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Capítulo 4 ¿Quién es Daniel Cox?

Desde aquél incidente con cierta mujer que me afectó tanto, me jactaba de mi falta de interés e indiferencia frente a las emociones que la mujeres trataban de hacerme sentir. Me volví frío contra todo y todos. Los sentimientos no me afectaban y trataba lo más mínimo de no involucrarme mucho en la vida de alguien. De esa manera no había emociones que nonoudiera controlar.

Sí... hasta que vi como aquella señorita que llevaba por nombre Eloise Bennett se alejaba caminando de prisa y sin titubear. Algo se removió en mí por su acalorada reacción, cuestión que muy poco ocurría con cualquier persona.

Ella no era la chica de mirada perdida que había conocido en plena avenida principal. Esta vez era decidida, podía ir donde quisiera sin vacilar o tropezarse, y lo que más sorpresa me daba fue que Scott no corrió hacia ella, era como si supiera que esta vez no lo necesitaba.

Pero la seguí mirando. Su largo cabello color caramelo se balanceaba en su espalda y su piel brillaba con el sol del atardecer. Más que admirarla, estaba preocupado por ella. No había nadie quien la guiara, podía haber alguien que le hiciera daño y su madre lo único que hacía era quejarse de que todo era mi culpa.

La mire despectivamente antes de volverme a buscar mis cosas. Recogería todo e iría tras ella. Necesitaba tiempo.

—Puedes sentirte perfectamente culpable por lo que has hecho —acusó enojada. Sus nudillos se veían blancos por apretar fuertemente la correa de Scott —. Aunque, entendería si no lo hicieras, debes ser igual que tu padre. Un desconsiderado.

Para ese punto ya estaba cansado de las suposiciones de la mujer, así que me volví hacia ella y le lancé una mirada que hizo que diera un paso hacia atrás.

—Y si usted fuera una mejor persona iría tras su hija en vez de seguir inventando cosas sin tener la mínima idea. Parece que alguien está equivocada.

—El único que se equivocó aquí eres tú hablando con ella. ¿Acaso tratas de avergonzarla saliendo con alguien como tú? Alguien como ella no te merece, es una buena muchacha de hogar, no como las otras con las que te acuestas.

—Quizás eso es lo que no la deja respirar.

—¿Qué insinúas? Ella es completamente feliz —aseguró.

—Pues, debería mirar entre líneas. —Recogí lo último que me faltaba y salí en busca de Eloise. Sólo escuché...

—Al menos ten la decencia de llevarla a casa.

Sonreí irónicamente. Podría ser de todo. Un egoísta, un repelente, vanidoso, egocéntrico y cortante.

Pero con ella... Hacía solo una hora que la conocía y la única reacción que tuvo de mi parte fue mi lado bromista. Se sentía bien hablar con alguien que no te reconocía por el periódico o por tu padre. Que no diera por hecho que la llevaría a mi cama. Que no esperara más nada de mí que seguir hablando con ella.

Habían pasado años desde la última vez que había tenido una conversación agradable con una mujer. No me agradaban. No iban más allá de las uñas o el cabello. Me limitaba a llevarlas al hotel para dejar de escuchar su cháchara sin sentido. Incluso Marie Kate era así, pero era muy idiota para darme cuenta.

Esa era mi vida desde hace años y no me quejaba por esas mujeres que únicamente venían a mí por dinero, aunque hubiera algo que se sentía mal. Siempre tan embotado en alcohol como para prestarle atención. Me encerraba en ello y disfrutaba la liberación.

Pasaba de ellas después de unos días. Querían más. Viajes, ropas, coches. Yo leo entre líneas; todas son como Marie Kate. No les presto atención y busco lo que de verdad necesito, un poco de olvido. Porque pasar las noches de juerga y con otras era lo que seguía necesitando después de ella.

Pero no buscaba esto con Eloise. Se veía tan inocente como para meterla en el motón de auto compasión.

Así que seguí buscándola hasta que la vi sentada sola a unos metros de la orilla de la playa con sus rodillas encogidas y su barbilla en ellas. El sol del atardecer coloreaba su ser. Cuerpo, cabello, ojos. Era como si brillara únicamente para ella, aunque su preciosa cara no reflejara dicho brillo.

No lucía como ayer cuando la vi por primera vez clamando por Scott. Se veía exquisita con su cabello alborotado, y un sonrojo en sus mejillas, y cuando finalmente me gané una de sus sonrisas más temprano, se sintió como si esta vez el sol brillara para mí.

—Debías haberte ido con ella —dije cuando me senté a su lado.

—¿Qué pasó con tu plan de volver a Eloise Bennett rebelde? —preguntó. No sabía cuanto quería que fuera verdad y que fuera libre para hacer lo que ella quisiera. Pero no de esta manera.

—Era solo una broma, Elie —comenté.

—Quisiera que no lo fuera —confesó y cerró sus ojos.

Sus ojos verde pálido me decían que ella quería algo más para su vida; quería lanzarse de un acantilado, quería beber una ronda de shots, quería bailar toda la noche y engancharse con un tipo en la pista de baile hasta que él no aguantara más y lo dejara con ganas porque como el infierno era ese tipo de chica. Sensual, pero sin saber que lo era.

