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03. Un día lleno de imprevistos

Sunmi

La puerta del despacho de Justin se cerró con un golpe sordo frente a mí, dejándome pasmada y con un torbellino de emociones que amenazaban con abrumarme, ya que no lo vi entrar en su despacho. La imagen de mi jefe, normalmente compuesto y enfocado, ahora parecía frágil y vulnerable, lo que despertó en mí una preocupación intensa y una sensación de inquietud que me dejó sin aliento.

El teléfono sonó y me sacó de mi estupor, por lo que tomé la llamada recitando el mismo mensaje que pronunciaba desde hace dos años:

—Turner Legal Group, oficina de Justin Turner. ¿En qué lo puedo ayudar? —contesté, aprovechando de observar discretamente a mi alterado jefe. Me concentré en mi interlocutor y tomé nota de su solicitud, dejando anotada su urgencia y teléfono de contacto—. Muchas gracias por comunicarse con nosotros. Que tenga un buen día. —Corté la llamada y casi me muero del susto al ver frente a mí al causal de mi preocupación.

—Señorita Choi, cancele mi agenda de hoy y reorganice mis citas en lo que resta de semana, por favor. —La seriedad de su expresión y la tensión en su voz resonaban en el espacio, dejando en claro la gravedad de la conversación que había tenido lugar entre él y su tío. Mi corazón latía con fuerza, recordándome la importancia de ser un apoyo confiable y una presencia constante en la vida de mi jefe en momentos como este.

—Por supuesto, señor Turner. Me encargaré de todo —respondí, con un nudo en la garganta, pues han sido contadas con los dedos de una mano las ocasiones en las que se ha referido a mí por mi apellido.

—No me derives ninguna llamada por muy urgente que sea. Ya resolveremos mañana todos los incendios que surjan hoy. —Suspiró y noté cierta frustración en su expresión—. Hasta mañana. —Se dio media vuelta y se volvió a mirarme—. Gracias. —Asentí en su dirección y le ofrecí una sonrisa conciliadora, esperando que con ella sienta que lo apoyo, a pesar de que sea en silencio.

Lo vi marcharse rápidamente por el pasillo y aunque estaba acostumbrada a manejar su agenda y a realizar ajustes de último minuto, la seriedad en su expresión y su tono inusualmente tenso me dejaron con la sensación de que algo importante estaba sucediendo.

«¿Qué habrá ocurrido entre mi jefe y su tío?, ¿tendrá relación eso con su insólita petición de cancelar su agenda?», me pregunté, pues aún sentía la tensión en su voz, resonando en mí mente.

Recorrí el pasillo con pasos inseguros, incapaz de sacudirme la imagen de su rostro en mi cabeza. Necesitaba pensar y ordenar mis ideas.

Al regresar a mi escritorio, una sensación de urgencia se apoderó de mí, recordándome la necesidad de actuar con prontitud y eficacia para atender las demandas y necesidades de Justin. Me obligué a mantener la compostura y la calma, mientras asumía la responsabilidad de manejar su agenda y atender cualquier imprevisto que pudiera surgir en su ausencia.

Comencé a enumerar mentalmente las tareas con mayor urgencia y a medida que mi teclado hacía clic con rapidez y precisión, una sensación de determinación se encendió dentro de mí, recordándome la importancia de ser un pilar de apoyo confiable y constante en medio de las demandas y expectativas que enfrentaba en su vida personal y profesional.

Conforme el día avanzaba, me encontré luchando con la creciente preocupación que se apoderaba de mí, recordándome la importancia de mantenerme firme y centrada en mi papel como asistente, intentando dejar atrás las preguntas que se agolpaban en mi cabeza. A pesar de la ansiedad y la incertidumbre que me invadían, me obligué a mantener la compostura y la determinación, concentrándome en mantener el funcionamiento fluido del bufete en medio de los desafíos y obstáculos que se interponían en mi camino.

El sonido de mi teléfono interrumpió mis pensamientos, atrayendo mi atención hacia la pantalla iluminada. Una mirada rápida reveló la presencia de un mensaje urgente de uno de los clientes más importantes de Justin, lo que provocó un aumento repentino en mi pulso y una sensación de urgencia que me dejó sin aliento. «Debo manejar esto con prontitud y eficacia», me dije a mí misma, obligándome a concentrarme y encontrar una solución satisfactoria para todos los involucrados.

