Una vez David y Jenna se encontraron cómodamente sentados en sus respectivos asientos, el jet privado despegó con suavidad, dejando atrás el aeropuerto y conduciéndolos hacia una aventura que prometía ser inolvidable.Sentada en la cabina, Jenna miraba a través de la ventana, observando cómo el paisaje se alejaba a toda velocidad, mientras David, tomándola cálidamente de la mano, no podía dejar de mirarla con una mezcla de emoción y amor.—¿Qué piensas? —preguntó David, acariciándole suavemente el dorso de la mano, con suavidad.—No sé… —respondió Jenna mirando fijamente a través de la ventanilla.—¿No te gusta? —preguntó David, preocupándose un poco.Jenna frunció el ceño y se volvió hacia él antes de soltar una risita.—¿Qué? ¡Claro que me gusta! ¡Me encanta! —exclamó sonriente—. Es solo que es la primera vez que me monto en un avión. Aún no puedo creerlo.—Te mereces todo esto y mucho más. Te mereces todo lo bueno que pueda ofrecerte —dijo David, mirándola fijamente a los ojos con
El último día en la isla fue tan mágico como los seis anteriores.Jenna se despertó con el sonido de las olas y el sol brillante iluminando cálidamente la habitación, descubriendo que David ya estaba despierto y la miraba con una sonrisa.—Buenos días, mi amor —dijo él, antes de darle un suave beso en los labios—. ¿Cómo has dormido?—Muy bien —respondió ella, estirándose con pereza—. Pero no quiero que este viaje termine.David sonrió y suspiró.—Yo tampoco, cariño —admitió—, pero aún tenemos todo un día para disfrutar de este lugar. Además, tenemos que volver, ¿qué tal que Noah haya vuelto locas a Margaret y a Rachel? No podemos abusarnos de su buena voluntad —bromeó.Jenna rio.—Tienes razón. Si queremos repetir esta escapada algún día, es mejor que no se vuelvan locas.El desayuno fue tranquilo, en la terraza de la villa, y ambos disfrutaron de la suave brisa marina y la impresionante vista.Una vez que terminaron de comer, David se puso de pie y, tomándola de la mano, la guio haci
Media hora más tarde, Jenna y Rachel entraron en la exclusiva tienda del afamado diseñador Harry Stewart, donde fueron recibidas con una calidez y una atención que hicieron que Jenna se sintiera una verdadera celebridad. Las paredes de la boutique estaban adornadas con espejos con marcos dorados de intrincados diseños y lámparas de cristal, mientras que cientos de perchas con vestidos de alta costura, de noche, de día, de cóctel, etcétera, brillaban bajo la suave iluminación del local.Una amable asistente se acercó a ellas, con una sonrisa profesional y, con amabilidad, dijo:—Bienvenidas, señoritas. Nos alegra mucho recibir su visita. El señor David nos advirtió de su llegada, por lo que estoy a su entera disposición. ¿En qué las puedo ayudar?Rachel, entusiasmada como un niño pequeño en una juguetería, viendo que su amiga estaba atónita, tomó la delantera.—Buenas tardes, señorita. Estamos aquí para canjear una tarjeta especial. Mi amiga está buscando un vestido espectacular. Lo me
Jenna y Rachel se bajaron del coche de David, recibiendo la mano de Edward, quien las ayudó para que no tropezaran con sus vestidos.El dorado vestido de Jenna brillaba intensamente bajo la cálida luz del sol y, ambos trajes, junto al maquillaje y los peinados profesionales, las hacían ver como si las hubieran sacado mágicamente de una revista de modas.Jenna miró el edificio que se alzaba frente a ellas, sin poder salir de su asombro. Donde antiguamente había estado su restaurante y su casa, en la que había vivido durante los últimos seis años, antes de que un accidente eléctrico lo había incendiado y la había dejado sin trabajo y en la calle, ahora se alzaba una construcción mucho más imponente. Porque sí, su restaurante no solo estaba de pie de nuevo, sino que, además, lucía mucho mejor que antes. Sobre la entrada, colgaba un elegante letrero que rezaba el nombre con el que ella había decidido bautizar su restaurante, poco después de recibir aquel regalo de parte de su padre: «Euph
