La incomodidad se puede cortar con un cuchillo en este duelo de miradas entre los tres. Ya no sé qué es peor, que ninguno hable o que, mirando disimuladamente mi reloj, me haya pasado de la hora de entrada a mi turno.—¿Te perdiste? ¿Te subimos a tu habitación? — dice rompiendo el silencio Luciano.Pero no es que lo rompa para bien, lo rompe para mal, muy mal. A Leandro se le frunce más el ceño.—Quién se perdió con mi enfermera, fuiste tú Luciano. Te dije que te quería lejos del personal femenino de esta casa — sentencia Leandro.—Tienes como a cien mujeres contratadas, es imposible, no seas obtuso — se queja Luciano.—18 con Lucía — acota mi jefe.—¿18 qué? — repica fastidiado Luciano.—No hay 100 mujeres trabajando en esta propiedad, son 18 con Lucía. El resto son hombres — explica Leandro.—Sí, interesante dato. No hubiese podido vivir sin él…Leandro suspira por la actitud de su primo. ¿Quién no? Era un desastre y yo otro desastre al seguirle el juego. Una acción que tiene un pre
Siento que no puedo respirar, el pecho me duele y el sudor está por toda mi cara. En la oscuridad retuerzo mis piernas sin poder soltarme de lo que sea que me está sujetando. Dedos fríos presionan la piel de mis muñecas y mis tobillos. Intento gritar sin éxito, los sonidos no salen por mi garganta.Lo único que escucho es la manilla subir y bajar. Identifico que estoy de alguna forma en la cama de mi habitación y desde esta es que veo mi puerta cerrada con alguien queriendo entrar. La manilla sube y baja desde ahora con más vigor, con más fuerza.No puedo escapar, me siguen teniendo atrapada.…..De pronto mis pulmones pueden inhalar aire fresco y mis ojos abrirse de golpe. Había luz, era libre de moverme. Por eso es que estoy removiéndome asustada en mi cama.—Tuviste una pesadilla. Has despertado Lucía — me calma Leandro a mi lado.Su mano posada en mi vientre y que esté transmitiéndome tranquilidad con su mirada, logra que mi corazón alcance un ritmo normal. Concentro mi mente en l
Estaba comenzando a dudar de mi capacidad para leer a los hombres. Y es que, hasta donde sabía popularmente el término “ver películas”, no era usado para apreciar al séptimo arte, sino para apreciar los cuerpos humanos. Si era así, qué demonios estaba haciendo Leandro al haberme puesto a tragar tres películas de acción a estas horas de la madrugada.Después de casi cinco horas de esta sesión de cine nocturna en su cama, mis ojos no daban para más, mi cuello tampoco daba para más del sueño que tenía. Me la he pasado quedando dormida por lapsos de pocos minutos y despertándome al cabecear. ¿Cómo no? Era más de la una de la mañana, había despertado temprano hoy, y esta guardia fue improvisada sobre la marcha.Volteo a ver a Leandro, seguimos con los mismos centímetros de distancia con los que comenzamos. Él está emocionado por entrar en el arco final de esta vieja, vieja película. Era la última de Mad Max, la última del 85. Lo he dicho todo, él ha dicho todo sobre sus intenciones. Puedo
Estoy durmiendo con tal gusto y tranquilidad, que deseo que estas horas duren para siempre. El calor de Leandro envolviéndome desde atrás me daba una clase de bienestar inaudito para mí. Pero un ruido en la habitación me hace abrir los ojos del susto.Había amanecido y seguíamos en ropa interior.Para mi martirio el ruido no fue algo de mi imaginación, estoy viendo a Laura, una de las empleadas mayores de limpieza, ordenar la habitación. Está recogiendo los platos sucios de pay de fresa y había traído el desayuno de Leandro. Me siento en la cama, tapando mi escote y saliendo del resguardo de Leandro. Él no se despierta con ello.—No es lo que parece señora Laura — me excuso.En lo que Laura se percata de que le estoy hablando, me muestra apatía y baja su mirada a mi uniforme por encima de las sabanas. Continua con su trabajo. Estoy muriéndome de la vergüenza.Se suponía que tenía que despertarme temprano, no así de tarde como para que llegase el turno de traerle el desayuno.—No he vi
