Pov Narrador:
Posterior a la reunión con Irene, al día siguiente, Enzo se sentía sumamente ansioso debido a la espera de la respuesta, que deseaba fuera afirmativa. Razón por la cual, aquella mañana intento salir de casa sin ser notado; más bien escapar de la mirada inquisidora de su madre, y a pesar de sus esfuerzos, está lo había interceptado, antes de que pudiera hacer una salida estratégica.
—Enzo, hijo. — Llamo Clarisa, con su mejor tono de inocencia. — Ven aquí, solo será un momento antes de que te vayas a la oficina. — Agrego suavemente.
El empresario, al escuchar el llamado de su progenitora, maldijo por lo bajo su suerte y suspirando, con paso lento, se dirigió a donde se encontraba.
Clarisa Navarro, una mujer entrada en los cincuenta, lacia cabellera castaña y piel dorada, muy bien cuidada, ojos color chocolate sumamente cálidos. Se hallaba sentada en el salón principal de la casa tomando café mientras que leía las noticias en su computadora.
— Buenos días, madre querida, ¿qué sucede? — Pregunto suavemente Enzo mirando a su progenitora algo inquieto. — ¿Todo bien contigo y con la abuela?
— Oh si, todo perfecto con nosotras hijo. — Respondió suavemente Clarisa antes de levantar la vista del monitor. — He pautado una cita a ciegas para ti el día de hoy… — Informo dedicándole una suave sonrisa a su hijo.
Enzo escuchaba atentamente a su madre, sintiendo de manera abrupta una oleada de pánico recorrerlo; si bien tenía un plan, aún no era seguro. Pero se negaba rotundamente a ir a una cita a ciegas con una señorita de sociedad. ¡Eso sí que no!
Ya había ido a una el mes pasado y fue de las experiencias más aburridas de su vida. Y con esa le bastaba y sobraba para no querer, en la próxima temporada, o mejor aún por el resto de su vida.
En un movimiento desesperado, Enzo se pasó la mano por el cabello antes de aclararse la garganta suavemente, con una sonriendo con un ligero nerviosismo pesándole dentro del pecho como un tambor.
— Es que madre, no puedo.— Informo Enzo en respuesta. —Tengo una cita el día de hoy…
—¿En serio? — Pregunto su madre con incredulidad clara en su voz— ¿Y dónde será la cita? ¿Cómo se llama? ¿Qué edad tiene? ¿Tiene especialidad?
El empresario, ante la bomba de preguntas, maldijo mentalmente pensando que quizás era una pésima idea haberle dicho eso a su madre, antes de preparar a Irene o que esta siquiera firmara el contrato. En aquel momento solo queria un milagro que lo salvara, pero al parecer, había sido abandonado hasta por su ángel de la guarda.
Casi lo podía imaginar gritándole “No, pues es tu loca, ahí te la ves muchachote.” Antes de irse volando a posiblemente unas vacaciones en Hawái o alguna isla del caribe donde el clima era precisamente bueno en esta época del año.
Suspirando de manera lenta, se volvió a aclarar la garganta antes de comenzar a responder.
— Sí, se llama Irene, es psicólogo clínico y tiene 25 años, pues nos vamos a reunir en mi oficina y de allí vamos a decidir hacia donde iremos. — Dijo reflexionando en que parcialmente estaba diciendo la verdad.
Clarisa, estaba sorprendida, de alguna manera se sentía complacida, aunque en el fondo le parecía un poco extraño aquello, pero decidió no decir nada e investigar por su lado sobre la cita de su hijo y tenía a la persona correcta para esa tarea.
— ¡Ay, qué alegría! — Soltó de golpe Clarisa. — Me complace eso, hijo, espero que pronto traigas a esa muchacha o me muestres una foto…
— Me voy, no olvides cancelar las citas de hoy. — Comento rápidamente Enzo antes de literalmente huir de la mirada de su madre.
