El continuo sonido del tono de llamada sonaba en el auto dando anticipación a una voz que buscaba escuchar desde el mismo momento en que desapareció.—¿Daniel? —pregunté con mi estómago en mi garganta al momento en que tomaron el teléfono.—Sí, hola... En estos momentos el Sr. Cox se encuentra indispuesto —respondió una mujer de edad del otro lado de la línea. Apreté mis puños en frustración.—¿Segura? ¿Podría decirle que Eloise Bennett le busca? —pedí sin querer rendirme. Parecía extraño que otra persona respondiera su teléfono personal. Esperé unos segundos antes de que respondiera.—¿La señorita Bennett? ¡Oh, Dios, es usted! —exclamó angustiada.—Si, soy yo. ¿Pasa algo? ¿Dónde está Daniel? —pregunté urgente. En ese momento lo que menos importaba era quien estaba del otro lado del teléfono.—Él ha estado bebiendo tanto, señorita Bennett —mencionó preocupada. Su voz tenía un quiebre de desasosiego que me hizo temblar. Tragué fuerte y cerré mis ojos en medio de un suspiro. Mi corazón
El calor que desprendía un cuerpo a mi costado izquierdo y el incesante repicar de un teléfono, hizo que me despertara del mejor sueño que había tenido en muchos años. Con una paz y una ligereza que recorría mi cuerpo que había olvidado que podía sentir.Abrí mis ojos y encontré la razón. Una apacible y durmiente figura estaba arraigada a mi cuerpo con unas de sus manos posada en mi barbilla y la otra enterrada en mi cabello. Una de sus piernas estirada despreocupadamente en medio de las mías y su cabeza posada ligera en mi hombro. En ese momento estuve consiente de su cuerpo y como calmado, subía y bajaba contra el mío.Una dicha me embargó por ver su dulce rostro tan cerca del mío, su cuerpo tendido en esta cama y su mano rozando de nuevo mis mejillas. Mi corazón empezó a hacer cosas extrañas en mi pecho y solo pude posar mis labios en su frente mientras cerraba mis ojos, calmando mis agitados sentimientos. Suspiré profundamente y enterré mi mano en ese abundante cabello color cara
─Ya es de noche, Eloise, ¿todavía estás con él? ─preguntó calmada mi madre a través del teléfono.Por más que no estuviera en buenos términos con ella, había querido llamarla para verificarle que no me había pasado nada y estaba segura. Sabía que estaría preocupada. Había paseado todo el día fuera de casa.─Sí, estamos en su departamento -le confirmé.─Bien.Se escuchaba calmada, muy diferente a como de furiosa y alterada sonaba esta mañana.─¿Está todo bien? ─pregunté con mi ceño fruncido. Me había preparado mentalmente para ésta batalla y, a pesar de que sabía que seguiría molesta, me iba a aguantar eso con tal de confirmarle mi bien estar. Pero extrañamente esta vez no, ahí estaba ella, hablando conmigo como si nada hubiera pasado. Tranquila. Serena.─Sí, por supuesto.Encogí mis piernas hasta mi pecho en el sofá y apoyé mi barbilla en mis rodillas. Las abracé con mi mano izquierda.─Mamá, yo... ─suspiré calmándome─. Daniel es diferente, ¿sí? No es como lo pintas. Él solo me entien
Una sonrisa en mi cara era lo que reflejaba la paz y ligereza que sentía dentro de mí. Algo que hacía a mis colegas sonreírme de vuelta, y asentir con la cabeza en forma de saludo al verme pasar por los pasillos del edificio de la aerolínea. Cosa muy extraña tomando en cuenta los susurros en boca de ellos de lo mucho que me temían con mi semblante estoico.Agradezcámosle esto a la mujer que caminaba a mi lado tomada de mi mano, apretándola cuando escuchaba alguna voz extraña acercándose a mí.Había tenido que rogarle para que viniera ya que aseguraba que podía quedarse sola por unas horas en el departamento.Me limité a suspirar y a llamar al portero, pidiendo un favor bien pagado. Justo a la hora ya tenía en mis manos un par de jeans y una simple camiseta que ella reusaba ponerse. Costó un par de besos y unas cuantas palabras para que ella entrara en ello y se pusiera en marcha.—En serio podía haberme quedado en el departamento —mencionó acercándose más a mí.—Ni siquiera lo conoce
