A James le sorprendió ver el aspecto de la mujer que traía de cabeza a su hermanito el perfecto. Estaba acostumbrado a las bellezas con las que había salido Will, que esperaba tener frente a él a alguien mucho más despampanante que Shirley. Sin embargo, la mujer que se encontraba frente a él, mirándolo con ojos soñadores, era bastante común y anodina. Lo más significativo que podía sacar de ella era que tenía una bonita figura de reloj de arena, pero a él le gustaban las féminas más llamativas, más llena de curvas, esa chica ni pecho tenía e iba demasiado cubierta.No entendía por qué su hermano había roto sus principios por alguien tan corriente y poca cosa, pero tampoco se iba a volver loco buscando los motivos. Estaba allí para seducirla. Al principio creyó que se encontraría a la típica mujer sin escrúpulos que había encandilado a su gemelo con sus encantos. Pensó que podría llevarla a su terreno de la misma forma en que lo hizo con Shirley. Pero en cuanto la vio y se percató de
William llegó a su casa casi las dos de la madrugada.Esa noche había decidido salir con Oliver en un intento de disfrutar de su soltería y sacarse de la mente a Kath. El que seguía siendo su amigo a pesar de que lo golpeara, le organizó una cita con la amiga de su pareja. Aunque fue un completo desastre. La mujer era simpática, muy agradable y tenía buena conversación, pero él solo podía pensar en la reticente mamá de su futuro hijo. ¿Qué le ocurría? Intentó fijarse en cada mujer que se le acercaba y en todas ellas encontraba un «pero». Es linda, pero no tiene su cabello, es agradable, pero no se le ruborizan las mejillas como a ella, es bonita, pero… Pero no es Kath. Estaba agotado de no poder dormir, pasaba las noches en vela pensando que ella estaba en su cama y a unos pasos de él. Cada noche se metía en su habitación como un vulgar ladrón solo por observarla dormir. Parecía un acosador, no quería ni imaginar qué pasaría si ella se diera cuenta del insano deseo que sentía cada
—¡No puedo creer que me tuvieras más de una hora esperando en ese parque para verte besando a esa gata! —le gritó Shirley a James en cuanto lo vio regresar a su casa. Intentó golpearlo en el pecho presa de los celos, pero él la sostuvo con facilidad. Cuando quiso liberarse, James le dio la vuelta colocándole uno de sus brazos en la espalda y provocándole un dolor intenso. —¿Qué te dije de atacarme? —pronunció en tono amenazante—. El día que me canses te demostraré que yo no soy Will, conmigo no haces tus escenitas, ¿entiendes? Shirley asintió con la cabeza y sintió sus ojos llenarse de lágrimas por el dolor que le provocaba. Cuando la soltó, se frotó el brazo y lo miró desconsolada. Ella lo amaba, ¿por qué debía ser siempre tan frío? ¿Es que no se daba cuenta de que era capaz de todo por su amor? No soportaba verlo con otras mujeres, pero menos aún haber tenido que estar presente cuando besaba a esa idiota. James abrió la puerta de su casa y la dejó pasar. En cuanto estuvieron en
Kath se encontraba en la camilla del hospital, con la bata puesta y un doctor haciendo un ultrasonido entre sus piernas porque cinco semanas era muy pronto para hacerla en su vientre. Cuando Will la vio ponerse mal, sin importar que le dijera que ya se sentía mejor y que había sido solo un mareo, la subió en el coche y la llevó al hospital. En menos de una hora había sido expuesta su anatomía a manos de tres doctores y todo por no ser capaz de explicarle lo ocurrido. Tenía miedo, ¿tendría Will una extraña personalidad múltiple? Porque no podía darle explicación de otro modo. Él le había entregado esas flores y se había comportado como un egocéntrico patán, para después convertirse en el hombre más maravilloso del mundo. —Pero ¡¿qué tenemos aquí?! —murmuró el doctor y la hizo mirar la pantalla—. ¿Escuchan eso? Sí, ella lo hacía. Era el sonido de unos latidos acelerados y que parecían estar en descontrol uniéndose unos a los otros. Imaginó que era el suyo y el de su bebé. Tal vez
