Entre la duda y la acción las semanas han pasado en la mansión Brown. Me he acostumbrado rápido a la rutina, a mí nuevo equipo de trabajo y a la familia para la que trabajo. Irónicamente la táctica de supervivencia ha sido actuar como un fantasma.El otro día pude conocer a la distancia al tío de Leandro, Liam, estaba apoyándose de las paredes mientras se tambaleaba en una de sus borracheras. ¿Mi proceder? Hacer como si no hubiese visto nada, y dar la vuelta a la estancia para atravesarla sin chocármelo.Al otro tío, Lemuel, también lo pude conocer. Hace unos días tuvo una charla con el equipo de enfermeros, no conmigo directamente. Era un hombre estricto y poco expresivo, no puedo decir más de él. No lo veía con frecuencia por trabajar manejando los negocios familiares y visitar a su sobrino fuera de mis turnos.A quien también había podido ver era a Leah, llorando tirada en el mismo sitio de la otra vez. Le he ignorado y esquivado tal cual se me fue sugerido.Tenía mi vida bajo cont
Limpio mi rostro de las lágrimas rápidamente, y me esfuerzo por mostrarle una sonrisa. Era lo mínimo que merecía tras su maravilloso consejo sobre las comidas favoritas de Leandro. Aun así, la señora tiene una expresión apenada, he de suponer que por el espectáculo que estoy haciendo. Tuve que encerrarme en mi habitación a llorar.—Hola. ¿Cómo está? ¿En qué le puedo ayudar? — le saludo.—¿Tú me puedes ayudar a mí? Pareces como alguien que necesita ayuda para sí misma. Estabas llorando hija.—¿Esto? — señalo mis ojos sonriendo y mintiendo — Es por mi alergia a los ácaros del polvo, estaba limpiando un depósito y no usé gafas protectoras. Fue mi culpa.No estoy haciendo tan buen trabajo porque la señora, no me cree.—¿Tiendes a culparte mucho a ti misma de lo que pasa a tu alrededor no?Mi sonrisa se cae y tengo ganas de llorar de nuevo. Pero me contengo. Aclaro mi garganta.—Tal vez es porque yo sea la que lo provoque, lo malo que ocurre a mi alrededor…La señora aprieta sus labios. La
No todos los días terminabas envuelta en los brazos de un hombre desconocido con este tipo de atractivo, la particularidad de la situación me quita el aliento e intimida. Más lo hace que Luciano interrumpa la mirada de sorpresa que nos damos a una sonrisa coqueta. —¿Los ángeles están cayendo del cielo esta tarde? — dice. Despierto del estado de shock para hacer mis distancias. Me levanto de sus brazos y doy un par de pasos atrás. Recuerdo la advertencia de Clara sobre él. Luciano, un peligro para las mujeres. —Gracias por la ayuda, he terminado por aquí — informo poniendo las escaleras donde correspondían. —¿Has terminado porque quieres o porque he llegado yo? No seré un estorbo, lo prometo. Solo vine a fumar en paz por un rato — explica recostándose del límite de la azotea y explorando en su chaqueta por cigarrillos. —Anochecerá y he estado limpiando desde temprano, no es personal señor Luciano. —¿Señor Luciano? — enciende el cigarrillo en su boca — Me siento honrado de que me c
Sabía de las advertencias de Clara, lo sospechaba con el encuentro en la azotea con Luciano, pero haberlo visto en plena faena es excesivo para mí, y un detonante para Leandro.—¿¡Ahorcar mientras tienes sexo con una de mis empleadas es un chiste para ti?! ¡DEBES DAR EL EJEMPLO LUCIANO! — grita Leandro.Cuando abro mis ojos, Luciano ya está subiendo sus pantalones. La trabajadora por igual está cerrando el escote de su uniforme, su vergüenza en notoria buscando desesperada su ropa interior por las sabanas. Creo que es una de las chicas de limpieza por el vestido.—¡Si tocases antes de entrar estas cosas no pasarían! — exclama amarrando torpemente sus pantalones el primo de mi jefe.—¡Si respetases a la gente que trabaja para nosotros no tendríamos este tipo de discusiones! — devuelve mi jefe.Luciano estaba agitado pero pasa a estar sumamente ofendido de pronto. Como si le acusasen de algo de lo que era inocente.—¿Por qué hablas cómo si fuera un irrespetuoso con las damas? No soy un
