Epílogo

ISABELLA RODRÍGUEZ

La ceremonia se llevó a cabo en el hermoso jardín de la residencia Silva. El vestido que usaba resaltaba mi figura y a Celeste se le había ocurrido adornar mi cabello y el ramo con delicadas y sutiles plumas blancas, dándome esa apariencia de cisne. 

Tuve que usar un par de guantes, pues mi brazo aún no podía recuperarse de ese incendio y estaba valorando si en verdad deseaba cambiar mi piel quemada. Supongo que coincidía con Alondra, algunas cicatrices solo te recuerdan que pasaste por momentos difíciles y pudiste superarlos, volviéndose la muestra de tu valor. Era como colgarse una medalla. 

Mientras caminaba al altar, pude ver a toda la gente que nos acompañaba, no solo la familia Silva, sino también mi madre, con quien había limado asperezas y parecía más feliz que nunca por conocer a Paula. 

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