2° Una oportunidad en puerta

Aunque el clima es cada vez peor y me duele todo lo que sabía que tenia mi cuerpo… y lo que no también, agradezco profundamente el que nadie haya notado aún mi ausencia o mi escape. De todas formas, cada vez me siento peor, entre el frío y el dolor, no puedo evitar temblar mientras doy cada paso que representa, en éste punto, prácticamente una agonía.

¿Qué fue lo que hice mal? Siempre fui buena hija, estudiosa, atenta, respetuosa, hacía todo lo que me pedía sin chistar a pesar de no tener ganas o que me disgustara. Incluso estudié administración para poder ayudarlo con la empresa…

Hice todo cuanto pude para ser un orgullo para ellos y me desecharon, me usaron como moneda de cambio para un estúpido trato con un ser tan horrible y detestable como ese maltratador.

No puedo ni respirar profundo, mi abdomen me palpita y la zona de mis costillas me pulsa como si una aguja enorme fuera clavada ahí cada vez que respiro. Seguramente tengo algo roto, ¿debería ir al doctor?

No, no puedo, no tengo dinero y, si me identifican, seguramente llamarán a mi padre que, obviamente, no solo me devolverá con ese bastardo, sino que podría castigarme físicamente él mismo por haberme escapado y no permitir que su “socio” me usara como su saco de boxeo. No, no es una opción. No sé qué puedo llegar a hacer, solo que noto que estoy cada vez peor y que, si no hago algo pronto, no sé cuánto más pueda aguantar.

Sin embargo, en un cambio radical de los acontecimientos, eso ya no tiene ninguna importancia, porque mientras cruzo la calle, un auto aparece de la nada, sus luces me ciegan y el miedo me hace latir tan fuerte el corazón, que todo se obscurece y ya no siento nada. ¿Así se siente morir?

No tengo ni idea de cuánto pasa cuando al fin me despierto, aunque creía que no lo haría, casi podía jurar que ese auto acabaría conmigo, ni tampoco de dónde estoy o de qué pasó exactamente, solo noto que estoy en una cama cómoda y que esto no es un hospital. El cuarto es bonito por lo que alcanzo a ver, paredes de color beige, revestimientos de madera, al igual que el suelo, cortinas color crema y lámparas de color cobre.

La cama misma en la que estoy combina con el lugar: de madera gruesa y de evidente buena calidad, cojines esponjosos (quizás de plumas) que combinan con las sábanas y la colcha que me cubren. Se siente muy suave contra mi piel, y entonces noto algo más: estoy casi desnuda. Si bien soy consciente de que tengo puesta mi ropa interior, no llevo sostén y, en su lugar, la mayor parte de mi torso está cubierto solo con vendas.

También tengo mucho del mismo material en mi cabeza y en mis brazos, una vía en mi brazo izquierdo y, para más consternación, estoy esposada a un barral que hay a un costado. ¿Qué fue lo que pasó?

La puerta suena y se abre, haciéndome poner en alerta, hasta que una mujer de rostro amable aparece con una bandeja con medicinas y vendas. Al notar que estoy despierta, sonríe tranquilizadoramente y se acerca lentamente.

-Tranquila, todo está bien, estás a salvo ahora.

-¿Cómo puedo estar tranquila? Estoy esposada a la cama como si fuera una criminal, ¿dónde demonios estoy?

Antes de responder, se nota que está un poco incómoda, mas recoloca su sonrisa amable en su rostro y continúa.

-En la mansión del Sr. Reeft.

El nombre me suena, aunque no estoy segura de dónde, aún me siento un poco mareada y confundida, muy chocada por la situación en la que me encuentro y ella parece notarlo. Su mirada denota ternura, y deja la bandeja sobre la mesa de luz a mi lado antes de sentarse en el borde de la cama junto a mí.

