Dos hombres derribados en el suelo teníamos en la pista de baile. Por un lado, siendo reducido y aplastado por la fuerza de varios guardias, Omar; por el otro a mi suegro. Su acto heroico no deja a nadie indiferente, todos hemos sido testigos de lo que ha hecho, y estoy viendo con estos propios ojos que se han de comer los gusanos cómo Adam viene corriendo en su socorro.El novio chequea la condición de Misael mientras que Leandro, que me tiene detrás de él, no reacciona. Está desconcertado, más desconcertada estoy yo. ¿Nos había salvado la vida?—¿Dónde te dieron Misael? ¿Estás bien? — pregunta consternado Adam.Él se queja, pero abre los ojos. Se señala el pecho. Ese del cual estaba brotando la suficiente sangre como para manchar su camisa blanca.—Peores dolores he sentido en este viejo cuerpo.—¿Qué hacemos con él? — nos pregunta Adam desesperado. No sabe qué hacer con la sangre.Ni Leandro, ni yo reaccionamos. Puede que sea por la desconfianza ante este hombre, puede que sea por
Los eventos de la boda y los posteriores días pasaron como si alguien les hubiese puesto un botón para acelerar su velocidad. En un abrir y pestañear me encontraba de nuevo en medio de las entrañas de la mansión Brown en una posición extraña.Después de esa noche en el hospital, Leandro me comunicó que tendría que irse de viaje de negocios. No entró en detalles sobre eso, pero en lo que sí entró en detalles fue en mis asignaciones en la propiedad. Me pidió que aprendiese sobre la administración de esta, y que no dudase en realizar cambios cuando fuese necesario. Caer en cuenta de que… era la esposa del dueño de este lugar, era fuerte, muy fuerte.Aun así, he invertido mis días sin Leandro aprendiendo lo más que puedo de cómo operan sus ecosistemas. Lo más divertido es que con sus historias de fantasmas y sus empleados firmes todavía en que necesitamos un exorcismo, esta casa tiene su encanto, su historia y buena gente trabajando en ella. Será que estoy loca, pero lo puedo mirar, puedo
La sonrisa en mi rostro no puede ser más grande de lo que es. Estoy caminando con los brazos abiertos para recibir en un fuerte abrazo a Leandro. Él me corresponde de la misma forma y luego me da un sentido beso, nos quedamos compartiendo respiraciones y más sonrisas. —¿Cómo te fue en el viaje? — le pregunto. —Hice lo que pude para contenerlos. Espero que eso sea suficiente — se nota agotado. Acaricio su rostro y veo cómo un par de empleados están subiendo sus maletas por el ascensor. —También espero que sea suficiente la ropa que te has llevado. ¿Para qué ese número de maletas? No recuerdo verte salir con tantas. —Son regalos para mi esposa — presume tomándome de la cintura — No pude dejar de pensar en ti ni un minuto en todo el viaje. ¿Quieres abrirlos? Río ante su ocurrencia. —Tampoco es que pudiese dejar de pensar en ti en estos días, pero si no has cenado debes estar hambriento. ¿Comemos juntos? Leandro acepta mi invitación, llegamos al comedor principal y ocupamos dos sil
Era una de esas tardes en las que los nervios estaban apoderándose de mi cuerpo. El motivo era más simple del que debería preocuparme, hoy es el cumpleaños de Sara. Con ese motivo en mente es que Leandro y yo nos estamos dirigiendo a la casa de su primo a celebrarlo.—¿Fue el auto o tu mano la que tembló? — cuestiona curioso mi esposo.Él lo podía sentir, estábamos en el asiento trasero tomados de la mano, esa mano que me delató y tembló de la expectativa.—Tuvo que ser por la vuelta que dimos…— miento.Escuchó sus risas.—No será una celebración del tamaño de esa boda. Será una íntima entre la familia y algunos amigos de Sara. No más. No tienes que estar nerviosa — explica.Sus explicaciones no me calman, considero que está siendo más positivo de lo que la situación lo amerita. No había ido a la casa donde vivían Leonel, Clara y los niños, pero lo que sí sabía era que la comunidad en la que estamos entrando es una costosa de la ciudad. Mientras más avanzamos más bonitas se ponen las
