—¡Jenna! —la llamó, deteniéndose en la puerta del baño, mientras ella se inclinaba sobre el inodoro y comenzaba a vomitar.Cuando Jenna terminó, se enjuagó la boca y la cara y se giró hacia David, quien la miraba con la preocupación grabada en el rostro.—¿Qué te pasa? ¿Estás bien? —preguntó acercándose para sostenerla por los hombros.—Sí, estoy bien —respondió Jenna, inspirando profundamente y esbozando una sonrisa con la que pretendía tranquilizarlo—. Llevo unos días así, pero estoy segura de que solo es por el estrés de todo lo que pasó. Lo más probable es que al relajarme después de tanta tensión mi cuerpo esté reaccionando.Sin embargo, David no parecía convencido.—No sé, Jenna, puede ser, pero me dices que llevas días así. Voy a llamar al médico. Me gustaría que te revise.—No, no es necesario, en serio. Solo necesito descansar un poco antes de comenzar a preparar la cena —insistió Jenna, con tono tranquilizador.David la miró con determinación.—Mira, no quiero que lo tomes a
Un par de meses más tarde, el embarazo de Jenna iba de maravillas. Después de todo lo que habían pasado, la casa por fin estaba llena de alegría y de una especie de luz que parecía iluminar incluso los días nublados. Jenna y David habían descubierto recientemente, con una ecografía 5D, que tendrían una niña y ambos estaban más que emocionados por la noticia, mientras que Noah se mostraba sumamente feliz y entusiasmado con la idea de ser el hermano mayor.Esa mañana, Jenna se encontraba preparando el desayuno cuando David entró con una amplia sonrisa en su rostro. Desde que Harvey había muerto y Amanda y Susan se encontraban encarceladas, a la espera de su juicio, ambos estaban sumamente relajados y felices, disfrutando de cada día que les regalaba la vida.—Buenos días, amor —dijo David, acercándose a ella y dándole un suave beso en los labios.—Buenos días —respondió Jenna, sonriendo—. ¿Qué te tiene tan feliz hoy?—Estar vivo y estar con ustedes —respondió David, y rio.—Vamos, eso d
Una vez David y Jenna se encontraron cómodamente sentados en sus respectivos asientos, el jet privado despegó con suavidad, dejando atrás el aeropuerto y conduciéndolos hacia una aventura que prometía ser inolvidable.Sentada en la cabina, Jenna miraba a través de la ventana, observando cómo el paisaje se alejaba a toda velocidad, mientras David, tomándola cálidamente de la mano, no podía dejar de mirarla con una mezcla de emoción y amor.—¿Qué piensas? —preguntó David, acariciándole suavemente el dorso de la mano, con suavidad.—No sé… —respondió Jenna mirando fijamente a través de la ventanilla.—¿No te gusta? —preguntó David, preocupándose un poco.Jenna frunció el ceño y se volvió hacia él antes de soltar una risita.—¿Qué? ¡Claro que me gusta! ¡Me encanta! —exclamó sonriente—. Es solo que es la primera vez que me monto en un avión. Aún no puedo creerlo.—Te mereces todo esto y mucho más. Te mereces todo lo bueno que pueda ofrecerte —dijo David, mirándola fijamente a los ojos con
El último día en la isla fue tan mágico como los seis anteriores.Jenna se despertó con el sonido de las olas y el sol brillante iluminando cálidamente la habitación, descubriendo que David ya estaba despierto y la miraba con una sonrisa.—Buenos días, mi amor —dijo él, antes de darle un suave beso en los labios—. ¿Cómo has dormido?—Muy bien —respondió ella, estirándose con pereza—. Pero no quiero que este viaje termine.David sonrió y suspiró.—Yo tampoco, cariño —admitió—, pero aún tenemos todo un día para disfrutar de este lugar. Además, tenemos que volver, ¿qué tal que Noah haya vuelto locas a Margaret y a Rachel? No podemos abusarnos de su buena voluntad —bromeó.Jenna rio.—Tienes razón. Si queremos repetir esta escapada algún día, es mejor que no se vuelvan locas.El desayuno fue tranquilo, en la terraza de la villa, y ambos disfrutaron de la suave brisa marina y la impresionante vista.Una vez que terminaron de comer, David se puso de pie y, tomándola de la mano, la guio haci
