Ernesto se perdió en la mirada de la chica, su corazón clamaba por hacerla suya, sin importar nada más que ambos. Se retiró el collarín, y acercó sus labios hacia su cuello y la besó.Aranza jadeó ante su tacto, comenzó a desabotonar los botones de su pijama, quedando desnudo su dorso, ante él. Ernesto se aclaró la garganta, con su mirada recorrió la desnudez de su piel.—Eres tan hermosa —dijo con la voz fragmentada. No podía creer lo que estaba por suceder entre ambos, no lo tenía planeado, era precisamente ella, la persona que solicitaba que le hiciera el amor.Aranza se ruborizó y se acercó para besarlo.—Debes pensar que soy una atrevida —expresó agitada—, pero no me importa, lo único que quiero es que me arranques este deseo que me quema —dijo tomando la mano de él llevándola hacia sus senos, para que acariciara su piel.Ernesto sintió como su virilidad se endureció al sentir cómo colocó su mano sobre la firmeza de su pecho.—No pienso en absoluto nada —respondió—. También te de
Aranza despertó cerca de las 10:00 am, su mirada se llenó de cierta luz, luego de recordar lo que había sucedido entre ella y Ernesto, giró su rostro y abrió sus ojos de par en par al no ver a su pequeña acostada con ella. De inmediato se puso de pie, sujetó su larga cabellera y salió del lugar, asustada. —¡Aby! —exclamó caminando a prisa hacia la sala, entonces, observó a Ernesto en el comedor, dándole su desayunó. Ernesto al verla llegar, esbozó una cálida sonrisa, que iluminó su aceitunada mirada. —No quería que te despertaras, estabas profundamente dormida, que no escuchaste cuando Aby despertó, lloró un poco —explicó—. Fuí por ella, le di un poco de leche y nos acostamos a ver las caricaturas un rato —refirió—, después preparamos el desayuno —indicó. Aranza separó los labios al escucharlo, luego dirigió su mirada hacia su cuerpo y se dio cuenta que él ya se encontraba duchado y cambiado de ropa. —¿Quieres un poco de café? —Ernesto cuestionó, sin dejar de mirarla en ese pijam
LunesErnesto ingresó a la planta automotriz, de la ciudad de Chihuahua, de inmediato se acercó al director de aquella empresa, para tratar los asuntos por los que había ido.—¿Qué te ocurrió? —cuestionó el hombre al ver su brazo enyesado.—Tuve un accidente —Ernesto respondió—. Nada importante —indicó.—Con razón no lo habíamos podido contactar —la gerente se acercó al escucharlo.Ernesto se aclaró la garganta.—Perdí mi móvil —indicó—, tuve que estar en reposo un tiempo —informó.—No se preocupe doctor, en este momento yo le consigo un Iphone para que esté a su disposición —la gerente expresó.Ernesto movió su cabeza y afirmó.—Muchas gracias, me urge comunicarme con mi oficina —refirió.Caminó por el área de ensamblado, además de solicitar una junta con las distintas áreas para escuchar sus propuestas.Después de la comida se dirigió a la oficina que le correspondía, tomó asiento sobre la lujosa silla, forrado de cuero, sonrió al observar unl Iphone sobre el escritorio de cristal,
Ernesto se fue directo al hotel donde se hospedaba, en cuanto ingresaron al ascensor, la acercó a él y la tomó por la cintura. Inhaló su dulce aroma y besó su cuello. —No imaginas lo feliz que me has hecho, al viajar hasta aquí —susurró. Aranza sonrió al sentir un suave cosquilleo sobre su cuello. —También yo me siento muy contenta, fue idea de doña Inés —explicó—. Creo que se dio cuenta que te extrañaba, no sé que hizo para convencer al doc, pero lo logró, viajamos desde muy temprano —indicó. —¿Por qué no me llamaste? —cuestionó. —Lo hice, pero nunca respondiste —mencionó—, también te envié varios mensajes —indicó. Ernesto movió la cabeza. —Por la junta puse en silencio mi móvil, perdóname. Es mi culpa. —Arrugó el ceño. —No te preocupes, valió la pena la espera —refirió y lo besó, mientras sus manos descendían a su pecho. En ese momento las puertas del ascensor se abrieron llegando al penthouse. —Bienvenida —Ernesto la tomó de la mano. —¿Tienes todo un piso para ti, solo? —
