Transcurrió una semana en la que Kath intentó poner su vida en orden sin lograrlo.Cuando encendió el teléfono, un día después de su marcha, un sinfín de notificaciones de llamadas perdidas llegaron a su teléfono. Un par de mensajes casi ilegibles fue lo último que supo de William.Por más que intentó entenderlos, no lo logró, aquello parecía haber sido escrito a zarpazos en lugar de con los dedos.Acabó por comprender lo que significaban cuando una llamada de su padre la sorprendió.Había decidido llamarlo para explicarle que debían abandonar la casa en la que se encontraban en ese momento y regresar a su hogar, pero no sabía cómo abordar el tema sin dar explicaciones. Él se le adelantó y no podía continuar apartando ese enfrentamiento.—Kath, hija —se escuchó la voz preocupada de su padre—. ¿Dónde estás? El señor Hudson ha venido esta mañana, parecía que le había pasado una apisonadora por encima, me alteré mucho cuando dijo que tenía la esperanza de que estuvieras aquí. ¿Qué ocurri
—¿Qué eso, Kath? —preguntó Clarisse cuando la vio quedarse lívida ante la foto.La imagen era una selfi, William estaba dormido en la cama. Su torso estaba descubierto. Shirley se encontraba de la misma forma y recostada sobre su pecho. Ella sostenía el teléfono y sonreía a la cámara.—Al parecer, tu nueva señora quiso enviarme un mensaje contundente —dijo Kath, intentando no mostrar los sentimientos que esa foto le provocaba.Era como tener un diablo y un ángel uno a cada lado de sus hombros. El ángel le decía es normal, Kathleen. Se van a casar, son pareja, tú lo abandonaste y ni siquiera le diste la opción de elegirte.Y el diablo se reía de ella y le susurraba que no le dio la opción porque tenía miedo de que no la escogiera. Prefirió huir a decirle que había escuchado la conversación y preguntarle de forma directa qué quería él. Para acabar, esa parte de su conciencia le decía que hizo bien en marcharse, porque tal como ella temía él no la hubiera elegido.La prueba la tenía fren
Will condujo esperanzado para visitar a Kath, pero antes de ir, decidió tomar un rumbo distinto y hacer una parada en el camino.En ese momento no sabía cómo, solo tenía claro que debía solucionarlo porque la vida sin ella se había tornado demasiado lúgubre. Su corazón le decía que ella le amaba, por más que la mente le creara demasiadas dudas.Se alejó de su destino para adentrarse en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Se detuvo frente a una joyería y sonrió.Desde que Oliver le había comentado lo de su supuesta boda, una idea no había dejado de rondarle en la cabeza, pero antes debía convencer a Kath y hablar con Shirley. No sabía si ella estaba al tanto de los planes de su madre, pero no quería provocarle más daño del que ya le había hecho. Él sabía lo que dolía un corazón roto, lo estaba sufriendo a diario y no le deseaba a su expareja ese mal y menos una humillación. Necesitaba enfrentarla y hacerle entender que entre ellos todo se había acabado, pero que siempre cuida
Kath había ido a la revisión con el doctor ese día.Era la primera vez que acudía sin Will, pero no se sorprendió cuando un chofer enviado por él llegó hasta su casa para llevarla.«No se olvida de sus hijos», pensó Kath y sintió como el peso de la preocupación que había tenido desde que se marchó comenzaba a desaparecer. Tenía que dejar de desconfiar de William, él no los abandonaría como le sugirió su madre. Sería un buen padre.Al menos esperaba que no lo hiciera mientras durara el embarazo. No lo estaba llevando nada bien. La nueva doctora que la atendió ese día, le había insistido en que debía vivir más relajada y con menos estrés porque eso estaba afectando a su embarazo.Sí, William no la había acompañado en esa ocasión, pero se había asegurado de que cambiaran el anterior doctor por una mujer. Ese hombre y sus celos.Kath no pudo evitar esbozar una sonrisa mientras cambiaba una y otra vez de canal en la televisión. Era extraño vivir sin gente alrededor, sin su familia, pero ne