Clarisa alzo una ceja al ver cómo su hijo huía, y rodando los ojos, agarro su teléfono de la mesa. Necesitaba hacer unas cuantas llamadas, solo para confirmar que era verdad lo que decía su hijo y no una mentira para zafarse.
Después de llamar a Sámara, su sobrina, Clarisa, se sentía completamente feliz, era cierto e incluso tenía en su teléfono una foto de la muchacha, que se le hacía de lo más encantadora. Realmente le sorprendía que Enzo por pie propio le pidiera a un amigo que le presentara a su hermana, debía ir a contarle a su suegra sobre tan buena noticia.
~…~
Enzo conducía con calma a la oficina, por los pelos se había salvado de tener que ir a una cita a ciegas; aunque ahora tenía que conseguir que Irene, a pesar de que no firmara el acuerdo, saliera esa tarde con él a comer. Pues no era tonto, existía la posibilidad que rechazara la oferta, aunque fuera una locura, como decía su difunto padre, cada cabeza era un mundo.
Iba sumido en sus pensamientos, y fue al tercer pitido, que se dio cuenta de que lo estaban llamando por teléfono. Al leer el nombre de su prima y abogada en la pantalla, trago fuerte previo a responder colocando el altavoz; Enzo en su mente iba rogando que no fuera lo que estaba pensando, porque apostaba un auto nuevo a que su señora madre había llamado a Sámara para que le contara sobre su cita, pues no confiaba en Lucas.
— Sinceramente, debes agradecer que eres mi primo favorito. Tu madre me acaba de llamar para preguntarme por tu cita, dios, menos mal que tengo a Lucas a mi lado, es que si no la hubiese embarrado de lo lindo.—.
Fue lo primero que dijo la abogada en cuanto la llamada se conectó. Enzo en ese momento agradeció sinceramente a los cielos antes de aclararse la garganta.
— Te amo, no sé qué haría sin ti ¿Qué puedo ofrecerte para compensarte? — Respondió suavemente Enzo.— ¿Qué le dijiste a mi madre?
— Tengo en la mira unos zapatos y sería hermoso que mi hermanito me los regalara. — Comento la abogada con ligero tono de burla. — Pues le dije su nombre, edad, que era hermana de un amigo y trabajador tuyo, que hace unas semanas la habías visto y quedaste prendado de ella. Obvie su apellido por sugerencia de Lucas, quiero contexto de eso, pero lo dejaré para el almuerzo de esta semana.—
—Perfecto, Sam.— Sonrió el empresario antes de suspirar suavemente. — Después de nuestro almuerzo vamos por esos zapatos.
— A la orden pollito.—
Fue la última respuesta de la abogada antes de cortar la comunicación.
Enzo se relamió los labios pensativo, si bien le parecía extraño que Sámara y Lucas estuvieran juntos a esa hora, poco le importo; ya que en los momentos actuales su prioridad era llevar un teatro casi perfecto.
Solo dios sabía cuánto odiaba las citas a ciegas.
En cuanto llego a la oficina, se desconectó momentáneamente de todo ese tema, centrándose en algunos asuntos de la empresa que requerían su atención inmediata. Y así, sin darse cuenta, pasaron las horas, hasta el momento en que Irene tenía que ir para darle la respuesta, la cual llego puntual; sin embargo, él aún estaba retrasado en una reunión improvisada con uno de los líderes de equipo del área de analística.
Al verla Enzo sinceramente perdió completamente la concentración, desde la noche anterior había notado que Irene era una mujer hermosa, sencilla y fresca; aquel día, portaba un vestido hasta la rodilla color magenta de mangas tres cuartos, y botas color negro con un tacón pequeño, pero suficiente para que se viera estilizado y el cabello completamente atado en una cola alta.
Tuvo que regañarse mentalmente para concentrarse y recordarse que el amor no era algo que estuviera en sus planes, mucho menos mezclarse con ella específicamente. Como pudo termino la reunión de manera concisa para centrarse únicamente en ella.
Después de un corto saludo, ahora sentado uno frente al otro. Enzo esperaba a que Irene comenzara a hablar sobre lo que deseaba cambiar del contrato.
— Verás Enzo, no puedo reunirme los viernes en las noches, ya tengo planes para ese horario; sin embargo, los sábado si me es posible. Los domingos, a menos que realmente sea necesario, tampoco estoy disponible, ese día es para mi familia. — Comenzó a decir la mujer señalando todo eso en un papel que había sumado a al contrato.— Si necesita reunirse conmigo en la mañana, necesito que me avises el día antes, ya que por lo general doy consulta en las horas de la mañana.
Enzo escuchaba atentamente y todo aquello le parecía lógico, después de todo era un ser humano como él, tenía otras cosas.
— Otra cosa más, no puedo apagar mi teléfono. Soy médico y necesito estar disponible ante cualquier emergencia que pudiese haber. — Agrego revisando algo en sus notas.— ¿Está bien eso Enzo?
— Sí. — Afirmo suavemente el hombre, sin apartar la mirada de la mujer frente a él. — ¿Algo más Irene? — Cuestiono Enzo.
—Quisiera saber ¿hasta qué punto vamos a llegar? Con respecto a interacciones intimas. — Soltó Irene recostándose un poco de la silla.
Enzo al escuchar la pregunta tuvo que relamerse los labios antes de responder.
— Pues como imaginaras, no vamos a tener sexo, si abarca besos y otro tipo de actividades que me temo sean necesarias para hacer ver que es verdadera la relación. Pues más allá de unas cuatro personas aparte de nosotros, todo esto tiene que ser real.— Enuncio Enzo mientras que sacaba su teléfono mandando un mensaje rápidamente.— Si no hay nada más, enviaré a corregir el contrato para firmarlo ya mismo. — Dijo mirando a su contraria.
— Claro, no hay problema.— Respondió suavemente Irene antes de suspirar.— Supongo que es un placer hacer tratos contigo Enzo.
— Lo mismo digo Irene. — Susurro Enzo viendo a Lucas entrar, llevándose el contrato en completo silencio, antes de volver su atención a la pelinegra frente a él. — ¿Te parece si te invito a comer? Para celebrar que todo entre nosotros esté fluyendo.
Con un ligero asentimiento, Irene indico que accedía. Unos minutos después, terminaban de firmar el documento, Enzo muy complacido se levantó para alizar la chaqueta de su traje.
— Irene, ¿vamos? — Dijo el hombre ofreciéndole la mano a la pelinegra antes de sonreír. — He reservado en un restaurante cerca de aquí.
— Si claro… --- Respondió Irene dejándose llevar. — ¿Tiene para de autobús cerca?
Enzo en aquel momento miro a la chica extrañado, se veía demasiado impecable para ser alguien que se movía en transporte público; sin embargo, asintió suavemente; reflexionando que eso era algo que no podía permitir, más si la chica pronto sería su esposa, de mentira, pero su esposa al final. Aunque no dijo nada, ya le llegaría con el obsequio directamente, y con un gesto le indico que lo acompañara.
Irene no entendía el porqué, pero se encontraba muy tensa pese a la sonrisa que tenía en el rostro, sensación que se había instalado apenas Enzo la tomo del brazo. Comenzaba a pensar que, quizás, no sería tan fácil sobrevivir a ese contrato como en algún momento lo había creído; apenas había comenzado.
Por su lado, Enzo hacia una lista mental de cosas que debía hacer. «Dios a este paso voy a pagarle mucho dinero a Sámara, tengo que hacer un par de acuerdo de confidencialidad, no debo dejar ni un solo cabo suelto.»
Tanto Nicolás como Lucas había esperado fuera de la oficina de Enzo a que ese par, saliera; pues queria saber cómo había resultado todo. Y, al verlos salir del brazo, ajenos a ellos, suspiraron al unísono, sintiendo una punzada de alivio, pese a que, los protagonistas se encontraban tan tensos que era un poco vergonzoso.
—Qué pareja tan dispareja …— Comenzó a decir Lucas.
