Del grito en el cielo, procedo a la reacción más lógica que se me ocurre: salir corriendo llevándome la silla de Leandro. Para esta acción tiro las muletas, me apodero de las empuñaduras y hago de las mías.—¡¿Qué está pasando?! — exclama preocupado Leandro.—¡Vi un gato muy grande! ¡Tenemos que irnos! — exclamo sonando como una maniática y no revelando lo que creo que vi en realidad.La velocidad con la que llevo la silla no es de gran ayuda porque el terreno no me permite avanzar mucho, además en la desesperación del asunto, casi hago voltear la silla. Algo que es evitado por Leandro meter su pierna buena para frenar la caída. Seguido, se me pone de frente y pasa los frenos de su silla.—Lucía — suena racional y controlado — ¿Un gato muy grande? ¿Por un gato muy grande te pones así? ¿Le tienes miedo a los gatos o qué?Miro hacia atrás preocupada de que esa cosa nos siga. O no lo sé. No sé nada. ¿Por qué había un maldito león en esta propiedad? Sabía que los Brown eran excéntricos, p
Labios cálidos, latidos ensordecedores. Mi primer beso con Leandro no se asemeja a ninguno que haya tenido antes. Hay magia y vida en él. Besarlo es nuevo para mí, pero al mismo tiempo siento tal comodidad que podría hacerlo por horas.Su boca es adictiva y mi cuerpo anhela más de él. Mi mano derecha recorre su amplia espalda, y la de él se apodera de mi mejilla. De un beso tímido pasamos a uno más pasional, nuestras lenguas se conocen y pierdo aún más la cabeza.—¿¡SEÑOR LEANDRO!? ¿¡LUCÍA!? — escuchamos a la distancia llamar nuestros nombres.Con nuestras respiraciones entre mezcladas sabemos que debíamos parar. Por lo que nos movemos para ello, me pongo de pie y ayudo a Leandro a levantarse. Coloco su brazo en mis hombros, y noto de inmediato la inconformidad en sus facciones.—No siento mi pierna izquierda a pesar de meses de terapia, no voy a poder caminar.—Sí podrás caminar — le aseguro — Esto es momentáneo. Confía. Vamos a arriba, uno, dos…Puedo levantarlo justo al tiempo nece
Un lugar cómodo, cálido y reconfortante en donde estar, así era el disfrutar del abrazo de Leandro. Sus brazos alrededor de mi espalda, su aroma natural y varonil. No quiero que este momento acabe nunca, tampoco quiero levantarme de sus piernas, ni alejar mi rostro de su cuello.Mis ojos se abren de golpe ante mi regreso a la realidad.Estoy sentada en las piernas de Leandro, en las piernas de mi jefe y dicho comportamiento es totalmente reprochable, una conducta inapropiada que debo finalizar lo más pronto posible.—¡Perdón, me dejé llevar! — exclamo levantándome de su regazo.Estoy abochornada y sé que sonrojada. Leandro no está abochornado, está más bien divertido.—¿Nos hemos dejado llevar en situaciones más íntimas que esta no? — dice sonriente, desestimando mi bochorno.Mi mente vieja a esas situaciones, siendo una muy reciente, más de lo que me gustaría admitir. Esta mañana nos besamos en ese jardín de hortensias. No fue un beso accidental, o uno del que parezcamos arrepentirno
Una noche de perros pasé y una mañana de perros estoy experimentando en el jardín mientras desayuno por inercia de mi tazón con frutas. Decidí comer en esta mesita a solas y con el sol quemando mi piel, porque era preferible ser devorada por un león fantasmagórico que volver a verle el rostro a mi jefe.Si tanto amaba a su mujer imposible, que se quedase con sus fantasías imposibles. Ni falta qué me hacía su amabilidad, ni su entereza, ni sus lindos ojos. La que tenía que sacarse de encima este estúpido enamoramiento, era yo.—Son mis límites… — imito lo que me dijo Leandro para mí sola.—¿Alguien se levantó con el pie izquierdo de la cama? — escucho me dicen cerca, muy cerca de uno de mis oídos.Volteo para determinar qué tan cerca estaba la persona que me hablaba, error, estaba muy cerca, casi a nada de tocar nuestras narices. Doy un salto hacia atrás asustada. Él ríe y mi humor desciende a los infiernos.Era Luciano.—¿Puedo sentarme a tu lado? — pregunta tomando la silla que tengo
