Capítulo 37

—Cielo, no… Espera… No, aquí no… Rubén, no, déjame… Nos van a ver…

Rosie luchaba por alejar el enorme cuerpo de su esposo mientras él insistía en pegarla más contra la pared y seguir besando su cuello. Estaban en la cava buscando un vino para continuar la celebración, pero Rubén tenía mejores planes para ellos dos.

—Nadie va a venir, hermosa, estamos solos y no te vas a salvar.

Rosie reía divertida y caliente, los toques de su esposo la encendían como pólvora que iba quemando poco a poco por su piel. Desde el momento en el que había estado con Rubén por primera vez, al menos en sus recuerdos, no habían parado, su esposo realmente parecía hambriento de ella y cada día la devoraba sin falta como si fuera un pecado mortal el no hacerlo. Podía caerse el mundo a pedazos y Rubén seguiría haciéndole el amor.

—Esto es muy morboso, cielo, este no es un lugar para hacer el amor.

—¿Y cómo sabes eso? Cualquier lugar en el que estemos tú y yo solos es perfecto para hacer el amor.

Un fuerte g
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