Capítulo 20:

El ceño de Simón se apretó con fuerza, mientras una mueca reemplazaba su habitual sonrisa por una expresión de notable disgusto.

—¿Qué ocurre? —aventuro a preguntar Alexander, sentado junto a él detrás de su escritorio, en la oficina de su empresa.

Rara vez Simón se quedaba allí a trabajar, el sostenía que las oficinas eran una especie de cripta viviente. Alexander se encontraba dispuesto a darle la razón, si es que alguna vez se atrevía a admitir aquello.

Esa era una ocasión particular. El chico de cabello tintado buscaba un lugar tranquilo donde realizar su investigación acerca de Max, sin que Bianca tuviera sospecha alguna sobre él.

—Nada, Max no tiene nada—gruño con disgusto Simón—. Esta limpio.

En respuesta, el ceño de Alexander también se frunció, mientras se aproximaba a la pantalla del ordenador de Simón, como si fuera capaz de comprender algo de la intrincada red de algoritmos que allí se plasmaba.

—Es imposible—logro responder el millonario, sintiéndose tan frustrado como su
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