Horas más tarde.Mara se encontraba limpiando la cabaña, su corazón latía desbocado al saber que no tardaba en llegar Ezequiel, de un viaje que había hecho una noche antes. Sus manos sudaban frío, de tan solo pensar estar con él.Encendió un poco de música para animarse y salir de la ansiedad que tenía; en ese momento tocaron a su puerta, la chica abrió para saber de quién se trataba. Su corazón se congeló al saber que se trataba de José López, alias Aladdin, la persona por la que había dejado todo y por la que estaba viviendo su peor pesadilla.—¿Qué demonios quieres? —la chica cuestionó con hostilidad.El joven inhaló profundo.—Vine a saber ¿Cómo estás? —comentó con nerviosismo.—Aquí sigo —respondió en tono seco—, ahora lárgate que no tenemos nada de qué hablar.—Mara, lamento lo que ocurrió —respondió con la voz fragmentada—, no sabía lo que harían, te lo juro. Traté de impedirlo, pero no lo logré, me golpearon y me encerraron en las caballerizas por semanas enteras —explicó.—V
Dos días después.Ernesto se encontraba en su oficina, sintiéndose inquieto, luego de que su hija había sido dada de alta; por su mente pasaban tantas cosas ante el rechazo que seguía experimentando Lis hacia su mamá, que lo tenía intranquilo, por lo que habló con Anahí, que por fortuna resolvió su situación familiar y regresó a cuidar a la niña.El joven narró sus sospechas y le solicitó que estuviera atenta, ante cualquier cambio de humor de su hija, sobre todo cuando Sandra se le acercara, le expresó que si deseaba ganar un buen dinero, está era su oportunidad.Ahora más que nunca Anahí necesitaba del dinero, ante la enfermedad de su mamá, desde el día que se reincorporó al apartamento de Sandra, se volvió una sombra para la niña, dejó sus cosas en la habitación contigua y se dedicó a cuidar de Lis.Por la tarde noche, Sandra llegó azotando la puerta y lanzando su bolso sobre el sillón.—¿Qué hiciste de comer? —preguntó.—Hice pasta con pollo. —Anahí observó cómo caminaba hacia l
Sandra se encontraba colocándose un vestido corto en tono uva, además de maquillarse para salir de fiesta. Arregló con toda calma su maquillaje, mientras la escandalosa música se escuchaba por todos lados. Después de que finalizó de empolvarse, caminó hacia la sala y quitó aquel horrendo ruido, que solía poner para atormentar a la niña, se dirigió a la habitación, frunció el ceño con extrañeza, al no escucharla llorar.—Lo más seguro es que no llegue a dormir —gritó antes de abrir la puerta. Sus labios se abrieron en una gran O al ver recostado sobre la cama a Ernesto abrazando a la pequeña y no a la niñera.—Que gran casualidad —Ernesto expresó y se puso de pie—, mi hija tampoco pasará una noche más, bajo tu techo. —La señaló.Sandra pasó saliva con dificultad al escucharlo hablar con tanta determinación.— ¡No puedes hacerme esto! —exclamó furiosa.Ernesto ladeó los labios y movió su cabeza negando.—Claro que puedo. —Se puso de pie con Lis, tomó la maleta que ya tenía lista Anahí
Ciudad de México.En horas de la madrugada.Ernesto sostenía entre sus brazos a aquella chica de cabello castaño y mirada grisácea, cautivadora. Ocultó su rostro en el hueco de su cuello, aspirando su dulce aroma, con notas de cerezas dulces y rosas mimosas.Luego de tomar un poco de distancia entre ambos, su aceitunada mirada, recorrió con descaro la hermosa figura que tenía, admirando sus torneadas y largas piernas. Pasó saliva con dificultad al recordar cómo se enredaban entre sus caderas cuando le hacía el amor. Entonces sintió como su cuerpo reaccionó, por lo que sacudió sus rostro, para proseguir con el corto y entallado vestido en color plata que llevaba, con un sexy escote que le permitía poder ver sus curvados senos, pasó la lengua por sus labios saboreándolos, luego de unos segundos, prosiguió hasta encontrarse con la dulzura de su rostro. Aquellas finas facciones que poseía le encantaban. La acercó a él y la besó con gran pasión dejando que su lengua hurgara en el interior
