Una boda sin amor
Una boda sin amor
Por: Brenda Balzac
CAPÍTULO 1

Nadie me preparó para esto. Las frías gotas de lluvia se mezclan con mis lágrimas al ver la espalda de un mal hombre que se cruzó en mi camino, lo contacté siguiendo las pistas hacia mi verdadero padre, pero solo resultó ser alguien que se dedica a chantajear precisamente a personas que buscan familiares perdidos. Le di todos mis ahorros, agoté las súplicas para que me deje en paz y quise escapar de sus garras, sin embargo, las amenazas de hacerle daño a mi padre se volvieron constantes y me obligó a regresar a Londres, quiere que haga una última cosa antes de liberarlo del cautiverio donde lo tiene. Ya no tengo escapatoria.

Observo cómo el taxi se estaciona frente al lugar acordado. Ni siquiera he tenido tiempo de tomar un respiro desde que me bajé del avión hace una hora. Me alegro de regresar a Londres, mi ciudad natal, pero en vez de sentirme emocionada por eso, solo consigo tener un molesto nudo en la garganta y unos terribles deseos de salir huyendo.

Titubeo un poco ante la insistente mirada de sus ojos marrones.

—Hmm... Bien. Aquí tienes, ahora haz tu parte y recuerda, no revises el paquete y solo déjalo en la oficina.

Me entrega una pequeña bolsa de color negro. La tomo con las manos temblorosas y la respiración entrecortada. ¿Qué habrá ahí dentro? ¿Cuál es el fin de dejar el paquete en ese lugar?

—¡¿Me escuchaste?!

—¡Sí! Sí, te escuché... —reprimo el llanto, no quiero parecer una cobarde.

El nudo que tengo en la garganta se acrecienta con el paso de los segundos.

—Si lo haces mal, ve despidiéndote de ya sabes quién... —Sentencia con el dedo, después de darme una amenazante mirada.

Todo debe salir bien, sino, no podré ni siquiera conocer a mi padre al menos una vez, ni tampoco escuchar de su propia boca toda la historia verdadera que no conozco.

Agarro mi maleta y cruzo el parque hasta el otro extremo de la calle, casi corriendo y con el corazón en la boca, escondo el extraño paquete dentro de mi bolso con cautela. No me molesto en tomar un taxi, llego rápido al pequeño hotel donde voy a quedarme por estos días mientras soluciono el tremendo problema en que me encuentro...

Esta mañana he decidido usar unos pantalones negros ajustados, una blusa de tirantes de color crema y zapatos de tacón oscuros, vestir así es uno de los requisitos para la audición. He dejado suelto mi cabello castaño claro, al que le hice unas bonitas ondas con la rizadora, reviso por último mi maquillaje suave. Mis ojos color aceituna lucen tristes y apagados... El llanto de mi bebé me saca de mis cavilaciones, al verme sonríe y deja de llorar. Estaba durmiendo, luego de haberle dado un rico baño se quedó dormido, ese corto tiempo me sirvió para arreglarme. Lo cargo entre mis brazos y lo lleno de muchos besitos que lo hacen reír. Su risa es el mejor regalo que puedo escuchar todos los días.

Dejo todo organizado y me marcho hacia las oficinas de la dichosa empresa, pero antes, paso por la guardería y dejo a mi pequeño Erick con la amable profesora. Es su primer día y le agrada, aprende cosas nuevas y juega con otros niños de su misma edad, tiene cuatro años y medio. Me despido de él con un abrazo y me marcho rápidamente.

Al llegar busco un lugar en la fila y espero pacientemente mi turno. Observo a la elegante y rubia mujer que se encuentra frente a mí. Me acerco a ella para anunciar mi audición, audición internacional a la que tuve que inscribirme a la fuerza. Jhonson Wayne es una marca de ropa con ya bastantes años de trayectoria y mucho éxito, tanto así que han abierto su propia agencia de modelos y están buscando a las diez principales que tendrán un contrato fijo y millonario. Siempre amé el modelaje, pero no me considero tan bella y esbelta. Sin embargo, ese mal hombre ha hecho que yo me inscriba solo para tener una excusa con la cual entrar a las instalaciones de la compañía.

—¡Bienvenida a Jhonson Wayne. Hemos estado esperando su llegada todos estos días, nos emociona su presencia! —Sonríe de forma mecánica y su frase parece aprendida de memoria y ensayada.

Claro, con tantas mujeres que han venido hoy, no me imagino estar en su lugar repitiendo lo mismo sin parar.

—Gracias. —Le agradezco con una sonrisa sincera.

Me entregan una ficha y avanzo hacia un largo pasillo donde me guía otra mujer muy bien vestida, parecen muñecas de porcelana.

Una de las participantes igual que yo, susurra entre nosotras:

—Dicen que el jurado es terrible...

—Espero que les vaya muy bien a todas, chicas. Son preciosas... —A otra le saltan los ojos observando el grupo de diez mujeres que habemos aquí, parece nerviosa.

