Aranza y Ernesto salieron de la clínica, caminaron por el jardín de la unidad médica, escuchando a los grillos cantar, el crujir de las hojas secas acompañaba su caminar.—No puedo creer que lo hiciéramos en mi trabajo —expresó sonriente—, imagina si alguien nos hubiera encontrado en plena acción —refirió cubriendo su rostro con sus manos, avergonzada.Ernesto carcajeó.—No piensen en eso, por fortuna no fue así —el joven la detuvo, retiró sus dedos de su cara y se acercó para besarla—. Siempre tuve la fantasía de hacerlo con mi enfermera —bromeó, divertido—, aún tengo más sueños por cumplir. —Elevó ambas cejas—, me falta con la maestra, con la mujer maravilla, con una conejita…Aranza estalló en una risotada.—Veremos qué tanto puedes cumplir, los mías, para complacerte. —Recordó que hace un momento había superado aquel sueño, con sus piernas sobre sus anchos hombros y suspiró.Ernesto entrelazó sus dedos a los de ella y caminaron hacia la casa de doña Inés, la chica abrió la puerta
Al día siguiente.Guadalajara, Jalisco.Gerardo de la Garza salía de su residencia, sosteniendo su resplandeciente bata blanca, se dirigió hacia su lujoso Porsche, y colocó sus gafas de sol.—Adiós, papi.La voz de un pequeño, lo hizo girar una vez más hacia uno de los grandes ventanales de su residencia y agitar su mano para despedirse una vez más de él. Justo cuando estaba por subir a su automóvil un hombre se le acercó.Gerardo se inquietó al observar que estaba muy cerca de él.— ¿Qué se le ofrece? —cuestionó pasando saliva con dificultad.—No se asuste, doctor —el hombre expresó—. Mi nombre es David Loera, trabajo para el Fiscal Arnulfo Alvarado—, sacó su placa y se identificó.Gerardo frunció el ceño, y lo observó con extrañeza.—Necesito hacerle unas preguntas, sobre… el accidente que sufrió su hermana hace algunos años —refirió.—¿Mi hermana?, ella falleció hace tres años —indicó.El agente David se aclaró la garganta.—¿Podemos hablar en algún lugar con mayor privacidad? —cue
Dos días después.Farah sostenía entre sus brazos a Lis, ambas lucían un bañador, para poder ingresar a la piscina, justo cuando la abuela de la pequeña ingresó las piernas a la alberca, Lisette abrió los ojos con fuerza y se aferró a ella. —Vamos a investigar si el agua está calentita —Farah mencionó con cariño.En ese momento Lis comenzó a gritar con fuerza y desesperación.—¡No, agua no! —exclamó con agitación, mientras las lágrimas empezaron a escurrir, sobre sus mejillas a borbotones. El cuerpo de Farah se paralizó por completo al sentir su desesperación.—Cálmate cariño, si no deseas entrar al agua, no lo haremos —refirió con calma, pero era imposible que Lis dejara de gritar y aferrarse a Farah, enterrando sus uñas sobre su cuello y parte de su espalda.—¡Agua, no! —suplicó.—No, no vamos a meternos, escúchame, por favor —Farah solicitó. —¡Arnulfo! —gritó solicitando ayuda.****El Fiscal se encontraba en la oficina que Ernesto había instalado en una de las habitaciones, apr
Justo cuando las detonaciones se escucharon, Aranza se lanzó hacia el césped, llevó sus manos hacia su cabeza, y presionó con fuerza sus ojos, al sonar aquellos fuertes impactos. En ese instante su cuerpo comenzó a temblar. Abrió de golpe sus párpados, al recordar aquel sueño en el que Ernesto estaba completamente ensangrentado y ella intentaba auxiliarlo.Arnulfo de inmediato sacó su arma y repelió el ataque con gran dificultad, al haber civiles involucrados; sin embargo, al ver que los tres se tiraron al suelo, abrió fuego. El sujeto al sentirse sorprendido por aquellos disparos, de inmediato salió huyendo.—Ve por Aranza —indicó, mientras buscaba a aquel delincuente.Ernesto corrió hacia la joven, al acercarse, su mirada se enfocó en la silueta que estaba sobre el suelo.—¿Estás bien Aranza? —cuestionó agitado al estar junto a ella. Tomó con sus grandes manos, su rostro y la miró a los ojos.Aranza abrió los ojos al instante, al escuchar su varonil, voz. La joven se aferró a su cha
