VALENTINE.

Tres semanas después.

Observo los músculos de la espalda de Elijah tensarse cada vez que levanta la barra y muerdo con suavidad mi labio inferior, cada centímetro del cuerpo de mi esposo es una maldita fantasía.

Por más que lo vea con o sin ropa, Elijah va a seguir encantándome como el primer día, creo en el destino y se que nosotros fuimos hechos el uno para el otro, porque por más que intentemos alejarnos y hacer nuestras vidas lejos del otro, de alguna manera terminamos volviendo a encontrarnos.

—¿Disfrutando de la vista, amor? —Inquiere, colocando con deliberada lentitud la barra en el suelo, sonrío y doy un paso dentro del gimnasio, que a esta hora se encuentra vacío y se quita los audífonos—. Porque yo sí estoy disfrutando verte con esa ropa pequeña y ajustada.

Cierro la puerta detrás de mí antes de continuar avanzando y Elijah alza las cejas con asombro, como si no supiera que podríamos terminar haciéndolo en el suelo, de pie o contra la pared. Somos muy activos