Capítulo 4: El chantaje

Ethan abre los ojos con una sonrisa, el día pinta precioso y tiene unas ganas tremendas de desayunar su comida favorita para iniciar el día. Ve la hora, tiene tiempo para ejercitarse y luego darse una ducha.

Se tira a la alfombra y allí comienza a hacer su rutina de abdominales y otras cosas que mantienen su cuerpo tonificado y ese abdomen como para comérselo. Luego corre a la ducha, se viste rápidamente y se va a comprar su desayuno favorito, además de un café y un té relajante para su jefa.

Ethan coge un taxi como todos los días y se dirige a su trabajo, siente que ese día será maravilloso y estará lleno de sorpresas para él. Como cada día, Ethan se come su desayuno mientras va en el taxi, pero el universo lo ve demasiado feliz y tranquilo, así que un camión departidor se pasa un alto, el taxista frena bruscamente y Ethan se echa encima parte de su café.

—¡¿Se encuentra bien, joven?! —se apresura a preguntarle el conductor, pero Ethan sólo deja salir un resoplido.

—¡Pues claro que no, me he tirado el café encima!

—Lo lamento mucho, pero el camión se cruzó, si no frenaba, no lo estaríamos contando, joven.

Ethan sólo asiente e intenta encontrar algo en su bolso para limpiarse, pero no encuentra nada que le pueda ayudar. Siguen el camino porque no hay nada que hacer allí, cuando se baja en el edificio de OR Defense Technologies, Ethan mira a todos lados y se da cuenta de que su jefa no ha llegado aún.

Se mete dentro y corre a su escritorio, allí siempre guarda ropa para casos de emergencia como este. En cuanto las puertas del ascensor se abren, corre como loco a su puesto, deja sus cosas allí, mete las bebidas calientes a la oficina de la bruja y luego busca su cambio de ropa.

—¿Carrera de algo que me perdí? —le pregunta uno de sus compañeros de trabajo, el único con quien se lleva bien.

—¡Sí, de quién se cambia de ropa más rápido!

Ethan verifica que el saco de su traje no se dañó, así que lo deja con cuidado colgado, se quita todo el resto de la ropa, se mete el pantalón y cuando está peleando con la camisa limpia, la puerta del baño se abre, no le presta atención porque no es pudoroso, sólo que la voz que lo distrae no es precisamente la de un hombre.

—¡Señor Reynolds, ¿qué demonios está haciendo?! —Ethan se gira asustado al oír la voz de su jefa que lo mira furiosa… en apariencia.

Kate tiene los ojos entornados, las manos en la cintura y un pie taconeando rápidamente, él se viste con premura sin mirarla y cuando ya está medio decente, se atreve a hablar.

—L-lo siento, supongo que entré al baño de mujeres sin darme cuenta.

—¿Me puede decir por qué me lo encuentro en esas fachas y no en su escritorio como debería?

—Sufrí un accidente con mi desayuno en el taxi, el conductor frenó de golpe y…

—Y no me interesa, espero que de ahora en adelante coma en su casa, no en un auto —Ethan mete sus cosas dentro de una bolsa y camina a la salida, en donde Kate permanece parada con esa expresión de bruja a punto de lanzarle un hechizo volador.

—Sí, señorita, no volverá a pasar.

—¿Usted carga con ropa a todos lados? —le pregunta ella en tono burlesco y Ethan se muerde la lengua antes de mandarla lejos.

—No, la guardo aquí para casos de emergencia.

—Sería digno de felicitaciones si no supiera que esa medida es porque es demasiado torpe. Así que me asombraré cuando no tenga que cambiarse y saque sus prendas del escritorio. No me suena muy lindo la posibilidad de su ropa interior por allí, en un cajón.

Y si Ethan le dirá algo más, no lo hace. Kate se mueve de la puerta y con un gesto lo saca de allí, cierra la puerta con seguro y se abanica con las manos.

—Puede ser un inútil a veces, pero tiene un cuerpazo… —se muerde el labio mientras se lava las manos y mira su reflejo—. Si no fuera tan joven e inmaduro, me casaría con él.

Se seca las manos con una toalla de papel, la hace una bolita y la lanza al papelero, recordando sus tiempos de basquetbol en la universidad.

Sale de allí con la misma actitud de bruja de siempre y el murmullo que había cuando salió del baño se esfuma. Todo queda en silencio, no hay ninguna cabeza mirándola y eso le gusta, mientras menos la vean a la cara, menos posibilidades tienen de saber que tiene miedo de muchas cosas.

—Señor Reynolds, a mi oficina —Kate entra a la oficina y Ethan logra ver la cara de muchos de sus compañeros haciendo gesto de dolor por él. Se arregla la corbata como si le apretara y entra tras su jefa.

—Señorita Sullivan…

—Necesito que lleve estos documentos al CEO de la empresa, que los revise y luego los firme, por supuesto, usted sólo debe dejarlos con su secretaria, no vaya a quedarse hablando con ella de cosas innecesarias.

—Sí, señorita Sullivan.

Ethan sale de allí hecho una bala, se va al último piso, en donde queda la oficina del CEO y se sienta a esperar, porque la secretaria no ha llegado. Mientras que Kate lucha por quitarse la imagen de Ethan sin camisa.

—Esos abdominales… Se nota que me hace falta un hombre —suspira haciendo un puchero y sigue con sus cosas, hasta que se da cuenta de que han perdido un cliente que prometía ser muy importante y es por causa de que Ethan no envió un documento a tiempo.

Comienza a llamarlo con la rabia contenida a penas, pero su asistente no responde.

Se pone de pie de un salto, camina fuera de su oficina y se da cuenta de que Ethan no está, mira a todos lados y no hay nadie a quien pueda preguntarle por él, así que se va directo a la oficina del CEO.

—¡Me va a oír! Mocoso irresponsable…

Se cruza de brazos y coloca su mejor cara de mujer dominante, cuando las puertas se abren sale al pasillo y antes de doblar oye una discusión, una de esas voces es de Ethan. Pero de qué va la discusión no logra saberlo, porque luego de un fuerte golpe de puerta, Ethan aparece muy molesto, actitud que cambia cuando ve a Kate.

—Señorita Sullivan…

—¡Está en serios problemas, Ethan Reynolds! Por tu culpa hemos perdido un contrato muy importante… ¡Porque no enviste los documentos a tiempo!

—¡Eso no es posible! Yo he enviado todos los documentos que usted me pidió y…

—¡Pero no lo hizo! Por su incompetencia, hemos perdido millones de dólares, además de un potencial cliente. Y usted sabe cómo castigo yo esos errores.

—¡No me despida, señorita Sullivan! He hecho de todo lo que me ha ordenado, ¡incluso cuidar a su hija! Sabe que no encontrará un asistente como yo y que le aguante su carácter… —Kate lo mira fijamente unos segundos, hasta que una idea se le cruza por la mente.

—¿Qué tanto ama su trabajo, señor Reynolds?

—Mucho, demasiado, no quiero irme de aquí…

—¿A qué estaría dispuesto por conservarlo? —Kate llama el ascensor y se voltea para ver a Ethan responder.

—¡A lo que sea! Pero por favor, no me corra, necesito este trabajo como usted no tiene idea.

—Bien, hay una manera de que yo le permita quedarse —las puertas del aparato se abren y ellos entran. Cuando las puertas se cierran, Kate le lanza la propuesta—. Cásese conmigo.

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