Cap. 6- Khloe 2/3

No puedo creer que Joel se haya portado de esa manera. Por suerte, Maicol pudo apostar más que él. De no ser así, esta noche Joel habría actuado como un animal.

—¿Por qué? ¿Por qué diste esa cantidad de dinero? —le reprocho con enojo.

—¿Acaso se te olvidó nuestra conversación? —responde, desafiante.

¿Cómo podría olvidarla? Sus palabras todavía resuenan en mi cabeza.

—Pero diste esa cantidad de dinero, y no creo que planees irte sin obtener mis servicios.

—No te preocupes por eso. Me gusta pasar tiempo contigo —responde con una sonrisa segura.

—Te estás metiendo en problemas... ¿Qué es lo que realmente quieres, Maicol? —le espeto, porque claro que está metiéndose en problemas. Joel no se quedará tranquilo.

—Tu compañía —dice con un tono seductor, mientras sus ojos se clavan en los míos.

Suspiro profundamente, colocando mi mano sobre mi cuello, justo donde Joel me apretó con fuerza.

—¿Te duele? ¿Cómo ese bastardo pudo hacerte algo así?

—En este lugar pasan muchas cosas —digo en voz baja, avergonzada.

Maicol saca una caja y la extiende hacia mí.

—Tengo un regalo para ti.

—¿Para mí? —pregunto, sorprendida.

Deshago el papel de regalo con prisa, y mis ojos se abren como platos al descubrir un celular. Es hermoso, demasiado caro, pero no puedo aceptarlo. Si acepto este celular, él tendrá mi número, y eso está completamente prohibido por las reglas. Le devuelvo el teléfono con firmeza.

—¿Qué pasa ahora?

—No puedo aceptarlo, es contra las reglas.

—Las reglas están para romperse... Entonces, ¿esto sí puedes aceptarlo?

Abro otra pequeña caja y encuentro un collar de diamantes tan exquisito que me deja sin palabras. Me doy la vuelta para que lo coloque en mi cuello, incapaz de rechazarlo.

—Por favor, toma el celular. Nadie lo sabrá —insiste.

—¿Por qué mejor no me cuentas qué significan cada uno de esos tatuajes? Tienes la cara de una niña hermosa —cambio de tema, señalando el tatuaje en su brazo.

—Es mi hija.

Un incómodo silencio se instala entre nosotros. Creo que nunca debí preguntar eso.

—Ah, qué bien... Entonces, ¿eres casado? Ya conozco ese truco de quitarse el anillo antes de entrar a un prostíbulo.

—No, no soy casado. Y si lo fuera, no lo ocultaría.

—Eso significa que eres libre... Pero tienes una hija.

—Sí, se llama Valeria. Es la niña más hermosa del mundo. Mira estas fotos. Tiene apenas seis años, pero es tan inteligente como ella sola.

—Valeria... Es preciosa. Me imagino que esta mujer es su madre, ¿por eso pasaste la foto tan rápido?

—Sí, ella es parte del pasado. Y el pasado se queda en el pasado.

Eso mismo quisiera decir yo, que mi pasado se quedara atrás... pero nunca lo hace.

—Sabes, ¿por qué no tenemos una cita? Pero no aquí en el auto, algo diferente, como ir a un restaurante o donde tú quieras.

—¿Qué es lo que realmente quieres, Maicol? —le pregunto de nuevo, porque sus intenciones son demasiado confusas.

Maicol se inclina hacia mí, acercándose tanto que puedo sentir su respiración en mi rostro.

—Ahora mismo, quiero saborear esos labios carnosos —murmura, su voz cargada de deseo.

No dudo en aceptar esas palabras. Yo también quiero probar su boca. Sus manos suaves acarician mi muslo mientras su lengua encuentra la mía. El calor entre nosotros se intensifica rápidamente.

—Besas muy bien para ser un chico fresa —digo, rompiendo el beso para mirarlo a los ojos.

—¿Chico fresa?

—Podemos seguir... —susurro contra sus labios, reanudando nuestro apasionado encuentro.

La temperatura en el auto sube al máximo, y sin pensarlo mucho, pasamos a la parte trasera. No decimos una palabra mientras sus labios recorren mi cuello y sus manos se deslizan con maestría. Bajo mi mano para explorar su miembro, y al verlo, me sorprende. Para alguien tan refinado, esperaba algo más... modesto. Pero es todo lo contrario.

Esto va más allá de las reglas, pero él pagó lo suficiente, y no pienso detenerme.

—Rosa, es mejor que te detengas... —me advierte, su voz cargada de urgencia.

Pero no lo hago. Estoy en mi momento de poder.

—Te lo advertí... —susurra entre jadeos mientras llego hasta el final.

El ambiente está cargado de electricidad hasta que algo inesperado arruina el momento: unas pastillas caen de mi sostén.

—¿Y esto? —pregunta con el ceño fruncido.

—Esto... es solo parte del trabajo —improviso torpemente.

—¿Parte del trabajo? ¿Querías drogarme? —me acusa, visiblemente molesto.

—¡No! No es eso... ¡Olvídalo! No tengo por qué darte explicaciones sobre mi problema de salud.

—Si es un problema, deberías llevar tus pastillas en tu bolso, no en tus pechos —responde con un tono frío que me hace estremecer.

Intento recomponerme y guardo las pastillas en mi bolso, mientras él me observa con una mezcla de incredulidad y decepción.

—Creo que arruiné el momento. Te pido disculpas.

—¿Puedo irme? —le digo mientras termino de ajustarme el sostén.

—Si te quieres ir, entonces vete. Pero acepta mi regalo. Si no lo haces, no te dejaré ir.

—Está bien. Me llevaré el celular, pero no me llames. Espera a que yo lo haga primero. Y gracias por salvarme esta noche. Pienso devolverte el dinero... Adiós.

Salgo del auto sin mirar atrás, caminando hacia el infierno que me espera.

—¡No necesito ese dinero! ¡Vendré mañana por ti! —grita Maicol desde la distancia, con una sonrisa idiota en su rostro.

—¡Mañana me tomaré el día libre! —le respondo con una risa sarcástica.

Pero su voz me detiene.

—¡Entonces podremos tener nuestra cita!

Me doy la vuelta, incrédula. ¿Acaso este hombre no entiende? Camino de regreso hacia él, decidida a acabar con sus ilusiones.

—No te confundas. Yo no quiero nada contigo. Lo que haces, lo haces porque quieres. Yo no te pedí nada. Y deja de hablar como si tuviéramos algo, porque eso nunca va a pasar. ¿Entendido?

Él se queda en silencio, y yo retomo mi camino, con un dolor inexplicable en el pecho.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP