Los jardines de la Momposina estaban decorados con globos dorados y lilas. Lámparas colgaban de los frondosos árboles. Las mesas estaban cubiertas con manteles dorados, y había hermosos arreglos florales encima. «Black Space by Taylor Swift» amenizaba el ambiente. Juan Andrés no perdía oportunidad de coquetear con las amigas de su hermana, reía divertido, mientras invitaba a una de ellas a tomarse un trago. —Podría llevarte a dar un recorrido por la hacienda —susurró al oído de la joven. —¿Te gustaría ir por las caballerizas? La chica lo miró sonriente, mojó sus labios. —Tienes fama de mujeriego, así que no gracias. Juan Andrés carcajeó. En ese momento Paula arribó a la hacienda, su corazón parecía que se iba a salir del pecho. «Dios mío ayúdame» suplicó. Inhaló profundo, y el chofer la ayudó a bajar del auto. Los ojos de Andrés, se enfocaron en la dama que acababa de llegar. Ladeó los labios, y elevó una de sus cejas, la chica iba enfundada en un elegante vestido plateado, l
Juan Andrés palideció por completo, lo primero que hizo fue cubrir con sus manos sus partes íntimas, inhaló profundo y se aclaró la garganta.—Señor —carraspeó, observó al hombre: Estaba vestido con camisa y pantalón blanco, cargaba un morral, con la correa cruzada del hombro a la cintura, su cabeza estaba cubierta con un sombrero tradicional colombiano, y en las manos tenía la escopeta con la cual no dejaba de apuntarlo—, aquí hay una equivocación, yo soy inocente —añadió.El hombre frunció el bigote y colocó las manos en el gatillo.—Encima cobarde —rugió.—¡No por favor! —suplicó Juan Andrés balbuceando.—¡Ponte de rodillas! —ordenó el supuesto tío de Paula.Juan Andrés frunció el ceño, negó con la cabeza.—¡Jamás!El tío de Paula disparó hacia una ventana, el cristal se hizo pedazos, y Juan Andrés sin pensarlo un segundo ya estaba de rodillas sobre el heno.Paula soltó una sonora carcajada, no pudo evitarlo.—¡Qué valiente! —bufó.—¿Qué está ocurriendo aquí? —indagó Joaquín Duque,
—Estoy muy nerviosa, señora —confesó Paula, las manos le temblaban—, me estoy arrepintiendo. —Tranquila —le dijo Paz—, todo ha salido bien. —La miró con ternura—, sigue como hasta ahora, no desistas por favor. Paula inhaló profundo, miró a su alrededor, toda aquella casa estaba llena de lujos y confort, esa habitación era más grande que la pieza donde ella vivía. —¿En qué momento traerán a mi hijo? —indagó ansiosa. Paz le brindó una sonrisa. —Le pedí a una de mis hijas mayores, que llevara a tu hijo al centro comercial, no debe tardar. La mirada de Paula se cristalizó, la garganta le picó, recordó cómo su pequeño anhelaba zapatos nuevos, y por fin ese sueño se iba a ser realidad, pero el precio era muy alto. **** Juan Andrés en su alcoba, salió a la terraza, miró como saltar y escapar, pero de pronto sus ojos se enfocaron en varios hombres armados. —¡No puede ser! —exclamó y se agarró con fuerza del barandal—. M@ldita Paula, te vas a arrepentir el resto de tu existencia, haré
Juan Andrés plantó su azulada mirada en los ojos de Paula, con profunda seriedad. Apretó la mandíbula. —Se van a arrepentir —masculló y subió al balde de la camioneta. Observó con repugnancia los fierros oxidados—, esto no se los voy a perdonar —dijo mientras miraba su lujosa residencia. El vehículo emprendió marcha, Juan Andrés empezó a toser gracias al humo del Diesel que se coló por sus fosas nasales. —Lo que me faltaba —refunfuñó, buscó con que cubrirse del sol, pero no encontró nada limpio, solo había unas cuantas canecas sucias, sogas, y unos plásticos llenos de tierra. A medida que avanzaban el automotor no esquivó un bache, cayeron en el hueco, y con esto el cuerpo de Juan Andrés dio un brinco y cayó en el balde. Paula soltó una sonora carcajada, se rio con tanta fuerza que hasta el estómago le dolía. Juan Andrés furioso golpeó el vidrio. —Ten cuidado —gruñó sobando su cintura. —Yo manejo como se me da la gana —rebatió el tío de Paula. Miró a la chica con complicidad, y
