Capítulo 57

—¡Lo planeé antes! ¿De acuerdo? En una pandilla en la que estuve lo hacían y busqué a alguien aquí en Leiva que me ayudara.

—¿Quién?

—Un estudiante de psiquiatría, no importa, lo maté cuando terminó el trabajo.

—No entiendo qué te hace querer mentir, Kal. Rosanna te incriminó, no hay razón para que quieras defenderla.

—¡¿Por qué cree que miento?!

—Porque no soy un pobre imbécil como tú —Rubén se acercó a su oído y le susurró solo para que él escuchara—: Ya sé de Pinzón.

Se alejó apenas unos centímetros y paso la punta de la catana muy despacio por el borde del bóxer, la única prenda que usaba Kal, y él intentó moverse hacia atrás para alejarse del corte, pero ya no tenía energía para hacerlo. Rubén le dejó una herida grande que iba de un lado a otro de su abdomen bajo, justo sobre su miembro dormido. Era una zona delicada, demasiados vasos sanguíneos y terminaciones nerviosas.

—No necesitas tu pene para hablar, ¿cierto?

—Fue un estudiante el que me llevó al doctor Pinzón, él… Tampoco
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