Dos meses más tarde, Jenna y Rachel se encontraban sentadas en el sofá de la sala de estar de la mansión, rodeadas por una inmensa cantidad de catálogos de flores, muestras de telas y listas interminables de detalles para la boda. A pesar del avanzado estado de embarazo de Jenna, tanto ella como David habían decidido que lo mejor era celebrar la boda para finales de primavera y que fuera la mejor que se hubiera celebrado nunca.—No puedo creer que solo falte un mes para la boda —dijo Jenna, mientras se acariciaba su abultada pancita con una mezcla de emoción y ansiedad. Sus dedos seguían el contorno de su vientre, mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro al sentir una leve patadita—. Sí, lo sé cariño —añadió, mirando su barriga—. Y solo faltan dos meses para conocernos.Rachel, quien se encontraba sentada en el sofá, frente a su amiga, asintió con una amplia sonrisa y entusiasta.—Es increíble todo lo que ha sucedido en tan poco tiempo. Este año ha sido una completa locura. Y est
Quince días más tarde. El día del juicio llegó a una velocidad aterradora, llenando el aire de una palpable tensión.Ese día, después del desayuno, Jenna, David y Rachel, deseando que todo aquello terminara cuanto antes, se dirigieron al tribunal, vestidos de manera sobria y con sus expresiones serias, reflejando la gravedad del día que tenían por delante.Las calles que conducían al juzgado estaban llenas de murmullos curiosos y los periodistas se agolpaban frente a las puertas del tribunal, como era de esperarse, siendo que una de las personas que serían juzgadas se trataba de la madre de David Whitmore.Cuando los tres se bajaron del coche y se encaminaron hacia la entrada, los periodistas, como un enjambre de abejas hemofílicas se apelotonaron alrededor de ellas, intentando obtener respuestas a sus preguntas amarillistas.Sin embargo, ni Jenna, ni David y mucho menos Rachel abrieron la boca y se enfocaron en llegar a su objetivo.Una vez dentro del tribunal, Jenna, tomada al braz
Veinte días después. Después del juicio y de miles de preparativos, el día de la boda por fin había llegado y Jenna se encontraba en su habitación, preparándose con la ayuda de Margaret y de Rachel, sintiendo las emociones a flor de piel, mucho más sensible que de costumbre, mientras no dejaba de rememorar todo lo que había pasado en esos meses y que la habían conducido hasta ese punto.El día había comenzado bien temprano por la mañana, con los primeros rayos del sol filtrándose por las ventanas y llenando la habitación de una luz suave y cálida, digno de finales de primavera. Rachel había llegado a la habitación con una bandeja llena de frutas frescas, jugo de naranja y té de jazmín, el único que la obstetra le había permitido a Jenna, para intentar calmar los nervios de su amiga.—No puedo creer que por fin este día haya llegado —murmuró Jenna, mientras se secaba una lágrima de felicidad, y también en parte de nostalgia, que se había escapado sin su permiso—. He soñado tanto con e
Dos días después del nacimiento de las mellizas, el sol de la mañana bañaba con una suave y cálida luz el cuarto del hospital, mientras Jenna se hallaba sentada en la cama, con ambas mellizas en brazos, intentando amamantarlas. El cansancio era más que evidente en su rostro, pero la felicidad de haber dado a luz a sus dos pequeñas le permitía mantenerse firme, a pesar de que la preocupación empezaba a apoderarse de ella, ya que las regordetas caritas de las bebés estaban enrojecidas por el llanto.Había intentado calmarlas por todos los medios: les había cambiado el pañal, se había asegurado que no tuvieran gases y ahora intentaba amamantarlas, pero, por mucho que las pequeñas succionaran, parecía no ser suficiente.—Tranquilas, princesas, tranquilas —decía, una y otra vez, mientras las mecía.Sin embargo, no podía ignorar que sus pechos no producían suficiente leche y la desesperación comenzaba a apoderarse de ella, aunque intentaba mantener la tranquilidad, para no alterar más a Gab