Bien, había sido atrapada en medio de una actitud poco profesional de la que me esperaba un regaño, un grito, o un despido si Lemuel tenía la capacidad de leer mi mente.—¿Nos puedes dejar a solas Lucía? — pide en cambio Lemuel.—Sí, sí ¿cómo no? — respondo rápidamente levantándome de mi puesto.Pero Leandro reacciona de una manera más calmada. Toca mi muñeca con suavidad.—No tienes que retirarte, termina tu comida por favor — dice amablemente, después a su tío en el mismo tono — Habla tío, ella es de confianza.La forma en la que Leandro toma de regreso su plato cerca de él para continuar comiendo, y la forma en la que actúa como si nada inapropiado hubiese pasado, ayuda a calmar mis nervios. Alejo un poco la silla de él y me dedico a comer pretendiendo lo mismo.Otro que pretende es Lemuel que, a pesar de no dejar de analizarme por un buen rato, desiste de su irritación y toma el semblante que bien le conocía, el de estoico.—Los accionistas quieren que regreses.—No estoy preparad
Cada pequeño paso dado por Leandro era impulsado con tres toneladas de paciencia y arduo trabajo de la gente que le rodeaba. Por eso, que hoy luego de días y días convenciéndolo de subir hasta la azotea, lo estuviese haciendo, era sin lugar a dudas un triunfo más.Hugo carga las muletas detrás de mí y yo estoy sacando el seguro de la puerta que da con esta área de la mansión Brown. Al salir, el sol está agradable y el verdor nos recibe. Escucho un silbido de admiración de mi compañero.—¿Cómo descubriste un lugar así de bonito? — pregunta apreciando su belleza.Tenía mucha belleza de por sí después de mi limpieza, pero necesitaba de más. De reemplazar los vidrios deteriorados y llenar con más vida las macetas vacías.—Tengo una fuente secreta — respondo para dármela de misteriosa.Mi fuente secreta era solo una señora que tenía trabajando aquí mucho tiempo.—No debe ser cualquier fuente, hasta llave necesitaste para abrir — él deja las muletas a un lado recostadas de la pared más cerc
La impotencia llena cada rincón de mi cuerpo, pero no podía permitir que Federico se saliese con la suya. No lo iba a dejar así de fácil con cuales fuesen sus planes. Por esta clase de motivación es que estoy afuera del despacho en el que Leandro está dando la video conferencia, atenta a detectar cualquier indicio de alteración en su comportamiento.Las puertas podrán estar cerradas, Federico adentro con su estúpida sobre medicación preparada, aun así, la voluntad no me iba a temblar si se le ocurría darle esas pastillas a Leandro. Iba a entrar, iba a interrumpir, y que fuese lo que tuviese que ser.Mientras escucho hablar a este de negocios y las voces de los demás que están interviniendo al otro lado, puedo estar “tranquila”. Me he mantenido vigilante ya por tres horas de reunión continúa.Fácil no ha sido, mis pies están cansados y moriría por un poco de agua. He de suponer que pronto tendrían que acabar con esta junta, o deberían entrar en una pausa. Pero mi ejercicio de valentía
Del grito en el cielo, procedo a la reacción más lógica que se me ocurre: salir corriendo llevándome la silla de Leandro. Para esta acción tiro las muletas, me apodero de las empuñaduras y hago de las mías.—¡¿Qué está pasando?! — exclama preocupado Leandro.—¡Vi un gato muy grande! ¡Tenemos que irnos! — exclamo sonando como una maniática y no revelando lo que creo que vi en realidad.La velocidad con la que llevo la silla no es de gran ayuda porque el terreno no me permite avanzar mucho, además en la desesperación del asunto, casi hago voltear la silla. Algo que es evitado por Leandro meter su pierna buena para frenar la caída. Seguido, se me pone de frente y pasa los frenos de su silla.—Lucía — suena racional y controlado — ¿Un gato muy grande? ¿Por un gato muy grande te pones así? ¿Le tienes miedo a los gatos o qué?Miro hacia atrás preocupada de que esa cosa nos siga. O no lo sé. No sé nada. ¿Por qué había un maldito león en esta propiedad? Sabía que los Brown eran excéntricos, p