-El señor te trajo anoche, estabas muy malherida, y llamó a su médico personal. Trajeron equipo y te hicieron análisis mientras estabas inconsciente. No tienes de qué preocuparte, es uno de los mejores del país, estás en buenas manos.

-Yo… yo no…

-Descuide, no se altere, el señor me pidió que lo llamara en cuanto despertara, así que relájese y descanse, él vendrá pronto.

No sé qué decir, y ella lo entiende, por lo que simplemente me ofrece un vaso de agua y toma su teléfono haciendo una corta llamada antes de finalizarla y revisarme. Al parecer es enfermera, por lo que revisa mis vendas y mi estado en general, antes de que la puerta se abra de nuevo y esos ojos verdes choquen con los míos dejándome impactada.

Ya no estoy tan mal, evidentemente hay un analgésico en el líquido que se filtra en mis venas, así que puedo darme el lujo de observar bien a mi rescatador, o quizás a mi carcelero (depende del punto de dónde se lo mire), el cual posee un sexy y masculino rostro, de rasgos bien definidos, labios sensuales y una mirada profunda en esos iris del color de la naturaleza en plena primavera. Su cabello negro como las alas de un cuervo, contrasta a la perfección con esos ojos tan profundos. El traje que lleva se ajusta a su cuerpo de manera increíble, haciendo que éste deje en evidencia cada anchura y fineza al alcance de la mirada y, los brillantes zapatos que lleva, al igual que su reloj, gritan DINERO a todas luces.

-Es bueno ver que estás despierta: cuando apareciste de la nada frente a mi auto, casi infartas a mi chofer. Tienes suerte de que tenga buenos reflejos, frenó justo a tiempo para no atropellarte. De todas formas, te desmallaste y salí a ver que había pasado. Imagina mi sorpresa cuando descubrí que ya tenías muchas heridas sin necesidad de que mi auto te tocara. Lo que no puedo entender aún es el porqué estarías caminando sola, por la calle, en plena tormenta y pareciendo que te pasó un tren por encima.

No estoy segura de cómo responder, o siquiera si debería hacerlo. El hombre le hace una seña a la mujer y ésta se retira, dejándonos solos. Su mirada pasa a mí al tiempo en que se acerca y se acomoda junto a mí, ocupando el lugar que antes ocupó la enfermera.

Ahora tan cerca, puedo sentir su aroma a agua fresca, evidentemente un perfume masculino, el cual es muy agradable. Tanto que puedo perfectamente imaginarme a mí misma hundiendo mi nariz en su cuello para poder saborear ese exquisito aroma. Aun así me mantengo quieta, observando cada movimiento.

-Mi nombre es Filip, Filip Reeft, dueño del conglomerado Reefet-Tecnologi, y tú, ahora estás en mi hogar.

-Eres el dueño de la empresa rival de mi padre…

-Así es, Daniela. Sé perfectamente quién eres y mi razón de traerte aquí, no es tan noble como podrías llegar a creer.

-¿A qué te refieres?

-Tu padre me la ha jugado más de una vez, tanto con espías para arruinar mis proyectos, como con intentos de destrucción de partes de mi empresa o con difamación para que bajaran en valor de mis acciones. Siempre dije que me vengaría y tú eres como un regalo caído del cielo para eso.

-¿Dijiste venganza? ¿Qué es lo que tienes en mente?

-Te traje aquí porque planeo usarte. Cuando tu padre sepa que te tengo conmigo, podré presionarlo cuanto quiera para hacerlo pedazos a mi gusto.

-¿Quieres destruirlo? ¿A él, a la empresa y a mi familia?

-Por supuesto, tu madre tampoco es inocente, ella lo ayudó.

-Correcto.

-¿Eso es todo cuanto dirás?

-No, tengo dos cosas qué decir al respeto: primero, que no va a servir de nada que le digas que me tienes.

-¿Por qué?