Al día siguiente.Ernesto esperaba a que le abrieran la puerta de la pensión de doña Inés, para recoger a Aranza. Jorge, el inquilino al que ya conocía, salió y lo saludó con amabilidad.—Pasa —refirió—, Aranza no demora mucho —indicó el hombre.—Muchas gracias —respondió, entonces ingresó y tomó asiento, sacó su móvil, y se puso a leer sus mensajes desde la sala, a continuación, un par de murmullos, se comenzaron a escuchar:— ¿Cuándo vamos a decirles a todos que tenemos una relación? —el doctor cuestionó.—No me presiones, todo lleva su tiempo —expresó doña Inés.—Ten en cuenta que nosotros, no somos un par jóvenes —expresó él—, deberías aprender a esos muchachos —dijo—; tienen poco tiempo conociéndose y se ve que se mueren por estar juntos.Ernesto ladeó los labios, sabía que se referían a ellos, entonces, comenzó a escuchar con claridad la manera en la que se besaban. Volvió a mover su cabeza y se dio cuenta que estaban en la cocina.—¡Martín! —doña Inés pronunció jadeando— ...Des
En cuanto ingresaron a la cabaña, Ernesto se acercó a ella y la besó con ese desespero y esa misma urgencia que sentía en la SUV, la pegó a su cuerpo y la estrechó, mientras liberaba algunas lágrimas que tenía guardadas desde hace tres años.—¿Qué te ocurre? —Aranza colocó sus manos sobre sus mejillas y lo miró con preocupación.Ernesto fijó su mirada sobre su rostro, y deslizó las manos sobre sus sedosas hebras, disfrutando de la suavidad de su larga cabellera.—Me has hecho tanta falta —mencionó arrastrando la voz—, le pedí tanto a Dios que me diera una señal, y apareciste en mi vida, llegaste para devolverme el aliento y sentirme vivo —explicó.Aranza se acercó a él y lo besó con urgencia, percibiendo que su corazón estaba henchido de felicidad.—Nunca te lo he dicho, pero también me sentía muy sola —expresó—, creí que estaba destinada a vivir así, solo dedicándome a Aby —confesó.—Nunca volveremos a sentirnos solos —mencionó.—¿Qué pasará cuando tengas que volver a la Ciudad de Mé
Ernesto frunció el ceño y la observó con seriedad.—¿Qué dices? —inquirió con voz firme.—Lo que estás escuchando —respondió y caminó hacia Lis, estirando sus manos para intentar abrazarla; sin embargo la niña se aferró con fuerza a los brazos de su papá.—Más vale que le diga a su clienta que cuide lo que dice, porque si la custodia fue entregada a Ernesto, es por los cambios que manifiesta la pequeña, hacia su progenitora —Arnulfo cuadró sus hombros y los miró con seriedad.El abogado inhaló profundo.—Cálmese señora, por favor —dijo acercándose a Sandra.Ella se contuvo, aún seguía furiosa por lo que había presenciado en horas de la madrugada, retrocedió con cautela.—Te traje algunos obsequios —expresó tomando las bolsas.Lis negó con la cabeza.—Mamá no. —Se aferró con fuerza a su papá.—Tranquila mi amor, nadie te va a forzar a hacer algo que no desees, estamos para protegerte y cuidarte —Ernesto habló con cariño y frotó su espaldita.—Ven cariño —Farah se acercó hacia ella, va
Un día después.Ernesto salió a recibir a Daniel y Kenia Beckmann, su socia quien llevaba el caso, ingresaron a la oficina del joven y tomaron asiento. Daniel observó una fotografía en la que su amigo estaba acompañado por Aline.Inhaló profundo al recordar lo abatido que quedó Ernesto, luego de que le dieron la noticia de su fallecimiento. De no ser por que a los siete meses nació Lis, pudo sobrellevar aquella pérdida y desde entonces, no le había conocido una pareja estable.Ernesto ladeó sus labios y sonrió al notar la forma en la que veía aquella imagen. Kenia carraspeó y colocó su portafolio sobre el escritorio, sacó su Ipad además de algunos documentos.—Hablé con la secretaria del juez Ramírez, quien lleva el caso de Lis —explicó, haciendo que ambos pusieran atención a ella—. Me comentó que no estaba agendada ninguna cita con la abogada Larrea, y de último momento solicitó que le hiciera un espacio —explicó—. Todo parece indicar que el magistrado le debe algún favor a la famili