Capítulo 1 Una amante secreta
Eleonor Rossi llegó a casa de su madre con una amplia sonrisa, a pesar de que esta visita no era de su agrado. Hoy se sentía feliz; nada de lo que dijeran su madre o su hermana cambiaría eso, porque esperaba la llegada de Michael. Él era su amante secreto desde hacía dos años y había estado ausente un mes, lo que le pareció una eternidad. Solo iría a verlo desde lejos. ¿Le parecería a Michael una sorpresa maravillosa? Ella pensaba que la sorpresa era fantástica, pero… ¿se lo parecería a Michael? ¿No pasaría nada con ir hasta el aeropuerto y saludarlo? ¿Verdad? Sus planes de encontrarlo en el aeropuerto, le llenaba el estómago de mariposas y la ilusión de verlo la rebasaba, se sintió como una adolescente. Los conflictos financieros de la empresa de Michael habían terminado. Las estrategias de Michael para atraer inversión de grandes capitales habían sido un éxito. En su última llamada le dijo que tenía algo que decirle que cambiaria sus vidas. Ella de inmediato pensó en la propuesta de matrimonio. Seguramente sería eso, pensó emocionada. Recordó el modo en que Michael la sostenía en sus brazos durante esas noches que pasaron juntos, haciéndola sentir menos solitaria, ese era un recordatorio constante de que tenían un vínculo que iba más allá de su situación actual. Sabía que, a pesar de las dificultades que enfrentaban cada uno por su lado, su amor era un refugio donde podía encontrar consuelo y fortaleza. En esos momentos de ternura que vivía con él, se olvidaba de las incesantes críticas de su familia y las inseguridades por su físico, y solo existía el amor que compartían. Dejo de pensar, en cuanto paso por la puerta de la casa de sus padres, Eleonor supo que había cometido un error La visión que contemplo de su madre y hermana sentadas en el sofá, compartiendo sonrisas y conversando tan maravillosamente la lastimo profundamente. Desde que se había mudado, su madre le exigió venir un día a la semana a comer en familia. El rostro de su madre cuando se encontraba con ella por lo general retrataba a una madre decepcionada hasta el extremo por el físico de su hija. Cualquier persona que observara la situación pensaría que ella interpretaba el papel de madre cariñosa que amaba a su hija y solo la estaba aconsejando. Para Eleonor esto no era así. Cada palabra de su madre le recordaba las diferencias entre ellas. Su físico desde pequeña había sido un problema constante, ya que se alejaba de la perfección femenina que su familia tenía en su mente. Cada palabra que le decían su madre y hermana, incluso la indiferencia con que la trataba su padre, sembraba una profunda herida en su corazón. Patricia, su mama al verla llegar, se levantó del sofá, se acercó ella y la miró de arriba abajo con preocupación, deteniéndose en sus senos, visibles a pesar de su ropa ancha. — ¡Llegas tarde! ¿Por lo que veo, no te has tomado el medicamento para bajar de peso que te di? —preguntó, con un tono que no dejaba dudas de que la desaprobaba. —No, mamá. Ese medicamento me causa mareos y ganas de vomitar. Por favor, déjame tranquila —respondió Eleonor, intentando mantener su entusiasmo. Su madre frunció el ceño, como si las palabras de su hija fueran otro desafío. —Es mejor vivir mareada que gorda. ¿Alguna vez has visto una diseñadora de modas gorda? —replicó, y aunque sabía que lo decía por su bien, Eleonor sintió un nudo en el estómago. Suspiró. Tenía una relación complicada con su madre, un tira y afloja de amor y odio. A sus veinticinco años, se preguntaba cómo había llegado a esta edad sin desmoronarse. Por esa razón, Michael era su oasis en medio de la tormenta. Siempre había lidiado con problemas de sobre peso. Con un metro setenta y cinco de estatura, curvas notables y una melena castaña, muchos la describirían como "gorda", pero ella prefería verse como una mujer de contextura robusta. Aunque no lo admitía, la lucha por su autoestima era constante. Su hermana mayor, Cristina, quien seguía sentada en el sofá hojeando una revista, intervino: —Mamá, tienes que darte por vencida; esa gorda es un caso perdido. Te equivocaste de profesión. Con tu aspecto, ¿Cómo puedes ser Diseñadora de Modas? —dijo, riéndose con desprecio mientras la observaba intensamente. — ¿Es un chiste acaso? ¿Te atreviste a salir así? ¿Has intentado mejorar tu apariencia? Con esos tacones y esa ropa tan ancha, te ves incluso peor que antes cuando te ponías esa ropa que mostraba todas tus escandalosas protuberancias. Se te veía tu gigantesco busto y ni que decir de tu gran trasero ¿Cómo piensas atraer a un hombre con tu figura y modo de vestir?