Dereck parecía una fiera enjaulada. Caminaba de un lado a otro lleno de ansiedad y desesperación por no poder hacer nada. Ginger ya les había contado a algunas personas que estaba embarazada, así que, cometer una locura como desaparecerla; en ese momento, no parecía la opción más viable.Por otro lado, deseaba acercarse a Mía otra vez, a pesar de que ella lo había rechazado, todavía podía sentir el vínculo entre los dos, aunque débil.Y se debilitaba mucho más cada segundo que pasaba, lo que solo le causaba más dolor. Esa noche estuvo desesperado por correr tras ella, sin embargo, no lo hizo. Prefirió dejar que Mía desahogase su dolor, además sabía que no quería verlo, habría sido inútil perseguirla en ese entonces.No obstante, a la mañana siguiente, estaba listo para volver a verla, sintió su presencia en el edificio donde tomaba sus clases, así que decidió esperar a que saliera. Al menos frente a todos no iba a poder escaparse tan fácilmente.Dereck se quedó esperando verla atraves
Mía estaba cansada de tanto llorar. Había vuelto a encontrarse con Dereck y nuevamente sus palabras la lastimaron desgarrando aún más su ya destrozado corazón. No soportaba verlo, ni mucho menos estar a su lado. Era demasiado doloroso para ella saberlo tan cerca y no poder dar rienda suelta a sus verdaderos sentimientos, y era aún más agonizante saber que él tendría un hijo con otra chica, y que al final solo fue una pequeña aventura de unos cuantos días.Ese día se encerró en su habitación del campus, decidida a no volver a salir por una semana. Al caer la noche, Cassandra llegó y encendió las luces. Casi pegó un grito al ver un enorme bulto envuelto en las sábanas de la cama de su amiga.—¿Mía? ¿Otra vez escondiéndote? —reprochó.La castaña no respondió, simplemente se limitó a enrollarse más y fingir que dormía. Entonces su amiga suspiró y le arrancó las sábanas de un tirón.—¡Ey! —exclamó como si fuese una ermitaña a la que han sacado a la luz por primera vez.—No voy a dejar que
El lobo de cabellera plateada no estaba precisamente acostumbrado a relacionarse con humanos. Más allá de su compasión por ellos, nunca había cruzado demasiadas palabras con alguno, pues todos sus veintiún años de vida los había vivido rodeado de otros de su especie, sin tener que ocultar su verdadera naturaleza licántropa.Por eso no le tembló el pulso ni la voz para amenazar de muerte a Pablo al ver lo que le estaba haciendo a Mía.Él todavía estaba aprendiendo a conocer la universidad, a los estudiantes, y ciertamente se había desviado mucho de su misión inicial, la idea que tenía de cazar al Alfa supremo y robarle su poder había pasado a segundo plano porque ahora que había encontrado a su Mate, no pensaba dejarla pasar. Su lobo interno ardía de deseo por unirse a ella, pero debía ser cuidadoso. Siendo una humana sin conocimiento por el reino sobrenatural que la rodeaba, era consciente de que no podía simplemente abordarla como lo hubiera hecho si ella fuese una loba.Los ojos de
Miles de preguntas desfilaban por la mente de Damien impidiéndole poder dormir. Jamás en todos sus años de vida imaginó que algo así podía sucederle a él. ¿Acaso algo así era posible? Su Mate, su pareja destinada… había sido marcada por alguien más. Un lobo desconocido del que él no tenía conocimiento.No podía hallar una solución sencilla a ese predicamento, y es que nunca en la existencia entera de los hombres lobo se había escuchado de algo así. Hojeó las páginas del libro que había encontrado de las brujas con la esperanza de que allí hubiese algún indicio, alguna pista o leyenda acerca de una Mate que tenga dos lobos destinados como su pareja, pero no halló absolutamente nada.Damien había logrado entrar a la universidad con una facilidad aterradora. A él le gustaba decir que era porque tenía algún poder especial, pero solo se trataba de su encanto abrumador y unos ojos profundos e hipnotizantes que harían decir que sí a todo lo que él pidiese sin chistar. En especial con las muj
