ISABELLA RODRÍGUEZ
Acompañamos a María al aeropuerto, pidió privacidad para comprar su boleto de avión y, aunque por la hora intenté deducir su destino, no fue tan sencillo adivinarlo. Nos despedimos entre llanto y risas, esperando que su futuro, a donde fuera que ella migrara, fuera mejor del que proyectaba al lado de Daniel.
No se movió ni un solo paso y esperó a que Yolanda y yo saliéramos del aeropuerto, estaba siendo muy meticulosa para evitar que descubriéramos a donde iba.
—Odio a Daniel… —dijo Yolanda arrastrando los pies—. ¿Por qué tenemos que perder a María por culpa de ese idiota? ¡Que mejor se vaya él con su Celeste y nos deje en paz!
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GABRIEL SILVA —¿La adoptó? ¡Pues no le quedaba de otra! ¡Abandonaste a tu hermana con ellos después de obtener el dinero! —grité furioso. No había manera de que se pudiera defender ante sus actos. —Esteban me quitó el dinero y no tuve como pagarles… Me confié al saber que no serían capaces de matarla. Sinceramente creí que la regresarían a mis padres, pero… la dieron por muerta. Incluso yo pensé que en verdad la habían matado, sin embargo, no podía presentarme a la policía y decir que conocía a los secuestradores… sería como echarme el lazo al cuello, además… tenía más preocupaciones. Su mano se posó en su vientre con melancolía. —Paula… —dijo Daniel—. Mi hija. —No he dicho que sea tuya —contestó Celeste con media sonrisa—. ¿Se te olvida que en esas épocas también compartí la cama con Gabriel? —¡Te hiciste la prueba de embarazo antes de casarte con él! —insistió Daniel, recobrando su coraje—. ¿Recuerdas cuando te descubrí? ¡Días después regresaste diciendo que habías abortado
GABRIEL SILVA —¡¿Cómo que no lo sabes?! —exclamó Daniel furioso. —Ella no quiere que la encuentres… A nadie le dijo a dónde iba. ¿Así o más obvio cuanto te aborrece? —La encontraré… Esto no se quedará así. —Me soltó, dejándome caer en el piso y encaminándose hacia la salida del hospital. —Déjala en paz… —Me sacudí el polvo y lo alcancé—. No has demostrado estar seguro de tus sentimientos por ella. Le diste la espalda en el bosque, ¿qué esperabas? ¡Ya no la jodas más! —Tú también has cometido errores, Gabriel —dijo volteando abruptamente hacia mí—. No te rendiste hasta que lograste tener a Isabella a tu lado, ¿yo por qué habría de hacerlo? Mientras nos veíamos fijamente a los ojos, mi celular comenzó a sonar. Sin apartar la vista contesté, escuchando la voz de Isabella, la cual sonaba tensa y no tan melodiosa como siempre. —¿Gabriel? —preguntó ansiosa. —¿Qué ocurre? ¿Todo bien? —¡No! ¡No encuentro a los niños! ¡Paula y Javier desaparecieron! ¤ ISABELLA RODRÍGUEZ —Tito… ti
ISABELLA RODRÍGUEZSi Esteban había capturado a los niños, los tendría en esa bodega. No tenía otro lugar a donde ir, además… cuando lo pierdes todo, no hay otro lugar al cual acudir que en donde quedaron los restos de tu vida. La sensación de que Esteban y yo compartíamos algo en especial me revolvía el estómago.—¿Isabella?Escuché la voz de Gabriel del otro lado de la línea, regresándome a la realidad. —¡Tenemos que ir a…! —comencé a explicarme, pero me interrumpió.—Isabella… Te amo, lo sabes, pero en este momento estoy demasiado ocupado y tenso.—Gabriel, creo saber&hell
ISABELLA RODRÍGUEZ—¿Mami? ¿Mamita? Despierta…Escuché la dulce voz de mi patito y por un momento me imaginé que estaba en casa, aún en la cama, incluso si extendía mi mano, podría sentir el tibio cuerpo de Gabriel durmiendo a mi lado, pero entonces me di cuenta de que no podía mover las manos y que en vez de cama, estaba sobre el suelo, entre basura y vidrios rotos.Abrí los ojos y, para mi sorpresa, me encontré con mi patito y Paula, que me veían preocupados. Con muy poca delicadeza, mi sobrina me arrancó la cinta de la boca, me había depilado medio rostro. La piel me palpitaba y sentía algo de adhesivo en mis labios.—¿Cómo se liberaron? &mda
ISABELLA RODRÍGUEZ Cuando intenté levantarme, Esteban me tomó por el cabello al mismo tiempo que mi mano se cerró alrededor de un pedazo de cristal roto que terminó en su muslo, motivándolo a liberarme entre quejidos de dolor y maldiciones. Intenté correr, buscar otra salida, pero las ventanas estaban tapiadas con placas de acero e intentar subir a los respiradores significaba tener que atravesar las llamas que cada vez estaban más cerca. Como si el humo no fuera suficiente para comenzar a asfixiarme, su brazo rodeó mi cuello. —Todo era tan jodidamente fácil… No teníamos que llegar a esto —dijo en mi oído y, mientras con una mano intentaba liberarme de su agarre, la otra intentaba golpearlo—. Crees que yo soy el malo, cuando Gabriel ha hecho lo mismo. Me consideras el villano de tu historia mientras tu reducido cerebro se
CELESTE CÁRDENASMis pasos me llevaron a esa maldita habitación. Ese hombre había dicho la verdad, nos había llevado a esa bodega y ahora tenía que pagar mi deuda, aunque… podría no cumplir.Después de lo ocurrido, la policía comenzó a investigar todos los actos ilícitos a nombre de Esteban mientras que, al mismo tiempo, lo buscaban. Esa investigación había llegado hasta Zarco y algunos policías habían visitado el hospital.Si decía lo que había ocurrido y les decía en qué habitación se encontraba, conseguiría el tiempo suficiente para poder irme muy lejos con mi hija y jamás volver a saber de él.Me quedé por
ISABELLA RODRÍGUEZ La ceremonia se llevó a cabo en el hermoso jardín de la residencia Silva. El vestido que usaba resaltaba mi figura y a Celeste se le había ocurrido adornar mi cabello y el ramo con delicadas y sutiles plumas blancas, dándome esa apariencia de cisne. Tuve que usar un par de guantes, pues mi brazo aún no podía recuperarse de ese incendio y estaba valorando si en verdad deseaba cambiar mi piel quemada. Supongo que coincidía con Alondra, algunas cicatrices solo te recuerdan que pasaste por momentos difíciles y pudiste superarlos, volviéndose la muestra de tu valor. Era como colgarse una medalla. Mientras caminaba al altar, pude ver a toda la gente que nos acompañaba, no solo la familia Silva, sino también mi madre, con quien había limado asperezas y parecía más feliz que nunca por conocer a Paula.
CELESTE CÁRDENAS—¿Te dijo si vendría? —preguntó Paula con las mejillas rojas por tanto correr con sus primos por el jardín.—No lo sé… —contesté mientras le secaba el sudor de la frente—. Cumplí con mi palabra y te dije que le avisaría. Ahora todo depende de él.No había visto a Zarco desde ese día en el hospital y lo único que había sabido de él era el teléfono que me había enviado por paquetería, como único medio para comunicarnos. Era un hombre tan enigmático y complicado, pero debía de admitir que su responsabilidad hacia Paula no era de dientes hacia afuera.Junto con el teléfono hab&iac