La incomodidad se puede cortar con un cuchillo en este duelo de miradas entre los tres. Ya no sé qué es peor, que ninguno hable o que, mirando disimuladamente mi reloj, me haya pasado de la hora de entrada a mi turno.—¿Te perdiste? ¿Te subimos a tu habitación? — dice rompiendo el silencio Luciano.Pero no es que lo rompa para bien, lo rompe para mal, muy mal. A Leandro se le frunce más el ceño.—Quién se perdió con mi enfermera, fuiste tú Luciano. Te dije que te quería lejos del personal femenino de esta casa — sentencia Leandro.—Tienes como a cien mujeres contratadas, es imposible, no seas obtuso — se queja Luciano.—18 con Lucía — acota mi jefe.—¿18 qué? — repica fastidiado Luciano.—No hay 100 mujeres trabajando en esta propiedad, son 18 con Lucía. El resto son hombres — explica Leandro.—Sí, interesante dato. No hubiese podido vivir sin él…Leandro suspira por la actitud de su primo. ¿Quién no? Era un desastre y yo otro desastre al seguirle el juego. Una acción que tiene un pre
Siento que no puedo respirar, el pecho me duele y el sudor está por toda mi cara. En la oscuridad retuerzo mis piernas sin poder soltarme de lo que sea que me está sujetando. Dedos fríos presionan la piel de mis muñecas y mis tobillos. Intento gritar sin éxito, los sonidos no salen por mi garganta.Lo único que escucho es la manilla subir y bajar. Identifico que estoy de alguna forma en la cama de mi habitación y desde esta es que veo mi puerta cerrada con alguien queriendo entrar. La manilla sube y baja desde ahora con más vigor, con más fuerza.No puedo escapar, me siguen teniendo atrapada.…..De pronto mis pulmones pueden inhalar aire fresco y mis ojos abrirse de golpe. Había luz, era libre de moverme. Por eso es que estoy removiéndome asustada en mi cama.—Tuviste una pesadilla. Has despertado Lucía — me calma Leandro a mi lado.Su mano posada en mi vientre y que esté transmitiéndome tranquilidad con su mirada, logra que mi corazón alcance un ritmo normal. Concentro mi mente en l
Estaba comenzando a dudar de mi capacidad para leer a los hombres. Y es que, hasta donde sabía popularmente el término “ver películas”, no era usado para apreciar al séptimo arte, sino para apreciar los cuerpos humanos. Si era así, qué demonios estaba haciendo Leandro al haberme puesto a tragar tres películas de acción a estas horas de la madrugada.Después de casi cinco horas de esta sesión de cine nocturna en su cama, mis ojos no daban para más, mi cuello tampoco daba para más del sueño que tenía. Me la he pasado quedando dormida por lapsos de pocos minutos y despertándome al cabecear. ¿Cómo no? Era más de la una de la mañana, había despertado temprano hoy, y esta guardia fue improvisada sobre la marcha.Volteo a ver a Leandro, seguimos con los mismos centímetros de distancia con los que comenzamos. Él está emocionado por entrar en el arco final de esta vieja, vieja película. Era la última de Mad Max, la última del 85. Lo he dicho todo, él ha dicho todo sobre sus intenciones. Puedo
Estoy durmiendo con tal gusto y tranquilidad, que deseo que estas horas duren para siempre. El calor de Leandro envolviéndome desde atrás me daba una clase de bienestar inaudito para mí. Pero un ruido en la habitación me hace abrir los ojos del susto.Había amanecido y seguíamos en ropa interior.Para mi martirio el ruido no fue algo de mi imaginación, estoy viendo a Laura, una de las empleadas mayores de limpieza, ordenar la habitación. Está recogiendo los platos sucios de pay de fresa y había traído el desayuno de Leandro. Me siento en la cama, tapando mi escote y saliendo del resguardo de Leandro. Él no se despierta con ello.—No es lo que parece señora Laura — me excuso.En lo que Laura se percata de que le estoy hablando, me muestra apatía y baja su mirada a mi uniforme por encima de las sabanas. Continua con su trabajo. Estoy muriéndome de la vergüenza.Se suponía que tenía que despertarme temprano, no así de tarde como para que llegase el turno de traerle el desayuno.—No he vi