-Porque la razón de que me hayas encontrado anoche tal y como estaba, era su culpa. Ese malnacido me vendió como si fuera un trozo de carne a su nuevo socio, con el claro objetivo de conseguir que él lo ayude con su empresa para poder superarte. Yo no le importo en lo más mínimo y a mi madre tampoco que no evitó que me llevara, salvo quizás para devolverme con ese infeliz maldito de su socio para que no rompa su acuerdo. Lo que me lleva a mi segunda cosa qué decir, que es que espero que los hagas pedazos hasta lo más profundo. Que no quede nada.

-Wow, alguien no le tiene mucho amor a sus papis.

-¿Cómo demonios tenerle cariño al bastardo que no dudó en entregarme a un hombre que me saca una treintena de años sin siquiera pestañear o a la mujer a la que no le tembló el pulso para dar a su propia hija a un infeliz maltratador solo para cerrar un estúpido acuerdo comercial? Básicamente me arrojaron a los cocodrilos a conciencia, sabían lo que me pasaría, lo puedo jurar, y aún así lo hicieron. No me queda siquiera una brizna de cariño por ninguno de los dos, por mí que se pudran.

La rabia que me invade me hace moverme con violencia hacia adelante por mero instinto, lo que causa que tanto mis costillas maltratadas como la muñeca esposada me marquen que no debo moverme así a través de una fuerte punzada de dolor. El metal se me incrusta en la piel y debo apretar los dientes con fuerza para no soltar el gemido de dolor que puja en mis labios.

-Ten cuidado, la esposa te dejará verdugones en la muñeca y tus costillas podrían sufrir mucho más de lo que ya lo hicieron si sigues así. Tienes barias contusiones profundas y una conmoción cerebral, deber ser mas delicada al moverte.

-¿Qué te importa a ti si me lastimo más? Tu objetivo es vengarte y estoy de acuerdo con eso.

-Es verdad, sin embargo, no soy un bastardo como podrías creer, no planeo hacerte ningún tipo de daño. Esto era solo con el objetivo de asustar a tu padre, si quisiera que sufrieras, no habría buscado atención médica para ti. Dicho esto, si lo que me dices es verdad, no tiene sentido ya que te retenga aquí, pero en su lugar, creo que se me ocurre otra idea.

-¿Y esa cuál sería?

-¿Cuánto sabes de la empresa de tu padre?

-Básicamente todo; aunque él no estaba contento con dejarme la empresa a mí, siempre dijo que los hombres eran mejores para los negocios que las mujeres, mi madre no pudo tener otro hijo que fuera hombre y tuvo que conformarse conmigo. Me mandó a estudiar negocios y administración y he aprendido sobre su empresa desde que pude aprender a sumar. ¿Por qué la pregunta?

-Porque lo que acaba de pasar por mi mente, quizás te guste, y te ayudará a vengarte al tiempo en que consigo lo que quiero también. ¿Qué estarías dispuesta a hacer para que tu familia caiga?

La forma en la que me hace esa pregunta, me hace mirarlo con nuevos ojos, ¿qué es lo que está proponiéndome exactamente?

-¿Que qué estaría dispuesta a hacer? Le vendería mi alma al diablo si con eso consigo que esos malditos queden en la calle. Los amaba y daba todo por los dos, y aun así no dudaron ni un segundo en venderme a un desgraciado que casi me mata a golpes. Nada me haría más feliz que verlos en la ruina que tanto intentaron evitar.

-¿Y si te digo que puedes ayudarme a que eso mismo ocurre?

-¿Cómo?

Lo veo considerar por un momento sus palabras  antes de volver a mirarme. El impacto de esa mirada verde me roba momentáneamente el aliento, sin embargo, me las arreglo para que él no lo note.

-Trabaja para mí.

-¿Qué?

-Lo que escuchas, te pondré como mi asistente y me dirás todo lo que sabes para destruir sus negocios. Haremos que caiga hasta lo más profundo, eso que tanto le aterra, y seremos tú y yo quienes lo hagan. ¿Qué dices?

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