Cuando Kath entró a la oficina de William, se quedó mirando a su alrededor, nerviosa. El clic de la puerta al cerrarse la hizo contener la respiración y más porque podía sentir la presencia de él en su espalda. Sin necesidad de enfrentarlo sabía que la observaba. Will no dijo nada, se dirigió a un aparador, agarró un vaso y se sirvió un poco del líquido. Ella frunció el ceño, era temprano para beber y él se veía como si los últimos días hubiera abusado mucho de eso. —Te ofrecería, pero los dos sabemos que no puedes —dijo e hizo un movimiento con el vaso, como si brindara solo. —No deberías beber a estas horas —musitó Kath sin poder ocultar la preocupación por él—. No te ves demasiado bien. William arqueó una ceja. —¿Te preocupas por mí? ¡Qué sorpresa! Supongo que será por el parecido que tengo con mi querido hermano.—Uf —Kath bufó con un sonido poco femenino y se dispuso a salir sin escucharlo, pero antes de llegar descubrió que eso no sería posible. —Cerré con llave —la inter
Will se recargó en la puerta de su despacho cuando Kathleen se marchó. Lo único que quería era detenerla, besarla de nuevo y hacerla olvidar a cualquier otro hombre. Él había sido el primero, eso lo sabía, estaba muy seguro. No pudo haber engaño esa noche porque ninguno de los dos esperaba lo que ocurrió. Intentó poner en orden sus ideas durante esos días. Dejar a un lado los celos que sentía y pensar en lo ocurrido. Se repitió una y otra vez, que las fotos que le había mostrado su hermano y lo que le había contado, era algo que ocurrió antes de que ellos estuvieran juntos. En ese momento ella era libre… Y después también, porque él nunca le dijo que eran algo más. Lo imaginó en su mente, se vio pasando la vida con ella, con sus hijos, formando una familia y lo dio todo por hecho. Después se encontró con la gran sorpresa. ¿Por qué ella se había entregado a él esa noche? La había rememorado una y otra vez y siempre llegaba a la misma conclusión: Kath lo estaba esperando para que
—Qué horror —susurró Mariana—. No me puedo creer que el señor Hudson haya traído de vuelta a esa arpía. Kath la escuchó, pero prefirió no decir nada y prosiguió moviendo el desayuno fingiendo que comía. No tenía hambre, esa mañana había sido especialmente difícil después de una noche de casi no poder dormir y despertarse con demasiadas nauseas. —Yo no me puedo creer que le haya hecho eso a nuestra Kath, te juro que pensaba que estaba enamorado. Era todo tan bonito, como el cuento de la Cenicienta y el príncipe, yo estaba viviendo esa historia de amor con ellos. —No digas tonterías, Clarisse —se quejó la cocinera—. Los cuentos no se dan en la vida real y por más que no me guste, algo me decía que esto no iba a salir bien. Yo antes trabajaba en la casa de la familia… Ay no, cuando el señor Hudson me trajo con él fue una bendición. —Era casi un cuento, al verlos a ellos yo me ilusioné pensando que en algún momento llegaría uno para mí —dijo Clarisse emitiendo un suspiro—. Un empresar
—No hay duda de que te gusta desayunar basura, cariño. ¿Para tener que ver esto me has traído aquí? ¡Es que no te importa que esté embarazada! Shirley se sujetó a una silla como si la visión de ellos dos juntos le provocara malestar y no pudiera sostenerse. Kath miró a William, este parecía sorprendido y enseguida dio un paso atrás para liberarla. Ahí tenía la prueba, ese hombre no se conformaba con una, estaba con Shirley de nuevo y jugaba con ella. —La basura se va a su habitación —murmuró Kath. —No —sentenció, Will—. No has desayunado. —Ay, qué más da, que no lo haga, cariño —se quejó la insoportable mujer y se dirigió a William—. Me levanté temprano para desayunar contigo, deja que se marche, amor, quiero pasar un rato contigo. —Sí, cariño —recalcó Kath su última palabra—. Deja que me marche y quédate desayunando con tu mujercita. Recuerda que también la embarazaste.Shirley la miró de arriba abajo y sonrió con malicia. —Claro que me embarazó y conmigo no necesitó estar ebr