La adrenalina en nuestros cuerpos es avasallante. No estaba entre mis predicciones estar encerrada con Suzy en el baño de Federico a escondidas. Tampoco llegué a esperar que Leah se sumase a esta locura.—No estoy percibiendo resultados. Te has olvidado de tu parte del trato — escuchamos decir a Leah.—¿Qué trato tienen esos dos? — pregunta bajito Suzy haciéndose la misma pregunta que yo me hacía.—Tampoco era parte del trato que complicasen mi trabajo — responde arisco Federico.—No puedo controlar cada pequeño cambio que ocurra sobre la marcha — se defiende Leah.—Lucía no es un pequeño cambio, es una gran molestia que ha hecho que su hijo desconfié de mí. Despídala y obtendrá lo que quiere.Suzy debe ser un espejo, porque en su rostro veo el mismo temor que yo estoy sintiendo. Sí, había escuchado que Federico la tenía en contra de mí, que habló con alguien sobre cómo era un estorbo para este. No obstante, escuchar que le dice esto a la señora Leah, es atemorizante.—Leandro no me e
El acontecimiento del año estaba ocurriendo en la mansión Brown y esto se podía sentir en la cocina de servicio. Había más actividad aquí de la que hubiese visto en los meses que llevaba trabajando en este lugar. Todas las hornillas de las cocinas estaban con ollas y sartenes preparando comida, y los empleados iban de aquí a allá transportando platillos.Sigo estando acalambrada y decaída por mi encuentro con Lemuel, pero igual debía atravesar esta cocina para llegar a mi habitación. A morir en mi habitación de la impotencia.—Hey, hey Lucía. ¿Cómo te fue? — me pregunta Suzy con una manga pastelera en manos.Detengo mi marcha para responderle.—Mal. Pero no me despidieron. ¿Es algo? — revelo triste.Suzy chasquea con su lengua, toma la bandeja con cupcakes que estaba decorando y la lleva a una esquina. La acompaño porque me lo pide y continua con su labor.—No quiero ser este tipo de persona, pero te lo dije. Estas familias se cuidan las espaldas entre ellos. Por más depravados que se
Sara era una niña tan encantadora como traviesa. Suelo ser paciente con los niños traviesos, son niños después de todo, pero con aquellos niños que están poniéndome en la situación que Sara lo hace, mi paciencia muere lentamente.—¡Sara es la última vez que te llamo por las buenas! — la regaño mientras camino acelerada detrás de ella.A la jovencita se le había ocurrido ir trotando directo al bosque. La hubiese atrapado ya de por sí, si no tuviese a un bebé en los brazos.—¡Un poquito más y seguro lo veremos Lu! ¡Al león! — continua.Era suficiente. Acelero mi paso hasta que la puedo tomar de su brazo.—Ya basta. Debemos regresar — le pido con seriedad.—¡No seas aburrida! ¡Exploremos el bosque! ¡Mis papás ni se van a dar cuenta! ¡Ni Louis se ha dado cuenta! — exclama convencida de que tiene la razón.Aunque sea en la actitud de su hermano la tenía. El bebé anda somnoliento jugando todavía con mi collar, se está quedando dormido. La niña se suelta de mi agarre y da unos pasos más, señ
No hagas cosas buenas que parezcan malas, por este tipo de situaciones precisamente. No doy la mejor de las impresiones estando en esta posición. Con Leah parada allí con su maleta, juzgando que tuviese un florero en las manos al que le había tirado las flores por el ajetreo.—De uno de una zona popular que ni debe conocer señora Leah. Es la única explicación para que arme estos escándalos para molestar a la familia — dice Federico.Pretendiendo que no acababa de agredirme y de querer llevarme a rastras a hacerme sabrá Dios qué. Estoy más que ofendida, estoy encolerizada con su actitud.—La predilección de los Brown por mujeres ordinarias, es martirizante — se masajea la frente esta señora — Tú prepárame un té, tú sube mi maleta.Federico quiere obedecer esta orden. Toma la maleta de Leah, pero yo no me muevo ni un milímetro para preparar un té.—¿Tienes los oídos tapados? Muévete — me exige Leah.—No me moveré de este sitio hasta que Federico se responsabilice de lo que me hizo — afi