Van por tandas de diez en diez. Me imagino que audicionan todas en la misma habitación, por lo que debe ser un poco incómodo. Aunque, para una chica que quiere ser modelo eso no debe ser problema, ya que suelen ser extrovertidas. Yo lo soy, pero en realidad ni siquiera he ensayado para esto, estoy aquí por una amenaza.

No participo de ninguna de sus especulaciones o temas de chismes sobre la compañía, eso no me parece correcto. Después de esperar alrededor de siete minutos, se hace presente un hombre que lleva una gran planilla entre las manos. Entonces, en esos momentos me pregunto cómo voy a dejar el paquete en la oficina del gerente si no sé donde se encuentra ubicada o cómo entrar.

—¡Hola chicas! ¡Qué hermosuras veo por aquí! Les cuento que tendrán que esperar unos minutos más, ya que los jurados se encuentran deliberando sobre las diez que acaban de terminar...

El hombre se gana las sonrisas de todas, incluso la mía, ya que es muy agradable.

—No hay problema. ¿Mientras tanto puedes decirnos donde queda el baño? —Una pelinegra se aventura en charlar jovialmente.

—¿Ves esas angostas escaleras de ahí? También llevan a un pequeño baño femenino que está a dos oficinas de la gerencia, es el más cercano que hay por aquí. —Le responde él con una brillante sonrisa y regresa al salón.

¡No me lo creo! ¿Por qué les salen tan bien las cosas a la gente malvada?

La pelinegra se adelanta en subir las escaleras, como nadie más la sigue entonces yo me decido por hacerlo. Debo cumplir con mi parte del trato y marcharme de aquí cuanto antes. Es sencillo, a dos oficinas del sanitario hay una puerta de color marrón con la palabra "Gerencia" en toda la parte de arriba, como para que no me quepa duda que ahí es donde debo entrar.

—Tardaré un poco. Debo retocar mi maquillaje. —La chica me sonríe algo apenada.

—Tranquila, yo haré lo mismo. Tómate el tiempo que quieras. —Me encojo de hombros.

Ella suelta una risilla y entra al baño. Pero con lo tensa que me encuentro ahora no puedo ni espabilar bien.

Debe tener seguro esa puerta, ningún gerente inteligente dejaría su oficina desprotegida. Aunque, hay algunos un poco descuidados... No, mejor no lo intento. Pero, ¿y si me están grabando? ¿Y si alguien me ve? Echo un vistazo disimulado hacia todos los lugares posibles y no parece que hayan cámaras por aquí.

¡Cielos! ¿Qué hago?

Suspiro fuerte antes de tomar el picaporte, entonces descubro que no tiene seguro. Doy tres pasos hacía atrás con el corazón casi en la boca cuando escucho los silbidos del guardia de seguridad, quien precisamente viene pasando por mi lado. Pongo mi mejor cara de inocente aunque por dentro esté vuelta una gelatina, el regordete hombre me regala una sonrisa, la cual correspondo de inmediato. Sigue su camino hacia el fondo y dobla a la izquierda cuando ya no se ve nada más.

Eso estuvo cerca...

Sin pensarlo dos veces abro la puerta y entro con prisa, me ubico frente a un amplio escritorio de madera. No le dedico ni un poco de tiempo a observar nada, solo saco el paquete de mi bolso y lo dejo sobre una de las sillas, sintiendo un poco de culpa. Me doy la media vuelta, voy hacia la puerta y salgo corriendo de ahí, directo hacia las escaleras. La respiración la tengo acelerada, solo llevo en mente poner una buena excusa y perderme de aquí hasta que no recuerden mi cara. Cuando por fin llego al lugar inicial, me llevo la sorpresa que ya todas están entrando a la sala.

¡No, no y no! Tengo que escabullirme, pero ¿cómo?

—Dulzura, ¿no vienes? —El hombre de la planilla me toma del hombro.

No sé en qué momento entraron todas, se me fueron los segundos pensando en una salida.

—Yo... Es que...

—¿Qué? ¡Vamos!

De un tirón me lleva hacia el salón, por lo que trastabillo un poco debido a los zapatos de tacon que llevo puestos, mi largo cabello se alborota en el proceso. De repente mi mirada recae en un hombre que se encuentra en medio de seis personas, entre ellas tres mujeres y cuatro hombres. Él también me observa y traga en seco, como entre confundido y sorprendido durante algunos segundos infinitos, sin embargo, yo no puedo apartar la mirada de él. Es pelirrojo, de tez pálida, tiene algunas pecas en su rostro ovalado, nariz respingada, ojos de color miel y labios carnosos. Su flequillo es un poco largo y lo lleva peinado hacia un lado, luce un traje entero de color negro y guantes de cuero para el frío. Ya que es de estatura bastante imponente y cuerpo fornido, parece un perfecto maniquí traído a la vida. Es un hombre precioso.

—Formen una hilera, por favor. —Una de las mujeres nos habla a todas.

Desvío la mirada hacia el suelo brillante, con el corazón latiendo como el galope de un caballo.

Nos formamos en una hilera bastante organizada, entonces me doy cuenta que he quedado de primera por llegar de última. 

—Meryl Sanders, pase al frente. —Un hombre del jurado me llama por mi nombre.