A medida que la tarde se desvanecía lentamente en la oscuridad de la noche, me encontré sumergida en una serie de conversaciones y correos electrónicos que demandaban mi atención. La presión de la responsabilidad pesaba sobre mis hombros, y ahora tomaba consciencia de las palabras del señor Turner cuando me nombró asistente de su sobrino, la importancia de mi rol junto a él, en medio de las presiones y desafíos que enfrentábamos juntos.

Al final del día, me encontré agotada pero determinada. Apagué mi computador y me preparé para partir. Una sensación de preocupación persistente se apoderó de mí, ahora que todas las demandas del día habían sido contenidas y reagendadas.

La noche cayó sobre la ciudad con un manto de oscuridad y misterio, envolviéndolo todo en su abrazo tranquilizador y silencioso. Caminé por el pasillo en dirección a los elevadores cuando mi teléfono volvió a sonar, interrumpiendo mis pensamientos una vez más. Una mirada rápida a la pantalla reveló el nombre de Max Caldwell parpadeando, lo que me dejó con un nudo en el estómago. Tomé la llamada sin dudar con el corazón en la mano.

—Señor Caldwell —respondí, con un mal presentimiento—. ¿En qué puedo ayudarlo?

Sunmi, ¿cuántas veces tengo que repetirte que me digas Max? —me reprochó con diversión—. ¿El loco de tu jefe aún no es capaz de abandonar sus aposentos? Espero que no se haya olvidado de nuestra cita, ya ves, tengo que acudir a ti para que tome mis llamadas —mencionó un tanto molesto, mientras sentía que todo a mi alrededor se volvía denso por la incertidumbre—. Sunmi, ¿estás ahí?

—S-sí, señ… Max —conteste—. El señor Turner se retiró antes de la hora de almuerzo y no he sabido nada más de él —expliqué, esperando que logre obtener más información de la que yo podía darle.

M****a… —Suspiró, alertándome aún más—. No te preocupes, bonita. Debe estar en su apartamento. —Intentó justificarlo—. Que tengas una buena noche y disculpa que te haya molestado. Te mando un abrazo. —Cortó la llamada antes de que pudiera despedirme y la agitación que sentí no ayudó en absoluto con mi autocontrol.

Me monté en el elevador y bajé los veinte pisos que me distanciaban de las concurridas calles de Nueva York. Mientras aún intentaba calmar mis nervios, otro número desconocido comenzó a llamar con insistencia, me detuve en el gran vestíbulo del edificio para tomar la llamada. Al contestar, una voz desconocida me informó que Justin estaba en un bar y que necesitaba que lo fueran a buscar, ya que estaba visiblemente borracho. La alarma y el miedo se apoderaron de mí, instándome a actuar con prontitud y eficacia para asegurarme de que Justin estuviera a salvo.

Con el corazón en la garganta, salí del edificio rápidamente y me dirigí hacia el bar, dispuesta a enfrentar lo que sea que me esperaba al encontrar a mi jefe en ese estado.

Al ingresar al bar, me esforcé por localizar a Justin entre la multitud, revisando cada rincón en busca de cualquier indicio de su paradero. Al acercarme al mostrador, hablé con uno de los meseros, preguntándole si había visto a un hombre con su descripción. Me indicó la barra del bar, donde lo encontré apoyado sobre ésta, aparentemente ebrio y visiblemente desorientado. Un nudo se formó en mi estómago mientras me acercaba a él con cautela, evaluando su estado para determinar la mejor manera de abordar la situación y garantizar su seguridad.

—Señor Turner, ¿está bien? —lo llamé, apretándole con suavidad el hombro—. Permítame ayudarle.

—¿Sunmi…? —Su voz, notablemente pastosa por el alcohol, sonaba más grave y suave de lo normal y sus ojos, tan azules como el océano, luchaban por enfocar mi rostro—… No debería… verme así…

—No se preocupe, estoy aquí con usted ¿Le gustaría sentarse un momento? —señalé una mesa más apartada, donde podría recomponerse un poco.

—Mi tío… necesita… el bufete… —balbuceó, elevando las manos para explicarse mejor.