—se burló ella con sarcasmo, su hermana siempre disfrutaba molestándola. Eleonor decidió ignorarla. Se miró en el espejo, ajustando su cabello y sonriendo a su reflejo. No permitiría que nada afectara su buen humor. Había pasado la mañana en la peluquería y se había arreglado con esmero. Se encogió de hombros, sabiendo que el almuerzo semanal se había convertido en una carga. Su madre y hermana eran altas y delgadas; ella se parecía más a sus dos tías paternas, que aún se mantenían solteras por elección propia, o al menos eso decían. El almuerzo fue, igual que otras veces, lleno de críticas y su padre, como siempre, estuvo ausente. Cuando terminó, se despidió y salió rápidamente, lista para encontrar al hombre que la hacía sentir viva. Mientras avanzaba hacia el aeropuerto, como siempre que salía de la casa de sus padres, recitaba algunas frases para elevar su autoestima: —Soy fuerte. Soy hermosa. Soy capaz. Me quiero y me aprecio como soy. Aun concentrada, escuchando sus propias afirmaciones, vio por el retrovisor un vehículo de lujo que venía a toda velocidad por la carretera, muy cerca de su automóvil, y sintió que este se le venía encima. Rápidamente, giró el volante hacia la derecha y se orilló, tratando de evitarlo. Tuvo que detenerse, cuidando de no causar un accidente con los otros conductores. Para su sorpresa, el conductor no aminoró la velocidad. El pasajero de la parte de atrás llevaba lentes de sol, bajó el vidrio y sacó el brazo como dándole las gracias por apartarse. — ¡Lo que me faltaba! ¡Un loco! —gritó ella, indignada. Le pareció ver una sonrisa en el rostro del hombre, pero él subió el vidrio de inmediato y se perdió de vista. Estirando el cuello por la ventanilla, le gritó: — ¡Condenado loco! ¡Aprende a conducir! Cuando volvió a poner en marcha su vehículo, ya no se veía el automóvil de lujo. Sin embargo, el incidente le había provocado palpitaciones y estaba temblando; le costó un rato reaccionar. Nerviosa, miró la hora en su reloj de pulsera. Se sintió ansiosa. — ¡Llegaré tarde! —pensó, apremiante. Michael ya habría llegado. Solo iría para verlo desde la distancia. Lo extrañaba mucho y respetaba, aunque no entendía su decisión de mantener en secreto la relación. Llevaba semanas sin él. Esa noche, estaba decidida a no molestarse por nada. Se encontrarían en el pent-house, cenarían, harían el amor y esperaría la noticia que le tenía que comunicar. Quizás era lo que tenía tiempo esperando, Michael y ella podrían reconocer públicamente que estaban juntos. y tenían una relación. Dejo de pensar cuando estuvo en el aeropuerto, una vez allí le costó encontrar un lugar para estacionarse. Un espacio libre a esa hora de la tarde era casi un imposible. Finalmente, lo consiguió y caminó rápidamente hacia la terminal. Apresurada, sintió el dolor en sus pies por los zapatos de tacón alto que había elegido para verse más elegante. En ese momento, deseaba quitárselos y tirarlos lejos. «¿De verdad pensaba que así se vería glamurosa y elegante?» De repente, su corazón se detuvo. Luego, los latidos comenzaron a resonar con fuerza, y sintió un vuelco en el estómago cuando lo vio. Apretó el alfiler con la forma de una Libélula que llevaba en su chaqueta, uno de los pocos regalos que él le había dado. Le fue fácil localizarlo; él venía con varios de sus abogados, dando pasos grandes y apresurados. Algo en su corazón la alertó. Un suave suspiro se le escapó de los labios. No sabía qué, pero tal vez su corazón lo supo antes que su lado más racional. Observó que, agarrada de su brazo, venía una hermosa y sensual mujer. Era una mujer rubia, peinada con un moño perfecto, de cuerpo delgado y elegante, y aun desde la distancia destacaban sus ojos azules como dos brillantes zafiros. Ella lo miraba con interés, casi podría decirse que con admiración y por momentos él la agarraba