Cap. 5- Khloe 1/3

¿Qué se supone que quiere este hombre? Yo no le pertenezco a nadie.

Camino hacia la puerta intentando ignorarlo, pero Joel sale a mi paso. Me toma de la mano con fuerza, sus dedos se clavan en mi piel como garras. Trato de soltarme, pero me arrastra hacia una esquina oscura.

—¿¡Dónde estabas, perra!? —me grita con los ojos desorbitados. Su desesperación es casi palpable.

—¿A qué te refieres? No tengo que darle explicaciones a nadie —respondo furiosa mientras quito sus manos de mi cuerpo con un tirón.

Uno de los guardias se acerca. Al fin, gracias a Dios… pero Joel lo detiene con un grito autoritario.

—¡No te metas, cabrón! ¡Vete! —ordena. El guardia titubea y, para mi horror, se va, dejando a Joel y su rabia conmigo. Intento escabullirme, pero vuelve a sujetarme con más fuerza.

—Suéltame —exijo, mi voz temblorosa, aunque trato de sonar firme.

—¿Que te suelte? Eso no me lo dices cuando estamos en la cama —responde con una sonrisa torcida que me revuelve el estómago.

—Solo hago mi trabajo.

—Sabes que te gusto —me espeta, acercándose más de lo que puedo soportar—. Y, aun así, te vas con otro, sabiendo que yo pago mejor que todos aquí.

—¿Disculpa? Entonces sufre, porque esto —digo señalándome con desprecio— no lo vuelves a probar, imbécil.

Su rostro se transforma. Levanta la mano, como si fuera a golpearme. Mi corazón late con fuerza, pero lo miro a los ojos con todo el odio que puedo reunir.

—No. No te atrevas —digo, dando un paso atrás, decidida a marcharme.

Dori aparece justo a tiempo. Me alejo de Joel, entrego el dinero sin siquiera esperar mi parte, y me pierdo en las sombras del club.

Por fin, en casa. Me miro al espejo y veo el hematoma en mi brazo. Joel me agarró con tanta fuerza que dejó una marca oscura. Me duele, pero ya estoy acostumbrada.

—¡Genial! Otra m*****a marca más —murmuro con amargura. Rebusco en mi cartera buscando un cigarrillo, pero no encuentro nada, ni siquiera la caja. Frunzo el ceño. ¿Maicol lo habrá cogido? No, no puede ser… nunca lo vi tocar mis cosas.

Saco su tarjeta. "Maicol Ferreira". Suspiro. Me quito la ropa y el maquillaje, preparándome para un baño que espero me limpie algo más que la piel.

Mientras el agua caliente recorre mi cuerpo, no puedo evitar recordar cómo mi corazón palpitó cuando Maicol estuvo cerca. No debería sentir esto. No puedo permitírmelo. He estado con todo tipo de hombres, y sé cómo terminan las cosas. Los ricos suelen estar casados, y si engañan a sus esposas con una prostituta, ¿qué podría esperar alguien como yo? Nada. Absolutamente nada.

Pero hay algo en él… algo que me hace sentir diferente. Y eso me asusta. No sabe quién soy ni el peso que cargo. Veo la marca en mi estómago mientras me seco, un recordatorio imborrable de aquella noche. Aquel hombre al que amaba… y al que maté.

Por la mañana. Alguien toca la puerta. Al abrir, me encuentro con un ramo de flores.

"De Joel: Anoche perdí el control. Lo siento."

—¡Ajá, claro! —exclamó, sarcástica, mientras arroje las flores al bote de basura.

Sirvo un poco de leche para mi gata, que se frota contra mis piernas, recordándome lo poco que me importa ponerle un nombre.

De vuelta al club. Me cubro las marcas, me maquillo, me peino. Tomo aire antes de salir al escenario. Esta noche, según Dori, mi nombre será "Carla".

Los gritos, las miradas lascivas y los billetes en el aire me reciben como siempre. Busco entre la multitud a Maicol, y ahí está, mirándome como nadie más lo hace. Me atrevo a sonreírle y continúo mi baile, pero Joel, como un demonio, aparece en mi camino.

—¿Cómo te llamas hoy? O mejor dicho, ¿qué personaje eres esta noche? —pregunta con un tono burlón.

—Quítate de mi camino.

—Espera. Hoy te pagaré más.

Miro a Maicol, que me observa desde la distancia con las manos en los bolsillos. Siento su mirada fija en mí, como si me analizara.

—No quiero tu dinero. Permiso —le respondo con firmeza, pero Joel me agarra del cuello con tanta fuerza que apenas puedo respirar. Todo se detiene. Las miradas se enfocan en nosotros.

—¿No la escuchaste? —dice Maicol, apareciendo de repente. Su mano se cierra sobre el hombro de Joel con una presión que lo obliga a soltarme.

—¡Suéltala, cabrón! —gritan algunos hombres, creando un alboroto en el club. Joel no tiene más remedio que dejarme ir.

—¡Búscate un hombre o vete! —le espeta Maicol con voz grave. Joel me lanza una mirada llena de rabia que me da escalofríos, pero corro hacia Dori.

—¿Qué está pasando aquí? —pregunta Dori, agitando su abanico.

—Me la llevo. ¿Cuánto es? —dice Joel, como si yo fuera una mercancía.

—Así no se trata a mis chicas, guapo —responde Dori con su habitual tono engreído—. Espero que no vuelva a pasar. Dame 1,500 dólares.

—1,500 dólares. Esta mujer no vale esa cantidad —replica Joel con una risa amarga.

—Después del show que acabas de hacer, debería cobrarte más —contesta Dori, cruzando los brazos.

—Daré 2,000 —dice Maicol, su voz firme y segura, captando la atención de todos.

Joel frunce el ceño, claramente derrotado.

—No traigo el dinero ahora, pero mañana lo tendré.

—Quédate con tu dinero. Carla, vete. Chico, págame —dice Dori con una sonrisa mientras Maicol saca su billetera y entrega los billetes.

En la salida, busco aire. Maicol me sigue.

—Entonces, ¿Carla es tu nombre? ¿O es Rosa? —pregunta, sus ojos clavados en mí. Me enderezo, intentando disimular el nerviosismo.

—Carla Rosa —respondo, mintiendo descaradamente. Maldición.

¿Por qué le mentí?

¡Es una regla!

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP