¿Qué se supone que quiere este hombre? Yo no le pertenezco a nadie.
Camino hacia la puerta intentando ignorarlo, pero Joel sale a mi paso. Me toma de la mano con fuerza, sus dedos se clavan en mi piel como garras. Trato de soltarme, pero me arrastra hacia una esquina oscura.
—¿¡Dónde estabas, perra!? —me grita con los ojos desorbitados. Su desesperación es casi palpable.
—¿A qué te refieres? No tengo que darle explicaciones a nadie —respondo furiosa mientras quito sus manos de mi cuerpo con un tirón.
Uno de los guardias se acerca. Al fin, gracias a Dios… pero Joel lo detiene con un grito autoritario.
—¡No te metas, cabrón! ¡Vete! —ordena. El guardia titubea y, para mi horror, se va, dejando a Joel y su rabia conmigo. Intento escabullirme, pero vuelve a sujetarme con más fuerza.
—Suéltame —exijo, mi voz temblorosa, aunque trato de sonar firme.
—¿Que te suelte? Eso no me lo dices cuando estamos en la cama —responde con una sonrisa torcida que me revuelve el estómago.
—Solo hago mi trabajo.
—Sabes que te gusto —me espeta, acercándose más de lo que puedo soportar—. Y, aun así, te vas con otro, sabiendo que yo pago mejor que todos aquí.
—¿Disculpa? Entonces sufre, porque esto —digo señalándome con desprecio— no lo vuelves a probar, imbécil.
Su rostro se transforma. Levanta la mano, como si fuera a golpearme. Mi corazón late con fuerza, pero lo miro a los ojos con todo el odio que puedo reunir.
—No. No te atrevas —digo, dando un paso atrás, decidida a marcharme.
Dori aparece justo a tiempo. Me alejo de Joel, entrego el dinero sin siquiera esperar mi parte, y me pierdo en las sombras del club.
Por fin, en casa. Me miro al espejo y veo el hematoma en mi brazo. Joel me agarró con tanta fuerza que dejó una marca oscura. Me duele, pero ya estoy acostumbrada.
—¡Genial! Otra m*****a marca más —murmuro con amargura. Rebusco en mi cartera buscando un cigarrillo, pero no encuentro nada, ni siquiera la caja. Frunzo el ceño. ¿Maicol lo habrá cogido? No, no puede ser… nunca lo vi tocar mis cosas.
Saco su tarjeta. "Maicol Ferreira". Suspiro. Me quito la ropa y el maquillaje, preparándome para un baño que espero me limpie algo más que la piel.
Mientras el agua caliente recorre mi cuerpo, no puedo evitar recordar cómo mi corazón palpitó cuando Maicol estuvo cerca. No debería sentir esto. No puedo permitírmelo. He estado con todo tipo de hombres, y sé cómo terminan las cosas. Los ricos suelen estar casados, y si engañan a sus esposas con una prostituta, ¿qué podría esperar alguien como yo? Nada. Absolutamente nada.
Pero hay algo en él… algo que me hace sentir diferente. Y eso me asusta. No sabe quién soy ni el peso que cargo. Veo la marca en mi estómago mientras me seco, un recordatorio imborrable de aquella noche. Aquel hombre al que amaba… y al que maté.
Por la mañana. Alguien toca la puerta. Al abrir, me encuentro con un ramo de flores.
"De Joel: Anoche perdí el control. Lo siento."
—¡Ajá, claro! —exclamó, sarcástica, mientras arroje las flores al bote de basura.
Sirvo un poco de leche para mi gata, que se frota contra mis piernas, recordándome lo poco que me importa ponerle un nombre.
De vuelta al club. Me cubro las marcas, me maquillo, me peino. Tomo aire antes de salir al escenario. Esta noche, según Dori, mi nombre será "Carla".
Los gritos, las miradas lascivas y los billetes en el aire me reciben como siempre. Busco entre la multitud a Maicol, y ahí está, mirándome como nadie más lo hace. Me atrevo a sonreírle y continúo mi baile, pero Joel, como un demonio, aparece en mi camino.
—¿Cómo te llamas hoy? O mejor dicho, ¿qué personaje eres esta noche? —pregunta con un tono burlón.
—Quítate de mi camino.
—Espera. Hoy te pagaré más.
Miro a Maicol, que me observa desde la distancia con las manos en los bolsillos. Siento su mirada fija en mí, como si me analizara.
—No quiero tu dinero. Permiso —le respondo con firmeza, pero Joel me agarra del cuello con tanta fuerza que apenas puedo respirar. Todo se detiene. Las miradas se enfocan en nosotros.
—¿No la escuchaste? —dice Maicol, apareciendo de repente. Su mano se cierra sobre el hombro de Joel con una presión que lo obliga a soltarme.
—¡Suéltala, cabrón! —gritan algunos hombres, creando un alboroto en el club. Joel no tiene más remedio que dejarme ir.