Siento que mis manos se congelan, creo que estoy temblando. Doy dos pasos adelante, siendo objeto de observación por parte de los jurados y de mis compañeras. No espero que me digan algo más, solo hago lo que nos indicaron al momento de inscribirnos: permanezco algunos segundos de frente para que evalúen mi rostro y demás rasgos corporales, luego me muevo hacia un lado y después quedo de espaldas moviéndome con un poco de torpeza. Esto se siente extraño... Regreso a mi posición inicial sobre mis pies y hago un corto desfile a lo largo del salón pintado de un blanco inmaculado y sin decoraciones. Mantengo la mirada fija hacia el frente, deseando que los segundos se vayan volando para salir de este lugar y no volver jamás. Esto es muy vergonzoso para mí, y es extraño porque hace tiempo hice un cursillo de modelaje, siempre he estado acostumbrada a bailar en la calle y en algunas ocasiones hasta pedí dinero para poder comer cuando salí del orfanato pero, esto no tiene comparación.

Cuando termino con el requisito, vuelvo al lado de mis compañeras y espero impaciente a que cada una haga lo suyo. Luego de diez minutos aproximadamente por fin nos piden que pasemos a una gran habitación contigua mientras ellos deliberan.

Aquí están reunidas todas las que han audicionado, unas setenta entre todas según puedo contar. Nos observamos y es incómodo. El bullicio es tremendo, los susurros y carcajadas burlonas son estridentes. Me hago a un lado de los asientos individuales. Cielos... los pies me están matando.

—Es una lástima que sólo escojan a una de cada grupo. —Una de las chicas habla como histérica, sentada en el sofá.

—¡Eso quiere decir que tenemos mucha competencia! —Otra se une a la conversación.

Ahora se miran retadoras, tratan de ocultarlo pero es muy notorio. A mí me da igual cual sea que gane, si de todas formas ellas son muy guapas. Yo ni de broma creo que quede de algo, ni se desfilar, ni posar, ni mirar a la cámara y ni nada de nada... Creo que hice el ridículo allá fuera.

Muchísimos minutos después que me parecen eternos, el hombre de la planilla reaparece escandalosamente y nos guía de nuevo hacia el salón, frente a los siete jurados. Observo la puerta de vez en cuando, mientras anuncian a las diez aprendices elegidas de las 100 en total que asistieron a la audición.

—...Y por último: Olivia Sloan. —La mujer con expresión agria termina su anuncio.

Todas aplaudimos a las ganadoras. Yo no felicito a nadie, solo me dispongo en salir como lo hacen muchas otras, necesito encontrar la salida. ¿Por qué no veo ninguna puerta?

—Un momento...

Todo se paraliza. Una voz grave y firme hace eco en el lugar, causando que todos los presentes nos quedemos atónitos con lo que sucede. Entonces inicia una discusión entre el jurado, el pelirrojo es quien trata de eludir las razones de los demás.

—Hubo un error y lo sentimos mucho por la chica que ha sido escogida arbitrariamente por el jurado. —El apuesto hombre organiza unos papeles de forma calmada y levanta la mirada.

¿Qué es lo que está ocurriendo?

Espero que no sean ideas mías, porque él me esta mirando muy atento ahora.

—La última elegida no es Olivia Sloan, sino, Meryl Sanders... —Otro hombre del jurado, uno mayor dice aquello.

¿Es broma o escuché mal?

—¿Qué? ¡No! ¡Ese lugar es mío y no pueden quitármelo! —La que supongo que es Olivia, empieza un escándalo.

Yo no sé ni donde esconderme debido a la vergüenza ajena e ira propia en estos momentos. Todos miran expectantes hacia mi cara que debe estar tan sonrojada como un tomate.

—Yo... De verdad ya no me interesa el lugar. Olivia, puedes quedarte con el. —Le regalo una leve sonrisa que ella corresponde con una mirada mucho más odiosa y asesina.

—¿Perdón? —El pelirrojo rechista.

Puede ser muy hermoso, pero tiene una mirada de abuelito amargado que no puede disimular.

—¿Ocurre algo? —Me encojo de hombros y lo miro directo a los ojos, ya que no comprendo su actitud.

Trago en seco cuando lo veo dejar sus papeles a un lado y se dirige hacia mí a paso rápido hasta quedar frente a frente. Bueno, casi frente a frente, porque tengo que levantar un poco la cabeza para poder mirarlo. De cerca se puede apreciar mucho mejor lo perfecto que es, como un modelo de esas marcas carísimas que solo se aprecian rara vez en anuncios de televisión local.

—Ocurre, que aquí las decisiones las tomo yo, así que usted debe guardar silencio —responde con enojo.

Su aliento mentolado me acaricia el rostro.

—Si la mujer quiere cederle el lugar a... —La mujer agria del jurado vuelve a tomar la palabra, pero el pelirrojo levanta la mano para detenerla.

—¡Meryl Sanders se queda y punto! —dice aquello mucho más autoritario y sin apartar su desafiante mirada de la mía.

Esto no puede estar pasando... ¿Y ahora qué hago?

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