¿Es posible tener sentimientos por dos personas diferentes al mismo tiempo?Mía se hacía esa pregunta sin parar mientras estaba en la clase de Italisio con Damien. El aula donde se encontraban era tipo auditorio, así que los estudiantes estaban distribuidos en largas mesas semi circulares y en diferentes niveles, desde donde podían observar a la profesora en medio explicando la clase.Damien se había sentado una fila más abajo de ella, pues todos los asientos a su lado estaban ocupados, sin embargo, aquello no fue un problema para el chico de cabello plateado, pues sabía que Mía estaba mirándolo sin parar.La castaña garabateaba los apuntes importantes que decía la profesora, pero, de rato en rato, la lapicera que tenía en la mano parecía cobrar vida propia y trazaba líneas por aquí y por allá. Sin darse cuenta, había estado dibujando a Damien.—¿Mía? ¡Señorita Sullivan! —La profesora llamó su atención lo que hizo que regresara a la realidad.—¿Sí?—¿Puedes conjugar el verbo que está
El sol irradiaba con fuerza sobre las cabezas de los jugadores que se encontraban en el campo de juego. Damien había esperado hasta el último momento, en especial cuando se asegurase de que el idiota de Pablo iba a estar allí para entrar con el uniforme del equipo que le habían prestado. El entrenador le aseguró que, si quedaba, le conseguiría uno nuevo especialmente para él.Se supone que los nuevos aspirantes consiguen alguna posición como sustitutos de la alineación oficial, pero Damien estaba determinado a conseguir una posición allí, después de todo, no iba a hacer tanto esfuerzo para quedarse sentado en la banca.Con una sonrisa que le surcaba el rostro llena de fanfarronería, entró al campo con el casco en la mano y observó a las personas que se encontraban allí. Las primeras en verlo fueron las porristas, que no pudieron evitar jadear de asombro, y a más de una se le mojaron las bragas al ver semejante belleza caminar con una seguridad digna de quien sabe que es el mejor.Sin
Mía se aferró al torso desnudo de Damien sin pensar si quiera en que se encontraba sin camisa. Cuando se acabaron sus lágrimas, se alejó un poco de él y limpió su rostro con las servilletas para secar las manos que había en el baño.—¡Dios!, pensarás que soy una llorona, siempre me encuentras así.—Ya te dije que jamás pensaría algo negativo sobre ti —le aseguró Damien.La castaña terminó de limpiarse la vista y fue entonces cuando casi se queda sin aliento al verlo. Lo primero que llamó su atención fueron todos esos tatuajes que llevaba en el cuerpo.Su vista lo recorrió con avidez, no reparó en disimular ni siquiera un poco. Él se echó a reír al ver cómo ella parecía comérselo con la mirada. Mía levantó la vista a sus ojos y enrojeció de vergüenza.—Lo siento —se disculpó mirando hacia otro lado.—No te tienes que disculpar por admirarme, no me ofende, tampoco me molesta, todo lo contrario —admitió acercándose a ella—. Puedes deleitarte cada vez que quieras.Las mejillas de Mía se p
El clima en Oakwood Lane era tan cambiante como los pensamientos de Mía. Hasta ese momento había hecho un frío ligero, pero estaban al borde del cambio de estación, el invierno iba a entrar con fuerza y lo demostró mientras ella y Damien iban de camino a la Groove Plaza. Pues, de pronto comenzaron a caer ligeros copos de nieve sobre el parabrisas del auto.—¡No puede ser! —exclamó Mía con un asombro tan inocente y tierno que causó una sonrisa involuntaria en Damien.—¿Nunca habías visto nevar? —preguntó con curiosidad.—Claro que sí, pero no nevaba en Oakwood desde hace más de diez años, esto es inesperado.Mía iba asomada por la ventana, e intentaba atrapar algún copo, pero no alcanzaba a agarrarlos por la velocidad a la que iban. Finalmente, Damien se detuvo en un semáforo y un ligero copo cayó en la palma de su mano.Volteó para enseñárselo, no esperaba que él estuviese mirándola con una admiración tan obvia que la hizo sonrojarse.—En Fangvale no nieva, ¿verdad? —preguntó con el c