Capítulo 22

Frederick tenía un civic azul. Sonaba y se sentía genial. Bien por él. Mal por mí por estar encerrada en este pequeño auto con un hombre cuya boca no paraba un segundo para tomar un respiro.

El chico había entrado en confianza cuando lo alenté a contarme como había conseguido el auto. A partir de ahí se adentró en una incansable charla sobre préstamos de banco y caja de ahorros. Entre seguros, fideicomisos y demás.

Sin embargo, cuando paré su cháchara para sugerirle que fuéramos a la playa, su entusiasmo bajó de nivel y se cerró diciendo en una voz confusa que no llevábamos la ropa adecuada. Yo le dije que era muy estirado y que podía nadar en calzones si quería.

─¡No fui criado por salvajes!

─Bueno, hubieras salido más divertido, eso sí ─bromeé con él y escuché una pequeña risa por su parte.

Finalmente el aceptó y de la nada ya me encontraba a su lado sentada en la capota del Civic, escuchando la diversión a la distancia desde el estacionamiento.

El olor a mar y sol, por alguna razón
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