Han pasado dos semanas desde que se reveló el secreto peor guardado de la historia: mi matrimonio con Leandro. Los días han pasado de una forma turbulenta y poco calmada. Entre mi adaptación como la “nueva señora Brown” y el bendito objetivo que mi flamante esposo me ha impuesto, ayudar a organizar la boda de Sofía.Ha sido una tarea colosal que hoy debía terminar. En el bosque de la mansión tenemos a cientos de trabajadores haciendo de las suyas y a la pobre, pobre organizadora oficial de la boda, Karen, muriendo del estrés.¿Cómo no morir del estrés con una boda de estas dimensiones? Más de 300 invitados; 50.000 orquídeas dendrobium de Tailandia; 4 bandas de música; y el espectáculo de fuegos artificiales. Tampoco podemos olvidar los 3 vestidos de boda y el anillo de oro de 4 quilates.Veo correr de aquí a allá a Karen y solo puedo sentir lástima por su alma. A pesar de que la había asistido los días previos, mi labor principal hoy sería la de controlar el interior de la mansión y a
La música clásica ameniza el bosque, la novia sale del brazo de su novio y las mariposas de papel son lanzadas en una culminación maravillosa. Los ahora esposos son recibidos por los aplausos interminables de sus cientos de invitados, aplausos a los que me uno aliviada de que la ceremonia principal de Sofía y Adam haya sido el éxito que tenía que ser.Lo que nos sigue es la segunda parte de la tortura, la recepción y celebración. Una en la que Karen ya está encaminada en conducir a los asistentes a las carpas preparadas para esto.Leandro y yo debemos atravesar un gran mar de asistentes para llegar a este punto que será la antesala a la cena y baile. Me sorprende el gesto que toma al posar mi brazo en el suyo, para así entrelazarnos y caminar con una cercanía que no tendrías con cualquiera en un evento así de público. Con el gesto siento las miradas de varios curiosos sobre nosotros. Hasta que inevitablemente al llegar a la recepción las explicaciones deben darse.—Nos debes una expli
Cientos no, miles de preguntas se acumulan en mi mente sobre la presencia de Misael en esta boda. Es decir, se suponía que estaba con libertad condicional en Reino Unido; se suponía que los investigadores no habían podido obtener sus declaraciones por la distancia geográfica. Era un absurdo para mí y sabía a la perfección que era un absurdo para el resto de las personas que nos están observando. Somos la comidilla de la recepción.—Misael. ¿A qué debemos tu presencia? — decide saludar Leandro a su padre.Este se ríe como si fuese un chiste tal acotación.—Son duras palabras que dar a tu padre después de todo este tiempo de distanciamiento — responde.—¿Cómo podría ser de otra forma? ¿Eres un prófugo de la justicia Misael? — interviene Luciano.Misael vuelve a reírse.—Luciano, los años no han domado a tu boca imprudente ¿eh? — habla en un tono sigiloso. Sus ojos oscuros se dirigen a mí — ¿nos conocemos? Tendríamos que hacerlo, somos familia según me han comentado.Aunque no sea de juz
Dos hombres derribados en el suelo teníamos en la pista de baile. Por un lado, siendo reducido y aplastado por la fuerza de varios guardias, Omar; por el otro a mi suegro. Su acto heroico no deja a nadie indiferente, todos hemos sido testigos de lo que ha hecho, y estoy viendo con estos propios ojos que se han de comer los gusanos cómo Adam viene corriendo en su socorro.El novio chequea la condición de Misael mientras que Leandro, que me tiene detrás de él, no reacciona. Está desconcertado, más desconcertada estoy yo. ¿Nos había salvado la vida?—¿Dónde te dieron Misael? ¿Estás bien? — pregunta consternado Adam.Él se queja, pero abre los ojos. Se señala el pecho. Ese del cual estaba brotando la suficiente sangre como para manchar su camisa blanca.—Peores dolores he sentido en este viejo cuerpo.—¿Qué hacemos con él? — nos pregunta Adam desesperado. No sabe qué hacer con la sangre.Ni Leandro, ni yo reaccionamos. Puede que sea por la desconfianza ante este hombre, puede que sea por