Bien, había sido atrapada en medio de una actitud poco profesional de la que me esperaba un regaño, un grito, o un despido si Lemuel tenía la capacidad de leer mi mente.—¿Nos puedes dejar a solas Lucía? — pide en cambio Lemuel.—Sí, sí ¿cómo no? — respondo rápidamente levantándome de mi puesto.Pero Leandro reacciona de una manera más calmada. Toca mi muñeca con suavidad.—No tienes que retirarte, termina tu comida por favor — dice amablemente, después a su tío en el mismo tono — Habla tío, ella es de confianza.La forma en la que Leandro toma de regreso su plato cerca de él para continuar comiendo, y la forma en la que actúa como si nada inapropiado hubiese pasado, ayuda a calmar mis nervios. Alejo un poco la silla de él y me dedico a comer pretendiendo lo mismo.Otro que pretende es Lemuel que, a pesar de no dejar de analizarme por un buen rato, desiste de su irritación y toma el semblante que bien le conocía, el de estoico.—Los accionistas quieren que regreses.—No estoy preparad
Cada pequeño paso dado por Leandro era impulsado con tres toneladas de paciencia y arduo trabajo de la gente que le rodeaba. Por eso, que hoy luego de días y días convenciéndolo de subir hasta la azotea, lo estuviese haciendo, era sin lugar a dudas un triunfo más.Hugo carga las muletas detrás de mí y yo estoy sacando el seguro de la puerta que da con esta área de la mansión Brown. Al salir, el sol está agradable y el verdor nos recibe. Escucho un silbido de admiración de mi compañero.—¿Cómo descubriste un lugar así de bonito? — pregunta apreciando su belleza.Tenía mucha belleza de por sí después de mi limpieza, pero necesitaba de más. De reemplazar los vidrios deteriorados y llenar con más vida las macetas vacías.—Tengo una fuente secreta — respondo para dármela de misteriosa.Mi fuente secreta era solo una señora que tenía trabajando aquí mucho tiempo.—No debe ser cualquier fuente, hasta llave necesitaste para abrir — él deja las muletas a un lado recostadas de la pared más cerc
La impotencia llena cada rincón de mi cuerpo, pero no podía permitir que Federico se saliese con la suya. No lo iba a dejar así de fácil con cuales fuesen sus planes. Por esta clase de motivación es que estoy afuera del despacho en el que Leandro está dando la video conferencia, atenta a detectar cualquier indicio de alteración en su comportamiento.Las puertas podrán estar cerradas, Federico adentro con su estúpida sobre medicación preparada, aun así, la voluntad no me iba a temblar si se le ocurría darle esas pastillas a Leandro. Iba a entrar, iba a interrumpir, y que fuese lo que tuviese que ser.Mientras escucho hablar a este de negocios y las voces de los demás que están interviniendo al otro lado, puedo estar “tranquila”. Me he mantenido vigilante ya por tres horas de reunión continúa.Fácil no ha sido, mis pies están cansados y moriría por un poco de agua. He de suponer que pronto tendrían que acabar con esta junta, o deberían entrar en una pausa. Pero mi ejercicio de valentía
Del grito en el cielo, procedo a la reacción más lógica que se me ocurre: salir corriendo llevándome la silla de Leandro. Para esta acción tiro las muletas, me apodero de las empuñaduras y hago de las mías.—¡¿Qué está pasando?! — exclama preocupado Leandro.—¡Vi un gato muy grande! ¡Tenemos que irnos! — exclamo sonando como una maniática y no revelando lo que creo que vi en realidad.La velocidad con la que llevo la silla no es de gran ayuda porque el terreno no me permite avanzar mucho, además en la desesperación del asunto, casi hago voltear la silla. Algo que es evitado por Leandro meter su pierna buena para frenar la caída. Seguido, se me pone de frente y pasa los frenos de su silla.—Lucía — suena racional y controlado — ¿Un gato muy grande? ¿Por un gato muy grande te pones así? ¿Le tienes miedo a los gatos o qué?Miro hacia atrás preocupada de que esa cosa nos siga. O no lo sé. No sé nada. ¿Por qué había un maldito león en esta propiedad? Sabía que los Brown eran excéntricos, p