Eres libre de mí

Kathleen se preparó para marcharse a ver a su familia. No le importaba lo que dijera Will, no era ninguna presa y su único refugio eran su padre y hermano.

Cuando salió de la habitación, con la esperanza de no ser vista, se encontró al dueño de sus desvelos apoyado en la pared del pasillo.

—Kath, te estaba esperando, buenos días —le dijo y se llevó ambas manos a su entrepierna para cubrirse.

Al parecer había aprendido de la noche anterior.

—Han dejado de ser buenos en este momento —farfulló y emitió un suspiro, cansado.

—Solo quiero hablar contigo, sin que me ataques con lo primero que veas, ¿sería posible?

—Quería ir a ver a mi familia, pasaré el día con ellos, ¿o el contrato me lo prohíbe? ¿Podría su alteza real el príncipe darme permiso?

Will intentó acercarse a ella con un gesto algo desesperado, pero en cuanto vio que ella retrocedía mantuvo la distancia.

—Kath, he sido un idiota, un gigantesco imbécil, sé que no lo merezco, pero ¿podrías sentarte a hablar conmigo unos minutos? S
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