Entre Sombras y Tormentas es la historia que narra la vida de Alondra, la hermana de Álvaro y por obvias razones, Ernesto juega un papel importante, siendo la mano derecha de ella. Te invito a pasar por ahí.
Después de ver un par de caricaturas de los Paw Patrol, con la cual Ernesto ya estaba familiarizado, debido que a su pequeña Lis, también le encantaban, la pequeña se bajó de la cama y llevó hasta él sus juguetes. Su corazón se estremeció al observar que tenía muy pocos. Con detenimiento miró la sencilla ropa que tenía, entonces su cabeza comenzó a llenarse de dudas, sobre la vida de la chica.¿Estaría equivocado, sobre sus sospechas y estaba albergando falsas esperanzas?, la duda lo abordó; sin embargo, era idéntica a ella, además, el verlas tan solas, despertaba en él sentimientos que avivaban su pecho, haciendo que latiera con fuerza.—Sea quien seas, no voy a dejarte sola —refirió—. En cuanto vuelva a México, voy a buscar ayuda, con Arnulfo, el tío de Álvaro —mencionó—, solo él puede ayudarme —expresó bajito.La pequeña, sacó de un mueble un paquete de galletas y se las acercó a él, sonrió con dulzura.—¿Las destapas, por favor? —preguntó con su suave vocecita.Ernesto acarició s
A la mañana siguiente. Antes de llegar al comedor en casa de doña Inés, Ernesto se desvió y tocó a la puerta de Aranza, al escuchar la voz de la pequeña, sonrió con cariño en cuanto la joven abrió. —Buenos días, vine a ver ¿cómo te encuentras? —indicó y su mirada se perdió en sus grisáceos iris. —Estoy renovada —Aranza explicó sin dejar de verlo, además que aquel aroma, que él desprendía le fascinaba, era como si cayera en una especie de trance y no pudiera salir de ahí, con tan solo inhalar su deliciosa y varonil fragancia. Se dirigieron juntos hacia el comedor de doña Inés a desayunar. La mujer de inmediato los recibió y les llevó sus platos a los tres. Ernesto se aclaró la garganta y guiñó un ojo a la mujer. —¿Queda muy lejos la cabaña que me comentó que tiene? —cuestionó. —No, está como a cuarenta minutos —explicó. —¿Cree que me la podría alquilar un par de días?—cuestionó. —Claro que sí, muchacho, pero estando en esa condición, me preocuparía que algo te pasara, no estarí
Después de que comieron Aranza llevó a recostarse a Aby, quien estaba cabeceando cuando comía. —Descansa mi pequeña. —Besó su frente y regresó con Ernesto, quien acababa de recoger los platos y estaba encendiendo la chimenea.—Leíste mi pensamiento —Aranza expresó—. Comienza a hacer frío.—Así es —respondió y sonrió al encender el fogón.Aranza tomó asiento en la sala, lo siguió con su mirada hasta que se acomodó junto a ella. Inhaló profundo su aroma y cerró sus ojos, recargando su cabeza sobre el respaldo del sillón.—¿Hace cuánto tiempo que no tienes una relación? —Ernesto cuestionó.Aranza abrió los ojos de golpe, frunció el ceño y sus manos se pusieron heladas.—Desde que… —Se aclaró la garganta—, terminé mi relación con el papá de Aby —mintió.Ernesto la miró a los ojos.—¿Hace cuánto tiempo fue eso? —Mucho —respondió—, pero no estamos para hablar de cosas que pasaron hace tanto tiempo ¿o sí? —cuestionó.—No, claro que no —Ernesto retiró un mechón del rostro de la chica, su de
Ernesto se perdió en la mirada de la chica, su corazón clamaba por hacerla suya, sin importar nada más que ambos. Se retiró el collarín, y acercó sus labios hacia su cuello y la besó.Aranza jadeó ante su tacto, comenzó a desabotonar los botones de su pijama, quedando desnudo su dorso, ante él. Ernesto se aclaró la garganta, con su mirada recorrió la desnudez de su piel.—Eres tan hermosa —dijo con la voz fragmentada. No podía creer lo que estaba por suceder entre ambos, no lo tenía planeado, era precisamente ella, la persona que solicitaba que le hiciera el amor.Aranza se ruborizó y se acercó para besarlo.—Debes pensar que soy una atrevida —expresó agitada—, pero no me importa, lo único que quiero es que me arranques este deseo que me quema —dijo tomando la mano de él llevándola hacia sus senos, para que acariciara su piel.Ernesto sintió como su virilidad se endureció al sentir cómo colocó su mano sobre la firmeza de su pecho.—No pienso en absoluto nada —respondió—. También te de
Aranza despertó cerca de las 10:00 am, su mirada se llenó de cierta luz, luego de recordar lo que había sucedido entre ella y Ernesto, giró su rostro y abrió sus ojos de par en par al no ver a su pequeña acostada con ella. De inmediato se puso de pie, sujetó su larga cabellera y salió del lugar, asustada. —¡Aby! —exclamó caminando a prisa hacia la sala, entonces, observó a Ernesto en el comedor, dándole su desayunó. Ernesto al verla llegar, esbozó una cálida sonrisa, que iluminó su aceitunada mirada. —No quería que te despertaras, estabas profundamente dormida, que no escuchaste cuando Aby despertó, lloró un poco —explicó—. Fuí por ella, le di un poco de leche y nos acostamos a ver las caricaturas un rato —refirió—, después preparamos el desayuno —indicó. Aranza separó los labios al escucharlo, luego dirigió su mirada hacia su cuerpo y se dio cuenta que él ya se encontraba duchado y cambiado de ropa. —¿Quieres un poco de café? —Ernesto cuestionó, sin dejar de mirarla en ese pijam
LunesErnesto ingresó a la planta automotriz, de la ciudad de Chihuahua, de inmediato se acercó al director de aquella empresa, para tratar los asuntos por los que había ido.—¿Qué te ocurrió? —cuestionó el hombre al ver su brazo enyesado.—Tuve un accidente —Ernesto respondió—. Nada importante —indicó.—Con razón no lo habíamos podido contactar —la gerente se acercó al escucharlo.Ernesto se aclaró la garganta.—Perdí mi móvil —indicó—, tuve que estar en reposo un tiempo —informó.—No se preocupe doctor, en este momento yo le consigo un Iphone para que esté a su disposición —la gerente expresó.Ernesto movió su cabeza y afirmó.—Muchas gracias, me urge comunicarme con mi oficina —refirió.Caminó por el área de ensamblado, además de solicitar una junta con las distintas áreas para escuchar sus propuestas.Después de la comida se dirigió a la oficina que le correspondía, tomó asiento sobre la lujosa silla, forrado de cuero, sonrió al observar unl Iphone sobre el escritorio de cristal,
Ernesto se fue directo al hotel donde se hospedaba, en cuanto ingresaron al ascensor, la acercó a él y la tomó por la cintura. Inhaló su dulce aroma y besó su cuello. —No imaginas lo feliz que me has hecho, al viajar hasta aquí —susurró. Aranza sonrió al sentir un suave cosquilleo sobre su cuello. —También yo me siento muy contenta, fue idea de doña Inés —explicó—. Creo que se dio cuenta que te extrañaba, no sé que hizo para convencer al doc, pero lo logró, viajamos desde muy temprano —indicó. —¿Por qué no me llamaste? —cuestionó. —Lo hice, pero nunca respondiste —mencionó—, también te envié varios mensajes —indicó. Ernesto movió la cabeza. —Por la junta puse en silencio mi móvil, perdóname. Es mi culpa. —Arrugó el ceño. —No te preocupes, valió la pena la espera —refirió y lo besó, mientras sus manos descendían a su pecho. En ese momento las puertas del ascensor se abrieron llegando al penthouse. —Bienvenida —Ernesto la tomó de la mano. —¿Tienes todo un piso para ti, solo? —
Ciudad de México.Sandra caminaba de un lugar a otro, en la sala de urgencias médicas, su corazón latía con agitación, mientras esperaba que le avisaran como se encontraba su hija.—No te puedes morir —mencionó. «Eres el único vínculo que me une a tu papá», pensó, para ella misma.Tomó asiento y recordó como es que la había duchado en la bañera colocando hielos en el agua, y dejó abierta las ventanas mientras la bañaba. No le importó el llanto ni la súplica de la niña, al tener mucho frío. Por lo que a las pocas horas, la pequeña comenzó a tener complicaciones con la tos que ya tenía, además que empezó a tener fiebre, lo que no imaginó es que le comenzara a faltar el aire.—Se me pasó la mano. —Presionó con fuerza sus párpados.Elevó su mirada al escuchar que caminaban hacia la sala donde se encontraba; entonces, rodó los ojos al ver a Alondra acercarse. Tomó su pelirroja y larga cabellera y la pasó hacia uno de sus hombros, sin poder evitarlo dirigió su mirada hacia el esposo de ell