Estoy dando los últimos retoques al planchado de mi cabello frente al espejo de la habitación de Leandro. En una hora más o menos había logrado pautar un desayuno con mis antiguas compañeras de trabajo, Roberta y sorprendentemente Teresa. Esta última había regresado a la ciudad para pasar el cumpleaños de varios familiares por la fecha.—¿Saldrás?Esta es la pregunta que Leandro me hace arreglándose el puño derecho de la camisa de su traje. Por su lado, Leandro tenía otro de esos días atareados de trabajo que solía estar teniendo últimamente.—¿Cómo lo adivinaste? — río — Iré a un desayuno con unas amigas.—¿Cuáles amigas? No me lo dijiste — continua con su otro puño. Está sentado en la cama.—¿Qué tenía una cita con ellas? — apago la plancha.—Qué tenías amigas… — dice como si nada.Mis ojos se espabilan al escucharlo decir eso, volteo para sacarle pelea y allí está sonriéndome con esa maldad que le estaba saliendo a relucir mientras más sano estaba. Voy a él para tomarlo por las mej
Un pensamiento improbable que tuve al conocer a Leah Brown era que nuestra relación llegase a este punto. ¿Cuál punto? Pues uno muy extraño en el que estamos compartiendo una caminata por el jardín de la propiedad familiar. Sé que si alguien me preguntase cuántas veces habíamos hecho esto, mi respuesta los dejaría incrédulos, pero era la verdad.El paseo de hoy era el número diez, y es que el tiempo estaba pasando a una velocidad indescriptible. Tampoco es que me hubiese convertido en la mejor amiga de mi suegra. Nuestros paseos a lo largo del mes pasado se resumían en lo siguiente: Iba a chequear cómo estaba los martes y viernes, confirmaba que no se hubiese hecho ningún daño mayor y le proponía a Manuel o a Hugo que diésemos un paseo por el bosque.En todas las ocasiones he obtenido una afirmativa. Tampoco eran paseos muy largos, y solían ser en silencio. Cualquier tema que quisiera abordar era respondido escuetamente por Leah. No había sido agresiva conmigo desde lo de la tina, sol
Los dedos de mis pies tocan el piso como si se tratase de un piano. La ansiedad me sienta mal en el estómago y me aferro a la encimera de mármol de este baño. Lo que haría a continuación sería levantarme del inodoro y ver el rojo característico de mi menstruación en el agua. Por igual, usaría el papel higiénico que estoy enrollando en mi mano para limpiarme, encontrando así, más de ese deseado rojo.—Vamos Lucía, que sea rojo, será rojo — hablo conmigo misma.Tomo el último impulso necesario y me levanto como lo había planeado. Cierro los ojos con desesperación después veo al agua.Limpia.El papel también está limpio al usarlo como último recurso. Suelto un sonido de desesperación ante los resultados de este nuevo día esperando una menstruación que no llega. Tiro del papel, del inodoro, lavo mis manos y al apreciar mi reflejo en el espejo, era tiempo de enfrentarlo.—El retraso que tienes no es normal Lucía. No lo es. Tendré que salir de dudas ¿no?Hago lo que no quería terminar haci
Estacionó el auto en una plaza cercana por la que estábamos pasando. Al momento de voltear para chequear su estado, el suelo de este automóvil era difícil de describir. Lleno de vómito y con una Selena a duras penas con nosotras. —Dios mío. ¿Estás bien? — pregunto en medio del impacto. —Sí, sí, estoy absolutamente bien — contesta ella tanteando la puerta para abrirla. —¿Para dónde te irás tía? ¿Para qué estás saliendo? — pregunta esta vez preocupadísima Sara. Selena sale del auto con paso de zombi, se dirige al cesto de basura más cercano y vuelve a vomitar. —Wacala. Huele horrible — se queja Sara. Vaya que olía terrible, le pido que salga, esta lo hace y apago el auto. Para el momento que estoy acercándome a Selena y a Sara, la primera está sentada en el banco próximo al bote de basura. Mirando al cielo, será en búsqueda de respuestas. —Ve a comprar una botella de agua para tu tía en ese kiosco — le pido sacando de mi cartera un billete. —¿Puedo comprar para mí también? — preg