—¿Ahora me crees? —le habló Elena para sacarla de sus pensamientos—. Esas fotos las consiguió Shirley contratando un detective privado. Una infidelidad tras otra, mi pobre hijo es incapaz de mantener el pantalón puesto, pero eso lo sabes muy bien. Por algo estás embarazada. Kath negó con la cabeza, por más que tenía aquellas horribles fotos frente a ella era incapaz de imaginar que él fuese así. —No puedes ser… No, me está engañando. —¡Ja! De verdad que eres más tonta de lo que pensé. Te estoy haciendo el favor de tu vida, niña. Shirley está embarazada y Dios sabe por qué esa buena mujer es capaz de perdonarle tantas humillaciones, pero está dispuesta a regresar con él. ¿Acaso mi hijo no te dijo que ella lo abandonó cuando supo que la humilló públicamente contigo? —Él no me quiso decir cuando le pregunté —susurró para sí misma. —Ella lo abandonó y no la culpo, pero son tantos años juntos y ahora embarazada… —¿Está em-embarazada? ¿Entonces por qué me buscó a mí? —Kath apretó las
—¡¿Qué se supone que estás haciendo?! —le gritó William a James—. ¡Suéltala! —¿Seguro? —respondió su hermano con ese toque de burla tan propio de él. Kathleen estaba inconsciente entre sus brazos. En cuanto se recuperó de la sorpresa por lo que acababa de encontrarse, se la arrebató de los brazos e intentó que reaccionara. —¡¿Qué le has hecho?! —soportó la ira que sentía en ese momento contra su hermano, porque quería asegurarse de que ella estuviera bien. —Will —la voz agitada de Shirley se escuchó a su espalda—, ¡tienes que escucharme! De pronto, se vio rodeado, su madre apareció por el pasillo y se colocó frente a su hermano. —¿Qué le ocurrió a la chiquilla? —preguntó con indiferencia. —Nada, mamá —respondió su hermano—. No pudo aguantar que mi hermanito la descubriera en mis brazos. Will no pensaba quedarse allí por más tiempo. Su madre le había tendido una trampa, cuando fue a ver de qué invitados se trataba, se encontró con Shirley. Su exnovia se había abalanzado sobr
Al llegar a casa, William les pidió a los miembros de seguridad que no la perdieran de vista y les dio la orden de que no la dejaran salir de la casa. Kathleen no podía creerlo, estaba tan furiosa que el miedo inicial había quedado relegado. En cuanto entró, lanzó su bolso al sofá y se dio la vuelta para enfrentarlo. Él tuvo el descaro de ofrecerle una sonrisa, pero no una de las que tanto le gustaban, era cínica y llena de prepotencia. —¡¿Cómo te atreves a encerrarme?! ¡No eres mi dueño! —¡Te estoy protegiendo porque no estás en tus cabales! —le gritó, fuera de sí, y se acercó a ella. En cualquier otro momento, su cercanía le resultaría agradable, pero en ese instante la intimidaba. —¿Secuestrar ahora se llama proteger? ¡Estás loco! Quiero marcharme, no quiero pasar ni un momento más contigo. El rostro de William cambió, por unos segundos su expresión se llenó de dolor, pero con rapidez volvió a comportarse con cinismo. —¿Quieres correr a sus brazos? ¿Es eso? ¿Cuándo lo conoc
Kath no había vuelto a ver a William en varios días. Desde la noche de la discusión, él no había regresado ni siquiera a dormir. No le había vuelto a mandar mensajes para saber cómo estaba o se preocupó como siempre lo hacía por saber si estaba comiendo bien o descansando. Lo que si hizo fue los cambios que ella le pidió.Al día siguiente de la discusión, él mismo ordenó a varios empleados que la ayudaran a trasladar sus pertenencias y la acomodaron en un cuarto lo más alejado de las habitaciones principales. Era lo que ella había pedido la última vez que hablaron, pero eso significaba que todo se había terminado. —No llores —le dijo Clarisse cuando la encontró con la cabeza enterrada en la almohada ahogando los sollozos—. Nos tienes muy preocupadas. No quieres salir de esta habitación. Tal vez si hablas con el señor…Kath se frotó los ojos y la miró. —El señor no necesita hablar, me hace entender muy bien. Lo llamé y no contestó, le escribí para pedirle que me liberara del contrat