—Lo entiendo, pero en este momento lo más importante es usted. Permítame llevarle a casa —contesté, pensando con rapidez cómo podría ayudarlo a ponerse de pie y llevarlo a la salida.

—No… no quiero ser… una carga… —Miré hacia la salida, buscando con la mirada a alguno de los meseros que pudiera ayudarme, sin encontrar a nadie disponible.

—No lo es, señor Turner. Todos atravesamos momentos difíciles. Ahora, por favor, acompáñeme. —Intenté ayudarlo a ponerse de pie, pero todo iba a ser muy complicado. Justin me saca por lo menos treinta centímetros de estatura.

—No merezco… su legado… no puedo… fallarle… —Volví a mirar hacia la salida, cuando vi que Max se acercaba hacia nosotros. Sonreí aliviada.

—Shh —siseé—, no se preocupe por eso ahora. Resolveremos esto juntos. —Lo tranquilicé—. Vamos, Max viene a ayudarnos —mencioné, justo cuando su amigo llegaba junto a nosotros.

—Gracias, Sunmi… disculpe… el problema…

—No hay nada que perdonar, señor Turner. Nos ocuparemos de usted —dije conciliadora.

—¿Qué pasó? —me preguntó Max, confundido—. Apenas terminé la llamada contigo, salí al apartamento de Justin y recibí una llamada de un número desconocido que no alcancé a contestar. Intenté devolver la llamada, pero sonaba ocupado y cuando logré comunicarme me avisaron sobre Justin —explicó, acelerado.

—Seguro fue en ese lapso, en el que se contactaron conmigo —confirmé—. Me encargaré de pagar la cuenta…

—Dejé mi auto mal estacionado fuera del bar. Llevaré a Justin mientras te encargas de eso —sugirió.

—Solucionaré lo de la cuenta. Lleve a casa al señor Turner, no se preocupe por mí —pedí.

—Eres un sol, Sunmi. Nos vemos luego y gracias por cuidar de mi amigo —le sonreí y le di un último vistazo a mi jefe. Suspiré y caminé hacia la caja, donde me devolvieron la tarjeta de Justin, ya que la habían retenido para que no se fuera del bar en ese estado, informándome de paso, que la cuenta estaba pagada.

Al entrar en mi apartamento, me dejé caer en el sofá, sintiendo cómo el cansancio y la tensión se apoderaban de mi cuerpo.

Pasé unos minutos tratando de procesar todo lo que había sucedido, dejando que la tranquilidad de mi hogar me ayudara a calmar mis pensamientos agitados. Sentí un nudo en la garganta al recordar la expresión aturdida en el rostro de mi jefe y la fragilidad que había notado en sus ojos. A pesar de que siempre había sido un hombre tan firme y decidido, lo vi luchar con sus propias batallas esa noche, y no pude evitar sentir una oleada de compasión y empatía por él.

Después de un rato, me levanté del sofá y me dirigí a la cocina para prepararme una taza de té y algo de comer. Mientras el agua hervía, tomé mi teléfono y revisé los mensajes, esperando encontrar noticias reconfortantes, aunque sabía que Justin estaba en buenas manos con su mejor amigo, no pude evitar sentir un nudo en el estómago por su bienestar.

Le envié un mensaje rápido a Max para asegurarme de que Justin estaba a salvo, me serví la taza de té, dejando que su calor reconfortante me envolviera mientras cocinaba algo. Mis pensamientos vagaron haciendo un repaso mental del día, pero como si fuera un boomerang, siempre retornaban a él. Me preocupaba profundamente su bienestar y me preguntaba qué lo había llevado a tomar las decisiones que cambiaron el curso del día. Las pocas palabras que intentó decirme en el bar, eran fiel reflejo de cuáles eran sus preocupaciones.

Después de comer, me preparé para ir a la cama, esperando que una noche de descanso renovador pudiera brindarme la claridad y la serenidad que necesitaba para enfrentar el día siguiente. Antes de meterme a la cama, vi la contestación de Max flotando en la pantalla de mi celular: estaban en casa los dos, agradecidos por la ayuda y deseándome las buenas noches. Con la esperanza de que el día siguiente trajera consigo una sensación de calma y resolución, me metí en la cama y apagué la luz, lista para enfrentar los desafíos que nos esperaban en el futuro cercano.

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