Media hora más tarde, Jenna y Rachel entraron en la exclusiva tienda del afamado diseñador Harry Stewart, donde fueron recibidas con una calidez y una atención que hicieron que Jenna se sintiera una verdadera celebridad. Las paredes de la boutique estaban adornadas con espejos con marcos dorados de intrincados diseños y lámparas de cristal, mientras que cientos de perchas con vestidos de alta costura, de noche, de día, de cóctel, etcétera, brillaban bajo la suave iluminación del local.Una amable asistente se acercó a ellas, con una sonrisa profesional y, con amabilidad, dijo:—Bienvenidas, señoritas. Nos alegra mucho recibir su visita. El señor David nos advirtió de su llegada, por lo que estoy a su entera disposición. ¿En qué las puedo ayudar?Rachel, entusiasmada como un niño pequeño en una juguetería, viendo que su amiga estaba atónita, tomó la delantera.—Buenas tardes, señorita. Estamos aquí para canjear una tarjeta especial. Mi amiga está buscando un vestido espectacular. Lo me
Jenna y Rachel se bajaron del coche de David, recibiendo la mano de Edward, quien las ayudó para que no tropezaran con sus vestidos.El dorado vestido de Jenna brillaba intensamente bajo la cálida luz del sol y, ambos trajes, junto al maquillaje y los peinados profesionales, las hacían ver como si las hubieran sacado mágicamente de una revista de modas.Jenna miró el edificio que se alzaba frente a ellas, sin poder salir de su asombro. Donde antiguamente había estado su restaurante y su casa, en la que había vivido durante los últimos seis años, antes de que un accidente eléctrico lo había incendiado y la había dejado sin trabajo y en la calle, ahora se alzaba una construcción mucho más imponente. Porque sí, su restaurante no solo estaba de pie de nuevo, sino que, además, lucía mucho mejor que antes. Sobre la entrada, colgaba un elegante letrero que rezaba el nombre con el que ella había decidido bautizar su restaurante, poco después de recibir aquel regalo de parte de su padre: «Euph
Dos meses más tarde, Jenna y Rachel se encontraban sentadas en el sofá de la sala de estar de la mansión, rodeadas por una inmensa cantidad de catálogos de flores, muestras de telas y listas interminables de detalles para la boda. A pesar del avanzado estado de embarazo de Jenna, tanto ella como David habían decidido que lo mejor era celebrar la boda para finales de primavera y que fuera la mejor que se hubiera celebrado nunca.—No puedo creer que solo falte un mes para la boda —dijo Jenna, mientras se acariciaba su abultada pancita con una mezcla de emoción y ansiedad. Sus dedos seguían el contorno de su vientre, mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro al sentir una leve patadita—. Sí, lo sé cariño —añadió, mirando su barriga—. Y solo faltan dos meses para conocernos.Rachel, quien se encontraba sentada en el sofá, frente a su amiga, asintió con una amplia sonrisa y entusiasta.—Es increíble todo lo que ha sucedido en tan poco tiempo. Este año ha sido una completa locura. Y est
Quince días más tarde. El día del juicio llegó a una velocidad aterradora, llenando el aire de una palpable tensión.Ese día, después del desayuno, Jenna, David y Rachel, deseando que todo aquello terminara cuanto antes, se dirigieron al tribunal, vestidos de manera sobria y con sus expresiones serias, reflejando la gravedad del día que tenían por delante.Las calles que conducían al juzgado estaban llenas de murmullos curiosos y los periodistas se agolpaban frente a las puertas del tribunal, como era de esperarse, siendo que una de las personas que serían juzgadas se trataba de la madre de David Whitmore.Cuando los tres se bajaron del coche y se encaminaron hacia la entrada, los periodistas, como un enjambre de abejas hemofílicas se apelotonaron alrededor de ellas, intentando obtener respuestas a sus preguntas amarillistas.Sin embargo, ni Jenna, ni David y mucho menos Rachel abrieron la boca y se enfocaron en llegar a su objetivo.Una vez dentro del tribunal, Jenna, tomada al braz