Si el infierno existía, debía ser algo parecido a aquello. Por fin había podido visitar a su familia y lo tuvo que hacer acompañada de dos guardias de seguridad. Todavía podía a recordar a su padre diciéndole: «Te cuida mucho, Kath, ese hombre te ama. Hasta te manda con seguridad para que nada te ocurra». Tuvo que omitir que la seguridad no era para su protección, era porque así William se aseguraba de que ella no escapara o se le ocurriera correr a los brazos de otros hombres. Pero hasta salir de aquella casa en esas condiciones, era mejor que tener que pasar los días enteros en esa cárcel y soportando a Shirley. Era mediodía cuando regresó y para su suerte la casa estaba solitaria. No había rastro de Shirley por ninguna parte y a Will ella misma lo había visto marcharse en la mañana antes de dejarla bien custodiada por los dos guardias. No parecía el mismo William Hudson para el que había trabajado cincos años. En aquellas semanas se veía distinto, desmejorado y con mucha tris
Will había estado dando vueltas por la ciudad antes de ir a su casa.Había visto las fotos que le mandó Shirley varias veces y en todas las ocasiones era incapaz de controlar sus celos.Él que tanto se había quejado de los arranques de su exnovia cuando lo veía cerca de cualquier mujer o se inventaba que había estado cerca, y ahora se comportaba igual o peor.Estar enamorado no era nada agradable. Esa sensación de vacío por no poder estar con ella y percatarse de que a Kath no le importaba lo más mínimo estar con él y que cualquiera le servía lo estaba volviendo loco.Una llamada entró a su teléfono por octava vez, era Shirley.—Ya voy para allá —contestó sin ganas de darle más explicaciones.—Cariño, te llamé mil veces, ¿por qué no contestas? Bueno, como sea, te llamaba para avisarte que iré a ver a mi familia. Esta noche me quedaré allí a dormir, ya voy de camino.Saber que no iba a tener que verla cuando llegara lo alegró. No estaba de humor para que comenzara a hablarle de Kath y
Kath se encontraba en su cama intentando leer un libro, aunque ya había pasado dos veces la misma página y todavía no lograba enterarse de lo había leído.Desde que Clarisse llegó para avisarle de que Will había llegado a casa temprano ese día, decidió no salir de su habitación. Además, que después de caerse a la alberca, un irritante pensamiento no salía de su mente.Tenía los recuerdos muy confusos por el miedo que pasó, pero cuanto más lo pensaba, más sentía que no se había caído sin que alguien la ayudara con un pequeño empujón.¿Pero quién? Ella se llevaba bien con todos los empleados, todos eran amables con ella. Ninguno podía tener interés en hacerle daño. No tenía sentido.La única que tenía algo en su contra era Shirley, pero por más que preguntó ninguno la había visto cerca de ella. No podía acusarla sin pruebas y menos sin estar segura de lo ocurrido.«Tal vez fue sin querer», pensó. Puede que alguien pasara a su lado y ella con los auriculares puestos no lo hubiera escucha
Kathleen no dejaba de dar vueltas en la cama.Tenía hambre, pero no pensaba salir a cenar y nadie le había avisado de que la cena estuviera lista. Ya había anochecido y Clarisse, la que se había autonombrado se empleada personal, no le había traído noticias desde el incidente con Will.Quizá él se había marchado después de eso y no se encontraba en la casa, pero no pensaba salir a averiguarlo.No era capaz de concentrarse y ponerse a leer. Si no había podido antes, menos en ese instante. Solo con mirar el libro le recordaba a Will en el suelo y con la frente roja.—Se lo tenía merecido —volvió a excusarse por haberse comportado como una loca, pero es que ya no sabía de dónde le vendrían los ataques.Ella que siempre había sido una mujer tranquila, en esos momentos vivía en tensión.Después de lo ocurrido con la familia de William, solo pensaba en cuándo sería que los encontrara de nuevo. No quería volver a verlos, pero mientras viviera allí, no podría evitarlos siempre.Solo esperaba