—¡Sí! —gritó y al momento se arrepintió—. ¡No!, levántate, Will. ¿Estás loco? La bigamia está prohibida y te recuerdo que tú vas a casarte con Shirley.William no se levantó, continuó en la misma postura y sin apartar el precioso anillo. Era hermoso, demasiado bonito para caminar con él puesto por su barrio y no acabar sin un dedo cuando se lo intentaran robar.—Con la única mujer que voy a casarme es contigo, te amo, Kath. ¿Tú has dejado de amarme? —Él parecía tan vulnerable en aquel momento, arrodillado frente a ella que tuvo que decirle la verdad.Kath se acercó y le colocó una mano en su mejilla. William cerró los ojos un instante, como si estuviera disfrutando de su contacto.—No creo que pueda dejar de amarte, pero es justo por eso que debo decir que no.Él colocó la mano sobre la de ella y se levantó. Sin soltarla, cerró la cajita con el anillo de compromiso y la dejó sobre su palma.—¿Por qué pretendes que seamos infelices separados cuando podemos ser felices juntos? Has confe
A William le costó dormir esa noche, pero al final el cansancio terminó por vencerlo. Tenía miedo de despertar y encontrarse de nuevo solo en la cama.Cuando despertó, su pesadilla parecía haberse hecho realidad, Kath no se encontraba a su lado. De un salto se levantó, desnudo, y salió de la habitación.La encontró en mitad de la sala, con una bandeja en las manos y los ojos muy abiertos.Ella lo recorrió con la mirada y la bandeja tembló. Una vez que el susto inicial pasó, sonrió al darse cuenta de la forma en que ella se lo comía con los ojos.—¿Todavía no te has cansado de verme desnudo, futura esposa? —preguntó pagado de sí mismo.William era muy consciente de su atractivo.—No creo que me canse nunca, futuro esposo, pero será mejor que te cubras. Iba a llevarte el desayuno a la cama, por una vez, me toca a mí cuidar de ti.Él arqueó una ceja, sin creerse demasiado sus motivos.—Claro, querías cuidar de mí… Seguro que no fue que tu estómago no soportó un minuto más sin llenarse, ¿
A William le costó encontrar al que fue el abogado de su padre.Al parecer el hombre se había retirado y ya no era parte del bufete, pero después de explicarle a algunos de sus compañeros de quién era hijo y que quería verlo por un tema personal, accedieron a darle su dirección.—Buenos días, Joel —saludó al hombre y le estrechó la mano—. No sé si me recuerde, hace ya algunos años que nos vimos, soy el hijo de…—Richard Hudson, ¿cuál de los dos eres? Nunca aprendí a distinguirlos —dijo colocándose bien las gafas en el puente de la nariz—. Pero pasa, pasa, no te quedes ahí fuera.—Soy William y claro, será un placer.—¡Oh, el pequeño Will! Sí, sí, te recuerdo bien. Ven, siéntate, ¿no quieres jugar al dominó?—La verdad es que venía por un asunto muy importante…—Nada mejor para hablar de asuntos importantes que una partidita al dominó.Diez partidas después Will estaba desesperado.—Joel, ¿te acuerdas del testamento de mi padre? —preguntó para ver si así conseguía la información que ne
—¡Cariño! —Shirley contoneó las caderas de forma exagerada mientras caminaba hacia él—. Te estuve esperando anoche, ¿se puede saber dónde dormiste? —Will la retó con la mirada y ella, en lugar de gritar como siempre, agachó la cabeza—. Lo siento, a veces olvido que ya solo me quieres porque estoy embarazada de tu hijo y que ya no tengo derecho a reprocharte nada.William, dispuesto a seguir en el papel para llevar a cabo su plan, soportó las ganas que tenía de decirle lo que había visto y sacarla de la casa. Pero la venganza era un plato que se servía en frío, tendría que aguantar, eso no significaba que lo hiciera de la mejor forma.—Al parecer vamos a casarnos, así que supongo que estás en tu derecho de reclamarme.—Estás molesto, ¿verdad? Sé que no es lo que querías… —Ella intentó acercarse y echarle los brazos sobre los hombros, pero él se apartó—. Will, no seas así, ya verás que cuando estemos casados todo cambiará, volveremos a estar como antes. Yo te amo, lo sabes y tú me amas