Paula enrojeció y de inmediato giró para no mirarlo.—Solo vine a decirte que si deseas comer debes colaborar en el arreglo de la casa —se aclaró la garganta, inhaló profundo—, y por favor la próxima vez que te vayas a bañar, avisa para no salir al patio, recuerda que hay un niño con nosotros —rebatió.Juan Andrés bufó, y negó con la cabeza.—No pienso mover un solo dedo, tú me pusiste esta trampa, seguramente confabulada con mis padres, pero no me conoces bien, les falta mucho para lograr que yo me rinda —enfatizó con seguridad, altivo, desafiante como era él, de pronto el gallo cacareó y apareció encima de la pared del patio, el joven de un brinco y en un par de zancadas se aferró al cuerpo de Paula—, mata a ese animal, haz un caldo, o lo que sea con él —suplicó.Paula abrió sus ojos con sorpresa, se quedó estática, tensa, él estaba desnudo, abrazado a su cuerpo, y ella no podía reaccionar.—¡Suéltame! —fue lo que dijo intentó zafarse de su agarre—, eres un pervertido —refunfuñó arr
—Estoy bien —dijo Juan Andrés, tiritando.—¡No es cierto! —rebatió Paula—, deja de comportarte como un niño, sé que me detestas, y te diré que el sentimiento es mutuo, pero en este instante solo me tienes a mi —habló con firmeza. —Miró un mueble, y se dirigió a limpiarlo, entonces volvió hacia Juan Andrés—, ven levántate. —Estiró su mano.Juan Andrés tomó la mano de ella, y con la ayuda de Paula se puso de pie, y logró llegar al sofá, se recostó ahí.Paula corrió a las habitaciones, esas estaban limpias, tomó una toalla, y una lavacara y enseguida la lleno de agua, volvió a la sala y empezó a colocarle fomentos en la frente.—Creo que tendré que llamar a tus padres, para que envíen a un médico —propuso Paula, al ver como se abrazaba y temblaba.—¡Ni se te ocurra! —gruñó—, prefiero morirme.Paula apretó los puños, su cuerpo se tensó.—Eres un egoísta —recriminó—, hay mucha gente desahuciada que anhela vivir, en cambio tú, que eres un hombre sano, fuerte, deseas no vivir por caprichoso
—¡No! —gritó Juan Andrés—, se removía desesperado en el sofá. —¡David! —sollozó. —¿Por qué lo hiciste? —cuestionó.Paula se estremeció por completo, al escucharlo desesperado, volvió a ponerle los fomentos de agua, pero él se movía inquieto, lloraba desesperado, como si fuera un niño desconsolado.—¿Quién será ese tal David? —indagó. —¿Sería algún hermano? O ¿Alguien que le hizo daño? —cuestionó pensativa. —¿Será por eso que eres tan insoportable? —cuestionó y sintió pesar de él, por primera vez se veía tan indefenso y desvalido, y ella sabía a la perfección lo que era sentirse así.Paula escuchó el ruido de un motor, se asomó a la ventana y miró un jeep, supo que eran los padres de Juan Andrés, que venían acompañados del médico. La chica corrió y abrió la puerta.Paz se estremeció al ver el lugar, cerró sus ojos y luego corrió a ese envejecido sofá, y acarició el rostro de su hijo.—Mi niño, estás ardiendo —expresó con pesar. Miró al médico y él de inmediato lo revisó.Joaquín perma
Paula abrió sus ojos de golpe al escuchar el canto de gallo. Elevó su cabeza de improviso y todo dio vuelta a su alrededor, la vista se le nubló y vio todo oscuro. Volvió a apretar los párpados y se agarró la cabeza con fuerza. Juan Andrés la observó con extrañeza, frunció el ceño, se quedó pensativo. —¿Qué te ocurre? —cuestionó. Paula sintió que el malestar iba pasando, esta vez abrió con lentitud los párpados. —Nada —respondió—, veo que ya te sientes bien, debes tomar tu medicina —dijo ella. —¿Medicina? —indagó él con curiosidad. —¿Con qué dinero compraste? —preguntó. Paula inhaló profundo, se puso de pie. —Estabas muy mal ayer, llamé a tus padres, ellos trajeron un médico. Juan Andrés apretó sus puños con fuerza. Aniquiló con sus ojos a Paula, se puso de pie de inmediato, y se acercó a ella, la agarró de los brazos con dureza. —¡Te dije que no quería saber nada de ellos! —vociferó elevando el tono de voz. —¿Por qué los llamaste? —cuestionó embravecido—, estoy cansado de ti