Ciudad de México.Horas más tarde.Después de tener una junta, Ernesto solicitó comida para almorzar en su oficina, hizo una videollamada a Anahí, para saber cómo se encontraba su pequeña. Resopló al saber que se había tenido una recaída, la mamá de la niñera, debido a que no tenía quien la cuidara, decidió pasar unos días en la casa de Toluca, con su hermana, así podía estar tranquilo, mientras estaba fuera.Luego de finalizar, no pudo resistirse a llamar a Aranza, desde que había regresado, solo había hablado con ella cuando le marcó. Por lo que volvió a hacer videollamada, ya que ansiaba verla.Aranza: Hola, pero que agradable sorpresa —expresó estando aún recostada en su cama.Ernesto: ¿No fuiste a trabajar? —cuestionó preocupado.Aranza: No, no me siento bien —externó bajito.El joven se acercó a la pantalla.Ernesto: ¿Qué te ocurre? —su corazón se agitó.Aranza: Me duele la cabeza —mencionó—, me quiso dar migraña, me tomé un par de analgésicos, he dormido un buen rato —señaló.E
Dos semanas después. Ernesto se encontraba saliendo de los juzgados en compañía de Daniel, sonreía satisfecho, ya que se habían presentado las pruebas suficientes sobre el maltrato que la niña recibía, por lo que no se le permitiría ver a la pequeña a Sandra, además, ya que dentro de la demanda se había solicitado protección para la menor, ya que consideraban a su madre como una mujer agresiva. Caminaban hacia el auto cuando fueron alcanzados. —Ganaste una batalla —la abogada expresó—, pero no la guerra —sentenció—. Voy a devolverle a mi cliente la custodia de su hija —refirió mirándolo a los ojos—. Has caído muy bajo. Daniel negó con la cabeza. —Haga lo que considere necesario, abogada —mencionó mirándola con seriedad—, solo no se le olvide que quien está en juego es una menor, y su vida está en riesgo —indicó. La hermosa abogada observó a Daniel y luego a Ernesto. —Mi cliente niega las acusaciones —señaló—, es su palabra contra la de ella, la mujer está sufriendo porque no ve
Chihuahua, Chihuahua.Ernesto abrió la puerta de la suite que rentó, ingresó con el equipaje de su familia, mientras Arnulfo sostenía a la pequeña, quien dormía profundamente. Farah se dirigió a la sala y colocó un par de cobijas para ponerlas, para recostar a Lis.En seguida los tres tomaron asiento.—Le cansó el viaje a Lis —comentó quedando junto a ella—, me siento tranquila sabiendo que se encuentra con nosotros y no con esa mujer —refirió.—También yo —Ernesto mencionó—. Daniel ha hecho un buen trabajo —pronunció—, me siento tranquilo, de que no pueda verla esa mujer —sentenció.Arnulfo afirmó con la cabeza.—También yo —expresó—, ya vimos de lo que puede ser capaz una mujer despechada, el caso de Paula María, fue terrible. —Recordó los dos años de ausencia de su sobrina—, y las consecuencias emocionales por las que ha tenido que pasar, la pequeña—. Te aseguro que eso no se volverá a repetir —espetó con seguridad.Ernesto resopló.—Así es, precisamente por eso, no tendré consider
Aranza y Ernesto salieron de la clínica, caminaron por el jardín de la unidad médica, escuchando a los grillos cantar, el crujir de las hojas secas acompañaba su caminar.—No puedo creer que lo hiciéramos en mi trabajo —expresó sonriente—, imagina si alguien nos hubiera encontrado en plena acción —refirió cubriendo su rostro con sus manos, avergonzada.Ernesto carcajeó.—No piensen en eso, por fortuna no fue así —el joven la detuvo, retiró sus dedos de su cara y se acercó para besarla—. Siempre tuve la fantasía de hacerlo con mi enfermera —bromeó, divertido—, aún tengo más sueños por cumplir. —Elevó ambas cejas—, me falta con la maestra, con la mujer maravilla, con una conejita…Aranza estalló en una risotada.—Veremos qué tanto puedes cumplir, los mías, para complacerte. —Recordó que hace un momento había superado aquel sueño, con sus piernas sobre sus anchos hombros y suspiró.Ernesto entrelazó sus dedos a los de ella y caminaron hacia la casa de doña Inés, la chica abrió la puerta