—Aunque se ven bien juntos… — Susurro en respuesta Nicolás.
Pov Narrador: Desde el momento que entraron en el elevador, Irene había permanecido completamente callada, sumida en sus pensamientos, o eso asumía Enzo; puesto que él se encontraba en una situación más o menos similar. Y cuando entraron en el auto, esta situación solo se afirmó aún más. Enzo, se hallaba a sí mismo bastante inquieto, su pulso se sentía ligeramente más acelerado de lo normal y un hormigueo en la boca del estómago, cada vez tomaba más protagonismo. Aunque no era la primera vez que sentía algo así, nunca había sido tan intenso, bueno; quizás una sola vez se sintió de esta misma manera, antes de la presente. Y esa vez, fue justamente la noche anterior cuando se reunió con Irene por primera ocasión. Cada que tenía oportunidad, sus ojos se deslizaban disimuladamente a la mujer que estaba a su lado, la cual permanecía con una expresión tranquila viendo hacia el frente. Era solo un contrato, no podía ir más allá; eso era algo que se estaba repitiendo sin estar muy segur
Pov Irene: “Mañana paso por ti para almorzar ¿Está bien?”De esa frase había pasado una semana, lo cual me desconcertaba; realmente no tenía idea si era por el tipo de perspectiva entre ambos o que demonios. Lo único que tenía en claro, es que nada de eso era mi responsabilidad, ni era un incumplimiento de contrato; porque ya como al tercer día había llamado a la oficina, pero, mis llamadas nunca fueron respondidas o devueltas. Quizás toda la historia había terminado antes de comenzar; sin embargo, el lunes en la tarde, cuando salía de mi consultorio, me encontré con Enzo apoyado en el capo de su auto hablando por teléfono justo frente al edificio de donde yo salía. Sin estar segura de que hacer, simplemente me quede de pie en la entrada; el hombre no tardo en reparar en mí más que un minuto como mucho, colgando la llamada. Sus ojos verdes se quedaron fijos en mí. — Buenas tardes, Irene, ¿Estás ocupada? — Saludo de pronto caminando hacia mí con una extraña mueca en el rostro. — ¿
Después de haber dejado a Irene en su casa, Enzo condujo en silencio hasta la suya; sin embargo, a medio camino se desvió deteniéndose en una tienda, de esas que están abiertas las 24 horas al día. Todo era una completa locura. Sobre todo el hecho que no lograba sacarse a la psicóloga de la cabeza, aquello era malo, muy malo, para él. Posterior a comprar unas cervezas, retomo el camino; agradeció al llegar que no parecía haber nadie, por lo que subió las escaleras directamente a su estudio, pensando que con todo esto que pasaba en su día a día necesitaba ir buscando un espacio solo para él.— Diablos… — Susurro.Desde el episodio de la semana anterior, se había sentido culpable y como una mala persona, Irene no tenía nada que ver con los problemas con su madre y cualquier persona, se comportaría de una mejor manera con su progenitora. Sumándose a eso, tuvo que salir de viaje sin poder comunicarse con ella; aunque entre nos, si podía, más sentía que no sería justo simplemente corregi
Pov Narrador: Posterior al encuentro con Enzo en aquel restaurante. Elena Ramírez esperó a que su esposo volviera de viaje para contarle con palpable frustración en su voz; que Enzo Navarro, finalmente, había aparecido de manera publica con una chica.De eso habían pasado días; lo cierto es que apenas su mujer se había vuelto a ir a su cuarto, dejándolo solo en su despacho en el primer piso de la casa. El hombre comenzó a maldecir en voz baja mientras buscaba su teléfono para hacer unas llamadas, necesitaba saber todo sobre la fulana mujer que estaba con Enzo. Jerónimo Ramírez golpeó la mesa con ira contenida, sus planes se complicaban. Bajo la apariencia de una familia ejemplar, los Ramírez, escondían un oscuro secreto; más en concreto el patriarca, Jerónimo. Mientras que Elena, su esposa, todo este tiempo había actuado como una cómplice perfecta. Y sin confesar o asegurar nada, no tenían las manos limpias. La familia Ramírez era uno de los mayores inversionistas del grupo Navar