Estaba atardeciendo, lo sabía por la sensación del sol quemando mi piel a través de la ventana bajada del auto de Daniel. Aquél auto que me había presentado hace unos días y que me había dejado profundamente confundida. Dijo que era deportivo y que era negro.El potente motor lo escuchaba ronronear a través de mis oídos y me daba una sensación de tranquilidad. Nada comparado con la adrenalina que corría por mis venas al momento de acelerar, amarrada al cuerpo de Daniel en el asiento trasero de su moto.Aquella motocicleta me había hecho sentir libre y extasiada. Pero al pasar los minutos allí dentro me di cuenta que en un auto, con nuestras manos entrelazadas sobre mi muslo, con el viento entrando ligeramente a través de la ventana y con una estación de radio sonando al azar; me sentía en calma, plena y llena. Una sensación de satisfactoria que aceleraba mis pulsaciones, y provocaba sonrisas en mi rostro.—¿Entonces, es un sí al jaguar? —había preguntado cuando bajamos del auto la pri
Mis manos se sentían inquietas a medida que me dirigía al oscuro estacionamiento subterráneo de la aerolínea para recoger mi auto. Todo mi cuerpo estaba en necesidad del toque suave de una inocente mujer con cabello color caramelo, largo hasta el final de su espalda.Mi ansiedad aumentaba con cada paso. Tenerla por cuatro días conmigo solo había servido para arraigarme más a ella, para anhelar su presencia con ferocidad. Y solo había pasado un jodido día sin ella.Pero ese único día había sido una tortura. En la mañana, el lado izquierdo de mi cama se sentía frío, y sin su risa y su voz el lugar parecía una cueva sin un alma que llenara el espacio silencioso.Su cuerpo no había despertado con mis brazos a su alrededor y su sonrisa no me había saludado apenas abría sus ojos y percibía que yo estaba ahí.Por eso iba con ímpetu después del trabajo en su búsqueda. Había dejado pasar el día de ayer para no parecer un jodido psicópata obsesionado, y solo la había llamado en la noche antes
No comenté ni produje un solo sonido al momento de entrar por esa puerta luego de que Daniel me dejara. Mi cuerpo se estremecía de sólo imaginar a Alexander volviendo a cruzar el umbral.Toda la situación todavía tenía a mis manos inquietas y a mi estómago hecho un retorcijón. El Scott mismo sabía que pasaba algo y solo iba a mi lado en silencio. Incluso, cuando llegué hasta mi cuarto y tranqué la puerta, él se sentó junto a mí en la cama, completamente inmóvil. Justo como yo lo estaba.Vagamente escuché el llamado de ella cuando subía las escaleras. Pero mi reacción seguía siendo la misma, completamente estoica y esquiva. Mi único objetivo era mi cuarto para tratar de alejarme de ella, desde el día anterior, cuando escuché lo que sucedía de la boca del señor Nicolás. Había vuelto tarde ese día y había hecho la misma táctica que hoy. Pero no valía de nada. Ella todavía estaría ahí hablándome como si no estuviera trayendo de vuelta a mi vida a la persona que nunca tuvo que estar ahí
Apresurándome fuera del estrecho baño, fui hasta la cama donde mi teléfono resonaba sin cesar con un tono de llamada extraño para mí. El teléfono tiene un sonido específico a cada persona para lograr identificarlos al instante.—¿Bueno? —contesté, con el ceño fruncido.Me senté en la cama atrapando, con mi mano derecha, mi cabello detrás de mi oreja.—Eloise... Que bonita voz. Suenas igual que siempre —comentó una voz de hombre del otro lado.Apreté el teléfono, con mi ceño aun más marcado, con una mala sensación en mi estómago.Bajé mi mano de mi cabello lentamente.—¿Quién habla? —exigí.—¿No me recuerdas, pequeña Eloise? —respondió demasiado cariñoso y familiar. Mi pequeña Eloise. Sólo podría venir de él.—No... —susurré, más que nada para negarlo en mi cabeza. El sentimiento en mi estómago y pecho se intensificó. Era como lava ardiendo cada rincón dentro de mi cuerpo. Esa sensación de cuando te lanzas de un acantilado, con el miedo a una mala caída en tus entrañas.—No hay nada qu