CAPÍTULO 2

Sus ojos son como dos pozos en los que me pierdo sin saber muy bien el regreso. Mi corazón late desbocado, el pulso se acelera y hasta se me olvida respirar cuando de nuevo me mira.

—Retírense las demás, necesito hablar con las elegidas —exige y camina de regreso a la mesa.

No sé qué es lo que tiene ese pelirrojo, pero me está haciendo pensar en cosas que jamás se me habrían cruzado por la cabeza estando en mi sano juicio. Me pone muy nerviosa.

Me aclaro la garganta y espero que el gran grupo de mujeres se marchen, al final cuando ya nos encontramos solo las diez chicas y el jurado, se queda el lugar en un silencio sepulcral. Sus expresiones son tan insólitamente neutrales y frías.

¡Esto parece un velorio!

—Muy bien... Como pueden ver han sido elegidas para firmar un contrato de preparación con Jhonson Wayne durante un mes y posteriormente convertirse en las imágenes oficiales de la marca. Felicidades... —La mujer de unos cincuenta años y pelinegra, nos felicita de una manera sosa.

Yo por mi parte mantengo la mirada distraída en el suelo, no hay nada divertido en el pero al menos me ayuda a pensar en otra cosa que no sea salir corriendo de aquí al escuchar que están comenzando a hablar de cosas tan serias como un contrato y tremendo sueldo que no me iría nada mal, sobretodo para recuperar todo lo que gasté en pagar por la vida de alguien que no estoy segura si me quiere o no... ¡No! ¿Qué estoy pensando? Debo mantener el norte, no debo olvidar por qué estoy aquí y a qué vine. Cuando acabe esta reunión van a tener que conseguirse a una nueva, porque yo no regresaré nunca más a este lugar ni loca.

—...Pero, también tenemos otra sorpresa que darles. —Otra mujer del jurado, la cual parece un poco más contenta, se dirige a nosotras—. Una de ustedes será el rostro y cuerpo principal, la que represente a la marca en su completo esplendor. No debo negar que ya tenemos a varias favoritas, pero el nombre no será anunciado hasta que finalice la preparación. El desempeño que tengan también influirá en la elección.

Asentimos y luego nos disponemos en pasar a la sala de juntas para firmar el contrato. No sé que voy a hacer, solo le pido al suelo que me trague de una vez por todas y acabemos con esto.

Dudo, pero me armo de valor y doy la media vuelta, para después salir por la puerta grande y correr en dirección a la recepción del lugar. Ya no hay vuelta atrás.

«¡Señorita!, ¿Qué hace?, ¡Tráiganla aquí ya mismo!, ¿Acaso se volvió loca?», son los gritos que se escuchan detrás de mí.

Aprovecho que el señor del correo va saliendo y evito que cierre la puerta para poder escapar, sin planearlo, me lo llevo por delante, las cajas caen dando tumbos por el suelo.

—¡Lo siento! —Me disculpo antes de salir a la calle.

Corro hacia la estación de buses, ahí se encuentra estacionado uno y deseo con todas mis fuerzas tomar ese, lo más rápido que pueda. Respiro agitada pero eso no me importa, solamente mantengo la mirada fija en mi objetivo. ¡Debo alcanzar ese bendito bus!

—¡Señor! ¡Señor no se vaya! —Corro a su lado, tratando que abra las puertas pero el conductor se ríe y aumenta la velocidad—. ¡Idiota!

Grito antes de tropezar y caer de bruces contra el duro pavimento. Duele mucho, creo que me he lastimado la rodilla. Por fortuna alguien me ayuda a levantarme, le agradezco su amabilidad y me dispongo a tomar asiento sobre las bancas del paradero. No puedo evitar que las lágrimas comiencen a brotar, me siento triste y frustrada. ¡Soy una tonta! Todo esto me sucede por tonta, por meter mis narices donde no debo.

Acaricio mi rodilla lastimada, noto que la tela del pantalón se rompió y hay un poco de sangre sobre mi piel. Sin más remedio me levanto del asiento y sigo el camino que lleva hacia el hotel. Bueno, al menos no han venido tras de mí esas personas. Qué bueno que no vinieron a buscar una persona tan común y corriente como yo, cuando pueden tener a otra chica que les dé muchos millones con su belleza etérea y exclusiva de mujer cara...

—¿A dónde va, fugitiva? —Una voz masculina me hace parar en seco.

Me quedo de piedra. Estoy segura que esa voz grave y fría la he escuchado minutos antes. Levanto la cabeza muy despacio, recorriendo de arriba hacia abajo las extensas piernas y perfecto torso de un llamado "pelirrojo" un tanto antipático. ¿Cómo es posible que esté aquí?

