Una Noche Con El Jefe Alfa
Una Noche Con El Jefe Alfa
Por: Melanie Fraser
El Reencuentro

“―Yo, Eir Ottum, te rechazo a ti Vidar Granberg por asesinar a mi madre a sangre fría y cometer traición. ―La frialdad en la mirada de su amada hizo aullar a su lobo con tristeza. ―Desde hoy nuestra conexión y lazos quedarán para siempre rotos. ―Estiró su mano, ¿Cómo es posible? ¿Ella, su luna lo está rechazando justo antes de su ceremonia? ¿Acaso no le permitirá explicarse?

―Acepto tu rechazo. ―Con dolor en su ser aceptó el rechazo y tomó su mano para que el pacto se sellara aun cuando su alma se rompió en miles de pedazos y su corazón se destruyó por completo.”

El sudor se deslizó por el dorso de su cuerpo desnudo, ¿Por qué sueña con eso ahora? ¿Por qué lo recuerda después de dos años? Pasó la mano por su rostro, desde aquella vez se juró no pensarla más, decidió abandonar cualquier recuerdo en el que ella existía.

Pero tal vez haberla amado con todas sus fuerzas desde que eran unos niños se lo complica siempre, por mucho que desee olvidarse de esa mujer no lo logra y eso lo enfurece. Ella no dudó en abandonarlo, ¿Por qué no puede hacer él lo mismo?

Furioso por aquel sueño y los tantos recuerdos dolorosos se paró de la cama y fue directo al baño, ahora necesita darse una ducha fría para despejar su mente. Él siempre amanecía de un pésimo humor, pero tras ese sueño su desagrado es superior.

Al estar listo, se miró al espejo y sonrió. Hombre alto, corpulento, guapo, cabello blanco largo, ojos celestes y una sonrisa cautivadora; CEO de una de las mejores cadenas hoteleras del mundo y el pecado que cualquier mujer desearía cometer.

Satisfecho con su apariencia, se ajustó el saco de vestir y tras tomar su maletín salió de su mansión y montó a su deportivo del año, tiene una empresa que dirigir, a un montón de insectos que aterrorizar con su sola mirada y a un enemigo al que mantener a raya.

―Ahora estoy ocupado. ―Gruñó al responder el móvil.

―Vidar, necesito verte para…

―Yo no quiero verte, padre. ―Lo cortó de malhumor. ―Ni a ti ni a nadie.

―¡Somos familia! ―Gruñó furioso.

―La familia no obliga a sus hijos a buscar esposa. ―Le recriminó. ―Sabes tan bien como yo que ninguna mujer ha logrado tener una conexión conmigo. La Diosa luna me abandonó, así que ahora déjame en paz. ―Sin más le cortó la llamada a su padre.

Él, el heredero de una de las manadas más poderosas que existe; Sol y Luna es para él lo más importante, pues en el mundo humano son pocos los alfas que se han hecho un lugar y su padre fue uno de esos, pero para conseguir el puesto como alfa ahora debe buscar pareja, lo que le parece absurdo porque la suya lo rechazó injustamente justo antes de la ceremonia.

Por ahora su único propósito es destruir a Dark Ottum, alfa y rey de la manada rival, el mismo que alguna vez fue su aliado y amigo más cercano, además de su suegro. No es un secreto para nadie que ambas manadas quedaron como enemigos a muerte desde aquel fatídico día y ahora no solo luchan como lobos rivales, sino que también como empresarios.

Vidar fue recibido por su asistente, el mismo llevaba dos años trabajando para él, desde que decidió llevar la empresa familiar en Europa su asistente ha sido el mismo. El chico intentó no atrasarse, pero al contrario que su jefe, él es menudo y bastante bajito de estatura.

―Señor, hoy tiene una junta a las diez, tiene un almuerzo con su amigo y una cena con la pelinegra. ―Vidar se detuvo antes de entrar al ascensor, intentó recordar a la chica, pero al no hacerlo avanzó.

―Cancela esa cena, una mujer que no sea capaz de quedarse en mi mente no es digna de repetir conmigo. ―El chico rápidamente apuntó en su tablet. ―Hay mujeres tan poco impactantes. ―Suspiró decepcionado, jamás repite con las mujeres porque las olvida tan rápidamente que no vale la pena darle más de su tiempo y su fantástico sexo.

―Listo, señor. ―Dijo el chico presionando el botón para el piso presidencial, ni eso había hecho su jefe. ―Los documentos que me solicitó están sobre su escritorio. ―Siguió informándole. ―Recursos Humanos le ha enviado una carta, están solicitando más personal. ―Vidar lo miró y el chico se sintió más pequeño. ―Somos la central, señor… nos hace falta personal en todos los departamentos, tampoco puede olvidar que me ha ascendido y ahora debo cambiar de departamento y debe contratar a una asistente nueva. ―Vidar gruñó. ―Es mi último día con usted y debo poner al corriente a la nueva. ―Le sonrió. ―Por eso seleccioné a varios candidatos para que usted las entreviste personalmente. ―Vidar resopló, ¿Por qué lo ascendió?