con la otra mano, dándole pequeños toques con ternura. Algunos periodistas llegaron corriendo y comenzaron a hacer preguntas a ambos. Eleonora alcanzó a escuchar: — ¿Ya están comprometidos? ¿Tienen establecida fecha para la boda? ¿Qué hay de cierto de una fusión entre sus empresas familiares? La sangre se le heló en las venas. En un instante, todo su mundo se tambaleó tras escuchar las preguntas de los reporteros. «¡Maldita sea! ¿Escuche bien? Si él tenía una prometida, entonces ¿Quién soy yo para él?»Capítulo 2. Una Mujer decepcionada — ¿Ya están comprometidos? ¿Tienen establecida fecha para la boda? ¿Qué hay de cierto sobre una fusión entre sus empresas familiares? Un zumbido sordo comenzó a resonar en sus oídos. Su mano apretó con fuerza el alfiler en forma de libélula, tanto así que este se soltó y siguió presionando, sin darse cuenta de que se le incrustaba en la piel, provocando que la sangre comenzara a brotar. La imagen de Michael, acompañado de esa mujer deslumbrante, la golpeó con fuerza. Mientras la multitud de periodistas rodeaba a la pareja, sus palabras resonaban en su mente como ecos de una pesadilla. La mujer, con su vestido ajustado y su risa encantadora, se veía tan bien a su lado. Michael, el hombre que amaba, estaba sumido en un torbellino de flashes y preguntas que esperaban una respuesta ansiosa. Alexandra se sintió invisible, como si su presencia no tuviera peso en ese momento. "¿Ya se comprometieron?" "¿Tienen planeada la fecha para la boda?" Las pregunta
Capítulo 3 Un encuentro inesperado Al mismo tiempo, Luca caminaba en busca de su hija y su esposa en el aeropuerto mientras seguía amonestando su chofer. — ¿Eres un principiante o qué? Casi chocamos con ese automóvil en la carretera —Disculpe, señor, en verdad solo pensaba en que usted quería llegar a prisa. Fue un error de mi parte, lo lamento. —Solo espero que no vuelva a ocurrir, o perderás tu empleo. ¡Espérame en el automóvil! Además, verifica si la cámara grabó el número de matrícula del vehículo de la persona con la que casi chocamos por tu culpa. Necesito disculparme por tu imprudencia. —En verdad lo lamento, Señor, el hombre estaba muy preocupado.Este empleo era bien pagado y había cometido un gran error. Comenzó a alejarse deseando que la presencia de la niña calmara al empresario. — ¡Papá! —Se escuchó gritar a una niña. — ¿Por qué llegas tan tarde, Luca? ¡He estado esperándote por horas! Una mujer y una niña pequeña estaban de pie cerca de ellos. La mujer de aspecto
Capítulo 4 ¡Hermosa hada!Eleonor sintió el toque, de una pequeña mano muy suave y se giró con un respingo, escucho la llamada de una voz infantil y se distrajo de la tormenta de flashes tras ella. Sus ojos, nublados por el llanto, se posaron en la pequeña que le sonreía con inocente alegría; luego bajaron a sus manos unidas… y se agachó a su altura.— ¿Estás perdida, pequeña? —preguntó Eleonor con voz temblorosa, intentando secar sus lágrimas con el dorso de su mano libre.Jennifer la observó con seriedad, con su pequeña frente fruncida en una expresión de genuina preocupación.—No, no estoy perdida —respondió con dulzura—. Pero tú sí, señorita hada. ¿Tienes que encontrar a tu mamá? ¿Te perdiste?Eleonor parpadeó, sorprendida.— ¿Por qué dices eso?—Porque estás llorando —susurró la niña—. Solo alguien que está perdido llora así. Yo lo se.La inocente declaración hizo que un espasmo recorriera el rostro de Eleonor. Para Jennifer, Eleonor no era una extraña. La recordaba con absolut
Capítulo 5 No es mi esposaLuca sintió el pánico apoderarse de él cuando Eleonor se desvaneció en sus brazos. Su rostro estaba pálido, su cuerpo temblaba, y por un instante, él se quedó paralizado. La multitud a su alrededor desapareció de su percepción: solo existían ella y la desesperación por ayudarla.Sin pensarlo, la levantó con cuidado, sintiendo lo frágil que era.Jennifer, con los ojos empapados en lágrimas, lo seguía muy de cerca.—¡Papito! ¿Qué le pasa? —gritó, sollozando mientras se aferraba a su brazo.Sin perder más tiempo, Luca caminó con pasos decididos hacia su vehículo, estacionado a unos metros. Al llegar, ordenó con urgencia al chofer:—Vamos al hospital. Rápido.Con suavidad, colocó a Eleonor en el asiento trasero, recostándola con el mayor cuidado posible. Jennifer subió enseguida, mirándola angustiada.—Papá… ¿por qué está así? ¿Está muerta? —preguntó con un hilo de voz.—No, no lo está. Confía en mi cariño. —respondió él, tratando de sonar firme—. Pero está mu