—¡Búscate un hombre o vete! —le espeta Maicol con voz grave. Joel me lanza una mirada llena de rabia que me da escalofríos, pero corro hacia Dori.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunta Dori, agitando su abanico.
—Me la llevo. ¿Cuánto es? —dice Joel, como si yo fuera una mercancía.
—Así no se trata a mis chicas, guapo —responde Dori con su habitual tono engreído—. Espero que no vuelva a pasar. Dame 1,500 dólares.
—1,500 dólares. Esta mujer no vale esa cantidad —replica Joel con una risa amarga.
—Después del show que acabas de hacer, debería cobrarte más —contesta Dori, cruzando los brazos.
—Daré 2,000 —dice Maicol, su voz firme y segura, captando la atención de todos.
Joel frunce el ceño, claramente derrotado.
—No traigo el dinero ahora, pero mañana lo tendré.
—Quédate con tu dinero. Carla, vete. Chico, págame —dice Dori con una sonrisa mientras Maicol saca su billetera y entrega los billetes.
En la salida, busco aire. Maicol me sigue.
—Entonces, ¿Carla es tu nombre? ¿O es Rosa? —pregunta, sus ojos clavados en mí. Me enderezo, intentando disimular el nerviosismo.
—Carla Rosa —respondo, mintiendo descaradamente. Maldición.
¿Por qué le mentí?
¡Es una regla!
No puedo creer que Joel se haya portado de esa manera. Por suerte, Maicol pudo apostar más que él. De no ser así, esta noche Joel habría actuado como un animal.—¿Por qué? ¿Por qué diste esa cantidad de dinero? —le reprocho con enojo.—¿Acaso se te olvidó nuestra conversación? —responde, desafiante.¿Cómo podría olvidarla? Sus palabras todavía resuenan en mi cabeza.—Pero diste esa cantidad de dinero, y no creo que planees irte sin obtener mis servicios.—No te preocupes por eso. Me gusta pasar tiempo contigo —responde con una sonrisa segura.—Te estás metiendo en problemas... ¿Qué es lo que realmente quieres, Maicol? —le espeto, porque claro que está metiéndose en problemas. Joel no se quedará tranquilo.—Tu compañía —dice con un tono seductor, mientras sus ojos se clavan en los míos.Suspiro profundamente, colocando mi mano sobre mi cuello, justo donde Joel me apretó con fuerza.—¿Te duele? ¿Cómo ese bastardo pudo hacerte algo así?—En este lugar pasan muchas cosas —digo en voz baja,
—¡No! No te reconocía. ¿Cuánto tiempo ha pasado? —dije, intentando mantener la compostura.—No pensé encontrarte en un lugar como este…— Jorge hizo una pausa, dejando que sus palabras cortaran el aire como una hoja afilada—. Hasta que te vi seduciendo a uno de mis hombres. Me disculparás, pero tengo que revisarte. Voltea.— Su voz era dura, como un golpe seco, y su mirada helaba.Mientras sentía sus manos recorriendo mi cuerpo en busca de algo que delatara mis secretos, no podía apartar los ojos de los suyos. Eran los mismos ojos de siempre, pero ahora cargaban una mezcla de odio y algo más que no lograba descifrar. Me estremecí cuando su voz resonó de nuevo.—Dame el bolso.Asentí, tragando el nudo en mi garganta. Abrí la puerta del auto con manos temblorosas, saqué el bolso y se lo pasé sin mirarlo. Lo observé mientras lo revisaba con una calma casi burlona, sacando todo lo que había dentro. ¡Maldita sea! No me había acordado de las pastillas. Ahí estaban, entre el desorden, brillando
Esperaba, al menos, un mensaje anoche. No me importa que me haya hablado de esa manera; de hecho, me pareció divertido. Voy a sacarla de ese lugar. Algo me dice que no pertenece a ese infierno. No puedo dejar de pensar en esos ojos de luna que tiene.—¡Papá! —oí la voz emocionada de mi princesa, que corría hacia mí con una hoja de papel en la mano.Vi a mi hermana bajarse del auto. Al parecer, ya no puede soportar más a Valeria.—¿Cómo está la niña más hermosa del mundo? —le pregunté, besando su mejilla.—Bien, papi —respondió con esa carita de santica, aunque era más traviesa que nadie.—Hola. Te traje a tu pequeña. Me rompió mi perfume más caro, así que espero que me lo pagues —dijo Emma, mirándome con un toque de ironía.—¿Pagarte? Nadie te mandó a llevártela por dos semanas. Eres una ladrona. Cualquiera pensaría que no quiero a mi hija.—Bueno, ¿entonces qué? ¿Me invitarás a pasar, gruñón? —replicó con descaro, abrazándome. Pero entonces, la vi mirar con fastidio hacia la calle—. Y