―Bien, daré la autorización para que Recueros Humanos contrate más personal. ―Al bajar en su piso, todos los trabajadores corrieron a sus puestos antes de que el gran Vidar Granberg los pisoteara como hormigas a cada uno. ―Que nadie me moleste. ―Ordenó a la secretaria de piso. ―Jonathan. ―Miró a su asistente. ―Quiero que asistas a la junta por mí, no quiero verle la cara a ese montón de inútiles. ―Siguió su camino. ―Yo entrevistaré a los candidatos, cancela también el almuerzo.

―Como ordene, señor. ―El chico asintió rápidamente. ―Con permiso. ―Se quedó mirando a la puerta que le fue cerrada en la cara. ―¿Qué tanto habrá sufrido como para que sea tan odioso y malhumorado? ―Se preguntó a sí mismo, pero no lo hizo tan bajo como pensó.

―Bueno, yo apuesto que es por una mujer. ―Dijo uno de los oficinistas ganándose las miradas severas de las chicas. ―¿Qué? Cuando un hombre se vuelve frío, odioso y un total demonio siempre es por una mujer.

―¿No te has puesto a pensar que quizás perdió a su familia? ―Una de las chicas defendió su género. ―Llegó aquí hace dos años y jamás he visto que alguna de su familia ha venido aquí.

―¿Sí sabes que esto es una cadena de hoteles internacionales? ―Otra chica rodó los ojos. ―Y los familiares de él están bien vivitos, de lo contrario ya fuera noticia. ―Todos estuvieron de acuerdo con eso.

―Vale, no hice la pregunta para que sacaran conclusiones. ―Jonathan resopló.

―Vamos, Jony. ―Una de las chicas sonrió. ―¿Cuál es tu conclusión? ¿Por qué tu querido jefe es tan cruel? ―Jonathan respiró hondo.

―Creo que es como lo dice Lukas. ―Miró a su compañero. ―Realmente no les interesa a las mujeres, eso no es normal. ¡Sale con puras bellezas y aun así no las recuerda para el día siguiente!

―¿Tú también? ―Protestó una de las chicas. ―Estoy segura de que no fue ninguna mujer y… ―Todos quedaron en silencio al ver a la muchedumbre bajando del ascensor.

El piso quedó totalmente en silencio, más carne fresca para sufrir en esa agonía que es trabajar para el heredero Granberg.

***

―¡Eir, ya es tarde! ―Le gritó a su amiga mientras toca el claxon. ―Pediste que viniera a tiempo y ni aun así estás lista. ―Eir corrió para subirse al coche.

―Lo siento, el casero me estaba esperando y debía esperar a que se fuera. ―Arregló su cabello. ―Soy un desastre, se supone que debía llegar temprano. ―Se quejó mirándose al espejo, no lleva ni una gota de maquillaje.

―Con más razón debiste pasarle por encima a ese idiot4. ―La reprendió Jessi, su mejor amiga. ―Necesitas el trabajo, esto de ser pobres es una odisea. ―Bromeó haciéndola reír.

Eir en medio de su risa sintió tristeza, su mejor amiga no sabe que ella es la princesa de una de las manadas más poderosas y que su padre es uno de los hombres más influyentes en el mundo de los negocios, pero ese secreto solo lo debía saber ella. El que su padre la odie sin motivos y el que la haya echado de casa sin importarle dejarla desamparada le da mucho pesar y contar su historia sería lastimar más su corazón.

―Nos vemos en la noche. ―Besó la mejilla de su amiga. ―Gracias por traerme. ―Bajó del auto.

―Ya, ahora yo llegaré tarde al restaurante. ―La miró mal. ―¡Mucha suerte, esposa! ―Se despidió de ella y aceleró el maltrecho auto para tratar de llegar temprano a su trabajo.

Eir negó al verla conducir como una loca, pero al recordar que ya estaba tarde, corrió al interior del imponente edificio, ha llegado veinte minutos tarde y todo por el desagradable hombre que es su casero, no quiere dejarla en paz.

Una vez logró que le dieran el gafete de visitante, subió al ascensor y al llegar a presidencia salió del ascensor mirando como las chicas subían con los ojos cristalizados y unas hasta llorando. Con el corazón en la garganta se acercó a la enorme puerta de cristal que daba a la oficina de quien debía entrevistar.

―No tengo todo el día. ―Vidar no alzó la cara. ―Has llegado tarde y todavía dudas en entrar. ―Negó. ―Impuntualidad y duda, son dos de las cosas que más odi0. ―Al alzar la mirada chocó con esa verde y perpleja.
Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo