—¡No! No te reconocía. ¿Cuánto tiempo ha pasado? —dije, intentando mantener la compostura.—No pensé encontrarte en un lugar como este…— Jorge hizo una pausa, dejando que sus palabras cortaran el aire como una hoja afilada—. Hasta que te vi seduciendo a uno de mis hombres. Me disculparás, pero tengo que revisarte. Voltea.— Su voz era dura, como un golpe seco, y su mirada helaba.Mientras sentía sus manos recorriendo mi cuerpo en busca de algo que delatara mis secretos, no podía apartar los ojos de los suyos. Eran los mismos ojos de siempre, pero ahora cargaban una mezcla de odio y algo más que no lograba descifrar. Me estremecí cuando su voz resonó de nuevo.—Dame el bolso.Asentí, tragando el nudo en mi garganta. Abrí la puerta del auto con manos temblorosas, saqué el bolso y se lo pasé sin mirarlo. Lo observé mientras lo revisaba con una calma casi burlona, sacando todo lo que había dentro. ¡Maldita sea! No me había acordado de las pastillas. Ahí estaban, entre el desorden, brillando
Esperaba, al menos, un mensaje anoche. No me importa que me haya hablado de esa manera; de hecho, me pareció divertido. Voy a sacarla de ese lugar. Algo me dice que no pertenece a ese infierno. No puedo dejar de pensar en esos ojos de luna que tiene.—¡Papá! —oí la voz emocionada de mi princesa, que corría hacia mí con una hoja de papel en la mano.Vi a mi hermana bajarse del auto. Al parecer, ya no puede soportar más a Valeria.—¿Cómo está la niña más hermosa del mundo? —le pregunté, besando su mejilla.—Bien, papi —respondió con esa carita de santica, aunque era más traviesa que nadie.—Hola. Te traje a tu pequeña. Me rompió mi perfume más caro, así que espero que me lo pagues —dijo Emma, mirándome con un toque de ironía.—¿Pagarte? Nadie te mandó a llevártela por dos semanas. Eres una ladrona. Cualquiera pensaría que no quiero a mi hija.—Bueno, ¿entonces qué? ¿Me invitarás a pasar, gruñón? —replicó con descaro, abrazándome. Pero entonces, la vi mirar con fastidio hacia la calle—. Y
Después de visitar al ginecólogo y hacer una parada en el salón de belleza, decidí comprar un par de cajas de cigarrillos y un encendedor. No llevo maquillaje, tan solo una blusa de escote pronunciado, un jean ajustado y unos tacones altos. Aunque admito que me falta algo... un labial rojo oscuro. Por suerte, lo llevo en mi bolso nuevo.Al encender mi auto, siento un antojo insaciable de helado. Busco rápidamente en mi móvil una heladería cercana. Al llegar, encuentro un lugar para estacionar. Mientras salgo, un auto lujoso se detiene justo al lado del mío.No. No puede ser él.Volteo disimuladamente y me pongo las gafas de sol. Lo observo de reojo. Está cargando a una niña pequeña, probablemente su hija. Pero... ¿y ella? No parece ser la mujer de la foto que vi. En persona, se ve mucho mejor.Sacudo la cabeza, intentando apartarlo de mi mente. Nada ni nadie me quitará las ganas de comerme ese helado.Entro al local.—Hola. Quiero un helado de yogur. Le agradecería si me despachara ráp
Al subir a mi auto, mientras miraba aquella dirección en el GPS, comenzó la batalla en mi interior: ir o no ir a ese lugar. A pesar de haberme puesto mi mejor vestido, sentía que algo me faltaba. Seguridad. Confianza en mí misma. ¿Qué estaba haciendo? No quería que me descubrieran con un cliente, pero tampoco quería pasar el resto de mi vida bajo unas malditas reglas. Ya no soy una niña. Soy una mujer, y debo tomar mis propias decisiones... no, mis propias reglas.Sin embargo, esta dirección... según G****e Maps, no es un hotel. ¿Adónde planeas llevarme, Maicol? Pensaba mientras conducía con los nervios apretándome el pecho.Entonces lo vi. No podía ser... ¿Es su casa? Frente a mí se alzaba una hacienda enorme, imponente, de una elegancia que parecía sacada de una película. Sabía que Maicol era un empresario adinerado, pero jamás imaginé algo de este nivel. Estacioné frente a la gran puerta principal, y un hombre con porte impecable salió a mi encuentro.—Señorita Rosa, el señor la esp