Pov Narrador: Eran las cinco en punto de la mañana cuando el teléfono de Lucas comenzó a sonar de manera insistente. Rompiendo completamente la calma que había en la habitación, la primera en reaccionar fue Sámara, la cual solo gruño de manera suave antes de golpear suavemente en la espalda al pelirrojo. — Idiota… Tu teléfono. — Siseo volteándose para ver la hora en su propio teléfono. — Maldición son las seis de la mañana, mi despertador no suena hasta dentro de una hora y media. — Se quejó levantándose sin importarle nada. Lucas apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando sonó un portazo, sentándose en la cama con pereza atendió la llamada. — Son las seis de la mañana, mi horario no empieza hasta dentro de dos horas y media Enzo. — Rugió el pelirrojo. La respuesta llegó del otro lado de la línea, haciendo que Lucas suspirara antes de levantarse, rascándose la cabeza con cierta pereza y pesar, pues estaba muy cómodo. — En media hora estoy allá…— Fue lo único que dijo antes de cerra
Pov Irene: Si tuviera que describir mi vida en los momentos actuales, solo podría hacerlo con una palabra. Surrealista. ¿Cuántas mujeres no estuvieran matando por estar en mi lugar? Sinceramente, perdería la cuenta si intentara censarlas.Un multimillonario y guapo, CEO, proponiendo un trato que te va, a literalmente, resolver la vida; es atento y aparentemente no es un patán. Ahora que lo pienso suena a premisa de libro de romance rosa. Lo cierto es que, pese a, que suena condenadamente bien, es más una complicación que una ayuda. Sin embargo, a pesar de mis quejas, aquí estoy, arreglándome para una cita; reflexionando que estoy más loca que Enzo indudablemente. ~…~ La tarde era hermosa, no hacía calor, pero tampoco hacia un frío terrible, y todo parecía estar en una profunda calma; una invitación a hacer alguna actividad al aire libre. Me encontraba esperando a Enzo fuera de mi casa, estaba algo nerviosa, muy a pesar a que no le encontraba sentido a esa sensación. No estaba s
POV Narrador:La vida por si sola es complicada, pero, al ser humano le gusta poner más obstáculos. Ya que entre más complicado sea el camino, más gratificante es cuando recibes los resultados.Y era algo muy verídico, pues entre más se le habían enredado las cosas a Enzo de manera natural, él se esmeraba en agregar más obstáculos. En definitiva, tenía que estar muy loco para sentirse bien con todo, más, por más que analizara que debía sentirse estresado, no era lo que conseguía.Dos días habían pasado desde su cita con Irene, y uno, posterior, a buscar el auto de esta al concesionario. Y, aun así, la alegría que sentía no di
POV IRENE: La paciencia no es una de mis virtudes más fuertes, por lo que, poco a poco, esta me abandonaba a medida que esperaba la respuesta de Enzo. Si bien, esta era una locura en la que me había metido yo solita, algo dentro de mi mente chillaba que todo este show estaba avanzando demasiado rápido. Pero, de alguna forma, ese era el punto ¿No?, ya para este punto ni yo misma entendía muy bien que estaba sucediendo. Un suspiro salió de mis labios, cuando sentí el vibrar de mi teléfono, anunciando la llegada de un nuevo mensaje. Rodando los ojos al ver cómo Marie el día anterior en la tarde había hecho de las suyas en mi teléfono, aunque en el fondo me dio gracia el apodo que le puso como nombre de contacto. Agradeciendo que él no lo pudiera ver. [El Ceo Acosador: Hola, Irene, dios, perdóname por eso, mi madre está haciendo de las suyas. Lo cierto es que bueno, de alguna forma eso me ayuda con mi plan y entra dentro del contrato. Igual lo siento. Mi prima te va a llamar para