Y yo por alguna razón quería darle eso y más.

Me guardé mis planes para mí, y sólo tomé su mano y la ayudé a levantarse.

—Es hora de irse —anuncié.

Eloise se incorporó y asintió mientras acomodaba su cabello detrás de sus orejas.

—Está bien—aceptó—. Si me prestas tu teléfono puedo llamar un taxi para volver a casa —dijo mientras miraba fijamente mi cabello. Esto provocó algo en mí y esta estúpida sonrisa cruzó mi cara mientras la llevaba de la mano al estacionamiento. M*****a sea que no la dejaría alejarse de mí.

—¿Crees que permitiría que un viejo taxista, loco por jóvenes en la flor de la vida, te lleve a casa? ─pregunté, sonando como si la creyera loca —. ¡Y andas con nada menos que un bikini! —Que lucía en ella de la mejor manera posible si me permiten acotar.

Al final recordó que estaba medio desnuda y soltó mi mano para cubrir lo más que podía de su cuerpo.

Reí. Se había tomado enserio mi comentario así que por más que quisiera sentirla de tras de mí en la motocicleta abrazándome con nada más que dos pedazos de tela, simplemente no podía.

Tomé una de mis camisetas de mi bolso y extendí el cuello de esta para pasarla por su pequeña cabeza. Ella se sorprendió, pero me dejó seguir poniéndole la camiseta que se tragaba todo de ella llegandole bajo los muslos.

—Así esta mejor —pronuncié y tomé de nuevo su mano hasta que llegamos donde estaba la ducati—. Te ayudaré a subir, ¿está bien?

—¿A tu motocicleta? —Se puso notablemente rígida—. Creo que sería mejor el taxi, Daniel —apuntó nerviosa.

—Nada es mejor que una Ducati, Eloise Bennett.

—Estoy a favor de las cuatro ruedas y un techo.

—¡¿Cómo siquiera sigo hablando contigo?! —Soné indignado y me gané otra de sus sonrisas.

—No sé, llama el taxi —insistía con una sonrisa nerviosa.

—Lo siento, esta vez solo te queda como única opción a Doty —sentencié mientras la tomaba de su cintura y la alzaba para sentarla en la parte de atrás. Ella tembló en mis brazos y sus manos sostuvieron con fuerza mis antebrazos. Estaba nerviosa así que la solté, lo que menos quería era que se asustara de mí.

—Me arrepentiré de esto más tarde —conjeturó con su mano tapando su frente.

Sonreí y quité su mano, pasé mis dedos por su cabello, atrapándolo de nuevo detrás de sus orejas para luego ponerle el casco.

—Cállate. Te encantará —aseguré mientras le lanzaba una sonrisa.

Monté, encendí la Ducati y salí de aquella playa para adentrarme a la alborotada ciudad de San Diego.

Eloise tenía sus manos en mis hombros. Dejó de estar tensa en minutos y empezó a disfrutar el viaje. Creo que el que no viera le quitaba algo de terror al hecho de ir a cien kilómetros por hora en un vehículo de dos ruedas sin protección. Incluso, cuando hice un giro brusco, ella sólo rodeó mi cuello con sus brazos y río con fuerza en mi oído. Sonreí en respuesta.

Los recuerdo de aquella mujer pasaron por mi cabeza. Recordé el día cuando llegué a la casa con la susodicha moto. Sus ojos brillaron de éxtasis, y una sonrisa sensual se derramó de su boca. Me había besado en la mejilla y me había preguntado si le enseñaría a manejarla alguna vez. En aquel momento solo noté su personalidad salvaje y atrevida, no la codiciosa y arpía.

Tan en contraste con la chica que llevaba detrás de mí.

Sacudía los recuerdos de mi mente y me concentré en las manos que producían una llamarada de calor que corría por mi cuerpo desvocada. Apenas podía sentir el vibrar y el rugido de la motocicleta. Eloise Bennett tenía un poder que nunca antes había conocido.

Y me proponía descubrirlo.

Al final, después de dar unas vueltas innecesarias, propiciadas por mí y para ella, llegamos a su casa con su ayuda. Me contó que su padre la había obligado a memorizarla. Yo le dije que era un hombre inteligente.

—Listo, llegaste sana y salva. Sobre todo sin ser violada por un taxista baboso —bromeé mientras la ayudaba a bajarse

—Gracias, Daniel —agradeció con una amplia sonrisa. Observé inspirado como acomodaba ese brillante cabello tras sus orejas.

—Admite que te encantó el viaje en Ducati.

Ella cruzó sus brazos y medio sonrió al piso.

—Igual no volverá a pasar. —Siguió mirando hacia a bajo. Seguía las reglas, era una buena chica. Pero eso no era lo que ella quería.

—Eso veremos —cuestioné. Volví mi cabeza hacia su casa y miré a su madre esperándola en el umbral. Me le quedé mirando mientras hacía rugir mi Ducati y salía derrapando en la carretera.

Habría problemas y estaba muy seguro de involucrarme.

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