Un abrazo... su abrazo me hace sentir viva. Esta noche es perfecta.—Señor, perdone que lo interrumpa, pero Jessica está afuera. ¿Qué hacemos con ella? —dijo una voz tras la puerta.Jessica. ¿Quién es Jessica? Miro a Maicol y, por su expresión, me doy cuenta de quién se trata. Es la madre de su hija.—No le permitan entrar.—Yo me iré, tranquilo —le digo, levantándome de la cama.—No, tú no te vas —me toma de la mano con firmeza.—Como diga, mi señor —respondo, con una mezcla de desafío y sumisión, al tiempo que escucho al hombre tras la puerta.—Dígale que Valeria se fue con Emma al cine. Y si insiste, dile que tengo asuntos más importantes que hablar con ella —ordena Maicol, mirando hacia la puerta.—Maicol, es mejor que me vaya... —insisto, incómoda por la situación.—No. Quiero que te quedes. Toda la noche, si es posible —acaricia mi rostro, y luego me besa lentamente, haciendo que olvide mis dudas. Me guía de regreso a la cama, como si esa fuera la única opción.¿Cómo podría haber
Ni siquiera pude dormir pensando en semejante escultura de mujer. Todavía no le he mostrado mi manera de poseer, pero todo a su tiempo; con calma y despacio.—¡Hey! Te estoy hablando —Emma me saca de mis pensamientos.—Lo siento, estaba lejos —le guiñó un ojo, intentando disimular.—Cómo se nota… —dice con tono irónico.Antes de que pueda responder, el sonido de unos pasos me alerta. Su expresión de disgusto lo confirma: Jessica está aquí.—Maicol, ¿se puede saber por qué no me dejaste pasar anoche? Eso nunca había pasado. ¿Estabas con alguien? —Jessica entra de lleno, directa, y con esa actitud que tanto me agota.—Puedes venir… —la tomo del brazo con firmeza, llevándola lejos de Emma. No necesito un espectáculo aquí.—¿Con quién estabas? ¡Dime! —me reclama, con los celos pintados en su rostro.—No son tus problemas.—¡Tengo derecho a saber!—Jessica, ¿acaso estás loca? Tú no tienes derecho a nada.—Maicol, ¿estás saliendo con alguien más? —Su voz tiembla, pero la rabia la sostiene.—
Ya estando en el camerino, contemplándome, pensando en ese maravilloso sexo oral...—¿Hola?— La chica de la otra noche, se sienta a mi lado, tiene un golpe horrible en el rostro.—Hola... ¿Qué te paso en la cara?——Un cliente... Me quiero ir, quiero irme de este lugar, pero Dori no me lo permite. ¿Por qué? se supone que cuado no quieres estar en un lugar te vas.——No eres la única, yo también quise escapar, pero esimposible.——¿De qué hablas? tú puedes irte, tienes una casa, te puedes ir, escapar de todo esto, me arrepiento de haber dejado que me vendan.——Las cosas no son de esa manera niña, además si te vendieron, lamento decirte que te quedaras aquí para siempre——Pues, no. Me iré, algún día, me iré, y no me digas ni&nt
Al volver al maldito infiernoMaicol se encuentra fuera, busco en mi bolso un cigarrillo... Caminando a la puerta, ignorando que está ahí parado mirándome, enciendo mi cigarrillo.—Entonces, actuaras como si no me conoces, me dejas esperándote como un estúpido.— Me dice molesto, mientras se esparce el humo, suspiro, mirando atrás.—Lo siento, tenía que salir——¿Dónde?— Me pregunta, con esa mirada de preocupación.—Son mis asuntos, ahora me disculpas, tengo que entrar— Al seguir mi camino... Me toma de la mano, nuestras miradas chocan.—No entiendo, ¿Te pasa algo?— Que si me pasa algo, me pasan muchas cosas, quiero explotar, tengo tantas ganas de llorar, tantas ganas de quedarme sin aliento, todavía no entiendo cuál es mi propósito estando viva, quisiera... Dejar de respirar, por unos cinc