Labios cálidos, latidos ensordecedores. Mi primer beso con Leandro no se asemeja a ninguno que haya tenido antes. Hay magia y vida en él. Besarlo es nuevo para mí, pero al mismo tiempo siento tal comodidad que podría hacerlo por horas.Su boca es adictiva y mi cuerpo anhela más de él. Mi mano derecha recorre su amplia espalda, y la de él se apodera de mi mejilla. De un beso tímido pasamos a uno más pasional, nuestras lenguas se conocen y pierdo aún más la cabeza.—¿¡SEÑOR LEANDRO!? ¿¡LUCÍA!? — escuchamos a la distancia llamar nuestros nombres.Con nuestras respiraciones entre mezcladas sabemos que debíamos parar. Por lo que nos movemos para ello, me pongo de pie y ayudo a Leandro a levantarse. Coloco su brazo en mis hombros, y noto de inmediato la inconformidad en sus facciones.—No siento mi pierna izquierda a pesar de meses de terapia, no voy a poder caminar.—Sí podrás caminar — le aseguro — Esto es momentáneo. Confía. Vamos a arriba, uno, dos…Puedo levantarlo justo al tiempo nece
Un lugar cómodo, cálido y reconfortante en donde estar, así era el disfrutar del abrazo de Leandro. Sus brazos alrededor de mi espalda, su aroma natural y varonil. No quiero que este momento acabe nunca, tampoco quiero levantarme de sus piernas, ni alejar mi rostro de su cuello.Mis ojos se abren de golpe ante mi regreso a la realidad.Estoy sentada en las piernas de Leandro, en las piernas de mi jefe y dicho comportamiento es totalmente reprochable, una conducta inapropiada que debo finalizar lo más pronto posible.—¡Perdón, me dejé llevar! — exclamo levantándome de su regazo.Estoy abochornada y sé que sonrojada. Leandro no está abochornado, está más bien divertido.—¿Nos hemos dejado llevar en situaciones más íntimas que esta no? — dice sonriente, desestimando mi bochorno.Mi mente vieja a esas situaciones, siendo una muy reciente, más de lo que me gustaría admitir. Esta mañana nos besamos en ese jardín de hortensias. No fue un beso accidental, o uno del que parezcamos arrepentirno
Una noche de perros pasé y una mañana de perros estoy experimentando en el jardín mientras desayuno por inercia de mi tazón con frutas. Decidí comer en esta mesita a solas y con el sol quemando mi piel, porque era preferible ser devorada por un león fantasmagórico que volver a verle el rostro a mi jefe.Si tanto amaba a su mujer imposible, que se quedase con sus fantasías imposibles. Ni falta qué me hacía su amabilidad, ni su entereza, ni sus lindos ojos. La que tenía que sacarse de encima este estúpido enamoramiento, era yo.—Son mis límites… — imito lo que me dijo Leandro para mí sola.—¿Alguien se levantó con el pie izquierdo de la cama? — escucho me dicen cerca, muy cerca de uno de mis oídos.Volteo para determinar qué tan cerca estaba la persona que me hablaba, error, estaba muy cerca, casi a nada de tocar nuestras narices. Doy un salto hacia atrás asustada. Él ríe y mi humor desciende a los infiernos.Era Luciano.—¿Puedo sentarme a tu lado? — pregunta tomando la silla que tengo
La incomodidad se puede cortar con un cuchillo en este duelo de miradas entre los tres. Ya no sé qué es peor, que ninguno hable o que, mirando disimuladamente mi reloj, me haya pasado de la hora de entrada a mi turno.—¿Te perdiste? ¿Te subimos a tu habitación? — dice rompiendo el silencio Luciano.Pero no es que lo rompa para bien, lo rompe para mal, muy mal. A Leandro se le frunce más el ceño.—Quién se perdió con mi enfermera, fuiste tú Luciano. Te dije que te quería lejos del personal femenino de esta casa — sentencia Leandro.—Tienes como a cien mujeres contratadas, es imposible, no seas obtuso — se queja Luciano.—18 con Lucía — acota mi jefe.—¿18 qué? — repica fastidiado Luciano.—No hay 100 mujeres trabajando en esta propiedad, son 18 con Lucía. El resto son hombres — explica Leandro.—Sí, interesante dato. No hubiese podido vivir sin él…Leandro suspira por la actitud de su primo. ¿Quién no? Era un desastre y yo otro desastre al seguirle el juego. Una acción que tiene un pre