—¿Q-qué hace usted aquí?

Mi corazón da un vuelco, siento que se me hiela la sangre al ver esa mirada enojada y acusatoria.

—¿Cómo que qué hago aquí? —hace algunos aspavientos, como si lo que yo dijera fuese ridículo—. ¡Corrí tantos metros tratando de encontrarla y eso es lo único que dirá!

Elevo las cejas, muy sorprendida por sus maneras.

—Primero que todo, no me grite. Y segundo, no me interesa el trabajo. Si me disculpa, ¿puede moverse para que me marche? —resoplo molesta.

Pero no presta atención y me cierra aún más el paso.

—Señorita Sanders, creo que no le ha quedado claro que la quiero en mi agencia, usted es lo que estábamos buscando y no puedo permitirme perderla. —Se lleva la mano al cabello—. Podrá creerme loco pero, mi agencia depende de usted.

¿Qué dice? Eso no es posible.

—Escuche... Lo lamento pero no me interesa. No puedo hacerlo tampoco. —Niego con la cabeza y desvío la mirada.

Se ve desesperado. Ni aunque yo lo deseara podría trabajar con ellos, fui a ese lugar para cumplir mi parte del trato, solo eso.

—¿Segura? ¿Cuánto quiere? Estoy dispuesto a pagar o darle todo lo que usted pida. —Al ver que no digo nada, suspira cansado—. Tome, si cambia de opinión llámeme...

Me entrega su tarjeta de contacto y se marcha con prisa. Lo observo atenta mientras camina, acomoda su traje elegante, peina su cabello y mira su reloj de muñequera. Todo un hombre hermético gritando perfección a cien metros de distancia.

—Jhon... ¿Solo eso? —murmuro cuando leo solo ese nombre y un número telefónico en la suave tarjeta sin adornos y de color negro.

Me encojo de hombros y sigo mi camino. Ahora me dirijo hacia una calle donde hay un cúmulo de restaurantes y artistas callejeros de todo tipo en Covent Garden. Mi hotel no está tan lejos de ahí, así que pasaré por algo ligero para almorzar y luego iré por mi bebé a la guardería.

Casi al final del día, voy hacia la recepción para recibir los recados que han llegado o llamadas.

—Buenas tardes, señorita... —El recepcionista parece dudar en decirme algo—. Un hombre vino buscándola, pero por políticas del hotel no le dije que usted se hospeda aquí.

Experimento de inmediato una punzada en el estómago.

—¿Puedes decirme cómo era él? —inquiero, sintiendo nervios.

¿Podría ser que...?

—Solo sé que el hombre llevaba un buzo con capota, no se le veía muy bien el rostro.

—Gracias... —Me alejo del mueble.

—Señorita, ¿se encuentra bien? —Él muestra preocupación.

Asiento no muy convencida y subo rápidamente las escaleras que llevan a mi habitación. Con un nudo en la garganta cierro la puerta, me quito la ropa y me meto bajo las sábanas con el cuerpo tembloroso. Por favor, no quiero ver de nuevo a ese hombre, prometió dejarme en paz si cumplía con el trato, sin embargo, parece que no lo ha hecho...

Anoche dormí terrible, pero eso no ha sido impedimento para levantarme con energía e ir casi corriendo al aeropuerto y comprar un boleto de regreso a Milán para mañana en la noche. Tengo que dejar de ganarme problemas si es que quiero seguir con vida.

Voy camino de regreso al hotel, pensando en que mañana al fin ya no estaré en este lugar, que me habré liberado de un percance que tenía solución. Nada podría ser mejor que ahora, nada.

—¿No se te ha olvidado algo?

No levanto la cabeza, solo me detengo de manera abrupta cuando siento que me toman del brazo.

—Por favor... Ya lo hice, te juro que dejé el paquete. —Mi voz es temblorosa.

El hombre se abraza a mi cuerpo con sutileza, haciendo ver que somos pareja. Aquello consigue perturbarme y hacerme sentir tremendamente incómoda.

—Hasta que no se sepa el escándalo, supondré que no has cumplido tu parte del trato —susurra a mi oído—. Si no hiciste nada...

Se detiene a media oración.

—¿Qué me harás? ¿Volverme picadillo? Eso ya me lo has insinuado. —Trato de alejarme, pero no lo permite, me toma con más fuerza.

—Pues si no sale bien, olvídate de ya sabes quién. Ah, y espero que sigas pagando la cuota de la deuda mes a mes, te faltan 50 mil. Adiós preciosa, cuida ese lindo trasero...

Se marcha con las manos metidas en los bolsillos. No soy capaz de moverme, mi mente se ha quedado en blanco.

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