suspiró.—Lo llamaré para que esté tranquilo —Daniel anunció levantándose de la cama para salir de la habitación y hablar con calma.Katherine lo agradeció, si ella atendía era más que probab
Por el rostro de la muchacha, Katherine dedujo que algo estaba pasando, que su primera intuición al entrar a la casa era correcta.—¡Hola, Alicia! —Daniel sonrió sin bajar a Katherine de sus bazos—. Parece que has visto un fantasma —bromeó.—¡Bájame! —Katherine masculló. El rostro de Alicia reflejaba miedo.¿Miedo de qué?—¿Sucedió algo? —Daniel dejó a su esposa con cuidado en el suelo. Tanto silencio por parte de la joven no le estaba dando buena espina.—Es solo que… —Alicia comenzó a tartamudear y sus ojos pasaban de Kat a él como buscando auxilio.—¿Qué? —Daniel estaba por perder la paciencia.—Daniel, ya déjala. Está nerviosa por el modo en que nos encontramos —Katherine intervino a favor de Alicia, si seguía con ese semblante le daría un ataque de ansiedad como mínimo.—No —él negó con la cabeza, esta vez perdiendo todo rastro de felicidad—, no es eso. ¿Qué pasó, Alicia? Tú no eres de quedar pasmada por nada.—¡Calma, Daniel! —Katherine le tomó de la mano. Nada más ver su rostro
Daniel respiró hondo, no podía culparla por mostrarse reticente, e incluso la entendía si lo mandaba a freír espárragos. A penas llegaban y ya debían enfrentarse a otro disparate de Ivette. Se paró detrás de la joven, sopesando qué decir.—Kat, confía —sus miradas se encontraron a través del espejo—. Confía en mí, no lo permitiré. —Se acuclilló a su lado obligándola a girarse para verlo.»Te amo. —Aquellos ojos azules, nobles y hermosos que la hacían naufragar sin temor, le confirmaban lo que decía—. Te amo y no permitiré que nada, que nadie te dañe.Ella acarició su rostro, recorriendo con parsimoniosa cautela sus facciones—. Te amo, Daniel y claro que sí, confío en ti. —Sonrió con franqueza y ambos sellaron aquella declaración con un beso.—Pues, bien. Lo primero que debo hacer es denunciar a esa… —resopló en frustración, recordarla no solo lo enervaba, sino que lo indisponía en todos los sentidos—, a Ivette.—No —Katherine fue muy concisa al decirlo—. No lo hagas, no quiero que ell
Al día siguiente de que la pareja regresara a su hogar, Katherine debía comenzar el nuevo semestre en la universidad, en cierta forma lo agradeció. Necesitaba salir de esa casa por el bien de su salud mental. No podía acercarse a la puerta de la habitación principal sin sentir que la sangre le hervía de rabia y aquel espeso amargor escociéndole en la garganta.Habían transcurrido solo pocas horas y todo permanecía vívido en su mente, el caos, las fotos, la frase en la pared, el dolor, la rabia y las lágrimas derramadas.Daniel la sorprendió a los pies de la escalera mirando en dirección al pasillo que conducía a la habitación. La observó negar con la cabeza y cerrar los ojos con evidente frustración.—No quedará rastros de lo que hizo —Daniel le aseguró tras aclararse la garganta.Ella pareció haber despertado de su letargo, lo miró con una sonrisa que no alcanzó a reflejarse en el cielo gris de sus ojos, intentaba ser optimista y aligerar la carga que sabía sería para su esposo un se
El sol comenzó a morir en el horizonte cuando Katherine regresó a la hacienda, luego de las clases había decidido pasar por la casa de su padre, pero ni él ni Anna se encontraban. Así que se retiró casi al llegar.Estuvo sonriente gran parte del día hasta que Fiorella apareció para importunar con sus comentarios malsanos. ***—¡Vaya, vaya! Apareció la novia fugitiva —bromeó con aquella irónica sonrisa, ya propia de ella.—Fiorella, querida te equivocaste de disfraz —Marian la miró displicente.—¿Disfraz? ¿A qué te refieres, ahora? —inquirió simulando no entender nada.—Al de perra —murmuró Marian mirando hacia otro lado, sin que ella le escuchase.—Fiorella, cariño. Sé que lo dices porque te preocupaba mi bienestar —Katherine sonrió con hipocresía.Estaba acostumbrada al juego de máscaras que debía emplear con las personas para aparentar que todo estaba bien. Con Fiorella era igual. No se explicaba por qué si tan mal le caía, ella continuaba en ese juego de los hip
Las cartas estaban echadas, las reglas eran difusas y cada quien debía intentar sobrevivir por sí solo. Ivette llegó a casa con esperanzas de venganza renovadas, porque el destino o la vida, lo que fuera estaba sonriéndole y entregándole oportunidades en bandeja de plata. No era que Fiorella le gustase, le resultaba fútil y estúpida, una niñata con pose de mujer fatal que le quedaba mediocre. Sin embargo, había aprendido que en la vida las oportunidades se aprovechaban sin miramientos. Más si estas llegaban a ella como dádivas en tiempos de oscuridad.—Es definitivo, hay quienes nacemos con suerte y a mí se me concede a menudo —canturreó con una amplia sonrisa en sus labios escarlata.—¿Dónde has estado metida durante estos días? —La voz de Ileana la tomó desprevenida.Respiró hondo, pretendiendo armarse de paciencia. No quería lidiar con los reclamos de su hermana, estaba hasta la coronilla de tener que rendirle cuentas como si fuera una adolescente.—Hermanita, ¿cómo has e