Los eventos de la boda y los posteriores días pasaron como si alguien les hubiese puesto un botón para acelerar su velocidad. En un abrir y pestañear me encontraba de nuevo en medio de las entrañas de la mansión Brown en una posición extraña.Después de esa noche en el hospital, Leandro me comunicó que tendría que irse de viaje de negocios. No entró en detalles sobre eso, pero en lo que sí entró en detalles fue en mis asignaciones en la propiedad. Me pidió que aprendiese sobre la administración de esta, y que no dudase en realizar cambios cuando fuese necesario. Caer en cuenta de que… era la esposa del dueño de este lugar, era fuerte, muy fuerte.Aun así, he invertido mis días sin Leandro aprendiendo lo más que puedo de cómo operan sus ecosistemas. Lo más divertido es que con sus historias de fantasmas y sus empleados firmes todavía en que necesitamos un exorcismo, esta casa tiene su encanto, su historia y buena gente trabajando en ella. Será que estoy loca, pero lo puedo mirar, puedo
La sonrisa en mi rostro no puede ser más grande de lo que es. Estoy caminando con los brazos abiertos para recibir en un fuerte abrazo a Leandro. Él me corresponde de la misma forma y luego me da un sentido beso, nos quedamos compartiendo respiraciones y más sonrisas. —¿Cómo te fue en el viaje? — le pregunto. —Hice lo que pude para contenerlos. Espero que eso sea suficiente — se nota agotado. Acaricio su rostro y veo cómo un par de empleados están subiendo sus maletas por el ascensor. —También espero que sea suficiente la ropa que te has llevado. ¿Para qué ese número de maletas? No recuerdo verte salir con tantas. —Son regalos para mi esposa — presume tomándome de la cintura — No pude dejar de pensar en ti ni un minuto en todo el viaje. ¿Quieres abrirlos? Río ante su ocurrencia. —Tampoco es que pudiese dejar de pensar en ti en estos días, pero si no has cenado debes estar hambriento. ¿Comemos juntos? Leandro acepta mi invitación, llegamos al comedor principal y ocupamos dos sil
Era una de esas tardes en las que los nervios estaban apoderándose de mi cuerpo. El motivo era más simple del que debería preocuparme, hoy es el cumpleaños de Sara. Con ese motivo en mente es que Leandro y yo nos estamos dirigiendo a la casa de su primo a celebrarlo.—¿Fue el auto o tu mano la que tembló? — cuestiona curioso mi esposo.Él lo podía sentir, estábamos en el asiento trasero tomados de la mano, esa mano que me delató y tembló de la expectativa.—Tuvo que ser por la vuelta que dimos…— miento.Escuchó sus risas.—No será una celebración del tamaño de esa boda. Será una íntima entre la familia y algunos amigos de Sara. No más. No tienes que estar nerviosa — explica.Sus explicaciones no me calman, considero que está siendo más positivo de lo que la situación lo amerita. No había ido a la casa donde vivían Leonel, Clara y los niños, pero lo que sí sabía era que la comunidad en la que estamos entrando es una costosa de la ciudad. Mientras más avanzamos más bonitas se ponen las
Estoy dando los últimos retoques al planchado de mi cabello frente al espejo de la habitación de Leandro. En una hora más o menos había logrado pautar un desayuno con mis antiguas compañeras de trabajo, Roberta y sorprendentemente Teresa. Esta última había regresado a la ciudad para pasar el cumpleaños de varios familiares por la fecha.—¿Saldrás?Esta es la pregunta que Leandro me hace arreglándose el puño derecho de la camisa de su traje. Por su lado, Leandro tenía otro de esos días atareados de trabajo que solía estar teniendo últimamente.—¿Cómo lo adivinaste? — río — Iré a un desayuno con unas amigas.—¿Cuáles amigas? No me lo dijiste — continua con su otro puño. Está sentado en la cama.—¿Qué tenía una cita con ellas? — apago la plancha.—Qué tenías amigas… — dice como si nada.Mis ojos se espabilan al escucharlo decir eso, volteo para sacarle pelea y allí está sonriéndome con esa maldad que le estaba saliendo a relucir mientras más sano estaba. Voy a él para tomarlo por las mej