Capitulo 6 Sucio secretoLucas se levantó de golpe, sorprendido al ver a su hermano, señalándolo mientras respiraba como un animal feroz. No podía creerlo… aquel hombre celoso, que había llamado al celular de la mujer que él estaba ayudando, precisamente ese hombre, era su hermano.—Te he preguntado, ¿qué haces aquí? —la voz de Michael sonó tensa. Y su rostro, tan rojo como una brasa encendida, hizo que Lucas desviara la mirada instintivamente hacia la cama, donde Eleonor seguía inconsciente.—Creo que deberías calmarte… y hacer silencio. Las reglas de estos lugares se respetan —Lucas señaló con el dedo el letrero que decía: "Por favor, guardar silencio". Luego, alzando una ceja, manteniendo una sonrisa burlona—. ¿No crees?— ¡Me importa un c…!La mirada dura de Lucas bastó para que Michael no terminara la frase. Se atragantó con su propia rabia, rechinando los dientes como un caballo enfurecido, y avanzó con pasos firmes hacia él.— ¿Qué te propones?La expresión de Lucas se tornó en
Capítulo 7 Con el corazón rotoEl personal médico del hospital iba y venía de un lado al otro, al igual que los visitantes. De repente, la voz estridente de Carla, interrumpió las actividades de las personas alrededor. , su rostro enrojecido por la ira.— ¡Así que aquí están! —gritó Carla, avanzando hacia Eleonor con determinación—. Tú —señaló a Eleonor—, ¿no tienes vergüenza? ¡En un hospital, encontrándote con un hombre casado y encima con mi hija presente! ¡Eres una descarada!Luca suspiró pesadamente, tratando de mantener la calma y explicarle, ya estaba acostumbrando a estos numeritos de Carla. Eran parte de su rutina acostumbrada, pero no dejaría que armara un escándalo en ese lugar.— No es lo que piensas, Carla. Solo estamos aquí por…— ¿Quieres convertirme en la cornuda del año? —continuo, Carla interrumpiéndolo, su voz llena de desprecio—. ¿O quizás crees que lo nuestro es un juego?La niña observaba a los adultos con angustia. Conocía de sobra el carácter de su mamá. Esperab
Capítulo 8 ¿Cómo pudiste? Eleonor aceptó que el chofer la trasladara. Tenía que llegar a casa de su madre. Ver que estaba ocurriendo. Aún estaba preocupada por su padre y no perdería el tiempo buscando un taxi. Aparte de que en realidad no se sentía muy bien. El automóvil se detuvo. Antes de poner el automóvil en movimiento, le había dado la dirección de la casa de su madre al chofer. Al bajar del automóvil, otro vehículo iba llegando. Eleonor reconoció a su hermana. Cristina se quedó viendo con asombro el automóvil de lujo de donde salía Eleonor. Se moría de curiosidad. — ¿Qué hace ella bajando de un automóvil tan lujoso? ¿En qué andará esa cochina gorda? Ambas se encontraron en la puerta de entrada y Cristina no pudo evitar preguntar: — ¿Eleonor, quién te trajo? ¿Dónde está tu carcacha? Eleonor no estaba de humor para sus ironías, así que se encogió de hombros y avanzó sin prestarle atención. Abrió la puerta y en el salón encontró a su madre inquieta, caminando de un lado a
Capítulo 9 Sueños rotos —Tú trabajas allí, puedes hablar con tu jefe. Dile que necesitamos tiempo para cubrir el pedido —dijo Cristina con voz tensa, casi suplicante. —Eres una irresponsable —replicó Eleonor, la frustración y el dolor en su tono—. Antepusiste el beneficio sobre la responsabilidad de cumplir los plazos con el cliente. —Ya te lo dije, nunca nos exigieron cumplir con los plazos. Ellos siempre esperaban. Pensé que sería igual esta vez —su voz se escuchaba temblorosa. Eleonor sabia que todo eso era una estratagema de Michael, lo hizo para someterla en el momento que quisiera. —Habla con ellos, baja los precios como compensación por la espera —insistió Eleonor, pero en su tono no había seguridad, sonaba más bien desesperado. —No me atienden. Ya fui hasta allá desde que se comunicaron con nosotros y me pasan al departamento legal. Nos hundirás si piden compensación económica —señalo Cristina con un tono ahogado. —Habrá que pagar. Venderemos algo. Hay que buscar el mod