Ciudad de México.Sandra caminaba de un lugar a otro, en la sala de urgencias médicas, su corazón latía con agitación, mientras esperaba que le avisaran como se encontraba su hija.—No te puedes morir —mencionó. «Eres el único vínculo que me une a tu papá», pensó, para ella misma.Tomó asiento y recordó como es que la había duchado en la bañera colocando hielos en el agua, y dejó abierta las ventanas mientras la bañaba. No le importó el llanto ni la súplica de la niña, al tener mucho frío. Por lo que a las pocas horas, la pequeña comenzó a tener complicaciones con la tos que ya tenía, además que empezó a tener fiebre, lo que no imaginó es que le comenzara a faltar el aire.—Se me pasó la mano. —Presionó con fuerza sus párpados.Elevó su mirada al escuchar que caminaban hacia la sala donde se encontraba; entonces, rodó los ojos al ver a Alondra acercarse. Tomó su pelirroja y larga cabellera y la pasó hacia uno de sus hombros, sin poder evitarlo dirigió su mirada hacia el esposo de ell
Lis quien lloraba con gran intensidad, sin dejar de parar ante lo asustada, que se encontraba al estar en un lugar extraño, rodeada de personas desconocidas, y además de haber sido tratada para controlar aquella enfermedad, estiró sus pequeños brazos para que su papá la abrazara.—¡Papá! —exclamó una vez más, entre grandes sollozos.Ernesto se sentó de inmediato sobre la cama para poder hacer lo que su hija requería. Con mucho cuidado la tomó entre la calidez de sus brazos, sintiendo como su agitado corazón se estremecía al verla tan frágil.—Tranquila, cariño. Cálmate —mencionó con suavidad, mientras acariciaba su cabello—. Yo cuidaré de ti.La pequeña no paraba de llorar, deseando quitarse aquella mascarilla, además del suero que tenía colocado a través de aquel suero.Ernesto con tranquilidad, retiró las manitas de la niña y las sostuvo, comenzó a cantarle la canción con la que solía dormirla, cuando se quedaba a su lado, poco a poco observó como la niña se empezó a relajar hasta q
Horas más tarde.Mara se encontraba limpiando la cabaña, su corazón latía desbocado al saber que no tardaba en llegar Ezequiel, de un viaje que había hecho una noche antes. Sus manos sudaban frío, de tan solo pensar estar con él.Encendió un poco de música para animarse y salir de la ansiedad que tenía; en ese momento tocaron a su puerta, la chica abrió para saber de quién se trataba. Su corazón se congeló al saber que se trataba de José López, alias Aladdin, la persona por la que había dejado todo y por la que estaba viviendo su peor pesadilla.—¿Qué demonios quieres? —la chica cuestionó con hostilidad.El joven inhaló profundo.—Vine a saber ¿Cómo estás? —comentó con nerviosismo.—Aquí sigo —respondió en tono seco—, ahora lárgate que no tenemos nada de qué hablar.—Mara, lamento lo que ocurrió —respondió con la voz fragmentada—, no sabía lo que harían, te lo juro. Traté de impedirlo, pero no lo logré, me golpearon y me encerraron en las caballerizas por semanas enteras —explicó.—V
Dos días después.Ernesto se encontraba en su oficina, sintiéndose inquieto, luego de que su hija había sido dada de alta; por su mente pasaban tantas cosas ante el rechazo que seguía experimentando Lis hacia su mamá, que lo tenía intranquilo, por lo que habló con Anahí, que por fortuna resolvió su situación familiar y regresó a cuidar a la niña.El joven narró sus sospechas y le solicitó que estuviera atenta, ante cualquier cambio de humor de su hija, sobre todo cuando Sandra se le acercara, le expresó que si deseaba ganar un buen dinero, está era su oportunidad.Ahora más que nunca Anahí necesitaba del dinero, ante la enfermedad de su mamá, desde el día que se reincorporó al apartamento de Sandra, se volvió una sombra para la niña, dejó sus cosas en la habitación contigua y se dedicó a cuidar de Lis.Por la tarde noche, Sandra llegó azotando la puerta y lanzando su bolso sobre el sillón.—¿Qué hiciste de comer? —preguntó.—Hice pasta con pollo. —Anahí observó cómo caminaba hacia l