Después de visitar al ginecólogo y hacer una parada en el salón de belleza, decidí comprar un par de cajas de cigarrillos y un encendedor. No llevo maquillaje, tan solo una blusa de escote pronunciado, un jean ajustado y unos tacones altos. Aunque admito que me falta algo... un labial rojo oscuro. Por suerte, lo llevo en mi bolso nuevo.Al encender mi auto, siento un antojo insaciable de helado. Busco rápidamente en mi móvil una heladería cercana. Al llegar, encuentro un lugar para estacionar. Mientras salgo, un auto lujoso se detiene justo al lado del mío.No. No puede ser él.Volteo disimuladamente y me pongo las gafas de sol. Lo observo de reojo. Está cargando a una niña pequeña, probablemente su hija. Pero... ¿y ella? No parece ser la mujer de la foto que vi. En persona, se ve mucho mejor.Sacudo la cabeza, intentando apartarlo de mi mente. Nada ni nadie me quitará las ganas de comerme ese helado.Entro al local.—Hola. Quiero un helado de yogur. Le agradecería si me despachara ráp
Al subir a mi auto, mientras miraba aquella dirección en el GPS, comenzó la batalla en mi interior: ir o no ir a ese lugar. A pesar de haberme puesto mi mejor vestido, sentía que algo me faltaba. Seguridad. Confianza en mí misma. ¿Qué estaba haciendo? No quería que me descubrieran con un cliente, pero tampoco quería pasar el resto de mi vida bajo unas malditas reglas. Ya no soy una niña. Soy una mujer, y debo tomar mis propias decisiones... no, mis propias reglas.Sin embargo, esta dirección... según G****e Maps, no es un hotel. ¿Adónde planeas llevarme, Maicol? Pensaba mientras conducía con los nervios apretándome el pecho.Entonces lo vi. No podía ser... ¿Es su casa? Frente a mí se alzaba una hacienda enorme, imponente, de una elegancia que parecía sacada de una película. Sabía que Maicol era un empresario adinerado, pero jamás imaginé algo de este nivel. Estacioné frente a la gran puerta principal, y un hombre con porte impecable salió a mi encuentro.—Señorita Rosa, el señor la esp
Un abrazo... su abrazo me hace sentir viva. Esta noche es perfecta.—Señor, perdone que lo interrumpa, pero Jessica está afuera. ¿Qué hacemos con ella? —dijo una voz tras la puerta.Jessica. ¿Quién es Jessica? Miro a Maicol y, por su expresión, me doy cuenta de quién se trata. Es la madre de su hija.—No le permitan entrar.—Yo me iré, tranquilo —le digo, levantándome de la cama.—No, tú no te vas —me toma de la mano con firmeza.—Como diga, mi señor —respondo, con una mezcla de desafío y sumisión, al tiempo que escucho al hombre tras la puerta.—Dígale que Valeria se fue con Emma al cine. Y si insiste, dile que tengo asuntos más importantes que hablar con ella —ordena Maicol, mirando hacia la puerta.—Maicol, es mejor que me vaya... —insisto, incómoda por la situación.—No. Quiero que te quedes. Toda la noche, si es posible —acaricia mi rostro, y luego me besa lentamente, haciendo que olvide mis dudas. Me guía de regreso a la cama, como si esa fuera la única opción.¿Cómo podría haber
Ni siquiera pude dormir pensando en semejante escultura de mujer. Todavía no le he mostrado mi manera de poseer, pero todo a su tiempo; con calma y despacio.—¡Hey! Te estoy hablando —Emma me saca de mis pensamientos.—Lo siento, estaba lejos —le guiñó un ojo, intentando disimular.—Cómo se nota… —dice con tono irónico.Antes de que pueda responder, el sonido de unos pasos me alerta. Su expresión de disgusto lo confirma: Jessica está aquí.—Maicol, ¿se puede saber por qué no me dejaste pasar anoche? Eso nunca había pasado. ¿Estabas con alguien? —Jessica entra de lleno, directa, y con esa actitud que tanto me agota.—Puedes venir… —la tomo del brazo con firmeza, llevándola lejos de Emma. No necesito un espectáculo aquí.—¿Con quién estabas? ¡Dime! —me reclama, con los celos pintados en su rostro.—No son tus problemas.—¡Tengo derecho a saber!—Jessica, ¿acaso estás loca? Tú no tienes derecho a nada.—Maicol, ¿estás saliendo con alguien más? —Su voz tiembla, pero la rabia la sostiene.—
Ya estando en el camerino, contemplándome, pensando en ese maravilloso sexo oral...—¿Hola?— La chica de la otra noche, se sienta a mi lado, tiene un golpe horrible en el rostro.—Hola... ¿Qué te paso en la cara?——Un cliente... Me quiero ir, quiero irme de este lugar, pero Dori no me lo permite. ¿Por qué? se supone que cuado no quieres estar en un lugar te vas.——No eres la única, yo también quise escapar, pero esimposible.——¿De qué hablas? tú puedes irte, tienes una casa, te puedes ir, escapar de todo esto, me arrepiento de haber dejado que me vendan.——Las cosas no son de esa manera niña, además si te vendieron, lamento decirte que te quedaras aquí para siempre——Pues, no. Me iré, algún día, me iré, y no me digas ni&nt